Order Volumen 3

IV: Nieve que cae al amanecer Acto 1

He cometido un grave error.

Traté de librar las almas de mis hijos y los hijos de mis hijos de nuestra horrible maldición.

Y del peso que cargamos con nuestro apellido.

Creí haber encontrado una luz de esperanza.

Pero en lugar de eso, he hecho un descubrimiento capaz de cambiarlo todo

O destruir todo lo que conocemos.

—Diario de Víctor Van Helsing, 13 de octubre de 1892

Existe una expresión, "cuando ya has tocado fondo lo único que queda por hacer es subir”, pero ¿Qué es lo que determina que es el fondo, ¿perder todo tu dinero?, ¿perder tu libertad?, ¿perder siquiera el derecho a ser reconocido como un ser humano?

Una persona podría sufrir estas y cien cosas más, e incluso así aún podría caer más bajo, porque no existe límite alguno de aquello a lo que llamamos el fondo.

En un aeropuerto de Europa oriental, año 2058…

A horas de la noche una gran multitud salía del último vuelo proveniente de los Estados unidos, el aeropuerto estaba lleno de diferentes idiomas, al igual que de personas de todas partes del mundo.

Pero entre el gentío se podía destacar a una persona, una joven mujer usando una capucha roja llena de vectores que le llegaba hasta los pies, con el rostro completamente vendado, y una mirada ida.

Mientras pasaba por la aduana es detenida por un grupo de oficiales…

—Disculpe señorita, ¿podría por favor mostrarnos su documentación?, es por protocolo —solicita gentilmente el oficial.

Al verlo ella responde a su amabilidad con una mirada hostil.

Este queda paralizado tras ver sus ojos sedientos de sangre, incapaz de notar que ella le estaba mostrando su documentación y pasaporte.

—Bien, parece que tenemos todo en orden, veo que es su primera vez en Bielorrusia en mucho tiempo, ¿a qué se debe su visita? —pregunta cordialmente el oficial.

—Bueno, ya sabe lo habitual —responde —Gente que ver, tareas que completar, cabos por atar...

Maramures Rumania, hace 23 años...

El fuego cubría la tierra mientras el mundo caía en una guerra total, la sociedad que conocían había desaparecido, el miedo en los corazones de la humanidad ennegrece sus almas llevándolos a hacer atrocidades solo para sobrevivir.

Robo, asesinato, violaciones, todo estaba permitido, no es un mundo donde uno quisiera crecer y mucho menos nacer.

En el interior de una estructura similar a un castillo antiguo, dentro de sus largos pasillos, más allá donde la luz no puede alcanzar, los gritos forzosos de una mujer resonaban en aquel aire infernal.

En una de las recámaras, que bien en este estado podría compararse a mazmorras se podía contemplar a un grupo de mujeres, todas ellas de edades entre 18 y 25 años, cada una con un número tatuado a un costado de la cara.

Todas se veían bastante agotadas, sus cuerpos daban a relucir marcas de azotes y ataduras, pero inclusive tras la situación no parece que estén sufriendo por la inanición.

En el centro de todas ellas yace una mujer joven de alrededor de unos 22 o 24 años en plena labor de parto, rubia con ojos verdes azulados, tatuada con el número "211” gritando de dolor mientras las demás la sujetaban.

El aire de la habitación se viciaba mientras ella estaba a pocos segundos de caer desmayada; ninguna de las presentes sabía que hacer, pues todas las presentes eran "Inmundanas".

Un término usado antes de la guerra para describir a aquellos no humanos, seres de sangre impura que habían sido vendidos, secuestrados, torturados y reprogramados para la servidumbre, a manos de “esa familia”.

Entre los gritos y la confusión, una de las Inmundanas entra al lugar, junto a ella había un soldado quien veía con disgusto y horror la escena ante él.

—Rápido, por favor ella necesita su ayuda —exclama la Inmundana que lo acompaña.

—Cuando me dijiste que necesitaban un doctor no esperaba esto, yo no soy de esa clase… —responde incapaz de moverse del lugar.

—Por favor ¿hay algo que pueda hacer? —pregunta otra de las Inmundanas mientras todas empiezan a rodearlo en busca de respuestas.

El hombre presente en el lugar era médico militar, no sabía cómo realizar el procedimiento de parto, además él sabía que al ser ellas Inmundanas no podía ingresar en la propiedad, ni ponerles un dedo encima.

Eso desataría la ira de esa familia sobre él; pero a pesar de eso él seguía siendo un ser humano.

—Primero necesito que todas retrocedan la están dejando sin aire —exclama, y ellas sin cuestionar obedecen —Necesito toda la tela que puedan conseguir, también agua limpia y un botiquín si disponen de él.

El médico aunque nunca había hecho esto ya era conocedor de la teoría, aunque fuese solo por películas y libros, no era momento de temer aunque fuera en este mundo y en este lugar, en sus manos una vida estaba en juego.




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