“Desde el principio de los tiempos los humanos han tenido un don especial y único que no comparten con ninguna otra especie, el don de crear vida a partir de la nada, crear monstruos inimaginables, y escenarios hermosos, la gente a subvalorado este don, sin saber que, de no ser por él, nada de lo que la humanidad ha podido lograr... no".
"De no ser por este don, ni siquiera la propia humanidad seguiría existiendo"
—Douglas T. Butcher
Año 2067...
En la oscuridad de la noche tras recibir la señal de auxilio, la pequeña embarcación se acercaba a un barco volcado por las mareas tal como lo habían asumido con anterioridad.
La enorme embarcación relucía un escudo de un globo terráqueo atravesado por un enorme árbol, el escudo característico de la alianza.
En los restos del casco había un grupo pequeño de supervivientes, quienes al ver a la embarcación desconocida rápidamente se levantaron en armas, en respuesta la mujer de negro, también apunto a los oficiales con la escopeta del barquero.
—¡Identifíquense! —exclama uno de los soldados de la alianza.
—Qué raro. ¿"Identifíquense" es la forma actual de decir gracias por salvarnos? —reclama la mujer.
De entre los soldados aparece un hombre, un anciano vistiendo ropas blancas con cuatro estrellas negras en la solapa, es la identificación de oficial mayor de la alianza, debía tratarse del capitán de la nave.
Sus hombres bajaron sus armas y a regañadientes también lo hizo la mujer.
—Gracias por venir, era nuestra última bengala, soy el oficial Marlon Montgomery capitán de la S.S Circe —espeta el capitán —Me temo que aunque apreciamos su ayuda, su embarcación no será capaz de transportar a todos mis hombres.
—¿Qué fue lo que les ocurrió? —pregunta Sharkie al ver los notables daños del barco.
—Nos atacó un usuario, no sabemos lo que quería, simplemente apareció de la nada y arrancó los motores del barco —expone el capitán.
—¿Vio su rostro o qué tipo de habilidad tenía? —pregunta la mujer.
—Lamento decirle que no, lo único que fuimos capaces de ver fue que el usuario estaba envuelto en una capa roja —responde.
Al escuchar esta afirmación, la mujer reaccionó, puesto a que tenía una leve idea de quien podría tratarse, hoy más que nunca antes desearía estar equivocada.
—Podríamos transportar a algunos de ustedes a la costa más cercana... —aclama Sharkie antes de que la mujer lo agarre de los hombros y le susurre al oído.
—Oye, ¿qué estás haciendo?, eso nos desviará de nuestro destino —espeta en voz baja.
—Pues parecería sospechoso si no tratamos de ayudar—responde.
—Esto es problemático, estas personas fueron atacadas por la secta del mar rojo, si nos involucramos, ya sean ellos o la alianza, alguien acabara por matarnos —expone la mujer.
—No creo que sea el caso —señala Sharkie, cuya habilidad de detectar el peligro no se había activado con los agentes — podríamos quizá…
En un instante las palabras del barquero se cortaron, mientras el miasma de peligro que rodeaba a la mujer incrementó de golpe. Furiosa, de un salto se subió al barco de la alianza.
Un aura de color negra empezaba a manifestarse a su alrededor, conforme una figura sombría, emergía de su sombra, envuelto en una larga capa negra dando a relucir solo un par de ojos rojos.
La mujer levantó su brazo hasta el cielo, al hacerlo, de la entidad a su espalda emergió un gigantesco pilar con la forma de un cañón de rifle, el cual disparó un haz de luz al cielo iluminando el oscuro océano con un sol rojo de mayor intensidad que la luz del día.
Acto seguido bajo su brazo y retiró a su constructo, pero la luz no desapareció.
—Ese faro brillará, como por unas cinco horas, además que seguro llamará la atención de uno o dos satélites, debería ser suficiente tiempo para que alguien mas venga en su auxilio —exclama la mujer volviendo al bote.
—De verdad, no sé qué decir —espeta el capitán asombrado.
—No digas nada, nosotros no estuvimos aquí —responde regresando al barco de Sharkie.
—¿Cómo se llama, usted...? —pregunta el hombre mientras la pequeña embarcación empieza a alejarse.
El faro era perceptible inclusive desde la costa a kilómetros de distancia, donde en la copa de sus edificios una figura sombría envuelta en una capa roja observaba la luz.
La Villette Francia, Hace varios años...
Era mediodía y en el centro de una ciudad cubierta por la nieve se erguía una iglesia.
La iglesia estaba fría debido a la fuerte ventisca que había ocurrido la noche anterior, como cada domingo el padre asignado a ella ayudaba a limpiarla después de su servicio matutino.
Pero este día era más especial que otros debido a que hoy era el solsticio de invierno, y debían preparar todo para la misa navideña que acostumbraban hacer esa noche.
Mientras estaban a punto de terminar, el padre se quedó solo en el salón cuando escuchó un curioso sonido.
Alguien había entrado en el confesionario silbando una suave melodía, a el le parecía algo extraño, puesto a que las puertas estaban cerradas, pero en estas épocas festivas no podía negarle la expiación a ningún samaritano.
Se acercó a la caja, se sentó y abrió la rejilla:
—Perdóneme padre, que he pecado, mucho —dice desde el interior una mujer, por el tono de su voz debía tener entre unos 20 o 25 años.
—¿Cuéntame, ¿qué te aflige? —espeta el cura a su lado.
—He vivido una vida en pecado, he mentido, he robado, e incluso he asesinado, en nombre del país que amo —expone la mujer con un tono que denotaba su dolor.
—¿Fuiste una soldado, ¿no? —pregunta el padre —Es común que se sientan afligidos por los actos que cometieron en el campo de batalla.
—¿Usted lo entiende? —pregunta la mujer.
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Editado: 25.06.2022