La magia de la víspera de navidad caía sobre las calles de Toronto. Las calles se cubrían del blanco de la nieve y eran iluminadas por los adornos y decoraciones que la gente había colgado.
Dos policías hacían guardia frente a un centro comercial mientras escuchaban la transmisión de la época.
Esbozaron una pequeña sonrisa reconfortante cuando vieron del edificio salir a una amable mujer cargando un par de tazas grandes de cocoa.
—Feliz navidad, señores —exclamó la mujer entregándoles las tasas.
—Feliz navidad Carly —respondieron al unísono.
—Sabía que eran ustedes los que estaban estacionados aquí —señaló la mujer —¿Qué no tienen dónde ir esta noche?
—Ahora que mi hija está en la universidad, no hay nadie esperándome en casa —respondió uno de los oficiales.
—Este es mi regalo de navidad. Prefiero estar aquí que con mi ex esposa y su nuevo esposo —expuso el otro oficial —¿Y qué haces aquí?, tu si tienes gente en casa esperándote.
—En víspera de navidad es cuando los ebrios y los torpes vienen a buscar sus compras a última hora —contestó socarronamente —Además, puede que pasar un tiempo con sus hijos ponga en cintura al holgazán de mi marido.
—Al menos tú tienes algo que hacer. Dudo que ocurra algo interesante hoy, no bajo la atenta mirada de San Nick... —espeto antes de ser interrumpido.
La radio de la patrulla empezó a sonar antes de transmitir un mensaje.
—"A todas las unidades disponibles, tenemos un código 10-16, repito 10-16".
—Allanamiento a la propiedad privada —aclama uno de los oficiales.
Ambos oficiales voltearon a verse, uno sorprendido por la coincidencia y el otro con la mirada segura, sabían lo qué tenían que hacer.
La mujer les dedicó una despedida con la mirada a lo que los oficiales respondían con una mirada de insatisfacción por tener que trabajar esta noche. El motor se puso en marcha y ambos partieron sin demora.
Al llegar al lugar encontraron un silo de gas natural claramente abandonado, que, y a pesar de que el lugar no haya estado en funcionamiento durante varios años la empresa seguía siendo propietaria de los terrenos.
Los oficiales bajaron de la patrulla con un par de linternas y un arma enfundada, en el mejor de los casos solo debía tratarse de unos adolescentes o algún desposeído huyendo del frio, pero no había garantía.
Se adentraron mucho más en la propiedad, pero solo encontraron instalaciones desoladas, nadie había estado aquí hace más de una década, la erosión en las paredes y la maleza eran evidencia de ello.
No había otro sonido más que sus pisadas y goteras a lo lejos.
Eventualmente ambos se toparon en un pasillo, y con una mirada se pusieron de acuerdo para separarse y abarcar más terreno, entre más rápido lo hicieran, más rápido podrían terminar.
—Demonios, el lugar es grande —Reclamo uno de los oficiales.
Pasaban los minutos y aun no terminaban de inspeccionar toda la zona...
Uno de los oficiales se coló en una habitación con ductos de aire operando, cuyo funcionamiento desconocía, pero además de eso nada preocupante a su alrededor.
Ya estaba a punto de dar todo por terminado y reportar la falsa alarma, pero entonces su comunicador comenzó a sonar.
—Oye Eli —llamó su compañero desde el comunicador —creo que deberías venir a ver esto.
Ambos se reunieron en lo que parecía un almacén de suministros con una enorme puerta metálica dentro, pero a diferencia del resto del lugar la puerta tenía un diseño más moderno.
Confundidos, uno de los oficiales dio un paso al frente, su compañero lentamente comenzó tomar posición para cubrirlo de ser necesario.
El oficial estiró la mano para tocar la entrada, pero al contacto la gruesa puerta de acero se redujo a simple polvo, revelando unas escaleras que descendían a una planta inferior.
Con precaución, uno de los oficiales bajó un escalón y volteó la mirada para indicar que todo estaba bien. Comenzaron a bajar y al llegar al último peldaño se encontraron con una siniestra instalación.
Encendieron sus linternas para revelar el pasillo puesto que las luces parpadeaban y no dejaban ver bien, el lugar parecía ser un hospital o un psiquiátrico con el mismo ambiente que una película de terror.
La imagen era perturbadora, todo el lugar estaba repleto de marcas de sangre, pisadas en las paredes y el techo, En el suelo había marcada una línea de quemadura, como si un láser lo hubiera hecho y en las paredes alguien había escrito "Ha Ha Ha" con una suerte de sangre negra, ambos titubearon antes de dar otro paso.
—Oye Jerry, ¿no crees que ya nos hemos adentrado lo suficiente? Pidamos refuerzos y hagamos el reporte antes de que aparezcan xenomorfos, guasones o algo... —vaciló Eli antes de ser interrumpido por algo que venía de la oscuridad tras ellos.
—Espera, ¿qué fue eso? —Un fuerte golpeteo venía de una de las habitaciones. Jerry, quien había puesto su mano en la funda de su arma al escuchar el ruido se decidió a desenfundar— ¡Es la policía! Salga donde pueda verlos.
No hubo respuesta.
—Jerry creo que este es el momento ideal para...
Antes de poder terminar su oración una persona se manifiesta detrás del oficial Eli, junto a una presencia que lo paraliza completamente.
Lentamente, intentando que sus pasos hicieran el menor ruido posible, se aproximó hacia la puerta de la que creía que venían los ruidos, ignorando que tras de él su compañero había desaparecido.
La luz de la linterna se coló por el espacio que dejaba la puerta entreabierta, posó su mano en el pomo y metiendo el cañón de su arma primero, abrió la puerta, pero no entendió lo que vio al instante.
Un niño se hallaba conectado a una extraña silla en medio de la oscuridad, tenía los ojos vendados en un extremo de la habitación. Con precaución el oficial Jerry se cercioró de que no hubiera nadie escondido en los alrededores.
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Editado: 11.01.2023