Suena el despertador a las 6:00 am. Me levanto aun con sueño y me meto a la regadera como cada día. Trato de no entretenerme demasiado frente al espejo y ya aseada me visto para un nuevo día de trabajo.
Me preparo un desayuno rápido. Mi café sin azúcar y una tostada con mantequilla.
Salgo de mi departamento a la hora justa y comienzo a caminar hacia mi trabajo, el hospital. En el camino paso cerca de una primaria y veo a los niños entrar, unos de la mano con sus padres o con sus amigos.
Adoro a los niños, de hecho por eso amo también mi trabajo. Ser enfermera en en el área de hospitalización pediátrica es de lo más interesante para mi, al igual que es muy agotador. Los niños tienen mucha energía a pesar de estar enfermos. Y por eso me divierto tanto con ellos.
Cuando llego al hospital saludo a Teresa que esta en la recepción. Una chica joven, alta y muy simpática.
- ¿Cómo amaneciste hoy Cat?- pregunta
- Bien gracias. Pero como siempre, las sábanas no me querían soltar- me encojo de hombros y niego con la cabeza
Ella ríe por mi comentario- Ay tú siempre tan graciosa.
- Pues lo que no tengo de joven, lo tengo de comediante no- digo divertida
- No digas eso linda, si eres todo un bon-bon- dice más seria
- Tranquila Tere, si solo bromeaba- digo yo- Pero bueno, ¿como están los chicos hoy?
- Todos bien, por lo que me dijo Carla. Pero Pablo estuvo con fiebre anoche- me explica
Carla es la enfermera del turno de noche, otra chica muy simpática. Le agradezco a Teresa y me despido para irme con los niños.
Al entrar a la sala, todo esta oscuro. Los niños aun duermen y todo esta tranquilo. Voy hacia la cama de Pablito y toco su frente con el dorso de mi mano.
Él es un niño que ha estado hospitalizado un par de meses, tiene fiebre así que sin hacer mucho ruido, me lavo las manos y preparo una toalla húmeda para ponerle en la frente. Ya le dieron medicamentos por lo que debería bajarle en unos minutos.
Pablo se mueve un poco por el contacto frío pero luego se acostumbra a la sensación y continua durmiendo.
Reviso a los demás niños y así se me va rápidamente la mañana. A medida que van despertando hablo con ellos, les doy de comer y jugamos un poco. Hago mi trabajo lo mejor que puedo.
Al final de la jornada, me veo recompenzada con sus sonrisas.
Regreso a mi departamento feliz. Miro la hora en el reloj que tengo en la muñeca, un regalo de mi padre, son las 7: 15 de la tarde y siento que mi día laboral fue tan bueno como siempre.
Es en estos momentos, cuando agradezco mi vida. Si bien puedo ser una mujer de casi 38 años, soltera y sin hijos,pero amo mi vida. Trabajo en lo que me gusta y soy libre de hacer lo que quiera.
Mi teléfono suena anunciando un mensaje, es de mi madre.
"Hija ni te imaginas. Hoy estuve con la vecina Carola y me contó que su hijo esta soltero. ¡Es tu oportunidad!"
Suspiro, no pienso contestarle ese absurdo mensaje. Arrojo mi teléfono al sofá y me voy por algo de comer.
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Editado: 07.12.2018