Después de la "exitosa" misión del pasillo, Mateo pensó que por fin iba a poder respirar tranquilo.
Error.
Porque en el momento en que se sentó en su escritorio en clase de matemáticas, Emilia pasó caminando por su lado, dejó caer una notita sobre su cuaderno y siguió de largo con una sonrisita sospechosa.
Mateo sintió cómo se le encogía el estómago.
Nico, que estaba sentado a su lado, se asomó curioso.
—¿Y ahora qué?
Mateo miró el papelito como si fuera una bomba a punto de explotar. Finalmente, lo abrió con dedos temblorosos.
"Valentina quiere hablar con vos después de clases. Nos vemos en la salida."
Mateo dejó caer la nota como si le hubiera dado corriente.
—¿QUÉ?
El grito fue tan fuerte que el profesor de matemáticas lo fulminó con la mirada.
—¿Problemas, señor Romero?
—¡Ninguno, profe! Todo bien, todo tranqui.
Alex, que estaba dos filas más atrás, le lanzó una mirada divertida.
—¿Qué pasó?
Mateo, todavía pálido, deslizó la notita hacia Nico.
Nico la leyó y sus ojos se agrandaron.
—Ay, hermano.
Sofía, que estaba al lado de Alex, se inclinó para leer la nota también.
—No puede ser.
—¡¿QUÉ SE SUPONE QUE HAGA?! —susurró Mateo con pánico.
Alex apoyó la barbilla en su mano y sonrió como el diablo ofreciendo un trato.
—Mmm… bueno, técnicamente esto significa que la misión fue un éxito.
—¡No digas boludeces! ¡Esto no estaba en el plan!
—No, pero es mejor que el plan.
—¿Cómo mierda va a ser mejor si no sé qué hacer?
—Bueno, lo primero es respirar.
—¿Lo segundo es fingir mi muerte?
—No, lo segundo es pensar en lo que vas a decirle.
—No tengo nada que decirle.
—Bueno, eso es un problema.
Mateo dejó caer la cabeza contra su escritorio.
—Voy a morirme.
—Nah, todo va a salir bien.
—Cada vez que decís eso, me pasa algo horrible.
—Bueno, pero ahora ya tenés experiencia.
—No sé si eso es bueno o malo.
El resto de la clase se le hizo eterna. No podía concentrarse en nada. Cada vez que intentaba hacer un ejercicio, las letras y números en su cuaderno se mezclaban con la cara de Valentina en su mente, y el resultado era un desastre.
Cuando finalmente sonó la campana, Mateo sintió que estaba caminando hacia su destino final.
Nico le dio una palmada en la espalda.
—Bueno, suerte.
Sofía le guiñó un ojo.
—Si todo sale mal, podés echarle la culpa a Alex.
—¡Eh! —protestó Alex.
Mateo suspiró y salió al patio con el corazón latiéndole en las orejas.
Valentina estaba esperándolo en la salida, con Emilia y otra amiga a su lado.
—Ah, mierda… —murmuró para sí mismo.
Respiró hondo, se pasó una mano por el cabello y caminó hacia ella con el mismo ánimo de alguien que se dirige a su propia ejecución.
—Eh… hola.
Valentina lo miró con una mezcla de curiosidad y diversión.
—Ey.
Hubo un breve silencio incómodo.
Emilia rodó los ojos.
—Bueno, los dejamos solos.
Valentina le lanzó una mirada de "no seas obvia", pero Emilia solo sonrió y se alejó con su amiga, dejándolos ahí.
Mateo tragó saliva.
—Entonces… eh… ¿querías hablar conmigo?
Valentina cruzó los brazos y lo miró fijamente.
—Sí. Quería preguntarte algo.
Mateo sintió un escalofrío.
—Ah… claro. ¿Qué cosa?
Ella inclinó la cabeza, como evaluándolo.
—Vos no hiciste todo eso solo, ¿no?
Silencio.
Mateo sintió cómo una gota de sudor frío le resbalaba por la nuca.
—Eh… ¿a qué te referís?
—Mateo. —Valentina sonrió de lado—. Ya sé que alguien te ayudó con la nota y la rosa.
—¿Qué? ¡No! ¡Claro que no!
—Mateo.
—…
—Mateo.
—Bueno, capaz que un poco de ayuda tuve…
Valentina rió.
—Sabía que había alguien más detrás de esto.
—Eh… ¿eso es… malo?
Ella se encogió de hombros.
—No lo sé. Depende de quién haya sido.
—Ah… bueno… —Mateo miró al cielo como si de repente le hubiera interesado el estado del clima—. Fueron… mis amigos.
—¿Nico? ¿Sofía?
—Sí… y Alex.
Valentina se cruzó de brazos.
—Ah, con que Alex.
—Sí, bueno, él tuvo… varias ideas.
—Me lo imaginaba.
Mateo rió nervioso.
—Sí… es que… a veces se le ocurren cosas medio locas, pero tenía buena intención, eh.
Valentina lo miró un momento y luego suspiró.
—Mirá, no me molestó lo de la rosa ni la nota, pero me pareció raro.
—Sí… entiendo.
—Pero…
Mateo contuvo la respiración.
—Pero… me pareció divertido.
Mateo parpadeó.
—¿Eh?
—Sí. No sé, fue diferente. Nadie había hecho algo así antes.
—Ah… bueno, qué bueno que… no te pareció raro.
—No dije que no me pareció raro.
—Ah.
Ella sonrió.
—Pero raro no siempre es malo.
Mateo sintió que el aire regresaba a sus pulmones.
—Ah… genial.
Valentina lo miró con diversión.
—Bueno, te veo mañana.
—Sí… mañana.
Ella se alejó con Emilia, dejándolo ahí, confundido y aliviado a la vez.
Y entonces escuchó una voz detrás de él.
—Bueno, bueno, bueno.
Mateo se giró lentamente.
Alex tenía los brazos cruzados y una sonrisa de "te lo dije".
—Mateo Romero, seductor inesperado.
Mateo suspiró.
—No empieces.
—No, en serio. Me siento como un maestro viendo a su discípulo triunfar.
—¡No triunfé en nada!
—No te rechazó. Eso ya es un triunfo.
Mateo resopló.
—Bueno, ¿ya está? ¿Terminó la Operación Cupido?
Alex sonrió.
—No. Ahora se viene la Fase Dos.
Mateo sintió un escalofrío.
—¿Fase Dos?
—Obvio. Si esto salió tan bien, imaginate lo que podemos hacer ahora.
Mateo abrió la boca para protestar.
Pero en el fondo, ya sabía que estaba condenado.
Mateo se pasó una mano por la cara, exasperado.