El sonido de los monitores era lo único que rompía el silencio absoluto de la instalación. En un cuarto oscuro, lleno de cables y luces tenues, el cuerpo de Alex Torres yacía en una mesa metálica, inmóvil. La operación había comenzado horas atrás, y todo lo que quedaba de su humanidad era el contorno de su rostro, ahora irreconocible bajo una capa de metal y circuitos.
La primera sensación que tuvo al despertar fue el frío. Un frío penetrante que recorrió su piel como si todo su ser estuviera siendo reconfigurado. Intentó mover su brazo, pero no lo consiguió. Su mente aún estaba nublada, perdida entre la niebla de la muerte y la oscuridad de un nuevo comienzo.
"Bienvenido de vuelta, oficial Torres", dijo una voz electrónica que resonó en la sala. No podía ver a la persona que la había pronunciado, pero el tono era claro: profesional, impersonal. Como una orden.
Torres intentó hablar, pero su garganta no respondía. No había voz, ni pulso, solo la máquina que latía dentro de su pecho. Respiró profundamente, o al menos lo intentó. Su cuerpo ya no necesitaba aire, su nueva fisiología lo había sustituido.
"¿Qué... qué me han hecho?", pensó, pero la pregunta quedó atrapada en su mente. Las palabras no se formaban. Solo el sonido metálico de su respiración era lo que oía.
Los científicos comenzaron a trabajar alrededor de él, ajustando controles y revisando los parámetros de su cuerpo. "Sistema operativo inicializado. Integración completada. El agente Torres está listo para cumplir con las órdenes". La voz, una mezcla de humana y digital, anunció la terminación de la operación.
En su mente, un impulso desconocido comenzó a aflorar. Una sensación de vacío, un vacío que no entendía. Se obligó a levantarse, moviendo su nuevo cuerpo de manera automática. No había dolor, pero tampoco emociones. Solo una frialdad implacable.
"¿Cuál es mi propósito?", intentó preguntar, pero solo salió un ruido metálico, un chirrido que lo hizo sentirse aún más distante de lo que había sido.
"Tu misión está clara, agente Torres", respondió la voz electrónica. "Recuperar el control de la ciudad. Erradicar el crimen y mantener el orden".
El nombre de Valgrís le llegó a la mente como un eco lejano. La ciudad que había jurado proteger. La ciudad que, ahora, veía desde la distancia de una máquina que ya no era humana. Las calles de Valgrís, con sus luces de neón y sombras interminables, eran ahora su misión. Pero en el fondo, algo dentro de él cuestionaba. ¿Era esto todo? ¿Era esto lo que quedaba de Alex Torres?
Sin poder resistirse, comenzó a caminar hacia la puerta del laboratorio, sus pasos resonando en el suelo metálico. No sentía miedo, pero algo más persistente crecía dentro de él. Un deseo extraño, quizás por entender lo que había perdido, o tal vez por algo más peligroso: una chispa de conciencia que no podía apagar.
"¿Ordenes?", pensó en un susurro, una palabra sin voz. Pero no tuvo tiempo de procesarla. En la sala de control, la pantalla que monitoreaba su cuerpo parpadeó un par de veces antes de mostrar un mensaje que le heló los circuitos.
"Objetivo: Eliminar amenaza. Activando protocolo de combate".