Los conflictos se intensificaron. Los Anunnakis, con tecnología superior, atacaron templos en Egipto, Mesopotamia, India y América. Los gigantes, aunque fuertes, comenzaron a caer ante armas desconocidas. Los híbridos luchaban estratégicamente, pero la guerra escalaba y las pirámides se convirtieron en fortalezas y laboratorios.
El arqueólogo moderno descubría que los templos alineados con precisión astronómica servían también como centros de defensa. Las tablillas relataban tácticas de combate, estrategias de ingeniería y rituales genéticos que permitían a los sobrevivientes enfrentar a sus enemigos. Cada batalla dejaba huellas que siglos después serían interpretadas como mitología o leyenda.
La desaparición de los gigantes quedó registrada en códices antiguos como un misterio. Sin embargo, la arqueología moderna mostraba evidencia física: esqueletos enormes, herramientas colosales y templos que desafiaban cualquier explicación. La guerra, aunque olvidada por la historia oficial, había transformado la genética y la cultura del planeta, creando híbridos, destruyendo algunas líneas de ADN y dejando un legado oculto que siglos después se revelaría.