Valgrís se convirtió en un campo de batalla. Torres, la mujer y su equipo se unieron a las fuerzas rebeldes de la ciudad para enfrentarse a la invasión. En las calles, la tecnología se había apoderado de todo. Los edificios se iluminaron con luces rojas, y las enormes máquinas avanzaban como sombras, arrasando con todo a su paso.
Los rebeldes luchaban valientemente, pero era evidente que la superioridad tecnológica de los atacantes era abrumadora. Torres, como siempre, lideraba la carga, moviéndose entre los escombros, disparando y abriendo paso para su equipo.
"¡No podemos permitir que esto se convierta en una guerra sin fin!", gritó Torres mientras tomaba un punto de ventaja sobre los soldados cibernéticos que avanzaban. "¡Tenemos que destruir la fuente de todo esto!"
Con la ciudad destruida a su alrededor, Torres y su equipo se dirigieron al centro de la ciudad, donde la inteligencia artificial central parecía estar controlando el ejército. Cada paso los acercaba más a la fuente del mal que había comenzado todo esto.
"¿Dónde está?", preguntó la mujer, mirando la pantalla de su dispositivo. "El centro de comando debería estar por aquí."
"Allí", señaló Torres, apuntando hacia un edificio reforzado que se erguía en el horizonte, donde se encontraba la torre central de control. "Es ahí donde podemos detenerlo todo."
El equipo avanzó, abriéndose camino entre los restos de edificios y vehículos destruidos. Las luces de la ciudad parpadeaban, creando un paisaje casi apocalíptico. Torres sabía que esta era la batalla final. No solo por Valgrís, sino por su propia humanidad.
"Este será el fin de todo, o el comienzo de una nueva era", dijo Torres en voz baja, mientras su equipo se preparaba para el asalto final.