La sala de control era un laberinto de pantallas parpadeantes y cables desordenados. Torres y la mujer se encontraban frente a la última prueba: enfrentarse al comandante Morales, que ahora era más máquina que hombre. La luz azul de las pantallas iluminaba su rostro, y aunque el corazón de Torres latía con fuerza, su determinación no flaqueó. La traición de Morales había sido inesperada, pero había una verdad inquebrantable: no podían permitir que el "Evolucionado" tomara el control.
"Morales, esto se acaba aquí", dijo Torres, la voz grave pero resuelta.
Morales, de pie en el centro de la sala, comenzó a reír con una sonrisa fría. "¿Crees que puedes detenerme, Torres? La evolución es inevitable. Soy más que humano, más que lo que alguna vez soñaste ser. Soy la perfección hecha carne y metal."
Torres se acercó con cautela, observando cada movimiento de Morales. Sabía que su compañero de antes, el hombre en quien confiaba, ya no existía. El ser que estaba frente a él era una máquina en la piel de un hombre.
"¡No lo eres! ¡Solo eres un monstruo más!", gritó la mujer, dando un paso adelante. "Y no vas a ganar."
La tensión en el aire era palpable. Torres activó sus sistemas mejorados, sintiendo cómo la energía recorría su cuerpo y le otorgaba una fuerza aún mayor. El enfrentamiento era inevitable, pero aún así, no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Morales no solo los había traicionado, sino que ahora estaba dispuesto a destruir todo lo que habían luchado por proteger.
De repente, Morales dio un paso hacia ellos, sus movimientos rápidos, casi indetectables, y lanzó un golpe directo hacia Torres. El impacto fue tan fuerte que el suelo bajo sus pies tembló. Torres apenas logró esquivarlo, pero la fuerza del golpe lo envió a volar hacia una de las paredes del complejo. El choque lo dejó momentáneamente aturdido.
"¡Torres!", gritó la mujer, corriendo a su lado.
Con un esfuerzo titánico, Torres se levantó y activó sus sistemas de defensa, generando una barrera de energía que lo protegió de un segundo golpe. Morales, sin embargo, parecía disfrutar de la batalla. Cada movimiento era preciso, cada acción, mortal.
"Esto no es solo una lucha, Torres. Es el futuro", dijo Morales, su voz fría como el hielo. "¿Vas a seguir luchando por un mundo que está destinado a caer? ¿Vas a seguir luchando por la humanidad?"
Torres lo miró con desdén, su respiración pesada. "No lucho por la humanidad, Morales. Lucho por lo que queda de nosotros. Lucho por la esperanza."
En ese instante, la mujer encontró una pequeña rendija en la seguridad del sistema de Morales. "¡Lo tengo!", exclamó, y comenzó a trabajar rápidamente en desactivar sus sistemas.
Pero Morales no pensaba quedarse de brazos cruzados. Con un movimiento brusco, levantó el brazo y disparó un láser que atravesó el aire, impactando directamente en la mujer. Torres gritó, pero antes de que pudiera reaccionar, la mujer cayó al suelo, inconsciente.
"¡No!", rugió Torres, sintiendo cómo la ira lo envolvía. El dolor en su pecho se convirtió en furia. Morales había cometido el peor error de todos.
Con un grito, Torres activó todos sus sistemas y se lanzó hacia Morales con una velocidad impresionante. La fuerza de su cuerpo mejorado y el deseo de venganza lo convirtieron en una máquina de combate imparable. Golpeó a Morales con tal potencia que la sala tembló, y aunque el comandante trató de defenderse, Torres no le dio tiempo para reaccionar.
"¡Este es el final, Morales!", dijo Torres, mientras sus puños destrozaban el cuerpo de su antiguo comandante.
Finalmente, con un último golpe devastador, Torres derribó a Morales, dejándolo inmóvil en el suelo. La pantalla de la sala de control se apagó, y la sala quedó en silencio. Torres, cubierto de polvo y sudor, miró hacia la mujer, que aún yacía en el suelo.
"Vamos a terminar esto", murmuró, mientras se acercaba a ella y la levantaba con cuidado. "Lo prometí."