—¿Qué Isabella hizo qué?
Mamá Vanessa no preguntó de manera escandalosa ni se alteró al enterarse de lo sucedido. Todo lo contrario, su voz sonó amenazante, escupiendo las palabras entre dientes con una expresión que daba miedo. Se veía que podía romper cualquier cosa que se le pusiera en sus manos.
Eliana se levantó de un salto.
—¿Dónde está? —Se movió de un lado a otro con los puños apretados—. ¿Dónde está esa lunática que se atrevió a querer matar a mí hermana? —preguntó con un tono más elevado de lo normal.
Papá Robin que no había dicho palabra aún, se levantó para agarrar los hombros pequeños de Eliana y la sentó. Acarició su cabeza.
—Tranquila fiera, me encargaré de esto —sonó calmado, pero si te fijabas en su cuerpo, irradiaba tensión y su expresión era sombría hasta la seriedad. Se colocó el abrigo que había dejado descuidado en el mueble al llegar y palmeó sus bolsillos, escuchando el sonido de las llaves—. Hablaré con Charlie. —Dio unos pasos hasta acercarse a mí y me dio un beso en la coronilla, me sonrió para tranquilizarme y hacerme entender con esa mirada que todo estaría bien. Se retiró con pasos apresurados.
Suspiré y me abracé. Ver las emociones que surgieron en ellos por lo que me había pasado caló en mi corazón. Era bonito sentir que se preocupan por ti con mucho cariño.
Era una sensación nueva y novedosa porque normalmente eso no pasaba en mi realidad.
Ahora retrocediendo un poco de cómo llegamos a este punto de la conversación, Jacob me había dejado hace media hora en mi casa.
Por primera vez me monté en una motocicleta, no hice quejas a pesar de que no me gustara la idea porque no tenía opción. Pero aún teniendo esas reticencias, sabía que con Jacob no me pasaría nada. Al menos en la conducción.
Antes de alejarme de él, me avisó que pronto volvería para hablar correctamente, lo cual accedí dándole un recordatorio de que no se apareciera cuando Eliana estuviera en casa.
Cuando entré a la casa, mamá Vanessa estaba cocinando la cena, papá Robin viendo televisión y Eliana dibujando sentada en el suelo, apoyándose con la pequeña mesa que estaba en el centro de la sala.
El primer par de ojos agudos que recayó en mí fueron los de Eliana, y obviamente se percató de inmediato sobre la ropa de hombre que vestía. Llamando la atención de todos al hacer la pregunta pertinente de a dónde estaba y de quién era la ropa.
No era alguien de exteriorizar y desbordar continuamente sus sentimientos. Pero en cuanto escuché la pregunta, volví a pensar en lo sucedido y un pequeño temblor me azotó, expliqué con manos temblorosas y lágrimas deslizándose por mis mejillas.
Ellos se sorprendieron y asustaron al verme en ese estado y se acercaron a mí. Sus expresiones cambiaban constantemente a medida que relataba con mis manos. Estaba segura que mi expresión no era bonita de tanto que distorsionaba mi cara para aguantar.
Me sentaron en el sofá y solo estuvieron atentos a mis manos, sentí las palmadas de mamá Vanessa en mi espalda, papá Robin arrodillado frente a mí y Eliana copió la posición de papá, tapándose la boca con sus manos.
Y así fue como habíamos terminado. Eliana ni siquiera se emocionó cuando mencioné a Jacob ni lo que conllevaba ir a la tribu Quileute, solo se preocupó por mí.
El sentimiento reconfortante me invadió por la compañía de los tres. Comenzaba a pensar que si había una forma de regresar, no sabría cómo sobrevivir a no tener más el cariño de esas personas.
«No me había dado cuenta que estaba tan hambrienta de afecto familiar en mi realidad».
No era consciente de que me hacía falta algo así hasta que no lo presencié de primera mano.
Una taza humeante apareció en mi campo de visión, seguía en el sofá, con la ropa puesta de Jacob, y Eliana estaba abrazada a mi costado dormitando, se puso a llorar después de que papá Robin se fuera y que el enojo se apaciguara.
Elevé la vista para encontrarme con el rostro teñido de tristeza de mamá Vanessa. Al conectar nuestros ojos, ella suavizó más su mirada con una sonrisa.
—Ten cielo, es un té relajante.
Agradecí con la mano y lo agarré con cuidado. Al soplar levemente y beber un sorbo, me recordó al té que me hizo Jacob en su casa. El sabor era parecido, pero efectivo.
Ella se sentó a mi otro costado y pasó el brazo por detrás de mí, apoyándose con el respaldar. Apoyó su cabeza muy cerca de mi hombro.
—Estoy tan sorprendida y decepcionada de Isabella, no la creí capaz de algo así —comenzó a hablar de manera baja por Eliana.
«Yo tampoco, pero supongo que aquí ya no es válido lo que conozca de sus personalidades predeterminadas en la historia. Son personas al fin y al cabo, por increíble que sean de una novela y estemos en ella».
Aunque pensé en todo eso. Me limité a asentir.
—¿Pero con qué razón lo hizo, Lia? Todavía no lo tengo claro.
Se separó un poco de mí y me observó. Aguanté su mirada unos segundos y luego la bajé, acomodando la taza entre mis piernas para poder usar mis manos.
「 Creo que tiene un problema psicológico. Ella... Está celosa. 」
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Editado: 26.10.2025