Orión

Capítulo 1

Por regla general, las personas no logramos dimensionar que en muchas ocasiones de nuestra vida estamos viviendo de la mejor manera, que aunque seguimos teniendo metas y sueños, estamos en un punto en el que en el pasado era una de esas metas. Era de esas personas que en ocasiones pensaba en ese tipo de cosas, sin tener razón de hacerlo, pero para ese momento era como si mi subconsciente me dijera que debía valorar cómo estaban las cosas en ese momento, porque definitivamente todo eso iba a cambiar, y no tenía idea de hasta qué punto mi vida se transformaría.
- Creo que esa cátedra va a ser toda una tortura este semestre. – decía Lorena con cara de sufrimiento, mientras salíamos del auditorio.
Era nuestro primer día de nuestro segundo semestre en la universidad, Lorena era una de las chicas que había conocido en el primer semestre, y desde entonces había surgido una muy bonita amistad entre las dos.
- ¿Me estás escuchando? – dijo Lorena fulminándome con sus grandes ojos color chocolate.
- Sí, sí, que este semestre empezó excelente, con un profesor cascarrabias, el cual el primer día ya nos ha dejado dos trabajos y un examen. – dije haciendo señas con la mano para que se calmara, ella odiaba que la ignoraran.
Lorena era muy bonita, su pelo negro y en hondas enmarcaban su rostro, haciendo que sus grandes ojos color chocolate resaltaran; su cuerpo era bien proporcionado y poseía una hermosa tez acanelada, por lo que parecía que siempre tuviera un bronceado perfecto; algo que despertaba envidia en muchas chicas, eso y sus curvas. Podría ser muy popular, pero era de esas personas que no se callaba nada, y que, sin importar la situación, o el público, te iba diciendo lo que pensaba o sentía. No todos aceptaban ese grado de honestidad de su parte; así que su círculo social no era muy amplio.
Yo, en cambio, era blanca, con ojos café bastante claros; pelo castaño oscuro y liso, delgada, sin muchas curvas; y con un poco más de metro setenta y cinco de estatura; casi le llevaba cinco centímetros a Lorena. 
A mí no me importaba mucho que Lorena no tuviera pelos en la lengua; era algo a lo que ya estaba bastante acostumbrada por el lugar en el que había vivido toda mi vida; y lo que apreciaba en ella, era que no lo hacía con la intención de lastimar a los demás; cosa que no podía decir de las personas que siempre me habían rodeado.
- ¿Nos reunimos esta tarde en la biblioteca para empezar el dichoso trabajo? – dijo Lorena sacándome de mi ensoñación.
Me giré hacia ella y entorné los ojos.
- ¿De verdad? – dije poniendo mis brazos en jarras – ¿Quieres que nos echen como la última vez que estuvimos allá?
- ¿Qué? – dijo encogiéndose de hombros inocentemente – Yo no tengo la culpa de que la bibliotecaria no soportara un poquito de agua en una mesa.
Me reí, la cara de inocencia no le quedaba para nada.
- Sí, un poquito de agua… ¡fue una botella entera que derramaste sobre ese chico! – solté una carcajada.
- ¡Él se lo había buscado! ¡¿Quién lo manda de mirón?! – dijo Lorena con cara de indignación.
Recordaba ese día perfectamente, fue finalizando el semestre, habíamos ido a la biblioteca por unos libros para estudiar, estábamos con otros tres amigos; ella llevaba un vestido, y pasando por una mesa, un chico tiró su lápiz al piso con la intención de levantarlo e intentar ver un poco más allá del vestuario de Lorena; como ella no era tonta, sacó su botella de agua del bolso y sin pensarlo dos veces lo vació todo encima del chico, dejándolo totalmente mojado y siendo la burla de los demás, pues Lorena no se había conformado sólo con eso, sino que le había soltado todo un repertorio dejándolo como el peor pervertido de la historia. Cuando la bibliotecaria se había acercado, no reparó en el pobre muchacho mojado y humillado, sino en el libro que se había alcanzado a mojar por la reprimenda de Lorena; furiosa, nos sacó a todos de la biblioteca, nos vetó durante el resto del semestre y le hizo pagar el libro a Lorena.
- Sí, no digo que no se lo mereciera, pero gracias a eso tuvimos que hacer malabares para no suspender los parciales finales. – dije retomando el camino.
- Bueno, pero ésta vez no va a suceder nada, hoy no traigo vestido, además el veto ya pasó.
- Ok, nos vemos en la tarde, ahora voy a clase. ¿Tú qué tienes?
- Tengo libre y luego otra clase; entonces, ¿nos encontramos para almorzar?
- Sí, claro, quizás les envíe un mensaje a los demás para ver si podemos encontrarnos todos. – dije ya empezando a alejarme, pues se me haría tarde.
- Ok, ve tranquila… ¡y mira al frente que te caes! – soltó Lorena gritando a los cuatro vientos, haciendo que los que nos rodeaban la voltearan a mirar.
Al parecer no le importaba en lo absoluto llamar la atención, algo en lo que yo no podía decir lo mismo, pues yo si detestaba ser el centro de atracción.
Tenía clase de Humanismo y Cultura, y estaba contenta por poder verla ya que los cupos eran limitados. Hacía un día muy bonito, era opaco y las nubes invadían cada rinconcito del cielo, al parecer llovería más tarde.
- ¡Hola! – dijo una voz frente a mí, alcé la cabeza, pues estaba sentada en el suelo esperando a que abrieran el salón.
- ¡Hola! ¡Qué bueno que nos tocó la misma clase! – dije contenta al ver a otro de mis amigos, a él lo había conocido gracias a Lorena, así que realmente cuando la conocí a ella, fue realmente su presencia la que permitió que ahora tuviera tan buenos amigos.
- ¡Claro, yo sabía que no podrías vivir sin mí! – dijo Alejandro sentándose a mi lado y saludándome con sus particulares dobles besos – ¿Sabes?, me asustas Danna, ya no soporto este grado de acoso, quizás deba tener mayor precaución para lo que a ti te parece casualidad, porque estoy muy seguro que esto ya está pasando al grado de obsesión. – dijo muy serio mientras me miraba con sus ojos grises.
Lo había dicho con tanta convicción, que cualquiera que lo estuviera escuchando, pensaría que estaba hablando en serio.
- A ver, querido; para tu información, yo ya había anunciado desde el semestre pasado que cogería esta materia si me era posible, por lo que me hace pensar que el obsesionado aquí, eres tú. – dije mientras le daba un puño en un hombro, pues un tipo que al parecer no tenía nada mejor qué hacer que escucharnos hablar, se había quedado mirándome. 
Alejandro era un chico alto, como de metro ochenta; con unos ojos grises muy bonitos, de tez blanca y pelo oscuro como el ébano; y se mantenía en forma, por lo que no escapaba a las miradas de algunas chicas coquetas que no eran muy disimuladas, y otras más recatadas que le lanzaban miradas furtivas. Aún no había entendido por qué era mi amigo, pues era bastante extrovertido y alegre; pero como Lorena no tenía pelos en la lengua, un día le hizo la pregunta, y sólo dijo que le parecía divertido pasar el rato con nosotras; una explicación que no le convenció del todo a Lorena, pero que Alejandro no había dejado cabida a alegatos; claro que había que tener en cuenta, que ese par ya se conocían desde muy pequeños, aun así, Lorena pensaba que Alejandro podría rodearse de las personas que él quisiera, por lo que le extrañaba que decidiera estar con nosotros. Era obvio que ella misma no se veía en un espejo.
Alejandro soltó un resoplido.
- Ya quisieras, por ahora quedemos en que fue una afortunada casualidad.
Rodeé los ojos, no se podía discutir con él cuando se ponía en plan egocéntrico.
- Ven, vamos, ya están abriendo. – dijo levantándose y tendiéndome la mano para ayudarme.
La clase resultó ser de sólo videos introductorios, por lo que mi mente tuvo la libertad suficiente, como para empezar a sentir que alguien me observaba incesantemente; pero cuando me giraba, todos parecían extremadamente concentrados en la pantalla.
No era una persona muy intuitiva, pero realmente algo en aquel salón me estaba haciendo sentir incómoda; no sabía cómo explicarlo, pero sentía una energía extraña a mi alrededor.
- ¿Estás bien? – dijo Alejandro susurrando a mi oído.
Me giré hacia él y me quedé mirándolo.
- Te veo algo inquieta desde que entramos.
Era increíble el grado de comprensión entre nosotros, pues como en esta ocasión, no necesitábamos de palabras para entendernos.
- Estoy bien, es sólo que… estoy contenta de que nos toque juntos esta clase, ya sabes, es bueno tener a un amigo por si nos toca hacer grupos.
No quería parecer una paranoica frente a Alejandro, además quizás sólo eran cosas mías.
<< Estoy alucinando. >>.
Alejandro me sonrió, al parecer lo había convencido mi respuesta.
- Yo también estoy feliz de estar aquí contigo.
- Si tantas ganas tienen de hablar, ustedes chicos, pueden ir saliendo del salón. – dijo el profesor, mientras nos señalaba.
Yo me puse roja como un tomate, Alejandro lo fulminó con la mirada, le di un codazo y desvió la mirada.
- Lo siento profesor, no volverá a suceder. – dije, esperando a que continuara con el video pues lo había pausado, además quería quitarnos todas esas miradas de encima.
- Continuemos entonces. – dijo el profesor con mala cara, y dirigiéndole una mirada cargada a Alejandro.
- Viejo cascarrabias. – masculló Alejandro entre dientes.
- ¡¡¡Ssshhh!!!
Volví a darle un pequeño codazo en el brazo.
El resto de la clase pasó sin mayores inconvenientes. Aunque la sensación de ser observada no cesó ni un instante, pero ya no le daba mayor importancia, pues sabía que se trataba de los demás hablando de nosotros.
<< ¡Genial! >>. 
Pensé algo irritada por la situación.
- Bueno, bonita manera de comenzar nuestra clase. – dijo Alejandro mientras caminábamos por el pasillo.
Solté un suspiro, no hacía falta estar toda una vida en la universidad para saber que lo último que tenías que hacer era que un profesor te cogiera entre ojos. Sólo quedaba esperar que este episodio lo pasara por alto.
- Sí, además pudiste evitar acribillarlo con la mirada, quizás de esa manera haya menos probabilidades de que lo tengamos encima el resto del semestre.
- Primero, no lo pude evitar, ya sabes que no me gusta ocultar cuando algo realmente me irrita; y segundo, no me eches la culpa, pues todo empezó por ti.
Lo miré con cara de pocos amigos, ¡era él el que había empezado a hablar!
- ¡Sí, ya sé! Yo fui el primero en hablar, pero te vi demasiado inquieta, así que sólo fui amable al preocuparme por ti.
- Ahora la culpa es mía. – dije enarcando una ceja y parándome justo frente a él.
- Ok, mira, hagamos una cosa, – dijo Alejandro posando sus manos en mis hombros – la culpa es del cascarrabias ese, que no se puede aguantar un poquito de ruido en clase.
Puse los ojos en blanco, él jamás admitiría que cometió un error.
- Ven, vamos, ¿no tienes clase? – dijo Alejandro reiniciando el paso.
- Tengo libre, así que iré a pedir unos libros para ir adelantando algo de un trabajo que tenemos con Lore. – dije utilizando el diminutivo del nombre de mi amiga.
- ¿Ya tienen un trabajo? – dijo Alejandro sorprendido.
- Sí… y no sólo uno, son dos, además de un examen la semana que viene.
- ¡¿Pero, qué te untaste hoy?!
Solté una carcajada, la cara de horror que tenía Alejandro en ese momento era digna de un póster para malas películas de terror.
- ¿Almorzamos juntos? – dije cuando ya me había recuperado.
- ¡Claro! Sería un almuerzo desastroso si yo no estoy, nos vemos en la cafetería.
- Sí, jamás podríamos vivir sin ti. – dije lo más sarcástica que pude.
- Créeme que si yo no estuviera, tu vida realmente sería demasiado aburrida.
En eso no lo podía contradecir, desde que los había conocido, mi vida tenía algo de color en ella, ya que antes de llegar aquí, no había nada que valiera la pena mencionar.
- ¡Mi salvador de una vida aburrida! – dije exageradamente mientras le daba un abrazo de despedida.
- Siempre contarás conmigo Danna, nunca lo olvides.
- Tú también siempre contarás conmigo. – dije alejándome – Ahora ve que se te va a hacer tarde.
- Nos vemos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.