III
Esa misma tarde, en la vieja estación subterránea, los miembros de la ARAD esperaban ansiosos la comunicación de sus contactos. El aire estaba tan tenso que se hacía difícil de respirar. Ya habían confirmado que la pequeña oficina era en donde se ingresaba el código, y que el ministro Johnson salió de la reunión de accionistas con el código en sus manos. Sólo restaba que su contacto interceptara al ministro de regreso a su oficina y les enviara el código.
Más tarde, esa misma noche, pondrían en marcha el plan. Ya tenían las posiciones de cada uno. Los infiltrados en la GlobalTech se ocuparían de la seguridad y de los guardias desde dentro, y el equipo electo haría su parte. Restaba esperar.
En ese lugar se encontraban todos los que se sentaban a la mesa, esperando comunicar las noticias al equipo y al resto de los miembros de la Asociación.
En ese momento entró el "muchacho", con un papel en la mano. Cuando abrió la puerta, dejó entrar la luz de la sala inmediata a la puerta trasera de la sala. Se acercó a Arthur, éste tomó el papel y golpeó al chico por la imprudencia de dejar la puerta abierta, y lo mandó a salir por la puerta delantera, la que usaban todos.
―Acá está lo que esperábamos ―dijo Arthur―, ¡tenemos el código!
Todos gritaban emocionados. El jefe les ordenó bajar la voz, ya que había anochecido y estaban bajo toque de queda, no debían llamar la atención. El toque de queda se estableció especialmente para que ningún rebelde manifieste su desacuerdo dañando la paz y seguridad públicas, pero los policías que hacen cumplir la ley no son para nada pacíficos.
―¡Esperen! Aún tenemos que decodificarlo ―continuó Arthur.
Luego de un par de horas trabajando arduamente, los hackers presentes y otros conectados a una red segura, acabaron por descifrar el código. El resultado no tuvo ningún sentido para ellos, por lo que volvieron a revisar su trabajo en busca de errores. Finalmente, con el mismo resultado, decidieron entregar el código a sus superiores.
Nuevamente era "el muchacho" quien se encargó de llevar el resultado a Arthur. Cuando entró todo el mundo lo miraba con expectativa y clamaban que su líder los liberara de su angustiosa ignorancia. Arthur tomó el nuevo papel entre sus manos y ordenó al "muchacho" a que agradeciera la generosidad de su emisario y le informara el resultado. Luego, se dirigió a sus fieles:
―El código son tres series de letras: L A T K A U - B R A A D A - T I N K O.
―¿Y eso qué significa? ―aclamaron varios a la vez.
―No lo sabemos todavía, puede ser otro código para una frase significativa ―contestó "el muchacho" y Arthur le dio una mirada de regaño.
―¡¿Cómo que otro código?! ―volvieron a preguntar.
―Así es, para que nadie lo descubra si es algo obvio ―los desafió "el muchacho"―. Podría ser el nombre de la madre del CEO, o de su mascota favorita. Cambian el orden de letras, y nadie puede adivinarlo. O, podría ser una fecha significativa, y entonces, intercambian cada número por una letra. Pero el significado no es importante.
―Pero, ¿estamos seguros que es el código? ―preguntó Arthur.
―Al ciento por ciento, señor.
―Entonces ve y avísale a quien tengas que hacerlo, el plan está a punto de comenzar.
Con el código en sus manos, la primera parte del plan ya estaba resuelta.
Mientras tanto, en las inmediaciones de la GlobalTech, el equipo de acción esperaba a que le enviaran el código, que le dieran instrucciones y que los comunicaran con los de dentro del edificio. Fueron hasta allí con una camioneta vieja que funcionaba a gasolina, eso iba en contra de sus reglas, pero si se aparecían por un automóvil eléctrico, se delatarían.
Esperaron y esperaron, y las cosas en el grupo se empezaron a tensar. Los extremistas no entendían porque no podían entrar. Quizá tenían en mente destruir y explotar alguna cosa, ese era el verdadero porqué, pero los demás no podían decírselo a la cara.
Los demás miembros de la ARAD, estaban listos en sus puesto de combate. Cada uno en su vecindario, o en la calle, donde les tocara estar; estaban atentos a cualquier clase de ruidos que connotaran problemas. Todos con cámara en mano, palos y pistolas de fuego. Incluso los espías del Gobierno estaban atentos a las noticias, en sus oficinas, expectantes. Los infiltrados en el campo del enemigo también estaban esperando órdenes, muy nerviosos por lo que estaban a punto de hacer.
Finalmente, el walkie-talkie pitó:
―¡Lo tenemos! ―se oyó la voz de Nataniel desde el otro lado, con un poco de distorsión―. Anoten, por favor... son tres series de letras que se ingresan en sus respectivos espacios... L A T K A U - B R A A D A - T I N K O. Adelante y tengan cuidado. Cambio.
―Entendido. Lo tenemos ―contestó Julia, que había tomado el liderazgo―. Cambio.
―Salgan de la camioneta e ingresen a pie ―esta vez era Arthur el que hablaba―. Alguien ya se encargó de los guardias del perímetro exterior. Joan y Carlos, quédense vigilando afuera, por si acaso. Cambio y fuera.