El holograma final proyectó escenas de destrucción: ciudades modernas ardiendo bajo bombas que no parecían de este mundo. Se hablaba de una guerra que estaba programada, un ciclo que se repetía cada ciertos milenios para reiniciar la civilización.
Los Vigilantes declararon:
—Cuando los hombres olvidan quiénes son, la purga es inevitable.
El arqueólogo comprendió el patrón: el cataclismo que había acabado con los gigantes, el diluvio, la caída de civilizaciones como Sumeria, Egipto, los mayas… todos eran reinicios planificados. Y ahora el mundo moderno estaba en la antesala de uno nuevo.
El líder de la Hermandad, con el rostro descubierto, reveló algo más terrible: era descendiente directo de una de las primeras mezclas de sangre. Su misión era custodiar el ciclo, no romperlo.
El arqueólogo cayó de rodillas, abrumado. Pero en su interior decidió que esta vez no sería igual. Había que romper el ciclo, aunque costara la vida