Si hay algo más rápido que la luz, es un chisme bien jugoso en una escuela secundaria. Y el shippeo entre Camila y Sebastián no fue la excepción.
Para la mañana siguiente, el rumor ya había evolucionado a niveles incontrolables.
—Dicen que Sebastián le va a pedir salir hoy.
—Nooo, escuché que Camila está escribiendo una carta de amor.
—¡No, no, no! Lo que pasó en la cancha fue que él se lanzó encima de ella porque no aguantó más!
—¡Casi se besan!
Por supuesto, ninguna de estas cosas era verdad.
Pero eso no evitó que Sebastián y Camila tuvieran que caminar por los pasillos con la constante sensación de ser observados.
—Te están mirando de nuevo —murmuró Tomás, amigo de Sebastián, mientras sacaba libros de su casillero.
—Lo sé. —Sebastián apretó la mandíbula—. Todos me están mirando.
—Bueno, qué querés, si ayer casi le das un beso a Camila.
—¡No la iba a besar!
Tomás se encogió de hombros.
—Eso decís vos, pero el 90% de la escuela ya los da por pareja.
Sebastián cerró su casillero con más fuerza de la necesaria.
—Necesito que dejen de decir idioteces.
Mientras tanto, al otro lado del pasillo, Camila tampoco la estaba pasando bien.
—Mirá el lado positivo —dijo su amiga Valentina, sonriendo—. ¡Si todos creen que están juntos, capaz Sebastián se lo cree también y terminen de verdad!
Camila le dio una mirada que podría haber congelado el sol.
—Si querés seguir con vida, no repitas eso jamás en mi presencia.
—Pffff, ay, qué geniaaaaal. ¡Es un enemies to lovers en tiempo real!
—No somos enemies to lovers.
Pero lo cierto es que, a pesar de su enojo, Camila no podía evitar pensar en la escena de ayer en la cancha.
Lo cerca que habían estado.
El modo en que Sebastián la miró antes de apartarse.
El calor en sus mejillas.
Sacudió la cabeza rápidamente.
—No, no, no, no. No me voy a dejar llevar por pavadas.
Pero cuando giró en la esquina del pasillo y se topó de frente con Sebastián, su cerebro dejó de procesar por un segundo.
Los dos se quedaron mirándose con incomodidad.
Alrededor, los murmullos aumentaron.
—¡Ay, ahí están!
—¿Se van a decir algo?
—¿Le va a confesar su amor?
Sebastián frunció el ceño.
—¿Vos también los escuchás, no?
—Obvio que los escucho.
Los susurros aumentaban y alguien hasta sacó el celular como si esperara grabar una escena romántica.
Fue demasiado.
Sebastián y Camila se miraron con una misma idea en la mente.
Desmentir el rumor de una vez por todas.
—¡NO ESTAMOS JUNTOS! —gritaron al unísono.
Pero eso solo logró que algunos se rieran.
—Jajaja, suena algo que una pareja diría.
—¡No inventen cosas! —exclamó Camila, sintiendo que su paciencia llegaba al límite.
—¡Sí! ¿Quién empezó con esto?
Y entonces, como si hubieran leído la respuesta en el aire, ambos giraron la cabeza al mismo tiempo.
Alex.
Que, para su mala suerte, justo pasaba por ahí con Mateo y Nico.
—Oh, mierda.
Mateo lo miró con desaprobación.
—Te van a matar.
—Pero… pero… ¿no se supone que esto era divertido?
Camila y Sebastián se acercaron con los ojos entrecerrados.
—Alex.
—Querido amigo Alex.
Alex tragó saliva.
—Chicos, todo esto fue un malentendido…
—¿Ah, sí? —dijo Sebastián con los brazos cruzados.
—¡Entonces expliquemos cómo empezó este chisme! —añadió Camila.
Mateo y Nico lentamente retrocedieron, alejándose de la zona de peligro.
Alex rió nervioso.
—Ehh… ¿les conté que hoy en la cafetería hay promoción de donas?
Pero Sebastián ya lo tenía agarrado del hombro.
—No cambies de tema.
Camila sonrió con una dulzura falsa.
—Vamos a charlar tranquilamente.
Y, con eso, arrastraron a Alex fuera del pasillo mientras toda la escuela observaba con diversión.
Mateo suspiró.
—Bueno, al menos el plan de Alex sí funcionó.
—Sí —dijo Nico, sacando su celular para grabar—. Pero dudo que sobreviva para verlo.
Alex se dejó arrastrar hasta un rincón del patio, justo detrás del gimnasio, donde casi no había estudiantes. Casi, porque Sofía y Valentina pasaban por ahí con refrescos y, al ver la escena, decidieron quedarse a mirar.
—Mirá, mirá, lo llevan como si fuera a juicio —susurró Valentina, entretenida.
—Y lo peor es que sí se lo merece —respondió Sofía, dando un sorbo a su bebida.
Camila y Sebastián soltaron a Alex al mismo tiempo, pero lo dejaron arrinconado contra la pared.
—A ver, explicame —comenzó Sebastián, cruzado de brazos—, ¿por qué toda la escuela cree que Camila y yo estamos saliendo?
—Y no me digas que fue por accidente —agregó Camila con los ojos entrecerrados—, porque sé perfectamente cómo funcionan los accidentes que causás.
Alex tragó saliva.
—Ok, quizás… y solo quizás, se me ocurrió que una pequeña ayudita podría hacer que ustedes dos…
—¿Una pequeña ayudita? —Camila casi se rió—. ¡Nos arruinaste la reputación!
—¡Nos están shippeando como si fuera una novela barata! —añadió Sebastián.
Alex levantó las manos en señal de paz.
—¡A ver, a ver, cálmense! Mírenlo de este modo: ustedes son guapos, tienen química, la escuela los ama juntos…
—¡NO TENEMOS QUÍMICA! —gritaron ambos al mismo tiempo.
Sofía y Valentina, desde su rincón, intercambiaron miradas.
—Para no tener química, se sincronizan bien.
—Re bien.
Alex suspiró.
—Ok, ok, lo admito. Yo pude haber alimentado el chisme un poquito…
—¡¿Un poquito?!
—¡Pero lo hice con buenas intenciones!
Camila y Sebastián lo miraron como si quisiera venderles un seguro fraudulento.
—Definime buenas intenciones.
Alex puso su mejor sonrisa.
—Bueno, yo pensé… ¿qué es lo peor que puede pasar?
Silencio.
Luego, Camila se llevó las manos a la cabeza.