Operación: Tráfico de almas (al más allá)

Capítulo II

Por fin se anunció la salida del ómnibus en el cual viajaría, abordé, cuando salimos de la terminal, sorpresa fue para mí que la flota no iba por su ruta normal, pero igual, estaba garantizada la llegada a Santa Cruz de la Sierra.

Las horas pasaron con el transcurrir del viaje, al día siguiente miércoles por la tarde me encontraba en dicha ciudad, el bus llegó casi a las una de la tarde, de lo normal acostumbrado, fueron más dieciocho horas de viaje, con un retraso de más de siete horas. Algo similar pasó con el viaje de ella, que primero su viaje fue desde su ciudad de origen solo hasta la capital de su país, y esa noche se quedó allí. El viaje no era más de dos horas.

—El vuelo de Bogotá a Santa Cruz se suspendió —trató de explicarme ella—. Por lo cual, debo esperar el siguiente vuelo, y aún no me confirmaron en cuántas horas será. Solo sé que será con escalas.

—¿Y qué hago yo? ¿te espero, o me retorno a mi ciudad? —le pregunto un poco confundido.

—Espérame, mi amor —me contestó—. Espérame que yo haré lo imposible para llegar lo más antes que pueda a Santa Cruz; quiero que sepas que mi amor por ti, a hora que pasa, crece más; ¡no puedo dejar de amarte!

—Igual que en mí, mi amor por ti se aclara como el agua cristalina en una copa fina de cristal —le contesté con pena—. Dejemos que el tiempo sea quien se encargue de unir nuestros caminos, ¿te parece?

—Que así sea, mi amor, mi pequeño Efraín —Me puso un diminutivo más desde ese momento. Me imagino que para demostrarme cariño—. Aunque mi deseo es verte lo más antes posible para amarte, para abrazarte, para llenarte de besos y caricias.

—También es mi deseo verte a ti, mi amor —le dije finalmente aquella tarde.

Pasó la noche, el jueves iniciaba con sus primeras horas, después mediodía y, otra vez la noche, es la hora cuando ella recién estaba partiendo desde Bogotá a Santa Cruz, con escala en la ciudad de Lima y, con llegada aproximadamente a las cinco de la mañana a la ciudad donde yo me encontraba esperándola.

Para aquel viernes en la mañana había logrado contacto con una amiga de aquella ciudad; necesitaba platicar de las cosas que me estaban pasando, necesitaba consejos; así que ya después de habernos encontrado, fuimos a desayunar en pleno centro de la ciudad. Estábamos encontrándonos de casi tres años, aquellos momentos fueron para recordar viejos tiempos.

—Así que te vas de viaje —pregunta mi amiga tras habernos encontrado y caminábamos—. Te deseo todo lo mejor y, te recuperes pronto.

—Así es, Viví, me voy quizás no solo para recuperar mi salud, sino para siempre —Fue mi respuesta inmediata—. Aunque no me creas, pareciera que estoy viviendo en un sueño, de la noche a la mañana que esto me pase, es increíble, pareciera que por fin el sol brilló solo para mí.

—Los tiempos cambian, los seres humanos igual, por eso, te pido que me avises cualquier cosa durante tu viaje, mantenme informada, ¿sí? Mándame ubicaciones de los lugares donde estarás, es lo que te pido.

—Eso haré, Viví, confío en ti, por eso te comento mi decisión de abandonar el país en busca de mi sueño, recuperar mi salud principalmente; nadie sabe de este viaje, ni mi madre, ni mi hermana, mucho menos mis amigos; eres la primera persona en saber. Desapareceré de un de repente para todos ellos, pero a ti te mantendré informada, porque en estos momentos eres la única persona en quien puedo confiar, no hay más.

—Me gustaría acompañarte, querido amigo, no sé, algo no está bien, presiento, lo siento muy dentro mío; si pudiera ir yo contigo para hacer seguimiento a todos los procedimientos con respecto a tu salud, tengo miedo que algo malo vaya a pasar contigo en ese viaje, no sé qué más hacer por ti, me apena que viajes solo.

—No tengas pena por mí, amiguita, estaré en contacto siempre para avisarte lo que me pasa, para contarte cada detalle de mi evolución.

—¿Me acompañas?, quisiera llevarte a un lugar y obsequiarte algo —me dijo tras que hayamos terminado de desayunar.

No se me venía a la mente de qué se trataba.

—¿Obsequiarme? —me sorprendí entonces.

—Sí, sígueme y verás, ¿sí?

—Está bien, vamos entonces, amiguita.

Me agarró de la mano y me condujo, le seguí como un corderito obediente. Después de caminar un par de cuadras, entramos a un lugar muy particular, para mí el que menos pensé. Me llené de felicidad en ese momento, porque el obsequio para mí era una Biblia; años que ansiaba tener una y no podía, algo me ataba y no podía comprarla una por mí mismo, y con el accionar de ella se rompió esa atadura; me llené de dicha en ese momento.

—Lleva esta Biblia contigo en tu viaje —dijo entonces—. Será tu arma ante cualquier situación. Encomiéndate en manos de Dios, y esta Biblia tenla siempre contigo, no importa que te encuentres en la más peor situación.

—No sé cómo agradecerte, estás haciendo mucho por mí, ¡es el mejor regalo que me han dado en toda mi vida! ¿Puedes creer? El mejor, palabras me faltan para darte las gracias.

—Un día tú me ayudaste, ahora es mi turno, para eso somos amigos ¿no?

Nos abrazamos, yo lloré en sus hombros, tras haberle contado lo que me había pasado en semanas anteriores, cual era mi motivo principal para irme del país y desaparecer sin dejar rastro.



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En el texto hay: terror, enseanza, trago

Editado: 17.07.2020

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