Operación Santa

Capítulo cinco

Brie

 

25 de diciembre

—Son malos padres, no veo otra explicación —Se quejó Chris mientras observaba la pantalla, la taza de chocolate caliente en sus manos casi volcándose por su indignación.

La noche pasada había sido terrible. Como salida de una pesadilla. Apenas llegamos a casa solo pude dirigirme como una autómata a mi cuarto, taparme hasta donde llego mi colcha peluda y dormir como si no hubiera un mañana, todo mientras trataba de ahogar el llanto.

Lo único positivo del día era que no trabajábamos. Al menos, hasta la próxima semana. Esa había sido la excusa de Chris para levantarme con el desayuno en la cama, preguntando si me encontraba mejor y si deseaba acompañarlo a ver Home Alone en la televisión.

Obviamente acepté.

Nuestros días de flojera eran lo mejor. En especial en invierno, cuando podíamos prender la estufa, disfrutar la vista de la ventana con la nieve cayendo y las familias jugando a hacer muñecos de nieve. Todo acompañado de galletas de jengibre, café o chocolate caliente.

No había mejor remedio para un corazón partido.

El pequeño árbol que habíamos colocado en la sala de estar brillaba alegremente con sus luces de colores, acompañando los chasquidos provenientes de la estufa. La compañía de Chris y el agradable ambiente de la habitación, bastaban para calmar un poco la ansiedad que me provocaba el saber lo muy equivocada que había estado con mi Santa.

Con solo Peter en mi lista de posibles candidatos, había decidido abandonar la búsqueda tras discutirlo con mi almohada. No era capaz de soportar la idea de él siendo la persona que me regaló algo tan perfecto, casi como si me conociera de toda la vida.

Todos adoraban las bolas de nieve, eso era claro. Pero esta se había sentido personal, íntima. Por eso dolía tanto. La atesoraría como el resto de mi colección, pero siempre tendría en mi mente la conexión fallida que esta me generó.

—¿Sabías que una vez mis padres me olvidaron? —dije. Lo observé, viendo como él dejaba de prestar atención a la película por un momento para observarme interesado. Estaba tan interesado, que un pedazo de galleta casi se cae de su boca—, no creo que los padres de Kevin fueran malos. Los errores suceden. Imagínate tener que cuidar de tantos niños.

—Dios, no —Le dio un escalofrío que sacudió su cuerpo, aun cuando estaba cubierto del suéter que sus padres le habían enviado de regalo—. Nunca me contaste esa historia.

—No es tan interesante —Me encogí de hombros, observándolo con una sonrisa cansada de tanto llorar la noche anterior—. Tan solo sucedió. Estábamos mudándonos de Virginia, yo no quería irme y me escondí en el ropero.

—¿Y no lo notaron?

—Estaban apurados por irse. Confundieron las bolsas que ocupaban el asiento trasero conmigo —respondí.

Chris se carcajeó. Algunas de las galletas se cayeron del plato al suelo por su ataque de risa.

—¿En serio? ¿Y cómo se dieron cuenta?

—Mis abuelos los llamaron cuando buscando abrigo para salir al centro me vieron ahí, agachada entre los zapatos de nieve. Tuvieron que dar la vuelta e ir a buscarme.

—¿Y llegaron al vuelo?

—No —Me río. Aún recordaba la cara de enojo de mi madre como si fuera ayer. Ellos estaban muy emocionados por llegar pronto a la gran ciudad y asentarse—, lo perdimos. Tuvimos que esperar al día siguiente para el próximo.

Luego de eso nos permitimos dejarnos llevar por el silencio mientras la película terminaba. Chris comenzó a estirarse en su lugar, con una expresión que solo delataba su cansancio.

Las largas jornadas de trabajo nos afectaban a ambos, más aún cuando se trataba de las festividades. Y la gran cantidad de alcohol que bebimos ayer tampoco ayudaba, con el dolor de cabeza que nos invadió como un golpe por la mañana. Las aspirinas lo habían solucionado, pero sabía que algo estaba olvidando.

Piensa, Brie. Piensa.

—¡Los regalos! —Me levanto de un salto del sillón. Lo observo emocionada mientras que él solo bosteza—, ¡Me olvide de darte tu regalo anoche!

Voy corriendo a mi habitación a buscarlo. Con un compañero tan inteligente como él debía ocultarlo bien, el problema era que solía olvidar los escondites donde dejaba las cosas. Al final lo recordé, mi cajón de ropa interior. Ahí Chris nunca buscaba nada, sabiendo lo que contenía.

Tomé el regalo con cuidado ya que era frágil. A diferencia del de Donovan, lo había comprado con bastante tiempo de antelación. En parte, porque tardaba en hacerse. Y, por otro lado, porque era imposible olvidar a mi mejor amigo en la repartición de regalos navideños.

Me senté nuevamente al lado de Chris. Estaba emocionada, con el paquete oculto detrás de mi espalda para que él no pudiera descubrir antes de tiempo que era. Él también estaba en la misma posición, obviamente ocultando algo detrás suyo.

—¿A la cuenta de tres? —preguntó. Sonreí y asentí. Cerramos nuestros ojos y colocamos el paquete de cada uno en las manos del otro.

Sin abrir aún los ojos, lo palpé un poco. Me pareció familiar, por lo que los abrí inevitablemente.



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En el texto hay: navidad, romance, santa secreto

Editado: 11.02.2022

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