La tensión en el aire era palpable mientras Torres y su equipo se preparaban para enfrentarse a la amenaza en el laboratorio. Unos segundos antes del sonido, Torres ya había desenfundado su arma y se había colocado en posición defensiva. La mujer, igual de preparada, se movió detrás de una columna metálica, observando cada rincón.
El ruido continuó, cada vez más cerca. Torres levantó la mano, indicando a su equipo que se mantuvieran en silencio. Unas luces rojas comenzaron a parpadear en las paredes del laboratorio, y en las pantallas de las computadoras se mostraron imágenes de seguridad que revelaban a varios individuos armados moviéndose hacia la sala donde se encontraban.
"¿Quiénes son?", susurró la mujer.
"No lo sé, pero tenemos que salir de aquí antes de que nos rodeen", respondió Torres. "¡Rápido!"
La sala se iluminó con una intensa luz blanca, cegadora. Torres y su equipo avanzaron con cautela, buscando una salida mientras las figuras armadas se acercaban cada vez más. Las sombras se movían rápidamente, y los ecos de pasos resonaban a lo lejos.
"¡Es una trampa!", gritó uno de los rebeldes, mientras Torres empujaba a todos hacia una puerta lateral.
Cuando entraron en el pasillo, vieron lo que había detrás de la trampa: soldados, soldados cibernéticos, caminando por el pasillo con una precisión casi letal. Parecían humanos, pero sus cuerpos estaban claramente modificados, con piezas mecánicas que reemplazaban partes de su piel y músculos.
"¿Cyborgs?", dijo la mujer, con incredulidad en su voz. "Esto no es posible. Pensábamos que los habían destruido."
"Lo han escondido. Nos subestimaron", replicó Torres, con la mandíbula tensa. "Ahora nos enfrentamos a lo que ellos consideran su perfección."
Los soldados cibernéticos comenzaron a acercarse, y el equipo de Torres se vio obligado a luchar para poder escapar. Las armas comenzaron a sonar, los disparos retumbaban en el pasillo, pero los soldados cibernéticos no parecían sentir nada. Cada impacto contra sus cuerpos metálicos no parecía hacer mella.
"¡Debemos destruirlos de alguna manera!", gritó la mujer, buscando algo con lo que poder detenerlos.
Torres, con su experiencia, sabía que la única forma de enfrentarse a estos soldados era desactivar el sistema central que los controlaba. "Nos dirigimos a la sala de control", dijo con firmeza. "Si destruimos el sistema, podremos acabar con ellos."