Order Volumen 2

VII: Grimms

"Por eones los humanos rezaron a los dioses, por prosperidad y seguridad en la batalla"

"En la antigüedad los vikingos lanzaban cientos de lanzas al aire sobre sus enemigos, ellos creían que una de esas lanzas sería guiada por el dios Odín"

"La fe en los dioses Nórdicos ha sido considerada barbárica y violenta, nada más parecido a la naturaleza humana"

—Douglas T. Butcher

Rumania, año 1450...

Durante mil años los humanos han vivido con temor, resguardándose en sus hogares de los monstruos que habitaban en la oscuridad.

Pocos son los registros de este periodo de tiempo y los documentos encontrados estaban llenos de demonios, brujería y actos de paganismo.

Pocos son los historiadores que saben que estos registros eran ciertos y a la vez estaban incompletos.

Entre los pocos conocedores, existía una familia con tal sintonía con el mundo sub-natural, que se vieron obligados a distanciarse del resto del mundo y en su hora más oscura estuvieron dispuestos a vender sus almas al mismo diablo para librar el mundo de las huestes demoniacas.

En las profundidades de esa tierra infernal, una jauría de sabuesos infernales arrastraba a personas hasta su guarida.

Dentro, criaturas demoniacas de todas formas razas y tamaños, suficientes para someter un reino, observaban a los humanos capturados guardando su distancia.

De entre los monstruos una sombra se levantó de la oscuridad, adoptando una apariencia humana, un hombre de cabellos negros y lacios, piel pálida y ojos rojos, profundos como el infierno.

—Así que son estos los últimos —afirma ante los rehenes —Son los últimos supervivientes de esta molesta familia que nos ha sido una piedra en el zapato durante los últimos 800 años. flacos y blandos, repulsivamente... humanos.

La figura sombría empieza a caminar entre los rehenes. Pero entonces entre los rehenes una llama su atención.

—Pero ¿qué tenemos aquí?

Una monja, en un habito negro y desgastado y una cruz de un metal rojo en su cuello, cabellos dorados que cubría su espalda y ojos verdes como esmeraldas, observando al oscuro ser sin temor, únicamente con odio.

—Una mujer no debería estar en un sitio como este —espeta mientras acerca su mano a ella.

—No te atrevas a ponerle una mano encima —grita un hombre mayor entre los presentes.

—Padre —Aclama la joven monja.

—Si te atreves a ponerle una de sus sucias garras encima... —antes de poder terminar, el anciano explota en una gran mancha de sangre.

—Los mortales hablan demasiado —señala la sombría entidad ante si grotesca acción.

La joven quedó atónita ante la imagen, mientras uno a uno los hombres de esa familia eran masacrados por las bestias demoniacas.

Algunos murieron al instante, mientras que otros sufrieron una muerte lenta y duradera, pasaron 3 días, hasta que en el centro de todo solo quedo aquella joven.

—Dime ahora, tienes miedo... —espeta mientras la fuerza levantar su mirada solo para encontrar no un rostro asustado sino uno iracundo.

La monja agarró la cruz de su cuello enredando la cadena entre sus dedos para atacar a la entidad, quien detuvo su golpe sin más, pero en el espacio que ella había golpeado la piel de la entidad empezó a arder en un tono rojo puro.

—Una cruz de oricalco —señala ante la situación —Tu padre tenía razón tú no eres como ellos, eres capaz de hacer más de lo que esos ancianos nunca pudieron hacer en sus miserables vidas, dime cuál es tu nombre... —La joven levanta su cabeza mira a la entidad a los ojos y responde.

 —Nigthfall…, Nigthfall Van Helsing.

Zona muerta Cocytus, Año 2067....

Habían pasado dos días desde que la mujer de negro llego al continente.

Los soldados de la alianza a quienes ayudó en el ataque de los Wraiths a penas le dieron un abrigo y un auto con tres cuartos de gasolina, para recorrer la zona muerta.

La mujer estaba cansada buscando arduamente pistas de un lugar que no es probable que aun exista y de una persona que nunca debió existir.

Estaba a medio día de la cordillera de Tok, en este punto ya ni siquiera seguía por el dinero, solamente quería la confirmación de que esa persona estaba muerta.

Mientras meditaba internamente, frente a ella en plena oscuridad emerge una persona envuelta en una capa roja.

Rápidamente la mujer desvía el vehículo para evitar golpearla, chocando en su lugar con unos árboles junto al camino.

De una patada abrió la puerta del vehículo buscando al encapuchado entre la oscuridad, solo para notar como este la observaba justo a un lado de su rostro.

En su rostro el encapuchado llevaba una máscara negra solo exponiendo su ojo izquierdo.

El encapuchado la observaba con curiosidad, pero la paciencia de la mujer se agotó rápido.




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