Las investigaciones lo llevaron a cruzar datos de genética moderna con manuscritos antiguos. Descubrió que los portadores de sangre O negativo tenían mayor resistencia a enfermedades, pero también incompatibilidad con la mayoría de los tipos sanguíneos. Era como si no pertenecieran por completo a la especie humana.
Un texto encontrado en un templo en India relataba que estos “impuros” eran cazados, utilizados en sacrificios y en rituales que buscaban mantener el control de los dioses. Al compararlo con registros actuales, el arqueólogo vio cómo aún existían grupos secretos obsesionados con rastrear a quienes poseían este tipo de sangre.
La sangre O negativo era el eco de la manipulación genética de Noc y sus descendientes. Aquella línea, que alguna vez prometió longevidad y poder, se degradó con los siglos hasta dejar solo un vestigio en la humanidad moderna.
El arqueólogo sintió un escalofrío: él mismo era O negativo. Comprendió que no solo estaba investigando la historia, sino también el origen de su propia sangre.