Escribí cada palabra en el aparato con atención.
—Papá, ¿en qué año pasamos las fiestas en Toronto? —La voz de una mujer sin emoción se hizo escuchar en el silencioso auto.
Él me miró brevemente con una ligera sorpresa, pero luego sonrió regresando la vista al frente.
—¿Estás recordando un poco más?
—Tuve las memorias de esas vacaciones, pero no sé la fecha exacta de cuando fuimos.
Estuvo en silencio por varios segundos, probablemente reuniendo las piezas de esas vacaciones para contarme.
—Fue en dos mil cuatro, hace año y medio más o menos —compartió con semblante nostálgico—. Tú mamá quería ver a tus abuelos porque no se sentían muy bien en esa época y decidimos pasar esa temporada con ellos.
Mordí el interior de uno de mis cachetes. Tecleé rápidamente porque tal vez esperaba algo... más.
—¿No pasó nada inusual?
Giró a verme otra vez por un segundo y arqueó la ceja.
—No que yo sepa. ¿Por qué? —Enfocó sus ojos en el camino.
Suspiré suavemente. Obviamente no me diría; "Y viste un vampiro."
—Por nada en especial, al no saber la fecha, me puso un poco nerviosa.
Entonces él se rió y colocó su gran mano en mi cabeza para acariciarla.
—Lia, sé que estás pasando por un proceso de recordar, pero incluso así, está bien si se te escapan detalles, la memoria no permanece intacta para siempre. Yo también he olvidado algunas cosas.
Asentí al ver que su mano seguía en mi cabeza y la regresó a la palanca de cambios.
«Pero me has proporcionado lo que necesitaba al menos».
Con la charla tenía la leve esperanza que más fragmentos aparecieran, pero mi mente estuvo en silencio, no hizo manifestación de nada. Lo único que sabía ahora era que el viaje fue hace un año y medio, y que Emilia tendría diecisiete años.
Por lo menos existía un pequeño progreso.
Y hablando de progreso, pronto llegamos a la casa de los Swan, una pequeña y sencilla de color blanco de dos pisos. Así como la mayoría de casas en el pueblo, la de ellos también se encontraba rodeada de árboles altos y vegetación típica.
Pude ver frente a la casa, estacionado verticalmente la camioneta roja de Isabella y de manera horizontal, al costado del camino de la carretera, el de policía que usaba Charlie.
Al apagarse el motor detrás del auto de policía, papá Robin no salió de inmediato. Me miró por unos segundos.
—Si quieres salir rápido, hazme la señal y nos vamos —sugirió sin dudar.
Sonreí de lado por aquello, pero asentí para dejarlo tranquilo.
Ambos bajamos del auto una vez que di el primer paso, regresando al ambiente frío que estaba esa tarde en Forks. Si observaba el cielo, probablemente llovería, no podía estar segura del todo porque el pueblo siempre se encontraba nublado.
Vi nuevamente la casa, era bastante acogedor si ignoraba quién se encontraba en su interior. Pisé el césped verde para colocarme sobre el pequeño camino que llevaba hasta la puerta. La verdad, me encontraba un poco nerviosa.
Robin llegó primero, y tocó la puerta con la articulación del dedo medio, ignorando por completo el timbre. Era muy probable que Charlie estuviera esperando cualquier sonido que no era necesario hacer tanto ruido de nuestra llegada.
Pensé que sería así, ya que no hizo falta llamar una segunda vez, a los segundos, la puerta fue abierta. Apareciendo entonces el jefe de la estación de policía.
Charlie Swan. Aparentando una edad entre sus cuarentas, se conservaba bastante bien. Con su gran altura que ahora no se podía apreciar bien debido a sus hombros caídos, complexión delgada, que de inmediato noté no era normal, su cabello castaño y rizado que parecía más despeinado, y su característico bigote. En su mirada de ojos color chocolate, tenía una expresión cansada y entristecida.
Otra vez no pude sentir más que lástima por él. Sin duda era un buen hombre, de pocas palabras, pero de buen corazón. No merecía pasar por el estrés de ahora.
—Hey —saludó en voz baja, con los brazos en su cintura y haciéndose a un lado para indicarnos que podíamos pasar.
Vestía el traje de policía, así que no estaba segura si luego saldría.
—Charlie. —Vi a mi padre darle un apretón en su hombro antes de pasar.
Sonreí sin mostrar los dientes y saludé simplemente con la mano de manera tímida. Si era sincera, la incomodidad comenzó a instalarse en el aire.
La sala de estar fue lo que vi nada más entrar. No tenía nada llamativo, hasta se podría decir que era anticuada, con muebles prácticos, ni modernos ni elegantes. Como lo imaginé y retrataron, el interior de la casa era modesto sin una decoración excesiva, reflejando perfectamente la personalidad de Charlie y la vida de un hombre soltero.
Charlie pasó por mi lado después de cerrar la puerta y se dirigió al centro donde estaba el sofá. Señaló con la mano.
—Pueden sentarse si lo desean. —Ofreció con una sonrisa tensa.
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Editado: 26.10.2025