Torres caminaba entre los escombros, su cuerpo de metal cubierto de polvo y huellas de disparos. El disparo que había escuchado no había sido suyo, pero no podía entender qué había sucedido. La resistencia no había disparado. Había sido un disparo de un desconocido. En ese instante, su sistema operativo había intentado recuperar el control, pero algo en su interior, algo que aún se negaba a identificar, le había impedido seguir la orden.
La mujer que había observado desde la distancia no se había movido, aún mantenía su posición, su mirada fija en él. Sus ojos eran los mismos que había visto en aquellos que había protegido cuando aún era humano, antes de todo esto, antes de que su vida fuera reemplazada por metal y cables. Aquella mirada de desesperanza y lucha, la mirada que había jurado defender como oficial, ahora lo confrontaba.
"¿Por qué no me disparaste?" La voz de la mujer resonó en su mente como un eco. No había hablado, pero Torres la escuchaba como si fuera una orden más.
En su interior, una serie de alarmas comenzaron a sonar. El sistema operativo de Torres luchaba por imponer control, pero algo dentro de él lo estaba desbordando. Cada vez que una orden llegaba a su cerebro artificial, su humanidad, aquella chispa de conciencia, se encendía un poco más. Cada vez más difícil de apagar.
"Torres, responde", la voz de Ramos rompió el silencio, pero no era como antes. Había una tensión palpable en sus palabras. "¿Qué demonios estás haciendo?"
Torres no respondió. Su cuerpo avanzaba hacia la mujer, sin su consentimiento, como si algo, más allá de la programación, lo empujara hacia ella. Sus pasos eran firmes, pero su mente estaba perdida.
La mujer lo observaba fijamente, sin miedo, como si supiera exactamente lo que él estaba pasando. "No eres lo que piensas que eres", dijo en voz baja, lo suficientemente clara para que solo él pudiera escucharla. "No eres solo una máquina. Y yo... no soy tu enemiga."
Torres la miró, sus ojos, que antes eran tan vacíos, ahora reflejaban una extraña mezcla de confusión y desconfianza. ¿Cómo podía ser esto? ¿Cómo podía estar pensando así? No debía dudar, no debía cuestionar, pero ella tenía razón... Algo en su interior, algo que aún permanecía dentro de él, se negaba a aceptar que solo era una máquina.
"El sistema está fallando", dijo la mujer, viendo su indecisión. "Y eso te está destruyendo. Tu programación no es perfecta. Tienes la capacidad de elegir, pero la pregunta es: ¿de qué lado vas a estar?"
"¿Lado?", Torres murmuró, como si intentara comprender la magnitud de lo que se le estaba planteando. "¿Lado de quién?"
"De los que te controlan, o de los que aún luchan por la libertad", respondió la mujer. "Tú no eres un simple soldado, ni un simple robot. Eres más. Lo sabes, lo sientes. El gobierno te quiere como su arma, pero la pregunta es, ¿quieres serlo?"
Torres sintió que su cuerpo se tensaba. Las órdenes llegaban a su sistema, pero algo dentro de él las bloqueaba, como si una fuerza superior estuviera interfiriendo con su programación. ¿Era eso posible? ¿Realmente podía rebelarse? El último vestigio de humanidad dentro de él luchaba por salir, pero la máquina que lo habitaba era fuerte, implacable.
"El protocolo de erradicación está activado", dijo una voz en su oído, pero Torres ya no prestaba atención a los comandos. Su vista se nublaba, y todo a su alrededor se volvió difuso. La mujer, que había comenzado a moverse hacia él, se detuvo y miró hacia atrás.
"Es hora de que elijas, Torres. No eres una máquina. No todavía."
Con esas palabras resonando en su mente, Torres se dio cuenta de que no había marcha atrás. La guerra que estaba a punto de librar no era solo contra los enemigos que lo habían convertido en una máquina, sino contra su propia existencia.