Orión

Capítulo 3

- ¿Aún estás enojada? – dijo Alejandro a mi espalda.
Me giré, él estaba algo triste, era raro verlo de esa manera.
- No, pero… ¿te pasa algo?
- ¿Por qué lo dices? – dijo Alejandro ya cambiando la expresión.
- ¡Hola! – gritó Lorena corriendo hacia nosotros.
Le sonreí, siempre estaba llena de energía.
- Buenos días, ¿cómo amaneciste?
- Muy bien, contenta porque hoy tengo una súper clase.
Me quedé mirando a mi amiga.
- Hay alguien que te interesa en esa clase, ¿verdad?
- ¿Y por qué no me puede gustar una clase sólo por su contenido?
- Sí, por su contenido de chicos. – dijo Alejandro.
No pude aguantarme la carcajada, Lorena me golpeó el hombro.
- ¡No es gracioso!
- Lore, por favor, todos sabemos que por más interesante que sea la clase, jamás estarías tan contenta de ir a una si no fuera porque hay un chico que te interesa.
Lorena soltó un suspiro de resignación.
- A veces detesto que me conozcan tanto. – reconoció finalmente.
Reímos, era muy chistosa cuando parecía frustrada.
- Bueno chicos los dejo, me voy a clase, ¿nos vemos en el almuerzo?
- Sí, claro. Y Danna, vamos en la tarde a la biblioteca, será mejor seguir adelantando ese trabajo.
- Sí, vamos después de almuerzo, ¿te parece?
- Claro. – dijo Lorena mientras me daba un beso y se despedía de Alejandro – Nos vemos.
- Entonces yo también me voy, que te vaya bien, y ya sabes, avísame si te sientes mal, no importa la hora, ¿ok?
- Así lo hare.
Fui a clase, el día era bastante soleado, la verdad siempre prefería los días lluviosos o con nubes.
Como había llegado temprano, me senté en el piso; siempre andaba con mi música por todos lados, por lo que tenía los audífonos puestos; le echaba una hojeada al contenido de la clase, al parecer tocaba buscar pareja, pues de esa manera íbamos a trabajar; y por lo visto tenía que esperar a ver quién quedaba disponible, pues a estas alturas, ya la mayoría estaría emparejado, nos habían enviado un correo avisándonos al respecto, junto con una lista de los compañeros con su número de contacto; por mi parte había decidido esperar hasta tener al menos la oportunidad de verlos, ya que no conocía a nadie de la lista.
Unos zapatos estaban frente a mí, alcé la vista y un chico me estaba hablando; me quité los audífonos ya que por la música no lo había escuchado, ni siquiera estaba segura de que me estuviera hablando a mí. El chico frente a mí, era bastante alto, de aproximadamente metro ochenta y cinco; su pelo era bastante ondulado, y de un color castaño claro, pero la luz que se filtraba en aquel pasillo, hacía que unos mechones se le vieran de un color rojizo; su tez era blanca, su cuerpo se veía musculoso sin ser exagerado. Sus ojos eran rodeados por rizadas y largas pestañas, éstos eran de un color verdoso, pero, aunque fuera un poco extraño, podía detectar ciertos matices violetas.
<< ¿Utilizará lentes de contacto? >>.
Era la única explicación que le daba para que los tuviera de semejante color tan particular.
- Disculpa, ¿qué dijiste? – dije un poco cautelosa por si no era a mí a quien se estuviera dirigiendo.
- Que tienes el cinturón de Orión.
- ¿Qué?
Él me sonrió, tenía una sonrisa preciosa, desvié mi mirada, estaba actuando de una manera patética.
Él se sentó al lado mío, por lo que me quité del todo los audífonos, pero mantuve mi cuaderno abierto para tener la excusa de mirar otra cosa que no fuera él.
- En tu brazo… - dijo señalando los tres lunares en mi antebrazo izquierdo; le sonreí, justo pensaba eso, ya que me encantaban las estrellas. – esos tres pequeños tienen la misma disposición y proporción que el cinturón de Orión.
- Me sorprende que lo hayas notado, y más aún que justo pensaras en el cinturón de Orión.
- ¿Tú también ya lo habías supuesto? – dijo contento.
- ¡Claro! Además, si uno mis brazos, uno al lado de otro, los lunares que hay en ambos forman gran parte de la constelación de Orión. – dije mientras le demostraba.
- Así es, es la constelación de Orión… es preciosa.
Me sonrojé, aparté mis brazos y fijé mi atención en mi cuaderno.
- ¿Tú vienes para esta clase? – me preguntó, de manera que llamó de nuevo mi atención. 
En ese momento me sentía algo extraña, sólo esperaba que no me fuera a dar otro mareo, o que si me daba, ya estuviera en la clase sentada.
- Sí, el profesor se está tardando un poco. ¿Y tú?
- Yo también vengo a esta clase.
Me quedé mirándolo, trataba de repasar la lista de las personas inscritas a la clase, pero ciertamente no podría asociarlo a algún nombre.
- Lo siento, pero no creo haberte visto la semana pasada.
En la semana inmediatamente anterior, el profesor, dos días después de habernos enviado la lista, por sugerencia de algunos alumnos, nos citó de manera que pudiéramos conocernos y así formar las parejas, yo había ido, pero sólo por un momento, pues quince minutos después de haber llegado, Lorena me llamó desesperada alegando tener una emergencia, hizo que fuera hasta la biblioteca, sólo para que ella me pudiera mostrar cómo el chico del incidente que ella había tenido en la biblioteca, se escondía, pensando que Lorena no lo había alcanzado a ver.
Sin darme cuenta estaba sonriendo por el recuerdo.
- No pude venir… estaba algo lejos. – dijo finalmente el chico al lado mío, devolviéndome al presente.
Justo en ese momento llegó el profesor, me levanté con cuidado, pues temía que me fuera a suceder algo, ya que la extraña sensación a mi alrededor no se desvanecía.
Todos ingresamos a clase, y las chicas se quedaban viendo al chico nuevo. Era obvio que tampoco lo habían visto.
- Bueno, espero que hayan ya formado sus equipos, los llamaré por orden de lista, me van diciendo el nombre de su pareja, y se sientan juntos. Tengan en cuenta que van a pasar muchas horas juntos, así que asegúrense de escoger bien. Al final del semestre no voy a aceptar ninguna excusa por la no presentación del trabajo. – dijo el profesor una vez acomodados.
Yo estaba al final de la lista, lo cual me daría la oportunidad de ver quién iba quedando libre.
Poco a poco iban llamando a lista y las parejas se iban organizando. Justo en ese momento, un chico a mi lado se me estaba acercando, al parecer quería ser mi compañero, respiré aliviada, no me tocaba esperar a que el profesor mismo me emparejara.
- Hola. – me dijo el chico sentándose cerca de mí.
- Hola. – le sonreí.
- ¿De casualidad tienes pa…
- Danna Zaldivar. – se escuchó de alguien, por un momento pensé que era el profesor llamándome, pero la voz venía de detrás de mí, así que me giré y vi al chico nuevo viéndome fijamente.
- Ok, entonces siéntense juntos. – dijo el profesor.
Me giré incrédula hacia el profesor, que como si nada seguía llamando a lista.
Luego volví a mirar al chico nuevo, y éste muy normal, estaba acomodando otro asiento para mí, a su lado; quedaríamos al final del salón.
- Veo que ya tienes pareja. – dijo el chico que se me había acercado.
- Eso parece. – dije y me levanté – Discúlpame.
- No te preocupes. – dijo amablemente y viendo de inmediato alrededor para buscar su pareja.
Algo no me gustaba de tener al chico nuevo como pareja, no sabía por qué, y era algo que no tenía explicación, pues hasta el momento él había sido amable.
- Espero no te importe que te haya llamado, pero no sabía que tocaba trabajar en parejas, y la única que se me ocurrió como tal fuiste tú.
- No te preocupes, igual no tenía pareja. – me senté a su lado - ¿Cómo supiste mi nombre?
Me pareció ver algo de sorpresa en sus ojos, pero creo que fue mi imaginación.
- Lo leí en tu cuaderno, estaba allí cuando me senté a tu lado.
- A claro… Disculpa, no sé el tuyo. – dije, pues había estado distraída, y no lo había escuchado del profesor.
- Me llamo Zarek, mucho gusto. – dijo tendiéndome la mano.
- Mucho gusto Zarek, tienes un nombre algo particular… – dije y le tomé la mano, en ese momento un mareo me atravesó de pies a cabeza; tuve que cerrar los ojos y apoyarme con la otra mano de la mesa, pues sentía que todo a mi alrededor se balanceaba.
- ¿Estás bien? – sonó algo preocupado, aún no le soltaba la mano, así que se la intenté soltar, pero él no lo permitió.
- Sí, bien, no te preocupes. – dije abriendo lentamente mis ojos, pero todo parecía dar vueltas.
Cuando vi sus ojos, pude detectar algo de pesar en ellos; eso me irritaba de sobremanera, no quería la lástima de nadie; halé más fuerte mi mano, hasta que me la soltó, me giré y fingí leer en mi cuaderno.
- ¿De verdad? No sé, te veo algo pálida.
- Estoy bien, no te preocupes, en serio.
Sabía que él no tenía la culpa de que me irritara por ese tipo de cosas, así que traté de calmarme y contestarle más amablemente.
- Será mejor que atendamos las indicaciones del trabajo.
Podía sentir su mirada sobre mí, pero no quería girarme, ya que me sentía muy mareada, al parecer iba a ser igual de fuerte que el de ayer.
<< ¡Rayos! >>.
La clase transcurría; yo hacía un esfuerzo enorme por concentrarme y tomar apuntes, pero el mareo sólo se hacía más intenso, haciendo que yo cerrara los ojos con más frecuencia para evitar seguir viendo las letras danzar erróneamente en mi cuaderno.
- Bueno chicos, ya se pueden ir, recuerden traer esto estudiado para la próxima clase. – sin más, el profesor salió, seguido por la estampida de estudiantes.
Bueno, excepto de mí, que estaba aferrándome todavía al escritorio; y de Zarek, cuya mirada sentí durante toda la clase, algo que definitivamente no me ayudó a sentirme mejor.
- ¿Estás bien? – era como la quinta vez que me preguntaba, pero realmente no quería que supiera, ya había visto su cara de lástima una vez, con eso era más que suficiente para mí.
- Sí, estoy bien, es sólo que… me voy a quedar un rato aquí… - dudaba en si seguir, pero no me importaba pasar por grosera – será mejor que te vayas, necesito hacer algunas cosas y necesito concentrarme.
Por unos tres largos minutos, reinó el silencio, aproveché para concentrarme y tratar de agarrar algo de estabilidad.
A pesar de que llevaba años con esto, no había logrado detectar en qué momento me irían a dar, o cuánto duraría, o su intensidad; mucho menos qué lo causaba; por lo que era muy frustrante; pero no recordaba que me diera tan fuerte y dos días seguidos; pues por lo general cuando me daba muy fuerte, las que seguían después, tendían a ser más pasables y cortas, casi como un terremoto y sus posteriores réplicas.
- Mírame. – dijo de repente serio.
Quería ver si su expresión concordaba con el tono de su voz, pero no me atreví a girarme.
Suspiré exasperada, ¿qué le importaba si estaba bien o no?... ¡Estaba siendo grosera!
- Realmente quiero estar sola. – solté en un tono más seco.
Me agarró el rostro y lo giró.
Abrí los ojos como platos, pero el mareo sólo se intensificó, y me fui de lado, él de inmediato puso sus manos alrededor de mi cintura, para evitar mi caída inminente.
- ¿Ves que no estás bien? – dijo acercándome a él y con la otra acariciando mi mejilla.
<< ¡¿Pero qué le pasa?! >>.
Y peor aún, ¿qué me pasaba a mí?; mi corazón martilleaba a un ritmo incontrolado, sólo rogaba que todo pasara, seguramente era otro efecto secundario.
- No es nada. – dije finalmente.
- Las cosas sólo se van a poner peores. – dijo en un susurro.
<< ¿Qué? >>.
- Será mejor que me vaya, así estarás mejor. – continuó diciendo.
- Pero, ¿de qué estás ha…
- Nos vemos luego Danna. – dijo interrumpiéndome, mientras se ponía de pie – Sólo prométeme que te vas a cuidar.
Por un momento lo miré extrañada, pero al instante supe que se refería a mi posible enfermedad, o lo que sea que estuviera pensando; yo sólo me limité a asentir, no quería hablar de eso.
Sin más, se alejó, desapareciendo tras la puerta del salón.




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