Oriol y sus astros

2. Strawberry, la Ciudad de la infancia de Eaves.

2. Strawberry, la Ciudad de la infancia de Eaves. 

Eaves empieza a tener celos de su tío John, debido a que este se lleva mucho mejor con su familia que él mismo. Oriol junto a su padre Eaves analizan la serie de documentos que había encontrado su padre la noche anterior. Después de inscribirse o registrarse de manera sorpresiva en la universidad, aparecen unos extraños en busca de Oriol. Bienvenido a Éter, Oriol se asusta al entrar al portal de esa universidad.

 

Un golpe sordo precedió al diluvio. Era el verano de Strawberry, donde la lluvia era tan frecuente como caprichosa. A veces se ensañaba con los corazones solitarios, ahogándolos en su melancolía. Otras veces se aliaba con el bosque, que parecía tener vida propia. Los árboles susurraban entre ellos, decidiendo cuándo regalar una tregua y cuándo desatar su furia.

 

Empapado y aterrado por lo que acababa de pasar, Eaves se aferró a la única explicación posible: había arrollado a alguna criatura del bosque, donde la vegetación ocultaba mil secretos y los animales acechaban en la noche. En sus manos temblaban el sobre y el documento que contenía. ¿Qué misterio encerraba? Con el corazón en un puño, llegó por fin a la casa.

 

—Creí que no vendrías, Eaves. La lluvia me llenó de angustia. Tu mujer y tus hijos te aguardaban con ansiedad, pero los convencí de que se acostaran. Yo te esperaría. — Eran las diez de la noche y el pueblo se hundía en la oscuridad. El bosque lo envolvía todo y la luna no se asomaba. Las lámparas de los postes apenas alumbraba. 

 

—Eaves miró a su tío con cariño y preocupación. —Tío, deberías descansar. No tienes veinte años para trasnocharte así. Recuerda que ya cumples 94. — Le dijo con suavidad.

 

—Tranquilo, hijo mío, no me hagas caso. A estas alturas, ya no me importa trasnocharme un poco. He preparado las habitaciones para tus hijos Evgenia y Oriol. Las encontrarás al final de este pasillo son acogedoras y silenciosas. Tú y tu esposa podrán descansar en el cuarto principal, el que fue testigo de tantos recuerdos de tus padres.

 

—Te lo agradezco de corazón, tío. Perdona mi tardanza. El camino se me hizo eterno por culpa de un percance que sufrí al volver. No sé qué fue lo que golpeé con el coche. Solo vi una sombra fugaz y sentí un golpe seco. Supongo que sería algún animal despistado.

 

—¿Te encuentras bien? Dijo John un poco exaltado por lo ocurrido con su sobrino. Viste, debiste hacerme caso cuando te advertí. En el campo existen animales nocturnos de entre los cuales podemos encontrar desde lobos, osos y gatos monteses que bueno que no te paso nada. 

 

—No te preocupes, el auto solo tiene un rasguño. Lo raro fue que al bajar a comprobar si había atropellado a alguien, me encontré con estos papeles que debían ser del sujeto con el que colisioné. Los dejaré aquí encima de la mesa, por si acaso vuelve a buscarlos mañana. 

 

—Ah, ya es bastante tarde, ya llegó la hora de dormir muchísimas gracias, tío por todo. —dijo Eaves inclinando el rostro hacia arriba. 

 

—No hay de qué. Eres mi sobrino al que creí haber perdido hace tanto tiempo. Incluso ahora, aún me intriga el hecho de que hayas tardado 20 años en regresar a verme, a tu tío, siendo yo el único miembro de la familia de tu padre que aún se encuentra vivo. John reclamó esto mientras Eaves comenzaba a ascender los escalones de madera de la casa ancestral, y escuchó su reclamo.

 

—Supongo que estás aquí por tu herencia, ¿Eso es? Porque si no fuera así no hubieras venido, verdad. 

 

—No, tío, como piensas así, esta no es la razón. Estamos aquí porque mi familia y yo queríamos saber si te encontrábamos vivo y nada más. Reaccionó Eaves muy sorprendido por la pregunta de su ya anciano tío. 

 

—Bueno, mañana seguiremos hablando, pues ya me siento un poco cansado. Dijo ya bostezando y arqueando la boca y levantando los brazos el venerable anciano. 

 

—Hasta mañana tío. Dijo Eaves desplazándose rápidamente para evitar seguir escuchando la voz de su tío, reclamando por sus desatenciones. 

 

Con esta pequeña conversación con su tío Eaves, quedó totalmente en shock al darse cuenta de que este ya conocía sus intenciones. Intentaría fingir, pues sería muy difícil engañarlo o convencerlo de vender la propiedad. Asintió moviendo la cabeza, pues John ya tenía 94 años y, en algún momento, tendría que palidecer, volverse lerdo, caminar con bastón y después enfermarse; entonces, aprovecharía esa oportunidad para deshacerse de él. El villano de Nueva York no esperaba que echar a sus tíos fuera de su propiedad sería tan difícil y se sintió desanimado al darse cuenta de que, aunque conseguiría algo, tomaría mucho tiempo.

 

 

A pesar de estar cansado por el recorrido por diferentes carreteras, dónde hizo intercambios de conducción entre su esposa y su hijo. No sé explicaba por qué Eaves no podía conciliar el sueño en la noche oscura: será que fue por el murmullo de los insectos nocturnos o si fue por los quejidos de su joven tía, la cual un poco más de la medianoche, junto a su tío, decidieron que era buena idea de tener relaciones, a pesar de tener visitas en el cuarto adyacente al de ellos. Los sonidos que salían de su habitación eran suaves, pero se escuchaban lo suficiente para molestar. Pensaba Eaves, “es que ella lo va a matar, lo poco que queda de mi tío, el cual pensaba encontrar moribundo se diluirá entre las piernas de una zorra y eso no debería de ser algo que yo pudiera permitir”. 

 

 Era eso o una pesadilla que le era recurrente; en ocasiones soñaba que los mafiosos, a quienes les debía, se llevaban a su esposa, secuestrándola hasta que él, le pagara el dinero que les adeudaba, por lo que despertó varias veces en la noche sudando y buscando a su esposa. 

 



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En el texto hay: accion, alienigenas, humanoides

Editado: 04.02.2024

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