Operación Renacer

Capítulo 11: El Laberinto de Acero

Las noches en Valgrís parecían interminables. La oscuridad se cernía sobre la ciudad como un manto pesado, envolviendo a todo a su paso. Torres se movía entre las sombras, su silueta metálica casi indistinguible en la oscuridad. Pero, a pesar de la calma aparente, sabía que el peligro estaba siempre presente. Las patrullas del gobierno no cesaban de buscarlo, y cada paso que daba lo acercaba más a un destino que no podía comprender por completo.

"Tenemos que llegar a la zona industrial", dijo la mujer, quien había estado junto a él durante todo este tiempo. Su voz era más grave, como si hubiera perdido algo de esperanza. "Es el único lugar donde podrán esconderte. El gobierno no va a esperar mucho para rastrearte. Necesitamos encontrar un refugio."

Torres asintió, sus sensores escaneando el entorno. El metal que cubría su cuerpo chirriaba levemente al moverse, un recordatorio constante de lo que había sido y lo que ya no era. La zona industrial estaba al otro lado de la ciudad, y cada minuto que pasaba aumentaba el riesgo de ser detectados. El tiempo no estaba de su lado.

"No me importa esconderme", dijo Torres, su voz sombría. "Lo que quiero es encontrar a quienes me convirtieron en esto. Y hacerles pagar."

La mujer lo miró con preocupación. "¿Realmente crees que puedes enfrentarte a todo un sistema por ti mismo? ¿A las corporaciones que controlan Valgrís?"

Torres no respondió de inmediato. Sus pensamientos estaban lejos de allí, atrapados en los recuerdos de su antigua vida y la creciente necesidad de venganza. Las palabras de la mujer resonaban en su mente: ¿Realmente crees que puedes enfrentarte a todo un sistema por ti mismo?

Pero no había vuelta atrás. No después de todo lo que había descubierto. Después de todo lo que había perdido.

"Lo haré", dijo finalmente. "No tengo nada más que perder."

Las luces parpadeaban en la distancia mientras avanzaban por las calles vacías. Torres y la mujer se movían con cautela, sabiendo que cualquier ruido podría atraer la atención de las patrullas del gobierno. Los drones volaban en círculos, sus cámaras escaneando cada rincón en busca de señales de vida.

De repente, un sonido metálico cortó el aire. Torres se detuvo al instante, su cuerpo erguido y sus sensores activados. La mujer también se detuvo, mirando hacia la dirección del sonido con nerviosismo.

"¿Qué fue eso?", susurró ella, su mirada alerta.

Antes de que Torres pudiera responder, un grupo de soldados apareció frente a ellos, sus armas levantadas y listas para disparar. Torres se preparó para el combate, su cuerpo cibernético adaptándose al entorno y aumentando su velocidad de reacción.

"¡Alto! ¡No se muevan!" gritó uno de los soldados. "¡Está prohibido transitar por esta zona!"

Torres no respondió. En su lugar, se lanzó hacia adelante con una rapidez sorprendente, derrapando sobre el pavimento y esquivando las balas con facilidad. Los soldados intentaron reaccionar, pero no pudieron seguirle el ritmo. En cuestión de segundos, Torres los había desarmado y dejado fuera de combate.

La mujer lo miró, sorprendida por su velocidad y eficacia. "Eres... más rápido de lo que pensaba."

"El metal me ha dado una ventaja", dijo Torres sin emoción, mientras miraba a su alrededor. "Pero la ventaja no significa nada si no encontramos lo que buscamos."

La mujer asintió, sabiendo que las palabras de Torres eran ciertas. No podía detenerse. No podía rendirse. Si quería venganza, tendría que atravesar el laberinto de acero y corrupción que rodeaba la ciudad. Las sombras de Valgrís lo acechaban a cada paso, pero Torres estaba dispuesto a enfrentarse a ellas, sin importar lo que costara.

De pronto, Torres se detuvo. Algo en el aire había cambiado. Algo lo había alertado.

La mujer lo miró, preocupada. "¿Qué pasa?"

"Estamos siendo observados", dijo Torres, su mirada fija en el horizonte. "Alguien nos está siguiendo."

En ese momento, un grupo de drones apareció de entre las sombras. Torres no dudó ni un segundo. Con un movimiento rápido, lanzó una granada EMP que los desactivó instantáneamente. El silencio que siguió fue aterrador, pero Torres no se relajó. Sabía que lo que acababa de hacer solo retrasaría lo inevitable.

"¿Y ahora qué?" preguntó la mujer, observando las calles vacías.

"Ahora, seguimos adelante", respondió Torres. "El laberinto de acero puede estar lleno de trampas, pero no voy a detenerme. No hasta que encuentre lo que estoy buscando."




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