Al cabo de unos minutos, llegaron a la casa de Ryo.
—¿Esta es tu casa? —le preguntó Yumi, impresionada por la mansión.
—Sí, esta es —dijo Ryo, un poco avergonzado por su lujo.
—Entonces dime una cosa, ¿por qué estudias en un colegio público? —volvió a preguntar Yumi, su curiosidad despertada.
—Porque en los colegios de millonarios tienes un estatus económico y de ahí depende cómo pases en el colegio, tanto en materias como con amistades —explicó Ryo, con una seriedad que no había mostrado antes.
—Ya veo. Bueno, vamos para adentro —sugirió Yumi.
Ryo, cargando a Yumi en su espalda, la llevó dentro de la mansión con pasos firmes.
—Déjame hacer una llamada —dijo Ryo mientras la dejaba en un asiento de su casa.
—Bueno, está bien —dijo Yumi, acomodándose con cuidado.
—Por cierto, ¿qué talla eres tú? —le preguntó Ryo de repente, su tono casual intentando disimular su nerviosismo.
—Disculpa, ¿qué dijiste? —dijo Yumi, medio molesta y avergonzada, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas, poniéndolas rojas.
—No, no es lo que parece. Es que voy a mandar a traer ropa para ti y...
—Ya está bien, no digas más. Soy talla S y antes de que preguntes algo más, déjalo así —dijo Yumi, cortándolo con firmeza, deseando que la tierra se la tragara.
—Bueno, ahora vuelvo —le dijo Ryo, levantándose rápidamente y alejándose para hacer la llamada, agradeciendo la excusa para escapar del momento incómodo.
En ese momento, Ryo, por primera vez, llamó a uno de sus 50 empleados.
—Buenas noches, disculpe, ¿con quién estoy hablando? —sonó una voz educada al otro lado de la línea, perfectamente modulada.
—Buenas noches, habla Ryo Ishikawa de la mansión —respondió Ryo, tratando de mantener la compostura.
—Disculpe, amo, pero ¿a qué debe su llamada? Ya que usted nunca nos llama —respondió el sirviente, claramente sorprendido por la llamada directa de su joven amo.
—Sí, necesito que consigas ropa de mujer talla S, por favor, además de zapatos y todo lo demás.El sirviente, aún más confuso, dijo:
—Está bien, amo, en media hora estará lo solicitado.
—Te lo agradezco mucho —respondió Ryo, sintiendo un leve alivio.
—No hay de qué, amo. Descanse.
—Descansa —respondió Ryo, colgando el teléfono y soltando un suspiro profundo antes de dirigirse hacia el botiquín de primeros auxilios. Con él en mano, caminó de vuelta hacia donde estaba Yumi, su corazón latiendo con fuerza.
—Aquí está, con esto sanaremos las heridas —dijo Ryo con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente. —Pero antes toca sacarte las balas.
—Pues hazlo, no tengo problema ni dolor —respondió Yumi con voz firme, sus ojos reflejando una determinación férrea.
—¿Estás segura? —preguntó Ryo, preocupado por el dolor que pudiera causarle.
—Sí, hazlo.
—Ahí voy —dijo Ryo, comenzando a retirar las balas con cuidado, cada movimiento preciso y controlado mientras Yumi aguantaba el dolor en silencio, su respiración apenas alterada.
—Bueno, ya terminé. Ahora limpiaré las heridas —dijo Ryo, concentrado en su tarea, sus manos moviéndose con cuidado sobre la piel de Yumi.
—Está bien —respondió Yumi, observándolo con una mezcla de agradecimiento y curiosidad.
En ese momento, Ryo se dio cuenta de que aquella persona que lo había salvado era un poco más baja que él, pero su presencia era imponente.
—¿Y cómo te llamas? —le preguntó Ryo, curioso por conocer más sobre su salvadora, sus ojos reflejando un sincero interés.
Ella se quedó en silencio unos segundos, como si estuviera decidiendo cuánto revelar, y finalmente respondió:
—Yumi, me llamo Yumi Takahiro.
—Pues un gusto, Yumi. Me llamo Ryo Ishikawa.
—Un gusto, Ryo —le respondió Yumi con una sonrisa leve, sus ojos encontrándose con los de Ryo por un breve instante, creando una conexión silenciosa.
—Y dime, Yumi, ¿dónde vives? —le preguntó Ryo, intentando mantener la conversación para conocer más sobre ella.
—Pues en un barrio pequeño en el centro de la ciudad —le respondió Yumi, su voz reflejando una mezcla de orgullo y nostalgia.
—¿En serio? ¿Y no te gustaría llamar a tus padres para decirles que estás bien? —le dijo Ryo, preocupado por la seguridad de Yumi y deseando asegurarse de que sus seres queridos supieran que estaba a salvo.
Yumi se quedó otra vez en silencio, su mirada oscureciéndose por un momento, y Ryo se dio cuenta de que su pregunta había tocado un punto sensible.
—Perdóname, no quería sonar grosero —le dijo Ryo, arrepentido por haber provocado una reacción dolorosa.
—Está bien, no te preocupes —dijo Yumi con un suspiro profundo. —Mi mamá nos abandonó a mí y a mis hermanos, y mi papá fue encontrado muerto en el bosque donde yo nací.
Ryo se sorprendió ante tal respuesta, sintiendo una profunda compasión por ella.
—¿En serio? Bueno, parece que este mundo es muy pequeño —le dijo, tratando de mostrar empatía. —Mi madre falleció en un accidente de avión y mi padre se olvidó de que tiene familia y solo se la pasa trabajando.
—Wow, qué mala suerte —le respondió Yumi, sus ojos reflejando una comprensión genuina. —Lo lamento mucho.
—No tienes de qué —le dijo Ryo, intentando sonreír a pesar de la tristeza que compartían. —Además, tú sí tienes algo de compañía.
—Pues sí, mis hermanos Aika y Yuto son mi única familia que tengo.
—Y dime, Yumi, ¿no tienes amigos o novio? —le preguntó Ryo, sin poder ocultar su curiosidad por la vida de Yumi.
—Pues no, la verdad soy muy reservada y antisocial. Me gusta jugar juegos en línea, así me relaciono yo.
—¿En serio? Yo igual —respondió Ryo, entusiasmado por encontrar algo en común. —Espero que podamos jugar algún día.
—Sí, eso espero —dijo Yumi, relajándose un poco y sintiéndose más cómoda en la compañía de Ryo.
Mientras tanto, Ryo no dejaba de hacer preguntas sobre ella, tratando de conocerla mejor.