Afuera, el sol comenzaba a ponerse y las sombras se alargaban. Ryo observó cómo los chicos se agrupaban, algunos caminando de la mano con sus parejas, lo cual le hizo sentir aún más solo. "Bueno, a casa," se dijo a sí mismo en voz baja. Pero antes de ir, decidió desviarse hacia el supermercado para comprar su merienda.
Al salir del mercado con una bolsa de snacks en la mano, vio a un niño pequeño llorando desconsoladamente en la calle. "Tal vez perdió a sus padres de visita," pensó Ryo mientras se acercaba al pequeño.
—Hola —dijo Ryo con voz suave—. ¿Estás perdido?
El niño, asustado, no decía ni una sola palabra. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y sus hombros temblaban.
—Tranquilo —le respondió Ryo, agachándose a su altura—. Vamos a buscar a tus padres, ¿te parece?
El niño, un poco más calmado, asintió tímidamente.
—Por cierto —dijo Ryo—, me llamo Ryo. ¿Y tú?
—Me llamo Kazuki —respondió el niño con voz entrecortada.
—Kazuki, qué buen nombre —sonrió Ryo—. Bueno, vamos a buscar a tus padres.
Así, Ryo y Kazuki comenzaron a recorrer la ciudad, pasando por calles y esquinas, preguntando a los transeúntes si habían visto a los padres del niño. La noche avanzaba y las luces de la ciudad empezaban a encenderse. Ya pasaban de las diez de la noche y estaban a punto de darse por vencidos cuando una voz se escuchó a lo lejos:
—¡Kazuki, hijo!
Era la madre del niño, corriendo desesperada hacia ellos. Kazuki respondió con un grito de alivio:
—¡Madre!
Kazuki corrió hacia ella y se abrazaron con fuerza. La madre, visiblemente aliviada y con lágrimas en los ojos, preguntó:
—¿Dónde te habías ido?
Kazuki, aún aferrado a su madre, explicó:
—Me perdí de ti y de papá, pero este chico me ayudó a encontrarlos.
La madre, con una mezcla de alivio y gratitud, se volvió hacia Ryo:
—Le agradezco mucho por haber ayudado a mi hijo —dijo con sinceridad.
Ryo, con una sonrisa amable, respondió:
—No tiene por qué agradecerme.
Pero en ese instante, un recuerdo inundó su mente, apagando su sonrisa. Recordó una escena de su infancia, cuando tenía cinco años. Había salido a cenar con sus padres y, en un descuido, se perdió en la multitud. Asustado y solo, buscó a sus padres hasta que una persona amable lo ayudó a reencontrarse con ellos, justo en el lugar donde ahora estaba Kazuki con su madre.
—Bueno, me retiro —dijo Ryo con una melancólica sonrisa—. Espero que nos volvamos a ver.Kazuki le dijo:
—Sí, y puedes llamarme Zuki, así me llaman mis amigos.
Ryo, en ese momento, se quedó congelado. "¿Tus amigos? O sea, ¿me consideras tu amigo?", pensó mientras sentía una calidez inusual en su pecho, una sensación que hacía tiempo no experimentaba.
—Sí, está bien. Cuídate mucho. Adiós —dijo Ryo a Kazuki y su mamá, despidiéndose con una leve inclinación de cabeza.
Después de eso, Ryo miró el reloj de su celular que marcaba las once de la noche. Las luces de la ciudad iluminaban su rostro cansado.
—Vaya, sí que me demoré en esto —se dijo a sí mismo—. Bien, es hora de ir a casa.
Empezó a caminar hacia su mansión, sus pasos resonando en las calles desiertas. La brisa nocturna traía consigo un aire de misterio y peligro. Cada sombra parecía alargarse y moverse, alimentando sus miedos internos. Cuando faltaban unas cuadras para llegar a su casa, de las sombras emergieron tres tipos con miradas amenazantes que se dirigieron directamente hacia Ryo.
El corazón de Ryo se aceleró. "¿Qué hago?", pensó mientras trataba de retroceder, pero sus pies no respondían. Uno de los tipos disparó a sus pies, fallando intencionadamente, pero el estruendo lo hizo caer al suelo.
—¿Tú eres Ryo? —preguntó uno de ellos, con una voz áspera.
Ryo, paralizado por el miedo, no podía articular palabra alguna.
—¡Contesta! —le gritó el tipo más enojado, su rostro contorsionado por la rabia.
—Sí, soy yo —logró decir Ryo, su voz temblando—. Pero, ¿quiénes son ustedes y qué quieren?
Antes de que pudiera decir más, el tipo sacó un arma y lo apuntó mientras decía con frialdad:
—No es nada personal, solo son órdenes de mi jefe.
Ryo cerró los ojos, las lágrimas resbalando por sus mejillas. "¿Es este mi fin?", pensó, mientras el tiempo parecía detenerse. De pronto, el silencio fue roto por el sonido de un disparo.