Operación Renacer

Capítulo 9: El Eco de la Traición

La ciudad de Valgrís estaba sumida en el caos. Torres había logrado escapar de las fuerzas del gobierno, pero la huida solo había sido temporal. La caza no cesaba, y él no podía relajarse ni un segundo. En las calles, el silencio era lo único que lo rodeaba, el aire estaba cargado con la tensión de una ciudad al borde del colapso. Los edificios rotos y las luces titilantes se reflejaban en el metal que cubría su cuerpo, recordándole constantemente que ya no era quien solía ser.

"¿Cuánto más?" le preguntó la mujer mientras caminaban entre las sombras, su voz apenas audible. "¿Cuánto más vamos a correr?"

Torres no respondió de inmediato. La verdad era que no sabía cuánto más podría resistir. La resistencia no solo venía de los soldados, sino también de algo más profundo dentro de él. Algo que lo empujaba a cuestionarse constantemente: ¿Es esto realmente lo que quiero?

"Lo que quiero no importa", dijo Torres en voz baja, más para sí mismo que para ella. "Lo que importa es sobrevivir."

"¿Sobrevivir? ¿Eso es todo lo que te queda?", replicó la mujer, algo desilusionada. "¿Y si, después de todo esto, no tienes a qué aferrarte?"

Torres la miró, sus ojos reflejando la tormenta interna que le ardía en el pecho. Había perdido tanto: su humanidad, sus recuerdos, su vida. Pero no podía permitir que la duda lo consumiera. El precio de la libertad era alto, y él lo sabía.

"Lo único que sé es que ya no soy una marioneta", respondió él con firmeza. "Eso es todo lo que me queda. Eso es lo único que necesito."

Las palabras resonaron en su mente mientras avanzaban por las calles desiertas, esquivando las patrullas del gobierno y moviéndose con sigilo. Pero la sensación de estar siendo observado no desaparecía. Torres no podía quitarse de encima la sensación de que cada paso lo acercaba más al precipicio.

En ese instante, el sonido de un disparo cortó el aire. El proyectil pasó a centímetros de su rostro, dejando una marca en su visor. Instintivamente, Torres saltó hacia un costado, y la mujer, que lo seguía, hizo lo mismo.

Desde una de las azoteas, un francotirador del gobierno los había ubicado. Torres y la mujer no tenían tiempo que perder. Con una agilidad que solo él podría tener, Torres se dirigió hacia el edificio desde el que provenían los disparos, calculando cada movimiento con precisión milimétrica.

Al llegar al edificio, encontró al francotirador, un hombre joven, con la mirada llena de odio y miedo. Torres se acercó lentamente, sin hacer ruido, hasta que estuvo justo detrás de él. El joven no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde.

"¿Por qué me disparas?", preguntó Torres en voz baja, su tono frío y calculado. "¿A qué obedece tu odio?"

El francotirador tembló, su dedo todavía apretando el gatillo de su rifle. "No es odio", murmuró, con la voz entrecortada. "Es el deber. Es lo que me ordenaron hacer."

Torres lo miró fijamente, y por un momento, algo de compasión se asomó en sus ojos. Sabía lo que significaba estar atrapado en un sistema que no te dejaba ser libre. Pero eso no significaba que pudiera dejarlo ir tan fácilmente.

"¿Y si te dijera que también fuiste una víctima?" Torres preguntó, su voz más suave, más humana que antes.

El francotirador vaciló. Sus manos temblaron, y finalmente, dejó caer su arma. "No sé qué hacer", admitió. "Me dicen que cumpla órdenes... pero no sé si puedo seguir siendo una máquina."

"Entonces, haz lo que yo hice", respondió Torres, su mirada penetrante. "Rompe las cadenas."

El francotirador lo miró, confundido, pero en su rostro había algo más: duda. Torres sabía que no podía cambiar la mente de todos, pero si lograba despertar algo de conciencia en ellos, tal vez pudiera hacer una diferencia. Pero al instante, escuchó un ruido proveniente de la entrada. Más soldados llegaban.

"Corre", ordenó Torres. "Yo me encargaré de ellos."

La mujer, que había estado observando en silencio, asintió y salió corriendo. Torres enfrentó a los soldados que se aproximaban. No era solo una cuestión de sobrevivir. Era una cuestión de tomar el control de su destino.

El sonido de las explosiones y los disparos resonaba a lo lejos mientras Torres se lanzaba al combate. Cada golpe, cada movimiento, estaba lleno de una furia controlada, una mezcla de desesperación y determinación. No importaba cuántos se interpusieran entre él y su libertad. Ninguno de ellos lo iba a detener.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.