Oportunidad del Destino | #01 [ Edward Cullen ]

• Capítulo 6

Incluso si todavía no aceptaba el hecho de que de algún modo imposible formaba parte del mundo de Crepúsculo –hasta con pensarlo sonaba absurdo–, sin tenerlo planificado sabía que no quería involucrarme en la historia.

Pero irónicamente ya era parte de él, y ahora estaba de lleno porque no pude controlar mis pensamientos.

Después de la revelación, Isabella con su rostro fruncido por la confusión, intervino.

—¿Qué? Eso, eso debe ser imposible. Emilia perdió la memoria hace poco. —Alzó la mirada para observar a Edward.

—La haya perdido o no, no cambia el hecho de que lo sabe. ¿Cómo? Eso me gustaría saberlo —repitió convencido sin todavía apartar la mirada de mí. Hundiéndome más en el barco.

«¡Deja de verme! Me pones nerviosa».

Él sonrió ladinamente y se rió. Dejándome por fin en paz. Se regresó al salón para sentarse en el sofá que había abandonado, agarró mi aparato y lo elevó para mostrarlo. Lo dejó en el mueble para que lo recogiera y extendió los brazos en el borde del respaldo.

Todos se mantuvieron en silencio, expectantes a los movimientos y lo que diría Edward, porque obviamente yo no podía decir ni una palabra.

Isabella se cruzó de brazos y frunció el ceño al mirarme de manera recelosa.

—Lia, ¿cómo lo supiste? —demandó con voz suave, pero seria.

Suspiré y rodé los ojos. Caminé bajo la atenta mirada de todos hasta llegar a mi aparato y comenzar a dar una explicación o lo que sea.

—Sabes que puedo intermediar por ti —se ofreció Edward, una vez que me acerqué y agarré mi aparato.

Mordí mi labio inferior porque por primera vez reconocí al estar a poca distancia, de quién provenía el maravilloso olor a chocolate. Edward desprendía chocolate y relajaba todas mis articulaciones y pensamientos, lo cual me asustó.

Vi su rostro, que parecía inmutable. Pero sabía que me había leído el pensamiento de mi descubrimiento. Sin embargo, no mencionó nada de ello.

Por el rabillo del ojo noté que los demás se volvieron a acercar a la sala en la misma posición de antes. Excepto Esme, que se quedó en la cocina para terminar de preparar la comida. Pero sabía que estaría atenta a lo que ocurría.

«No, gracias. Estoy metida en esto por ti y tus dones telepáticos. Pudiste mantenerte callado, yo no iba a decir nada».

Él frunció el ceño ligeramente.

—No podía mantenerme callado si claramente dijiste vampiro.

«¡Fue un desliz! Si no fuera por el corte de Eli, no te habrías enterado».

Cuando Edward iba a hacer el amago de responder, el chasqueo de dedos en el medio de nosotros me sobresaltó y cortó lo que sea que diría.

Giré la cabeza y noté a Rosalie a un costado de nosotros.

—Queremos explicaciones, no ver cómo Edward parece mantener un monólogo.

Sentí mis mejillas calientes porque por un momento me olvidé de los demás. Observé a cada uno, ofreciendo mi mirada de disculpas. Aunque me percaté de la expresión sonriente de oreja a oreja de Alice y a Isabella un tanto molesta.

Tecleé una respuesta rápida.

—Es verdad que perdí la memoria. Pero cómo lo descubrí quizás es un poco complicado.

Todos miraron entre Edward y Jasper, como esperando que confirmaran lo dicho. Me sentí tenuemente herida por eso, pero comprendía la desconfianza.

—Está diciendo la verdad —mencionó Edward tranquilo.

—No hay señales de alteración —confirmó Jasper con una postura más rígida de lo habitual.

—Bueno, tiempo es lo que nos sobra —bromeó Emmett, queriendo relajar el ambiente.

Sonreí ante su broma al entenderla.

—Eli no lo sabe, así que cuando salgan, no mencionen nada por favor. No la quiero involucrar. —Junté mis manos y el borde de ellas las llevé a mi nariz para hacer el gesto de súplica.

Todos asintieron. Y como si la hubiera invocado, justamente apareció en la sala, acompañada de Carlisle. Me acerqué rápidamente a Eliana, olvidándome que estaba en medio de un asunto importante.

「 ¿Estás bien Eli? 」

Agarré su carita después de hacer las señas.

Ella asintió entre mis manos y me ofreció una apretada sonrisa. Luego levantó su mano, mostrando el dedo que había sido vendado.

—Carlisle fue dulce. Es muy atento y amable con los pacientes. Te hace relajar y olvidar porqué estás allí. —Apartó su cara de mi agarre y elevó la mirada para observar a Carlisle con una sonrisa—. Ojalá hubiera más doctores como él en New York.

Arqueé una ceja ante la repentina confianza de Eli al llamarlo por su nombre. Elevé la mirada y lo vi brindarle una cálida sonrisa en respuesta a Eliana. Luego me miró y asintió queriendo decir que todo estaba bien.

「 ¿Aún te quieres quedar Eli? ¿O prefieres irte? 」

Inquirí preocupada.

Ella se mordió el labio y miró detrás de mí.

—¿No arruiné el momento? —Luego mostró un puchero como perrito regañado.

Seguí la dirección de su mirada y mi atención recayó en Esme que se apresuró en responderle. En algún momento se había acercado.

—Oh, no querida. No arruinaste nada. Si todavía quieres comer, te serviré.

Eliana comenzó a sonreír y me miró radiante, suplicando con sus ojos que nos quedáramos. Suspiré y asentí, acariciando su cabello.

—¡Por favor Esme! Olía muy bien su comida y sería una tragedia irme si no lo pruebo antes.

Ante su comentario varios reímos y pronto fui guiada por la mano de Eli a la mesa. En el trayecto, cada uno se dio una mirada y acordamos con eso que la conversación sería después sin la presencia de Eliana.

Nuevamente rehuí de la mirada de Edward. E incluso la de Isabella, que no estaba nada contenta con lo que estaba pasando.

En la mesa se sirvieron tres platos y los demás se sentaron sólo a observar.

—¿Ustedes no comerán? —preguntó inocentemente Eliana, recogiendo el tenedor. Habían hecho espaguetis con carne a la parrilla y salsa casera.

Carlisle negó con una sonrisa mientras juntaba sus manos y apoyaba los codos en la mesa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.