Camino a la biblioteca, sentí que el mundo se hundió a mis pies, aunque afortunadamente no literalmente, antes de caer sin mucha gracia me alcancé a agarrar de una baranda. Todo a mi alrededor daba vueltas, sentí mi corazón golpeando fuertemente mi pecho, un pitido sordo se instaló en mis oídos ahogando todo el ruido exterior, mis manos temblaban, y éste no cesaba.
<< ¡Rayos! >>.
Eso siempre me sucedía, las personas a mi alrededor me miraban curiosamente cuando quedaba como una estatua sujetándome fuertemente de algo. Desde que tengo uso de memoria, me han dado ese tipo de mareos; algunos más fuertes que otros, algunos más duraderos que otros; y los síntomas variaban levemente de uno a otro. Pero de una cosa estaba segura: siempre me daban, y con 21 años que tenía, no tenía la menor idea de a qué se debían, pues ya me había hecho una cantidad absurda de exámenes, en los cuales el resultado siempre era normal. A veces pensaba que yo misma me los creaba, pero definitivamente mi imaginación no era tan poderosa como para inventar todas esas sensaciones.
- ¿Estás bien? – dijo una voz a mi espalda.
- Sí, no te preocupes, gracias. – dije sin girarme, pues aún estaba demasiado inestable. Al parecer este mareo era de los fuertes y extensos.
- Realmente no te veo bien, - dijo poniendo una mano alrededor de mi brazo; por alguna absurda razón me tensé, pues había sentido una clase de energía justo cuando me había tocado – no creas que me quiero entrometer, pero si no puedes andar, yo te puedo acercar a un lugar para que al menos puedas sentarte.
- Te lo agradecería. – dije algo resignada y apenada.
Sin más, él me terminó de agarrar; sin querer, cuando caminábamos hacia unas bancas ubicadas bajo un árbol, mi mareo se intensificó aún más, haciendo que me tambaleara, de modo que prácticamente terminé siendo totalmente abrazada por mi ayudante anónimo.
Cuando por fin llegamos, él me ayudó a sentarme con mucho cuidado.
- ¿No deberías ir a enfermería?
- No. – me aclaré la garganta, eso había sonado demasiado brusco – Es decir, no valdría la pena, es algo que siempre me da.
- ¿Siempre? – dijo sentándose a mi lado.
En todo el tiempo no lo había visto a la cara, pues trataba de enfocar mi vista en el suelo con la ilusión de que el mareo terminara de una vez por todas.
Solté un suspiro pesado.
- Perdóname, dije que no quería entrometerme, y aquí estoy interrogándote.
- No lo solté por ti, - dije después de soltar una breve risa – es porque se está tardando mucho en desaparecer… el mareo. Y sí, siempre, algunos son más manejables, pero éste definitivamente no es uno de ellos.
- Debe ser difícil para ti.
- Creo que he tenido el tiempo suficiente para acostumbrarme. – dije para quitarle importancia al asunto.
- Bueno, me alegra que pienses de esa manera. Mmmm… ¿Puedo hacer algo para que se te pase más rápido?
- No lo creo; créeme ya he intentado de todo, y nada ha funcionado. Lo único que puedo hacer es esperar. Pero, justo ahora ya siento que se está pasando, así que no te tienes que quedar aquí, seguramente no te dejen entrar si llegas demasiado tarde a clase.
- ¿Me estás echando? – no lo veía a la cara, pero sonaba afligido.
- ¡No! – me sonrojé; era cierto, desde su perspectiva, yo seguramente estaba quedando como una grosera malagradecida – Lo siento, no quise… es sólo que… supongo que tienes mejores cosas qué hacer, que perder el tiempo aquí conmigo.
- Perdóname… - dijo entre risas – no me estoy burlando de ti, ni mucho menos; es sólo que no pensé que reaccionarías así. – tomó una honda bocanada de aire; para ese momento ya estaba muchísimo mejor – Y no estoy perdiendo el tiempo, yo sólo estaba caminando, y no tengo clase sino hasta la tarde, así que no te preocupes.
- Bueno, entonces llegó la hora de las presentaciones, ¿no crees? – dije alzando mi cabeza y mirándolo por primera vez.
Me sorprendió un poco encontrarme con alguien como él, no es que yo fuera de las personas que se dejara deslumbrar por la belleza, de ser así, estaría a los pies de Alejandro, pero debía admitir que algo magnético rodeaba a la persona que justo ahora estaba sentada junto a mí. Su pelo era de un dorado trigo, la poca luz que se filtraba de las nubes cada vez más espesas, lo hacía ver de un tono más oscuro, sus ojos eran de un color verde/azul, únicos, jamás había visto un color parecido, aunque el color azul predominaba en sus ojos; su tez era blanca, y por lo que se lograba ver de su cuerpo, era bastante trabajado.
Sin darme cuenta me había quedado mirándolo como una idiota; alejé mi mirada de inmediato, pero el calor en mis mejillas ya estaba presente.
- Sí, tienes razón, me gustaría saber tu nombre. – dijo él; una de dos, o no se había dado cuenta de mi numerito, o estaba siendo realmente amable, y no iba a hacer comentario al respecto.
<< Espero que sea la primera opción… >>.
- Me llamo Danna – dije tendiéndole la mano – mucho gusto, y gracias por ayudarme.
- Yo me llamo Adrián, – dijo mientras apretaba levemente la mía; inexplicablemente sentí algo extraño recorrer mi cuerpo, la sensación era más intensa que la que había experimentado instantes atrás. << Quizás sea sólo parte del mareo. >> - también es un gusto conocerte Danna, aunque creo que ya tenemos una clase juntos.
Lo miré extrañada a los ojos, no recordaba haberlo visto en ninguna de mis clases, y es muy seguro que él no pasa desapercibido.
- No me viste, ¿verdad?
Sonreí, la verdad no recordaba haberlo visto antes.
- No, discúlpame, pero no te recuerdo de ninguna clase.
- Bueno, - dijo encogiéndose de hombros – quizás eso sea porque estabas un poco distraída con tu amigo.
<< ¿Amigo? >>.
Sin darme cuenta aún estábamos estrechándonos las manos, así que nos soltamos, y de inmediato la sensación extraña desapareció para dar paso a una clase de vacío.
<< ¿Qué…? >>.
Entonces caí en cuenta de lo que había dicho y dejando atrás las extrañas secuelas de mi mareo me volví hacia él.
- ¡Tú estás en clase de Humanidad! ¡Realmente no te vi!
- Sí, eso es más que claro; pero bueno, al menos se puede decir que ya tengo una amiga en ese curso; por cierto, ese viejo se ve que es bastante gruñón.
Reí un poco; a pesar de su apariencia, al parecer, era una persona bastante sencilla y agradable.
- Bueno ciertamente estábamos haciendo ruido. – dije con un poco de culpa.
Justo en ese momento, unas grandes gotas estaban empezando a caer del cielo.
- Bueno, bueno, por fin viene la lluvia. – dije levantándome.
- ¿Te gusta la lluvia? – dijo Adrián levantándose a la par conmigo.
- Me encanta, pero creo que hoy paso de mojarme, pues tengo más clases, y no pretendo ir totalmente mojada.
- Buena idea, entonces vamos… ¿Ya puedes caminar?
- Caminar sí, pero no correr. – dije mientras empezaba a andar.
En cuestión de segundos la lluvia se hizo más fuerte. Por lo que Adrián terminó tomándome del brazo para andar más rápido y refugiarnos en el primer lugar que encontramos.
- ¿Crees que parará pronto?
- No creo, mira – dijo Adrián señalando el cielo – están demasiado oscuras las nubes todavía. ¿Tienes algo qué hacer?
- Quedé en reunirme con unos amigos en la cafetería, pero por lo que veo no voy a poder ir. – dije mientras consultaba mi reloj.
Ya habíamos pasado casi una hora en ese lugar y la lluvia sólo se hacía más fuerte.
En todo el rato no habíamos hablado, era como si la lluvia tomara toda nuestra atención; pero había algo en estar así con él, que me inquietaba, no sabía lo que era, pero a mi alrededor sentía una energía extraña; y para yo decir eso ya era demasiado, pues nunca fui una chica creyente en cosas de ese estilo; en realidad no creía en muchísimas cosas en mi vida.
No me gustaba ser muy entrometida, pero sentía la necesidad de saber más de este chico.
- Pero… - dije llamando su atención, pues estaba viendo a un punto fijo a través de la lluvia - ¿tú eres de aquí?
Él se giró y me miró directamente a los ojos, era como si quisiera que yo misma contestara la pregunta… me sentí extraña.
- No, no soy de aquí. – se quedó otros segundos en silencio – Pero tú tampoco. – dijo en modo afirmativo.
No me extrañaba que notaran de inmediato que yo no era de allí, pues mi acento era bastante neutro, a comparación del modo de hablar de los lugareños.
Sonreí.
- No, vine aquí por la universidad. ¿Y tú?
Él de nuevo desvió su mirada hacia la lluvia, parecía algo tenso, traté de ver lo que él estaba viendo, pero la lluvia era tan fuerte, que no dejaba ver mucho más allá de unos cuantos metros. Pero justo cuando tenía la intención de girarme de nuevo y preguntar a Adrián por lo que estaba viendo, sentí como si alguien me observara directamente, fue la misma sensación que había sentido en clase; inquieta, traté de ver más allá, pero me era imposible.
No sabía lo que hacía, pero me levanté y empecé a caminar, pero Adrián me agarró del brazo, evitando que entrara en la estrepitosa lluvia.
- ¿A dónde vas?
Reaccioné, parecía que hubiera estado en trance.
- Eeee… no sé, - la verdad no sabía muy bien qué decir… << ¿Aún estoy atontada por el mareo? >> - creo que sólo quería lavarme las manos con la lluvia.
Sí, sabía que era una explicación patética, pero realmente no sabía qué decir, pues ni yo misma encontraba una respuesta.
En ese momento mi celular empezó a sonar. Ese sonido me salvó de seguir pareciendo tonta frente a ese chico.
- ¿Hola?
- ¿En dónde estás? – dijo Alejandro al otro lado de la línea.
- Estoy a las afueras de la biblioteca, - decía mientras me sentaba de nuevo, Adrián dejó de ver más allá y me siguió – como verás, la lluvia no ha dejado que nadie se mueva de su lugar.
- Nadie que no tenga paraguas. – dijo Alejandro reprochándome.
- Tú sabes que no me gusta cargar con eso, además se me hace muy estorboso.
Se escuchó un hondo suspiro de su parte.
- Ok, iré por ti, porque de seguro no comes nada.
- ¡Espera! ¿Lore no tiene otro paraguas?
- Con el mío nos podemos cubrir los dos. – dijo Alejandro algo exasperado, ya me lo imaginaba poniendo los ojos en blanco.
- Sí, lo sé, sólo que no estoy sola.
- ¿Con quién estás?
- Un amigo.
- ¿Cómo se llama?
Ahora la que puso los ojos en blanco fui yo.
- ¿Si lo tiene o no?
- Sí, ya voy. – y colgó.
<< ¿Cuál es su problema? >>.
Me giré hacia Adrián, quien me miraba atentamente.
- Eeee, espero no te moleste, pero ¿te gustaría almorzar conmigo y unos amigos?
- ¿Segura que no molesto a nadie?
Sonreí, al parecer no le molestaba seguir andando conmigo.
- Para nada, estoy segura que serás bienvenido.
Sólo pasó un par de minutos, cuando divisamos a Alejandro bajo la lluvia con un paraguas rojo.
- Hola, vamos, nos están esperando. – dijo Alejandro saludándome con sus besos.
- Espera, mira, te presento a Adrián, – dije señalando con la mano a Adrián que estaba a mi lado – él también está en clase de Humanidad.
- Mucho gusto Adrián. – dijo éste, tendiéndole la mano a Alejandro.
- Sí, mucho gusto. – dijo Alejandro tomando su mano a regañadientes.
<< ¿Por qué está enojado? >>
- Ahora, vámonos, tengo mucha hambre.
Alejandro me tomó del brazo y me acercó a él, luego le dio el otro paraguas a Adrián.
Cuando llegamos a la cafetería, Lore y los demás estaban esperándonos en la misma mesa de siempre, era increíble, pero siempre lograban tenerla para nosotros, estaba ubicada en la parte más alejada de todo en la cafetería, por lo que podíamos hablar allí tranquilamente.
- ¡Hola! – gritó Mary al verme llegar, se paró y me abrazó.
Mary era de esas chicas tiernas, de cuya boca nunca escucharías un improperio, jamás insultaba a nadie, y era siempre la positiva del grupo; era muy linda con su piel morena, sus churcos color chocolate, sus ojos oscuros y rodeados de espesas pestañas, teníamos la misma estatura; estudiaba pedagogía infantil, se le daban muy bien los niños.
La abracé y terminamos de caminar hasta llegar a la mesa, en donde estaba además de Lore, Sam, quien era el que todo lo analizaba, siempre procuraba dar una opinión objetiva, y cuando no la tenía, prefería quedarse callado a decir alguna burrada. Sam era de pelo ondulado y castaño claro, ojos cafés, tez blanca, medía un poco más de metro setenta y era de contextura delgada. A él siempre lo veías leyendo algún tipo de artículo raro, y cuando menos lo esperabas, salía con datos raros y curiosos de los cuales leía en sus rebuscadas revistas.
- ¡Hola Sam! – dije dándole un beso en la mejilla - ¿Cómo estás?
- ¡Hola Danna! Bien, ¿y a ti cómo te ha ido?
- ¡Súper! – contestó Lorena por mí – Hoy nos han dejado dos trabajos, un examen, y por lo que sé casi la echan de una clase. – dijo burlona.
- Además de que queda atrapada en la biblioteca por la lluvia. – dijo Alejandro que estaba detrás de mí.
- Bueno, bueno, - dije levantando las manos para llamar la atención de todos – les presento a Adrián – cogí a Adrián del brazo y lo acerqué a mí, pero de inmediato la alejé, pues sentí que había sido demasiado confianzuda – eee, Alejandro y yo tenemos la misma clase con él. Y Adrián, te presento a mis amigos, Lorena, Mary Sam, y ya conociste a Alejandro. – dije mientras señalaba a cada uno.
- Hola. – dijo Adrián, mientras tomaba asiento, yo lo imité y de inmediato Alejandro se sentó a mi lado.
- ¿Y de dónde saliste play boy? – dijo Lorena.
Cerré los ojos.
<< Aquí empezamos… >>.
Pensé resignada.
Adrián soltó una pequeña risa, al parecer no le molestaba la actitud de Lorena.
- Vengo de muy lejos.
Todos se quedaron mirándolo, al parecer esperaban que fuera más específico, pero él no dijo nada más. Conocía a Lorena, y sabía que no le gustaba para nada que al conocer a una persona, ésta tuviera evasivas a sus preguntas, pero yo sí lo entendía, seguramente quería dejar a un lado su vida… al igual que yo.
- ¿Nadie ha pedido para comer?, – dije esperando desviar la atención – porque de verdad tengo hambre.
- Sí, chicos, deberíamos pedir, yo también me muero de hambre. – dijo Mary; yo sabía que lo hacía con la intención de ayudarme, así que le dediqué una leve sonrisa.
- Vaya, hasta ahora escucho que un lugar se llame de esa manera tan particular. – soltó Alejandro de manera sarcástica.
No quería que las cosas siguieran ese rumbo, porque cuando Lorena y Alejandro se unían, eran insoportables.
- Bueno, pero ¿por qué no nos cuentas cómo se conocieron? – dijo Mary, también se veía algo angustiada.
- Se conocieron en clase, ¿acaso no lo habían dicho ya? – dijo Sam.
- No, la conocí en la entrada de la biblioteca, necesitaba algo de ayuda, así que yo se la ofrecí.
- ¿Ayuda? – dijeron Alejandro y Lorena al mismo tiempo.
Afortunadamente habíamos dejado atrás el lugar de origen de Adrián, pero no me emocionaba mucho hablar de mis debilidades.
Todos estaban ahora viéndome esperando una respuesta. Suspiré pesadamente.
- Tuve un mareo antes de poder llegar a un lugar en el que pudiera estar más cómoda, así que Adrián, que cuando estaba pasando se dio cuenta, me ayudó a sentarme. Pero ya pasó.
- ¿Estás bien? – dijo Alejandro tomándome de la mano.
- Sí, dijo que ya se sentía mejor. – contestó Adrián por mí.
Alejandro lo fulminó con la mirada.
- ¿De verdad estás bien? – dijo Lorena quien también estaba fulminando a Adrián con la mirada.
Definitivamente esos tres no parecían haberse caído muy bien.
- Sí, no se preocupen, ya estoy perfecta. – dije con una sonrisa para calmar los ánimos.
Jamás había tenido la intención de que las personas a mi alrededor se enteraran de los estúpidos mareos que me daban, pero ciertamente era muy difícil ocultar algo que es casi imposible, además, no me había tenido que preocupar mucho por eso, ya que desde muy pequeña no había tenido muchas personas atentas a lo que me sucediera… sólo una.
- ¿Sabes? – dijo Lorena a Adrián – Por si no lo sabías, Danna tiene boca y puede contestar por sí misma.
- ¡Lorena! – dije sorprendida por la repentina hostilidad.
- No te preocupes, - dijo Adrián poniendo una mano en mi hombro – tienes razón Lorena, no debí responder por ella, pero quería también hacer la observación de que ella se encontraba bien.
- Pues no hacía falta. – dijo Alejandro, quien sorpresivamente una vez dicho esto, me acercó a él y me abrazó. – A la próxima que te sientas así me llamas. – dijo una vez me soltó.
- Vous avez la concurrence. – dijo Lorena.
- ¡Cállate! – le dijo Alejandro a Lorena.
<< ¿Qué significa eso? >>.
- Sé que te dije que almorzaría contigo, pero acabo de recordar que tengo un compromiso. – dijo Adrián mirándome directamente.
- No te preocupes, nos estamos viendo. – dije apenada por la actitud que habían tomado Lorena y Alejandro para con él.
- Eso, o estás huyendo. – dijo Lorena burlona.
La fulminé con la mirada, en serio se estaba pasando de la raya.
<< ¿Qué sucede con ellos dos? >>.
- ¿Quieres venir conmigo y comprobar que sí tengo cosas qué hacer? – dijo Adrián tranquilamente.
Me sorprendía que a pesar de todo no hubiera perdido su compostura.
Lorena lo miró furibunda, no le gustaba que la retaran de esa manera.
- Iría, pero estoy muy segura que tengo un millón de cosas mejores qué hacer que perder el tiempo en tus tonterías.
Adrián sonrió, se despidió de todos y a mí me dio un beso en la mejilla.
- Nos vemos pronto. – me dijo al oído. Luego se fue.
No pude evitar sentir cierta sensación extraña al sentir sus labios rozar mi mejilla, y más cuando susurró en mi oído, no sabía qué rayos era eso, pero de seguro era por el mareo que me había dado, además en cuanto lo perdí de vista, pude darme cuenta que la extraña energía ya había desaparecido.
<< Malditos mareos. >>.
- Bueno, ¿me quieren explicar qué rayos pasa con ustedes dos? – dije algo enojada.
- ¿Qué? – dijo Lorena encogiéndose de hombros con cara de angelito.
- No me vengas con eso, ¿por qué lo trataron así?
- Nosotros vamos a ir por lo de comer para todos. – dijo Mary levantándose y tomando de la mano a Sam.
- ¿Y yo por qué? – dijo Sam haciendo pucheros.
- Cállate y vamos. – dijo Mary seria, mientras lo arrastraba por la cafetería.
Para nadie era un secreto que a Mary no le gustaba cuando alguno de nosotros discutíamos.
- Ahora, - dije retomando la conversación – ¿alguno de los dos se quiere dignar a responderme?
- Danna, - dijo Alejandro en tono conciliador – no pasó nada, no te armes películas.
- ¿Qué no me armes películas? – dije incrédula y algo ofendida - ¿Entonces estoy alucinando? ¡Ustedes dos lo trataron muy mal sin tener razones! Él muy amablemente me ayudó, lo invité en modo de agradecimiento, sólo para que mis mejores amigos lo traten como a un estorbo.
- Danna, cálmate… ¡te va a dar algo! – dijo Lorena – Mira, la verdad no me gusta para nada, no sé… te ve de manera extraña… - entorné los ojos ante sus razones – no sé es…
- Es muy raro, - dijo Alejandro terminando la frase; Lorena asintió – además, ¿por qué le cuesta hablar de dónde viene?
- ¿Y por qué eso es raro? ¿No creen que quizás esté tratando de dejar algo en el pasado? Además, él no me mira de manera extraña, eso es ridículo. Y por si no lo recuerdan, cuando nos conocimos, yo tampoco hablaba de mi pasado, entonces no entiendo cuál es el lío con Adrián.
- Simplemente no me gusta, - dijo Lorena – sé que no eres supersticiosa, pero parece que tuviera algún tipo de interés en ti, no para de mirarte todo el tiempo, y eso de que un tipo como él se siente en una misma mesa con nosotros es extraño.
Era obvio que Lorena no se veía en un espejo, pues ella estaba a la altura de la belleza de Adrián, al igual que Alejandro y Mary, incluso Sam, quien era un poco delgado, no estaba mal.
Suspiré, realmente no quería discutir con ellos.
- Miren, aunque no creo que a él le queden ganas de ser mi amigo, si se presenta de nuevo la oportunidad de compartir con él, no quiero que sean hostiles, dense la oportunidad de conocerlo, tal y como lo hicieron conmigo.
Lorena y Alejandro compartieron miradas, y aunque asintieron levemente, algo me decía que no lo iban a cumplir.
El resto del día pasó sin contratiempos, no volví a sentir esa sensación extraña, aunque no paraba de preguntarme qué era, pero al final sólo se lo adjudiqué al mareo tan intenso que me había dado, como siempre simples estupideces.