El desconocido los condujo por callejones oscuros y avenidas desiertas, manteniendo siempre un paso rápido pero cauteloso. Torres y la mujer lo seguían de cerca, alertas ante cualquier movimiento. Sabían que no podían confiar completamente en él, pero las respuestas que él prometía les ofrecían una posibilidad de escapar de la amenaza que el gobierno representaba.
El hombre los llevó a un edificio deteriorado en el centro de Valgrís, que parecía una vieja fábrica abandonada. No era el tipo de lugar donde alguien podría imaginar encontrar respuestas, pero Torres había aprendido a no juzgar por las apariencias. La ciudad estaba llena de secretos oscuros, y este podría ser solo otro más.
Al entrar al edificio, un olor a humedad y metal oxidado los envolvió. El lugar estaba oscuro, con solo unos pocos destellos de luz provenientes de bombillas parpadeantes. El hombre los guió hacia una puerta de acero en la parte trasera, que se abrió con un ruido metálico que resonó en todo el edificio.
Dentro, una serie de pantallas y computadoras estaban dispuestas alrededor de una sala, todas conectadas entre sí por cables gruesos. La mujer echó un vistazo a su alrededor, sin comprender completamente lo que veía. Torres no se sorprendió, aunque el ambiente era tan oscuro y frío como la propia ciudad. Sabía que estaban a punto de descubrir algo importante.
"Bienvenidos al corazón de la resistencia", dijo el hombre, deteniéndose frente a una mesa donde un par de dispositivos brillaban con luz verde. "Este es el lugar desde el que hemos estado intentando exponer la verdad sobre lo que está sucediendo en Valgrís."
Torres miró los dispositivos con interés. "¿La resistencia? ¿Qué significa todo esto?"
El hombre suspiró y se quitó la máscara, revelando su rostro. A pesar de las cicatrices y los rastros de un pasado turbulento, había algo en sus ojos que decía que no mentía. "Lo que el gobierno está haciendo no es solo convertir personas en robots. Están creando una red de control mucho más compleja. Las máquinas no solo se están integrando con los humanos, están siendo usadas para controlar las mentes de quienes creen que tienen poder."
Torres frunció el ceño. "¿Controlar las mentes? ¿Cómo?"
"Esos experimentos no se limitan a la conversión física", continuó el hombre, señalando las pantallas. "Están utilizando un sistema de control mental basado en implantes cibernéticos. Los soldados que has estado viendo, los que te perseguían, no son completamente humanos. Están programados, controlados por una inteligencia artificial que los manipula."
La mujer se adelantó, incrédula. "Eso suena como ciencia ficción."
"Es la realidad", respondió el hombre, su voz grave. "Lo que el gobierno no te ha contado es que estos experimentos no son nuevos. Han estado haciendo esto durante años. Tú eres solo el último de una larga serie de 'proyectos'. Lo que no saben es que esos implantes no solo controlan sus cuerpos. También están manipulando sus pensamientos, sus recuerdos, su capacidad para razonar."
Torres se quedó en silencio, digiriendo la información. Algo en su interior no podía creerlo por completo, pero la evidencia estaba ahí. Había visto las huellas de lo que el gobierno había hecho con él. Y si lo que el hombre decía era cierto, esto podría ser solo el principio.
"Entonces, ¿qué podemos hacer?", preguntó Torres, mirando al hombre con seriedad.
"Destruir la red", respondió el hombre sin vacilar. "El corazón de todo esto está aquí, en Valgrís. Pero para llegar a él, necesitamos algo que el gobierno no puede ignorar. Necesitamos un aliado dentro de sus propias filas."
La mujer frunció el ceño. "¿Cómo vamos a encontrar un aliado ahí dentro? El gobierno está completamente infiltrado por ellos."
"Eso es lo que ustedes tienen, lo que no pueden ver", dijo el hombre, su tono grave. "La guerra no es solo externa, es interna. Hay traidores dentro del gobierno que también buscan la verdad. Pero necesitamos encontrar a los que se han infiltrado en los niveles más altos. Solo ellos pueden ayudarnos a derribar el sistema."
Torres asintió lentamente, la chispa de determinación regresando a su mirada. "¿Dónde empezamos?"
"Hay una persona", dijo el hombre, señalando un archivo en la pantalla. "Un oficial de alto rango que podría ser nuestra clave. Pero tenemos que actuar rápido. Si el gobierno se da cuenta de que estamos tras ellos, será demasiado tarde."
Torres miró a la mujer, quien asintió con un leve gesto. Sabían que se estaba jugando mucho más que sus vidas. Lo que el hombre había dicho era aterrador, pero también ofrecía una salida. La pregunta era si podían confiar en él lo suficiente para seguir adelante.
"Vamos", dijo Torres, determinante. "Es hora de que hagamos lo que sea necesario para acabar con esto."