Monótono.
Así se sentía mi vida desde el día en que nací. La vida a mi alrededor parecía ser rebosante de vida, alegría, vitalidad, una burbuja que no podía atravesar por más que quisiera, como si no fuera parte de ella.
En mi pecho siempre hubo un vacío que nunca supe dar nombre ni a cómo llenarlo, solo sabía que existía y lo ignoraba. Aprendí a vivir con ello.
Me coloqué frente a mi hermanita que estaba sentada en el sofá, capturando momentáneamente su atención. Con mis manos hice el gesto de caminar con dos dedos recorriendo mi palma. Quise decir que iría a dar un paseo. Parpadeó y asintió sin emitir ninguna palabra, regresando su atención al programa infantil.
No la culpaba, la veía muy embelesada con su programa, además de que tenía cinco años. Me acerqué a la cocina y di un toquecito al antebrazo de mamá para informarle. Giró y bajó la cabeza mirándome con una expresión neutral.
「 Mamá, iré a una biblioteca, no tardo. 」
Parpadeó varias veces y asintió, regresó su atención a lavar los platos. Hice una mueca y suspiré, siempre era lo mismo, mis padres no solían darme respuestas largas.
Salí de la casa y apresuré el paso a una biblioteca que quedaba a unas cuantas cuadras. Mi interés de ir se debía a que había visto una película de vampiros y lobos. Capturó mi atención de inmediato su historia y descubrí que estaba basado en un libro.
Como un imán, me adentré a la biblioteca y después de pedir indicaciones de dónde estaría cierta sección de dicho libro, fui atraída sin darme cuenta.
Mis pies llegaron como si hubieran sido guiados a la estantería y mis ojos se toparon con el título del libro.
Con emoción lo agarré y caminé abrazándolo contra mi pecho a una de las mesas solitarias.
Tenía trece años cuando leí por primera vez la historia en un rincón de la biblioteca.
Y emociones raras comenzaron a surgir en mí, emociones que no presté atención si no tiempo después y le daría sentido a muchos de mis comportamientos que tuve en aquel entonces.
Cuando caí al agua, el aturdimiento me embargó. Una presión me rodeó y del pánico no pude actuar adecuadamente. Sentí que me hundía y me ahogaba poco a poco, moví las manos y piernas desesperadamente, pero no lograba nada con ello porque no me coordinaba.
Y perdí la consciencia.
Pero parecía que alguien me había rescatado porque soñé con un recuerdo de mi vida. La verdadera.
Abrí los ojos y escupí el agua en un impulso. Jadeé en busca de aire y sentí mi pecho subir y bajar.
«¡Estoy respirando! ¡Sigo viva Dios mío! ¿Quién me rescató?»
No tardé nada en observar al que me sacó de la profundidad, lo tenía frente a mí tapando la luz del cielo, aunque escaseaba por las nubes espesas.
Un pecho ancho, de piel morena casi rojiza me saludó. Subí la vista hasta encontrarme con sus ojos oscuros como la noche, gotas caían por su cabello negro azabache y me miraba con un semblante entre preocupado y aliviado.
Pude reconocerlo por intuición.
«¿Jacob?»
Quise preguntar, pero mis labios estaban sellados como siempre, no dudaba que mi expresión era de estar sorprendida por su aparición.
—¿Emilia? ¿Eres Emilia, verdad? —preguntó entre emocionado y confundido.
Me incorporé queriendo sentándome, siendo ayudada por él. También me di cuenta de la presencia de otras dos personas que estaban de pie a un metro nada más, observándonos con expresiones curiosas.
«¡Pero bueno! ¡Desperté en la isla de los músculos!»
Volví a mirar a Jacob y no pude evitar sentirme impresionada. Él de verdad no aparentaba sus dieciséis años. Era enorme en todos los sentidos.
Asentí recordando la pregunta que hizo. Dándome cuenta que también me había reconocido.
¿Era eso bueno o malo?
Al ver mi respuesta, se puso de pie y me ayudó por los codos a estarlo.
—¡Cielos! ¡De verdad eres tú! No puedo creerlo. —Me escudriñó de arriba abajo como si quisiera corroborar que en verdad era yo. Al toparse de nuevo con mis ojos, frunció el ceño—. ¿Cómo has terminado así? Tuviste suerte de que te vimos caer. Estarías durmiendo con los peces.
Con mi ropa chorreando, hice una mueca. Acomodé los mechones que sentía pegados en mi rostro. Giré la cabeza para mirar el punto donde se suponía había caído.
No, me habían empujado.
「 Alguien me empujó. 」
Moví las manos inconscientemente. Pero después chasqueé la lengua, probablemente no me entenderían.
Jacob elevó las cejas con verdadera sorpresa.
—¿Te empujaron? Pero si acabas de llegar, ¿tan rápido te conseguiste un enemigo? —Ladeó la cabeza.
Agrandé los ojos estupefacta por dos cosas.
「 ¿Puedes entenderme? ¿Cómo sabes que acabo de llegar? ¿Me recuerdas? 」
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Editado: 24.10.2025