El plan de Kamir había comenzado a tomar forma. Oreyet, quien en tiempos pasados jamás habría depositado su confianza en ella, comenzaba a abrir su corazón a la posibilidad de la alianza. El cielo, en un espectáculo de colores intensos, parecía detenerse en el tiempo; el sol, teñido de un profundo rojo como la sangre, se desvanecía en un resplandor anaranjado brillante que iluminaba el horizonte.
-Oreyet, debemos darle un golpe antes de que logre recuperarse -exclamó Kamir con determinación.
-¿Cómo es posible que posea tal magia para sanarse? -preguntó Oreyet, con la inquietud reflejada en su mirada.
-Es gracias a la argolla, que está imbuida de poder arcano. Mientras la posea, no podremos infligirle daño sin que se restablezca -respondió Kamir, sus ojos brillando con la urgencia de la situación.
-Entonces, no perdamos más tiempo; ya nos ha avistado -replicó Oreyet, mientras Draiker descendía a gran velocidad hacia ellos, su pecho resplandeciendo con las llamas que ardían en su interior.
Oreyet se lanzó hacia el suelo, agitando sus enormes alas y levantando una nube de polvo que se arrojó contra el rostro de Draiker. Este, retrocedió para escapar de la tormenta de tierra, pero pronto comenzó a incinerar la vegetación circundante, creando una cortina de humo y cenizas. Aunque su visión se encontraba nublada, la magia de la argolla le permitía sentir el poder de Kamir acercarse o alejarse.
-Eres predecible, Kamir -dijo Draiker, girándose para enfrentarla mientras se preparaba para lanzar un torrente de fuego en su dirección. Pero Oreyet, con una agilidad sorprendente, la arrastró hacia abajo, desapareciendo en la nube de polvo. Draiker, sintiendo su presencia, notó que el aura de Kamir era débil; su aroma y sonido no eran los mismos de antes, lo que le llevó a decidir no atacar y a alejarse de esa esencia.
-No puede ser, se ha percatado del cuchillo -murmuró Kamir.
-Debió escucharlo; el cuchillo rompió el viento, y eso genera sonidos distintos a los de un cuerpo humano. Además, su aroma debió perderse entre el polvo -explicó Oreyet.
-¿Y ahora qué haremos? -inquirió Kamir.
-Debemos cegarlo, provocarle un dolor tan intenso que lo desconcentre -respondió Oreyet.
-Pero, ¿cómo? -preguntó Kamir, su voz cargada de frustración.
-No lo sé, no soy tan astuto -admitió Oreyet.
-¡Ay, Oreyet! Ahora no es momento de bromear... Haci que espera ya tengo un plan
Draiker, poco a poco, comenzaba a dispersar la cortina de humo con sus alas, mientras Oreyet y Kamir descendían al suelo en busca de hierbas venenosas entre los matorrales que habían sido consumidas por el fuego.
-¡Las encontré! Ahora, métete esto en la boca, tanto como quepa -dijo Kamir, con un brillo de determinación en sus ojos.
-Estas hierbas me causarán dolor -protestó Oreyet.
-Sí, pero no tanto como a él -replicó Kamir, señalando a Draiker-. Apúrate, que ya casi ha despejado el polvo.
-Ya casi -respondió Oreyet, con la boca casi llena de hierbas.
Con un salto poderoso, Oreyet se lanzó hacia arriba, chocando directamente contra el pecho de Draiker. Ambos se enzarzaron en una feroz pelea en el cielo, rasguñándose mutuamente, hasta que Oreyet logró acercarse a la cara de Draiker. Se miraron brevemente, y en ese instante, Draiker comenzó a calentar su pecho, preparándose para lanzar su aliento de fuego. Sin embargo, Oreyet fue más rápido y arrojó las hierbas venenosas que había ocultado en su boca directamente a los ojos de Draiker.
Draiker retrocedió, sollozando de dolor mientras gritaba:
-¡Cachorro cobarde! ¿Cómo te atreves a hacerle esto a tu progenitor? ¿Dónde está tu honor?
-Ha caído -dijo Oreyet, con una mezcla de triunfo y preocupación.
-Lo más probable es que se arranque los ojos para regenerarlos después. Requerirá mucha magia, y eso llevará tiempo -continuó Kamir.
-Ahora es el momento. Debemos quitarle la argolla -declaró Oreyet.
Kamir lanzó varios cuchillos alrededor de Draiker, quien, adolorido y sin otra opción, se arrancó los ojos.
-¡Malditas hierbas! Grrr, espero que mis ojos regresen pronto.
Desconcertado, Draiker comenzó a lanzar fuego a su alrededor, intentando dar con la presencia de Kamir. Su aliento de fuego impactó en una de las dagas, que explotó, esparciendo una gran cantidad de nieve que congeló su pecho, provocándole un dolor insoportable.
-Haaa -gemía Draiker, intentando respirar mientras rasguñaba su pecho para quitar el hielo que se había formado. Desesperado y con los ojos semi-curados, apenas logró ver a Oreyet acercarse, Draiker le propinó una poderosa bofetada con su pata, rasguñando su ojo izquierdo y con sus colas, lo empujó hacia atrás, pisándolo y sujetándolo del cuello.
-¡No me subestimes, Oreyet! -le gritó, observándola con los ojos ensangrentados a medio formar. En ellos, solo había una línea negra rodeada de venas verdes, a punto de estallar. -Jamás permitiré que seas el alfa, a menos que sea por tus propios medios -concluyó, clavándole las garras en el cuello y desgarrando su interior hasta lo más profundo de su garganta.
Oreyet, desesperada, intentó huir, pero Draiker se impulsó con su cabeza, girando con fuerza para golpearlo con su cola y lanzarlo al suelo con gran violencia. Oreyet cayó pesadamente, quedando enterrado en la tierra y formando un cráter a su alrededor.
-Jajaja -rió Draiker, con los ojos recuperados-. Creí que eras como tu padre, pero al parecer me equivoqué -dijo, y con una de sus colas, sacó a Kamir detrás de su espalda-. ¿De verdad pensaste que no me daría cuenta? Cuando Oreyet me atacó, tú saltaste a mi lomo para arrebatarme la argolla. Y como veo, lo lograste. Lástima que Oreyet no haya aguantado lo suficiente como para que volvieras a su lomo. ¿Y ahora qué haré con una bruja que prefirió sacrificar a su Dragón para su propio beneficio?