En su huida, llegó a un refugio indígena donde ancianos le hablaron de una hermandad secreta que aún guardaba la memoria de los gigantes. Según sus relatos, descendientes de los constructores sobrevivieron en lo profundo de cuevas en Asia y Sudamérica, ocultándose de los Anunnakis y de los humanos que los traicionaron.
Los ancianos le mostraron un mural escondido: un mapa que conectaba el Himalaya, los Andes y las pirámides de Egipto. Decían que todos esos lugares fueron levantados bajo la guía de los gigantes, y que aún existían guardianes dormidos esperando ser despertados cuando la humanidad estuviera lista para conocer la verdad.
El arqueólogo, conmovido, sintió que no estaba solo. Había una red de guardianes que, como él, sabían que la historia oficial era una mentira. Y comprendió que su misión no era solo escapar, sino unir las piezas dispersas de la verdad antes de que el oro, la sangre y la ambición destruyeran de nuevo a la humanidad.