Familia Cullen
A Edward Cullen se le paralizó el mundo entero en el mismo instante en que vio la visión de Alice, la decisión de Isabella.
En aquella visión, observó cómo Isabella y Emilia con el rostro borroso, estaban de pie cerca del acantilado. Uno muy parecido al que había visto caer una vez a Isabella cuando Alice le mostró lo que vio hace unos meses.
Isabella había jugado bien sus cartas, porque su indecisión de cometer tal acto hizo que tuviera un punto ciego para actuar.
Sabía que en el primer momento en que se decidiera a hacer lo que pensaba, los Cullen la reprocharían e impedirían que lo hiciera.
Era por eso que Edward vio cuando Isabella empujó a Emilia segundos antes de que ella realizara su cometido, sin darle tiempo a hacer nada.
Alice llegó en segundos para sujetarlo con fuerza por el hombro.
—No puedes ir, Edward.
Él estaba decidido a ir a buscarla y ver con sus propios ojos si se encontraba bien. Una pequeña angustia comenzaba a escalarse en su interior.
Agarró su mano y deshizo su agarre.
—Necesito ir, Alice.
Pero la pequeña mujer fue firme y le hizo una llave para que no se le escapara. Todos sabían que en cuanto Edward comenzara a correr, sería difícil atraparlo.
—¡Edward! ¡No puedes ir!
El pequeño alboroto llamó la atención de los demás miembros de la familia, encontrando la chistosa escena de una pequeña mujer que acorralaba contra la pared a un hombre más grande que ella.
—¿Qué está pasando? —preguntó Carlisle la interrogante que todos pensaban.
—Edward quiere ir donde está Emilia porque Isabella la empujó en el acantilado. Pero no puede ir, romperá el tratado y todo se complicará —explicó Alice con voz tranquila. Edward no forcejeaba porque en su interior sabía que ella tenía razón.
Ante las palabras de Alice y su impactante revelación, todos guardaron silencio. No porque les fuera indiferente, al contrario, se quedaron sin palabras porque no creían que aquella chica que hasta no hace poco era su familia, se comportara de esa forma. Era inconcebible, Isabella no podía romper ningún plato.
Edward se relajó.
—Alice, está bien. No pasaré la línea del tratado, sólo déjame ir. Necesito escuchar su mente por lo menos.
Alice, analizando sus palabras, asintió confiando en que no pasaría nada porque ninguna visión llegó de él rompiendo el tratado con los lobos. Lo dejó ir, y en cuanto lo soltó, en un parpadeó se perdió de vista.
Dejando a los demás con pensamientos llenos de preocupación.
—Alice, ¿Emilia está bien? ¿Viste si salió bien? —Esme fue la primera en indagar la situación, estaba sumamente preocupada por todo lo que pasaba.
Alice se giró a ver a su madre adoptiva. Arrugó la nariz.
—Fue lo mismo de cuando Bella saltó. No pude ver si salió. Si no la veo, hay dos opciones, no salió o está involucrado un perro.
Rosalie que estaba de brazos cruzados escuchando, intervino esta vez.
—No puedo creer que la humana traicionara así a su amiga de la infancia.
Carlisle profirió una pequeña sonrisa tensa.
—Creo que nunca terminamos de conocer a alguien.
Todos asintieron dándole la razón.
Y detrás de la línea que imponía el tratado para la paz de la tribu Quileute y los Cullen, se hallaba de pie un angustiado chico de cabello cobrizo. Sentía la mente de Emilia al otro lado, pero no podía oír sus pensamientos.
Edward se estaba preguntando en qué punto salió todo mal.
Porque se culpaba, sí.
Él se daba una idea del porqué Isabella actuó de esa manera tan drástica.
Todo empezó en el mismo día en que conoció a Emilia. Media hora después de que se fueron, Edward vio en la mente de Alice que Isabella volvería para buscar su camioneta. En la visión se vieron discutiendo con los demás como expectadores, fue incómodo. Así que decidió esperarla afuera y hacer lo posible de no tener un enfrentamiento.
Sabía que su familia estaría escuchando, pero por lo menos no estarían presentes.
Edward miró su Volvo venir con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, Isabella lo estacionó y se bajó.
Como de costumbre, él no podía leer su mente, así que no sabía qué era lo que pensaba, sin embargo, por la expresión que cargaba, se hacía una idea de que ella no estaba feliz.
Isabella con paso firme se acercó hasta colocarse frente a Edward con las manos manos metidas en los bolsillos traseros de su pantalón.
—Edward, ¿qué está sucediendo? —exigió con voz tranquila y nerviosa—. ¿Cómo es que repentinamente Emilia sabe de ustedes?
Isabella conocía a la perfección lo misterioso que eran los Cullen, por algo capturó su atención el primer día que los vio, pero Emilia no pisaba el pueblo de Forks desde hace años como le comentó su padre Charlie cuando le preguntó.
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Editado: 26.10.2025