El refugio estaba a oscuras, iluminado solo por las pantallas de los dispositivos de comunicación que parpadeaban sin cesar. Torres había hecho su elección, y con ello había iniciado una guerra que iba más allá de cualquier batalla que hubiera librado en su vida humana. Ahora, cada paso que daba lo alejaba más de la persona que había sido y lo acercaba a algo desconocido, algo que nunca había imaginado.
"¿Y ahora qué?" preguntó la mujer, mirando a Torres con una expresión en sus ojos que mostraba tanto confianza como preocupación. "El gobierno no te dejará ir tan fácilmente. Van a buscarte hasta el último rincón de Valgrís."
Torres asintió, sus sentidos alertas. Sabía que la persecución apenas comenzaba, pero no estaba dispuesto a regresar atrás. "No volveré a ser su perro de caza", murmuró con una determinación fría. "Ahora soy libre para elegir mi propio destino."
La mujer lo observó, su rostro grave. "Libertad... Es un lujo que muy pocos pueden permitirse en este mundo. Pero ten cuidado, Torres. La libertad tiene un precio, y lo pagarás con sangre."
Torres la miró, un destello de comprensión cruzando su rostro. "Estoy dispuesto a pagar el precio."
La ciudad de Valgrís, antes fría y distante, parecía ahora una jungla urbana llena de sombras y peligros. Torres sabía que, por muy humano que se sintiera ahora, seguía siendo una máquina en los ojos del gobierno. No importaba cuán libre fuera, no importaba cuán lejos corriera: siempre serían una amenaza para él, siempre lo verían como el enemigo.
De repente, el sonido de una sirena cortó el aire, seguido de disparos lejanos. La caza había comenzado. Torres no tenía tiempo que perder. Se giró rápidamente hacia la mujer, su cuerpo de metal brillando bajo las luces titilantes de la ciudad.
"¡Rápido! Nos están rodeando", gritó la mujer, mientras comenzaba a correr hacia la salida del refugio. Torres la siguió, sus piernas de metal impulsándose con fuerza, avanzando a una velocidad inhumana. No tenía miedo, pero sentía la presión del tiempo. Cada paso podía ser el último.
La persecución los llevó por las calles oscuras de Valgrís, a través de pasajes subterráneos y edificios desmoronados. Torres se movía como una sombra, siempre un paso adelante, sus sensores analizando el entorno, rastreando cada posible amenaza. No solo huía de los agentes del gobierno, sino también de sus propios recuerdos, de la persona que había sido. Cada esquina era una nueva amenaza, pero él ya no temía. Sabía lo que debía hacer para sobrevivir.
En el camino, un destello de luz cegó su visión momentáneamente. Era una trampa. Torres giró sobre sus talones justo a tiempo para ver una explosión de chispas cuando una bala de alta velocidad pasó rozando su hombro metálico. La mujer que lo acompañaba había caído al suelo, su rostro marcado por la sorpresa. No se había dado cuenta de que los habían acorralado.
"¡Muévete, rápido!" gritó Torres, mientras se lanzó hacia los atacantes, su cuerpo metálico convirtiéndose en una máquina de guerra. Los agentes del gobierno que habían aparecido frente a él intentaron disparar, pero Torres era más rápido. En un abrir y cerrar de ojos, desarmó a uno y derribó a otro con una fuerza brutal.
Pero no era suficiente. Torres no podía permitir que el enemigo tuviera el control. Sabía que su resistencia era limitada, que el tiempo jugaba en su contra. Un nuevo grupo de soldados apareció detrás de ellos, con armas más potentes, preparados para terminar lo que habían comenzado.
En ese momento, Torres escuchó un sonido familiar en su oído: la voz de Ramos. "Torres, no puedes huir para siempre. Te tenemos rodeado. Si te entregas ahora, te garantizo que recibirás un trato más amable."
Pero Torres no escuchó. Solo miraba a los soldados que se acercaban. Su decisión ya estaba tomada. "No me rendiré. No importa lo que hagan."
Con una fuerza renovada, Torres dio un paso al frente, preparando su cuerpo para la batalla definitiva. Sabía que las fuerzas del gobierno iban a hacer todo lo posible para eliminarlo, pero su mente, ahora más humana que nunca, sabía que el verdadero enemigo no era solo el gobierno. Era el sistema que lo había creado, la tiranía de la máquina que intentaba despojarlo de su humanidad.