Operación: Tráfico de almas (al más allá)

Capítulo I


Capítulo I


¡Hola! Deseaba saludarte desde este oscuro lugar donde me encuentro, al mismo tiempo, pedirte mil disculpas porque ya no te escribía desde hace algún tiempo, ¡perdóname! No es que no quería, sino, me pasó algo inesperado, de aquello que nunca ¡nunca imaginé que en mi vida sucedería! De seguro no te imaginas dónde estoy, ni cómo me encuentro; sin embargo, desde aquí, además de saludarte, te mando un abrazo para que nunca olvides quién fui, para que nunca olvides lo que hice y quise hacer, mientras me hallaba contigo. No sé si he logrado mis objetivos cuando todavía me hallaba allá, no sé si he alcanzado mis sueños anhelados desde niño.
Ahora me encuentro en este tenebroso sitio, donde no sé si lo que siento es calor o frío; no siento mi cuerpo; es extraño. Aquí no se siente pena, tampoco alegrías; este extraño lugar del cual solo sé que nunca más podré regresar contigo; sin embargo, desde aquí puedo saber muchas cosas, pensamientos y sentimientos de ti y de todos quienes todavía respiran; desde aquí puedo saber quiénes fueron mis enemigos y mis verdaderos amigos; desde aquí puedo saber quiénes me odiaron y me odian todavía, odio que lo conservarán hasta el fin de sus días.
Ya nada de eso me importa, porque ya en nada me afecta; lamento por aquellos que de frente se mostraron mis mejores amigos, y ahora desde este lugar veo que todos ellos fueron una farsa; ¡una banda de hipócritas!; como te dije, puedo ver y recordar todo, absolutamente todo; incluso puedo ver el miedo que entra por tus ojos en particular, porque tal vez te sientes aludido por todo esto que estoy diciéndote. Veo cómo empieza a temblar tus manos y quieres evitar seguirme; pero no puedes, y no podrás deshacerte de mí, porque tengo mucho que contarte, si me dejas, te seguiré como si tu sombra fuera. Hoy quiero estar contigo, en la posición que tú quieras, si quieres de parado, de echado, de costado, boca arriba o boca abajo, o simplemente de sentado; tú eliges la posición que más te apetezca. No tengas miedo que no te voy a hacer daño, como a mí me hicieron, no soy un ser malvado como muchos lo son en el mundo.
Intento sentir lo que sentía allá cuando estaba contigo, pero no puedo, solo esos malditos recuerdos que no me dejan en paz; bien recuerdo que antes de llegar aquí donde estoy ahora, mi vida atravesaba por una odisea, en esos momentos pareciera que fuere parte de una novela con capítulos que nunca terminaban y, cada vez surgía más el suspenso de qué es lo que pasará en la siguiente escena.
Todo dio con su origen a principios de julio, cuando me hallaba de viaje como invitado especial a actividades literarias al sur del país, en la ciudad de Tarija, posterior a eso, la ciudad de Potosí me esperaba también con ansias de asimilar mis enseñanzas, plasmadas en mis escritos; recuerdo muy bien cuando iba de viaje a la ciudad de los vinos más exquisitos del mundo diría, a la ciudad donde se respira aires de paz, la calidez humana, la amabilidad de quienes la habitan; es lo que más se resalta de esta ciudad, incluso sus diálogos son el mismo canto de aquel que agradece a la vida por haberle dado la vida en ese lugar; así puedo describir a esa ciudad, cuando todavía yo me hallaba devastado por lo que me había pasado un mes anterior en la ciudad de Santa Cruz, cuando justo empezaría también con mis actividades como escritor, después de haber regresado de la ciudad de Yacuiba, pasando por Villa Montes y Camiri; estas ciudades serían la primera vez que pisaba, dejando huellas imborrables a través de mis libros. 
Cuando aquella vez llegué a la ciudad de Santa Cruz, dispuesto a quedarme hospedado donde siempre me quedaba cada vez que llegaba a esa ciudad; no era otro lugar, sino, la casa de mi madre, cuando ya iba de entrada por la puerta principal que da a la calle, me sorprenden dos situaciones al mismo tiempo: el primero fue que aquel espectro humano, cual lamentablemente es mi padre, la habitaba, sin que me enterara en aquella oportunidad; no podía dar marcha atrás, ya me había visto y yo a él, me miró con una mirada parecida a la de una fiera, lista para abalanzarse hacia mí y desmembrarme. La segunda sorpresa fue mejor para mí, cuando ya me hallaba de haber entrado a la habitación donde me dispondría a descansar del largo viaje; es cuando suena mi celular, aunque era número que no conocía cuando miré y contesto, de inmediato me doy cuenta que era ella, ¡me llamaba de mucho tiempo!, quizás de diez meses o un poco más; aquella llamada me alegró la vida, deseaba que eso durara para siempre; conversamos durante cuarenta minutos, recordando aquellos tiempos que habíamos vivido, cuando el amor todavía se encontraba en su capullo pronto a mostrar su más tierno retoño.
—¿María? ¿¡Eres tú!? —pregunté con saltos de alegría en mi corazón al reconocer su voz; y salí a la puerta que daba a la calle, para conversar sin que me escuchara aquel espectro—. ¡Qué alegría escucharte! ¡Pensé que me llamarías de ocho o nueve años como me dijiste la última vez cuando terminamos mal esa conversación!
—¡Efraín, nunca me he olvidado de ti, nunca! —me decía ella—. Siempre he estado viendo lo que hacías, lo que publicas en tu muro, pero ahora veo que ya no puedo ser la amiga entre tus contactos de Facebook, superaste el límite de contactos —me reclamó.
—Es verdad, mis contactos llegaron a cinco mil, el permitido por dicha red, pero, no tengas pena, ahorita elimino uno para agregarte a ti, y podamos ser amigos otra vez por este medio.
—A ver, intenta —me dijo.
—Espera un momento. —Y comencé a revisar cuál contacto eliminaría para agregar a ella, mientras para no cortar la conversación, pregunté por ella—: ¿Y cómo has estado este tiempo que estuviste ausente? ¿Qué es de tu vida?
—Mi vida sigue como siempre fue, con momentos de alegrías, sueños, ilusiones y tristezas.
—¿Sí?
—Sí, Efraín.
—¿Me extrañaste? Porque yo sí te extrañé.
—Muchísimo, por eso te llamé; ¿pero y tú? ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu salud? ¿En qué afanes estás ahora?
—Yo, todo este tiempo he estado triste, he llorado tu partida; pensé que nunca más llegaría a saber de ti; aunque te fuiste, yo te seguí amando en el fondo de mi corazón. No te imaginas las situaciones por las que he pasado en tu ausencia.
—Lamento mucho porque te haya hecho pasar por ese calvario, en verdad lo lamento mucho. Pero estoy aquí ahora, he regresado para retomar el camino, no volveré a dejarte nunca más.
—Eso ya no importa, María, no tengas pena por mí, lo pasado ya fue, vivamos el presente, como dices, retomaremos el camino, juntos, como soñamos aquella vez, nada está perdido todavía, nada.
La conversación se hacía amena entre ella y mi persona. María era una bella mujer, a quien la había conocido por Facebook hace un poco más de un año antes, no me acuerdo bien si ella fue quien me agregó, o fui yo; pero a los pocos días de habernos conocido y hablado solo por ese medio, el amor luchaba por unir nuestros caminos, ella se había enamorado de mí, al igual que yo de ella y, ansiábamos un encuentro juntos en cualquier parte, ya que una ciudad de más de ocho horas de viaje nos separaba; yo en Cochabamba, ella en Sucre, ya el amor fluía entre los dos; es así como llega los primeros días del mes de agosto de aquel año, por razones artísticos tenía que viajar a la ciudad de Santa Cruz para una fecha determinada; le comenté de aquel viaje a ella, que por casualidad justo esas mismas fechas a ella se le presentó también viajar a la misma ciudad; entonces, en la tarde determinada, juntos viajamos, yo desde Cochabamba, ella desde Sucre, ambos para encontrarnos al día siguiente en la terminal Bimodal de la ciudad oriental. Así fue, al día siguiente muy temprano después de aquel largo viaje de toda la noche, estábamos viéndonos por primera vez, ella me abrazó, me besó y me invitó a tomar un té en uno de los kioscos de la misma terminal. 
Desde inicio cuando nos conocimos por Facebook, sabía que ella me ganaba con algunos años, a la par cuando vi su primera foto, era más gordita, totalmente contrario a mi aspecto físico; de todo ello lo que más me encantaba era el peinado de su cabello, un estilo muy particular que llamaba mi atención, quizás me enamoré más por eso de ella, por ser natural, al igual que su mirada y sonrisa.
Aquella mañana fue un encuentro muy tierno para ser la primera vez, lleno de amor y dulzura, donde llegamos a tocar el cielo con el dedo mientras consumábamos el amor que nos teníamos ya como pareja, entregándonos el uno al otro sin premeditación alguna, sin importar qué pueda suceder después de aquella consumación; ahí estaríamos sellando el amor que nos teníamos, jurándonos amor eterno, amor de los que no se rompe por nada y con nada. Así pasó aquel día, un sentimiento fortuito, lleno de pasión y ternura, de lujuria y desenfrenada locura.
No pasó más de dos días y todo se quebró por un mal entendido, recuerdo que ella me trató de lo peor, el amor se había convertido en odio, solo porque yo no supe explicar correctamente una situación inesperada que se me había presentado día después de haber consumado ese sentimiento tan profundo que nos teníamos.
—No creí que fueras así, ¡maldito eres!, qué más serás, quizás un delincuente, un asesino; no quiero volver a saber nada de ti, ¡nada!
Desde ese momento fue lamento para mí, sentía que mi vida se acababa, sentía tan amargo que mi hálito se lo había llevado ella, me sentía como un alma separada de su cuerpo, todavía en la ciudad de Santa Cruz, intentando unir mi alma con mi cuerpo, para recuperar mi hálito de vida, dentro de la catedral en pleno centro de la ciudad cruceña; lloraba en silencio mirando al Cristo crucificado, pidiendo que me devolviera la esencia que me mantenía vivo. ¿En qué me había equivocado? ¿Cuál fue aquel error del cual ella hizo gala para que me tratara mal? Así pasaron los días y, estos se transformaban en semanas; no podía olvidarla, no podía dejar de amarla; era la mujer de mi vida, clamaba a Dios para que regresara a mí, ya para entonces me hallaba de retorno en la ciudad de Cochabamba, a tal punto de buscar ayuda, porque estuve a un paso de quitarme la vida, ¡por ella! ¡Por ella! ¡Solo por ella y su partida! Empecé a buscar refugio en la bebida, tanto hasta perder uso de razón de tanto haber bebido.
Pero la sorpresa llegó una medianoche cuando me hallaba en lamentos, y es que ella me llamó al celular llorando, lamentando por la manera en que me había tratado, ¡pidiéndome perdón!, es cuando mi corazón se puso a llorar otra vez, sin hacer notar a ella; en ese momento solo le dije que, no tenga pena por mí, que no llore por mí, aunque esas cosas hayan pasado, yo seguía amándola.
—¡Te amo, María! ¡Te amo! —le dije una y otra vez—. ¡Vuelve! ¡Por favor, vuelve, que sin ti mi vida ya no es lo mismo, amor!
—Tranquilo, mi amor —me respondió entonces—. Tranquilo, que yo siempre, siempre estaré pendiente de ti, nunca te abandonaré, ahora descansa, mi amor, descansa, te lo ruego.
Y colgó el celular, tras su llamada, no pude evitar llorar también en silencio; ¡ella me amaba! ¡Seguía amándome, como yo a ella, a pesar de la situación por la cual habíamos tropezado!; así mi vida se transformó en un calvario, en una tristeza eterna por muchos meses, cuando poco a poco iba intentando cicatrizar aquella herida en mi alma, solo involucrándome en mis actividades como artista; aunque de mi mente no podía borrarla a ella; a veces le preguntaba a la luna llena: “¡Dime! ¿Cómo se encuentra ella? ¿Se acuerda de mí o ya no? ¿Debo seguir esperando su regreso?”. Y la luna no decía nada, ni un gesto no encontraba en ella; solo la esperanza de que ella desde el otro lado también esté conversando con esta majestuosa señora.
Hasta que llegó aquella mañana de mayo, cuando de tantos meses volví a recibir su llamada,  y de inmediato me di cuenta que era ella; después de haber conversado por el lapso de esos cuarenta minutos, sentía una alegría en todo mí ser.
Desafortunadamente, aquella alegría no duró por mucho tiempo, porque tan pronto terminamos la conversación, y yo me alistaba para ir al encuentro con mis colegas escritores en el evento que en unas horas más iniciaría, aquel espectro infrahumano entró directo a agredirme con sus palabras hirientes, echándome maldiciones, tratándome de perro callejero que entra y sale de casa ajena, echándome culpas por situaciones adversas que a él le había pasado, cosas con las cuales yo nada tenía que ver; en esos momentos me daban ganas de denunciarlo ante la policía por agresión psicológica, pero al final solo le llamé a mi madre por celular para avisarle de lo que me estaba pasando justo en ese preciso momento, ella al oír todo también me sugirió que lo denunciara ante la policía, porque ya era demasiado seguir aguantando sus agresiones verbales constantes, sus humillaciones, sus amenazas.
Desde ese momento otra vez se me vino por los suelos todo, ya no me sentía bien, ni siquiera para ir al encuentro con mis colegas que me esperaban, mis ánimos estaban dispersos por los suelos, otra vez una depresión funesta que consumía mi ser. La duración del evento sería por doce días, no me quedé más de tres días, no podía más, estuve destrozado en alma y espíritu, así que decidí abandonar el evento al tercer día y retornar a la ciudad de Cochabamba, para tratar de juntar los pedacitos de mi alma, que había sido despedazada por aquel desgraciado en la ciudad de Santa Cruz.
Eso fue motivo para que mi salud volviera a decaer, empezaba a dolerme la cabeza, el estómago y demás partes de mi cuerpo. Cuando retorno a la ciudad valluna, al siguiente día, aquel espectro infrahumano, también llega, como si fuera mi sombra, una sombra que solo buscaba hacerme daño por doquier; y las maldiciones que me había echado allá, cobraron su fruto con su llegada, en donde mis máquinas se arruinan sin poder ser reparadas por mucho tiempo. La energía tensa podía sentirse en toda la casa, no había tranquilidad, mientras que él y yo como polos opuestos, separados por el odio, unidos por la casa.
De esa manera sobrellevaba aquella tensa situación, no encontraba paz en mi ser, y es cuando se me volvió a presentar la oportunidad para viajar a la ciudad de Tarija, al que fui invitado a participar como escritor, así que, tuve que recoger los pedacitos de mi alma e irme, como guiado por la fuerza del viento que iluminaba mi camino, quitando esa atribución a la luna o las estrellas en el firmamento. 
Al llegar a Tarija, tan pronto me encontré con mis colegas que me esperaron, me llevaron a almorzar, porque justo era mediodía, en ese momento no pude evitar quebrantarme, me sentía muy mal, no por el viaje largo, sino por cómo mi alma había sido destrozada por aquel maldito. Mis colegas trataron de reanimarme, ofreciéndome un vaso de agua con algún medicamento que tenían al alcance. 
Bueno, todo eso pasó, aunque al paso de los días seguía buscando medios para recuperar mi salud, que se hallaba delicado; no podía hacer mucho, me hallaba lejos de casa; sin embargo, trataba también de alcanzar serenidad, dialogando con mis lectores, ya sea en charlas preparadas por mí y organizadas por quienes me habían invitado a participar de dicho evento. A tal punto que en una de mis conferencias, pude llegar sin percatarme a la sensibilidad de mis oyentes, especialmente, a la de una niña, quien estaba acompañada de su madre. No creí que fuera tan profundo aquel mensaje que les impartí en aquella oportunidad. La niña en su tierna mirada se acercó a mí para felicitarme por mis mensajes en la conferencia, además de dedicarme un hermoso poema que declamó delante de mí, a vista de todos quienes estaban presentes; claro que ella se ganó un aplauso de todos quienes presenciaron y, yo le agradecí; en ese momento mi alma se volvió como el de un niño, la felicidad había regresado a mí, la sonrisa se dibujaba en mis labios, por un momento mi alma danzó de alegría, por tan bellos versos que identificaban la vivencia armónica de los habitantes de aquella ciudad, entre uvas y duraznales, entre vinos y singanis con los cuales se alegraban todos.
Su madre fue quien me alentó el alma contrita, con palabras de fortaleza y consejos para mi vida para superar esos malos momentos por los que estuve pasando, ganas me dio de llorar en esos momentos mientras le contaba mi situación, pero tuve que contenerme; solo necesitaba que ella me regalara un abrazo para sentirme bien, para calmar mi angustiada vida. Al final, ella me obsequió una estampita, para que pudiera llevarla siempre conmigo, además de traerme api con buñuelos cada tarde hasta el último día del evento; la gratitud de aquella bella mujer y su hija preciosa que nunca olvidaré; y no olvidaré esta frase referente a esa maravillosa ciudad. —La Churra Tarija que enamora por la amabilidad y cordialidad de quienes la habitan—. 
Terminaron mis actividades artísticas en la ciudad de Tarija, y al día siguiente mismo tenía que encontrarme en la ciudad de Potosí, también con las mismas actividades, invitado como escritor. Para entonces habíamos retomado la comunicación con María, desde la mañana en que me había llamado, hasta esos momentos cuando me hallaba en Tarija, luego Potosí, ella animándome cada día, dándome fuerzas para luchar ante la adversidad en la cual me encontraba, incluso, comentándome que yo me encontraba en sus oraciones para que pudiera recuperar mi salud; y yo solo le pedía sus bendiciones más, y ella me bendecía en nombre de Dios; entre nuestras conversaciones también planificando el día de nuestro reencuentro después de casi un año, si aquella primera vez fue en Santa Cruz, la segunda sería en Sucre, ciudad donde ella vivía; cada vez me hallaba más cerca de esa ciudad, bella Ciudad Blanca de los cuatro nombres.
Sin embargo, cuando ya me encontraba en la ciudad de Potosí, realizando mis actividades como escritor, sin precavidos es que sucede algo inesperado, aquello que haría llegarme al oscuro lugar donde me encuentro ahora, aunque para mí era común aquello que estaba sucediendo en primera instancia.
Se trataba de mi cuenta en una de las redes sociales, Facebook, en la cual recibo un solicitud de amistad, de un colega aparentemente escritor español; claro que acepto tras verificar su perfil, y a las pocas horas recibo otra solicitud de una mujer de nacionalidad colombiana ya también, quien ya formaba parte de los contactos del escritor español. Acepto también esa solicitud tras verificar su perfil, llamaba mucho mi atención aquella cuenta, parecía saludable, además emotivo, porque en la mayoría de sus publicaciones aluciaba a Dios, que Dios con nosotros, que Dios nuestra luz, que Dios guíe nuestros pasos, mensajes así; acompañados de imágenes también con rostros de Jesús, de luz y demás; no podía dudar de quién era en realidad, ¡una mujer religiosa! Servidora de Dios.
Las horas aquella tarde pasaban, me encontraba en plena actividad literaria en Potosí. Cayó la noche y me iba en pro de descanso a mi aposento alquilado por el tiempo de mi estadía. Cuando me hallaba ya en cama, entablamos conversación por el Messenger, una de las aplicaciones dependientes de Facebook.
—¡Hola! ¿Cómo estás? Gusto de saludarte —me escribió.
—Hola, mucho gusto —le contesté—. Y muchas gracias.
—¿Qué hace a estas horas? —me preguntó a son de interés—. Imagino que ya descansando, ¿o me equivoco?
—No, no se equivoca, me encuentro ya en cama —le respondí en son de risa que ella no veía—. En cama después de una ardua jornada como artista, ¡y fue cansador! Debo renovar fuerzas porque mañana continúa.
—¿Ah sí? ¡Felicidades! Veo que eres escritor y tienes varios libros publicados, lo vi en tu muro.
—Así es, la literatura es mi pasión, vivo por ella, y con ella viajo por todos lados, como ahora por ejemplo estoy lejos de mi ciudad ya muchas semanas.
—Otra vez, muchas felicidades y, éxitos en tu trabajo como escritor; ustedes los escritores escriben con el alma, la nobleza con la que plasman, llega a quienes leemos hasta lo más fondo de nuestra sensibilidad como seres humanos. ¿Publicarías algo para mí en mi muro? Una frase, un pensamiento, ¡o un poema! Para que mis amigos se enteren que estoy conociendo un escritor fuera de las fronteras de mi país, ¿me harías ese honor?
—Hummm… —pensé por un par de segundos—. Claro, ¿por qué no? Lo haré más adelante, cuando inspire escribir un nuevo poema, ¿te parece?
—Está bien, te esperaré —me dijo entonces, ganando mi confianza—. No te preocupes, que sé esperar como la vida me enseñó.
Ella auguraba mi labor artística como escritor, felicitándome por mis libros publicados, y yo agradeciendo por sus cumplidos; la conversación cada vez se hacía más amena, había más confianza a medida que los minutos de nuestra conversación pasaban.
—¿Y tú, a qué te dedicas? —Entonces tuve la curiosidad de preguntarle—. ¿Qué haces en pro de la vida?
—Déjame contarte un poco de mi vida —me dijo, entonces—. Es muy triste.
—Claro, adelante —me sorprendí.
Es cuando ella empezaba a contarme su aparente situación como mujer, y lo elemental, su carrera profesional; eso llamó la atención a mi interés, y entre broma y broma, yo le digo, que es justo una mujer con esa característica profesional que venía buscando para mí, para mi pareja; sabiendo que en el fondo ya existía alguien más que ocupaba la habitación de mi corazón, mi adorada María; y ella sorprendida por lo que digo también queda atrapada. 
Ya por el nombre que figuraba en su perfil, sabía cómo se llamaba. 
—Mi sueño siempre fue y todavía es conocer a una mujer como tú, ¡y qué casualidad! ¡Me asombra conocerte! Aunque solo sea por este medio —Envié emoticones de tristeza, seguido de un suspiro que no podía evitar—. Ese sueño creo que se cumple, aunque a medias.
—¿En serio? ¡Eso me da gusto saber!
—Sí, y no miento, es más, en este preciso momento requiero de alguien como tú, para que me ayude a superar por esto que estoy pasando.
—No te preocupes —me dijo—. Trataré de ayudarte en lo que se pueda, por la distancia que nos separa, no podré estar ahí, para hacer una cosa mejor.
—Te agradezco mucho —le contesté—. Te doy las gracias porque quieras hacer algo por mí desde allí donde te encuentras.
Se llamaba Clara Patricia y, alegaba ser médico cirujana con larga trayectoria profesional, y se enorgullecía de tener mucha experiencia, trabajaba en una clínica de mucho prestigio llamada Clínica la Estancia, en la ciudad de Popayán donde ella vivía, allá en la república de Colombia; además pertenecía a una fundación religiosa también de prestigio y conocida a nivel mundial, en la que ayudaban a personas con enfermedades terminales indeseables, como es el cáncer por ejemplo, por las cuales, ellos cubrían todos los gastos de recuperación de los pacientes, de estadía y todo eso; de tal manera, logra que le cuente mi historia, y la situación adversa por la que estuve pasando en relación a mi salud principalmente, justo en esos momentos. En algún momento le digo:
—Déjame obsequiarte el libro cuyas páginas narran mi historia desde el momento en que nací hasta ahora; leyendo con calma la entenderás mejor, ¿te parece?
—No —me contestó—. Prefiero que me cuentes tú, en tus palabras, será mejor así, para que pueda asimilar con sensibilidad.
—Bueno —le dije—. Entonces que así sea.
Tras la historia que le cuento, ella se conmociona hasta llorar lágrimas de tristeza, y me lo dice por el chat. Después de todo, me propone que les dé la facultad de dejar que me ayudaran a mí también.
—Déjanos ayudarte, ¡ah, y algo que me olvidé comentarte!, es que nuestra fundación ayuda a recuperar su salud y luchar contra el cáncer a artistas como tú específicamente, artistas de toda índole y de todo el mundo, incluso a artistas desde África hemos hecho llegar para ayudarlos, ¿puedes creer?
—¿Ah sí? —me sorprendí.
—Sí, Efraín. Deja que te ayude, ¡para mí será un honor!
—Déjame pensar y, te doy la respuesta ¿te parece? —le contesto entonces.
—Está bien, tómate todo el tiempo que necesites —me dice. Y la conversación terminaba ahí por el momento.
Aquella noche me hallaba en el sendero de la confusión, ¿sería real?, ¿existiría dicha fundación?, ¿y qué del hospital “La Estancia” en Popayán, aquella que estaba aliada con dicha fundación?; en mi mente volaban muchas cuestionantes más. Para entonces seguía en la Villa Imperial ya a punto de culminar mis actividades como escritor, mi siguiente viaje sería a la Ciudad Blanca, la bella ciudad de los cuatro nombres, de sus majestuosos cerros Sica Sica y Churuquella; solo por una razón muy propia sería aquella visita, y otra en segundo plano. Mi principal viaje se consumaba porque casi después de un año estaría reencontrándome con mi amada, ¡mi adorada María!, ¡mi dulce encanto!, aliento de mi alma, fuerza de mi amor; ya desde días antes, incluso cuando seguía en la ciudad de Tarija, habíamos planificado vernos en su ciudad, bella ciudad Blanca, tan bella como mi amada María lo fue; por ella tenía que viajar más que todo allí.
—¡Te amo, María! ¡Encanto de mi alma! —le demostraba mi amor—. ¡Ya en unas horas más estaremos juntos! ¿No crees que eso es maravilloso?
—¡Sí, mi amor! ¡Me emociona saber que vienes para Sucre! —Llena de contentura me contestaba María, en las oportunas conversaciones.
—¡Mi amor, no tengas más pena!, sonríe para mí, eso es fuerza para que mi ser se mantenga en vida, y mi amor se fortalezca más —trataba de animarle cuando ella suspiraba y sentía que esos suspiros eran de tristeza.
—Tranquilo, mi amor, no pasa nada, ¿sí? Todo está bien, ¡te amo!
Sería la última noche que me encontraba en la ciudad de Potosí, sin embargo, esa noche parecía ser la más negra de todas las demás, tal negrura que hasta de mis sueños, tuvo la potestad de tomar el control, por tal causa no podía cerrar los ojos; los pensamientos y sentimientos encontrados iban y venían, las confusiones cada vez se transformaban como el humo que cada vez se hace más extenso en las alturas, opacando incluso el brillo del sol; aquellos pensamientos confusos opacaban mis sentimientos, de tal modo, aquella madrugada solo dormí dos horas antes de emprender el nuevo viaje que no sería más de tres horas.
Por fin después de tan ansiados días me hallaba en la ciudad de Sucre, había llegado aquel sábado por la tarde, en compañía de una colega escritora que también radicaba en dicha ciudad; tan pronto llego, se hace de noche, ya instalado me hallaba para quedarme un par de días por esos lugares. Pero esa noche esta mujer extranjera, extrañamente me pide que la agregue entre mis contactos de WhatsApp; ya que hasta aquellos momentos nuestras pláticas no eran por otros medios sino solo el Facebook, y aquella noche ella quería conversar más formalmente conmigo, y era el medio más factible esta aplicación; después que la agregué, conversamos casi media hora, o un poco más; claro que me impresionó escuchar su voz por primera vez, ya que era una voz con aires de sensualidad, delgada, atrapante, que buscaba seducirme con cada una de sus palabras. 
—Me encanta tu voz —le dije—. Es muy romántico.
—Gracias, Efraín, igual tu voz es dulce —me contestó.
En esos momentos me hallaba un poco delicado de salud y, la cabeza me dolía intensamente, especialmente del lado izquierdo y, no encontraba con qué apaciguar, ni remedios caseros no encontraba.
—Me duele la cabeza —Entonces le comenté sin querer—. Es insoportable, ¿puedes creer?
—¿El lado izquierdo, verdad? —Acertó.
—Sí —le contesté—. ¿Cómo supiste eso? ¡me sorprendes!
—Soy médico cirujana, como tal, conozco el origen de los dolores.
—¡Ah, es verdad! Por poco me olvido que estoy conversando con una cirujana, ¡mil disculpas! —Trato de excusarme.
—No te preocupes, eso pasa a veces hasta en los más sabios filósofos o científicos —me contestó entre risas que me contagiaron—. No pienses mucho, el dolor se te pasará y todo regresará a la normalidad, tranquilo, ¿sí?
—Está bien, gracias por el consejo. Eso haré entonces —le agradecí.
Sin embargo, notaba que Clara Patricia parecía que se enamoraba de mí, mas no entendía cómo tan rápido podían suceder esas cosas, si ni siquiera nos conocíamos en persona más que por las principales aplicaciones de comunicación.
—No puedes enamorarte de mí —traté que recapacitara, explicándole los motivos por los que eso no podía pasar entre ella y yo—. Porque yo estoy comprometido ya con alguien muy especial, y es por ella que estoy de viaje en Sucre; yo la amo y ella a mí, no quiero herir sus sentimientos, ¿sí?
—¡Perdón! —me dijo—. No puedo evitar, eres un hombre inteligente, por eso me enamoré de ti, pero no me entrometeré en tu relación. —En primera instancia comprendió.
—Gracias por tomarlo de esa manera —le contesté entonces.
—Pero esto no perjudicará el trámite para que seas tratado médicamente por nuestra fundación, seguiré gestionando y te estaré avisando los avances; es un compromiso mío y cumpliré a cabalidad, por eso no te preocupes, todo saldrá bien —me explicó dándome a entender que seguiría gestionando para que yo pueda viajar a su país e internarme en un hospital gestionado por dicha fundación.
Aquellas confusiones poco a poco se fueron transformando en profundas emociones y, extrañas sensaciones en todo mi ser, situaciones que no podía evitar; todo se me hacía raro desde un inicio, la manera en que me hablaba, la forma en que se refería a su fundación. Y es de algo que en esos momentos me acordaba: —Que la vida es como estar en un juego de billar, en el que perdemos o ganamos; por eso hay que saber arriesgarse, hasta cuando nos hallamos en las más complejas situaciones—; es entonces que a mi vida estaría conduciendo con esas direcciones. Esto que a la vez se convertiría en una oportunidad que no podía dejar de aprovechar, para recuperar lo que anhelaba desde siempre, una oportunidad con alto grado de riesgo, de la cual no quería que se enterara nadie, ni mi familia, ni mi amada, ni mis mejores amigos, simplemente porque no quería preocupar a nadie; de tal manera llevar solo la situación como y por donde podía, sin dejar rastro si algo iba a pasar en mi porvenir.
Aquella noche del sábado aunque persistía el dolor en mi cabeza, justo en el lado izquierdo, no porque ella como me explicó como cirujana, sino porque tenía la herida cicatrizada por el accidente en mi infancia; otra vez no podía dormir, pensando en lo que sería de mi vida si aquella oportunidad se daba con respecto justamente de sanar ese horrible dolor que arrastraba.
Nunca antes había salido del país, tal vez eso causaba emoción en mi ser, sería una experiencia nueva, aunque desde muy temprana edad mi deseo fue viajar a países orientales, a las pirámides de Egipto, al Monte Tíbet y muchos otros lugares donde conservan mitos de gran estigma; desde mucho tiempo atrás sentía que en aquel monte místico encontraría la paz y sanación para mi ser. Luego volver por México, Centroamérica, pasando por Perú, Chile y Argentina, ya compartiendo mis experiencias y mensajes de reflexión como escritor, claro que por una única vez tuve la oportunidad de expandirme, más eso no volvió a repetirse; y en aquellos momentos aquella idea de salir de mi país por largo tiempo, me emocionaba de sobremanera, a la vez sentía torturarme, sentía que perdía el don del arte que poseía; eso me preocupaba, por eso otra vez no podía dormir aquella noche de conflictos en mi mente.
De todas formas no me quedaba otra más que conciliar el sueño y, es así como pasó aquella noche, luego fue domingo, tenía que seguir esperando el motivo por lo que había viajado a aquella ciudad, aún no era tiempo para encontrarme con mi amada María, sin embargo, aprovechaba aquel día para familiarizarme un poco más con aquella ciudad, que poco o nada conocía. Gracias a Dios, aquella colega escritora quien me había acompañado desde Potosí, era quien me guiaba en las calles, haciéndome conocer lugares propios de la ciudad, hasta que la noche volvió a abrazarnos con sus frías sombras grisáceas; entonces me hallaba en pos de descanso en mi habitación, y la conversación aquella noche fue otra vez, con aquella extranjera, quien me animaba a luchar por mis sueños como artista, a luchar por mi paz interior, con un timbre de voz atrapante y, en lenguaje propio de su país, —Colombia, por supuesto—; no daría marcha atrás, me dejaría guiar por su palabras de ánimo, que además tocaba mi sensibilidad como ser humano; así por fin aquella noche pude descansar más horas de lo debido, para recobrar energía en mi cuerpo. ¡Por fin fue lunes!, ¡día esperado por mí! Porque fue para ese día en la mañana que quedamos en encontrarnos con mi adorada María, y así fue, aquel día se convirtió en momentos maravillosos, en momentos de magia, la magia del amor se manifestaba con toda su fuerza, ella y yo, dos enamorados recorriendo la ciudad, lanzándonos al amor fortuito de adolescentes, queriendo encontrar el cielo en la tierra, o las estrellas en las hojas de los árboles que encontrábamos a nuestro paso; ella emocionada, yo aún más; todo lo que veíamos se nos hacía espectacular, las calles, las plazas, ¡los árboles!, el recorrer de la gente, aun el silencio de cada árbol, de cada pétalo de flor que encontrábamos en las plazas o parques, en los que iniciábamos juegos de atrapar cosas y, al no poder, echarnos a reír, para luego sentarnos en algún paraje, en pos de descanso, con la ilusión de estar juntos muy pronto y para siempre, comprometiéndonos para pronto casarnos en los parajes de un mirador de los enamorados, luego en la puerta de una capilla, para finalmente llegar a los pasajes extraordinarios de los gatos, incluso tomándonos fotos para recuerdo de ambos.
Así terminó aquel lunes, lleno de magia, amor y romance. Nuestra despedida fue un poco triste, nuestros abrazos no queríamos que terminen nunca, pero no podíamos evitar esa cruel despedida; tuvimos que separarnos con el firme compromiso de estar comunicados siempre aunque estuviéremos en ciudades diferentes. Y aquella noche sería mi última noche de estar por esa ciudad. Sin embargo, otra vez fue la conversación con aquella extranjera, quien seguía animándome a luchar por mis sueños, que iba a llegar muy lejos con mi talento, que solo tuviera paciencia, que ya pronto recibiría mi recompensa.
—Ya casi todo está listo, hoy día me he dedicado netamente a viabilizar tu caso, todo marchó bien —me decía con mucha esperanza y emoción—. ¡Ya pronto estarás viajando a Colombia!, aunque debes cumplir primero algunos requisitos más, estos que los puedes obtener en tu país para poder ingresar legalmente.
—¿En serio? —Me causaba también emoción—. ¡Eso me alegra de gran manera!
—Ten fe, que pronto estarás aquí, recibiendo tratamiento con nosotros.
—¡Muchas gracias!, en verdad, te agradezco mucho, el rumbo de mi vida está a punto de cambiar, por fin mi salud será recuperada por completo como deseé.
—Dios es grande en su infinita misericordia, él te puso en mi camino para que pudiera ayudarte, y él utilizará mis manos para sanarte, ya verás, Efraín.
—¿Sí, verdad?
—Sí, Efraín, además no te atenderé sola, sino un equipo de médicos seguirán tu caso hasta que te recuperes por completo y, puedas regresar con tu amada, para vivir una vida plena, eso es mi mayor deseo, luego que te recuperes, yo pediré vacaciones para mí y así poder viajar a tu país.
—No pierdo la esperanza, sé que todo marchará para bien, así como yo que por fin retornaré a mi ciudad el día de mañana después de una gira extenuante, en la cual he recorrido casi todo mi país en uno, por primera vez creo que se suscitó un viaje tan largo como este en mi carrera como escritor.
—Te felicito, Efraín, eres luchador, sigue así, y repito una vez más, tu lucha no es en vano, muy pronto será recompensado, porque escribes con el alma para reflexionar a los demás, a aquellos quienes te leen.
—Eso es mi objetivo, llamar a la reflexión a quienes me leen.
Por fin después de un largo viaje como artista, estuve a minutos de retornar a mi ciudad, consumando el martes, mi viaje iniciaba primero, para llegar a la ciudad de Oruro aquella tarde, con la mente un poco perturbada, un poco preocupada, de tal forma, llegando a visitar a un familiar cercano que vivía en dicha ciudad, para conversar con ellos sobre mi situación de salud, que se agravaba cada día que pasaba; durante el día en mi viaje, me llegaba la noticia de que ya todo estaba viabilizado para que pueda viajar a Colombia, lo único que me faltaban eran los boletos de pasaje, aquellos que la fundación me enviaría para que pueda tomar el avión, algo de nueve horas de viaje con escalas desde Santa Cruz, Bolivia, Pasando por Lima, Perú; llegando hasta Bogotá, Colombia. Después de haber conversado con mis familiares en Oruro, incluso, de ahí pasando todavía en un viaje expreso a la ciudad de La Paz, a averiguar costos de pasajes en bus, por fin retorno a mi ciudad Cochabamba, y, al llegar, decido cambiar de planes, porque me latía que algo estaba mal, sentía sabor amargo en mi ser. Entonces vuelvo a conversar con Clara, aquella foránea.
—¿Sabes? —le comento—. No podré viajar solo, por ahí me pasa algo durante el viaje, o yo me extravío en el camino.
—¿De veras crees eso? —Irónica me responde ella.
—Sí —replico una vez más, también con una carcajada burlona—. Porque tengo que hacer escala y, esa situación lo veo un poco difícil.
—No te preocupes, ¿y qué has pensado al respecto entonces? —me preguntó ella.
Aunque en la realidad no tendría que ser así, solo hice dar cuenta ese aspecto, para ver hasta qué nivel llegaría la intensión de ayudarme en dicha mujer, por lo cual le propongo que ella en persona venga al país y me lleve; ella en primera instancia buscó excusarse, pero al final accedió y programó fecha para venir de viaje desde Colombia hasta Bolivia, paralelo a eso en los siguientes días complementaría el trámite que se me había pedido para poder viajar legalmente.
De esa manera no a los muchos días, llega martes 18 de julio aquella noche ella estaría partiendo de allá, su llegada sería el día miércoles 19 muy temprano a la ciudad de Santa Cruz, para lo cual mi persona tenía que ir a esperarla a dicha ciudad; entonces esa noche ella estaría viajando de allá y, mi persona de Cochabamba a Santa Cruz esa misma noche.
—¿Ya estás en la terminal? —me preguntaba ella—. ¿Todo marcha bien?
—Así es, ya me encuentro en la terminal de buses —Es mi respuesta—. A punto de abordar el bus que va a la ciudad oriental.
—¡Qué bueno! Te deseo un buen viaje, mi amor —me dijo. Las dos últimas palabras me sorprendió escuchar de ella. “Mi amor”; yo no era ningún amor de ella, y menos en aquellas circunstancias, porque yo tenía mi pareja a quien amaba; no podía lastimarla, no era mi intención eso; ya una vez se lo había dicho, que era imposible enamorar, para mí sería faltar a la moral, sería matar una vida que me amaba, vida a la que yo la amaba.
—No empieces otra vez con eso, por favor —le supliqué entonces.
—Perdóname —asintió—. No puedo evitar, porque eso es lo que siento por ti, amor, me enamoré de ti, por tu forma de ser, por tu sencillez.
—¡Pero yo no puedo enamorarme de ti! ¿comprendes? Tengo mi pareja y estamos comprometidos, pronto nos casaremos mi amada María y yo; no quiero lastimarla.
—Dame una oportunidad —me pedía—. Una oportunidad de amarte y cambiar tu vida, déjame sanar las heridas en tu cuerpo y tu alma, déjame hacer ese milagro por ti. ¿Sí? ¿Puede ser? Dime que me amas también, ¡hazlo por mí que te amo, que quiero cambiar tu vida, borrar tu pasado! —me suplicaba.
—¡No puedo! —trataba de explicarle—. ¡No es justo!, no lo es para ella que me ama.
—¡Hazlo! —me rogaba—. Dime que me amas, ¡ámame, como yo te amo a ti!
Cerré los ojos, respiré profundo; aún me hallaba sentado en una de las bancas dentro de la terminal de buses, esperando que anunciaran la salida del bus cual me llevaría a mi destino; me sentía algo nervioso por lo que me estaba pasando en aquellos momentos. Pensaba en mi amada María, en mi mente todavía revoloteaban imágenes fijas del último encuentro que habíamos tenido en la ciudad de Sucre, ella haciéndome conocer lugares espectaculares de dicha ciudad. Por todo eso no podía hacerle esa maldad de traicionarla, eso no, simplemente no era mi intención.
Por otro lado, era mi salud, después, aquella extranjera, quien quería ayudarme en temas de salud, ¡además de eso se había enamorado de mí!, y me pedía amarla. Era una mujer mayor que yo, mucho mayor, quizás con trece o catorce años me llevaba; claro, también sabía que era una mujer separada muchas veces, muchos hombres le habían traicionado; en aquel año no más fueron tres; eso me contó ella misma en anteriores conversaciones. Yo sería el cuarto en su vida solo en ese año. Claro que también tenía cuatro hijas, mayores de edad ya casi todas, solo la menor estaba por cumplir sus quince primaveras. Y sus cumpleaños sería en un par de días más. Todas de padre afrodescendiente, con el pelo crespo y tez morena. 
—Te amo —le dije entonces—. No sé qué vaya a pasar de aquí en adelante, pero te amo y, quiero que mi vida cambie, quiero borrar mi pasado y empezar una nueva contigo, por eso, con tus palabras has conquistado mi corazón, y solo me nace decirte que te amo.
—¡Gracias, amor!, ¡gracias por amarme! Te prometo que no te fallaré, te prometo que serás feliz conmigo, ya pronto estaremos juntos, mi amor, ¡faltan horas para eso!
—Así es, amor —le respondí—. En menos de doce horas estaremos juntos. Dime, ¿a qué hora es tu vuelo?
—Salgo del aeropuerto a las once de la noche.
—Perfecto, yo partiré en minutos más.
—Bueno, entonces hasta mañana, mi amor.
—Está bien, hasta mañana —le dije finalmente.
—Quiero que sepas que te amé antes que te conociera, hoy es más mi amor por ti.



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En el texto hay: terror, enseanza, trago

Editado: 17.07.2020

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