Orión

Capítulo 9

Incluso antes de abrir los ojos, ya sentía un fuerte y punzante dolor de cabeza.
Gemí sin atreverme a mover, aún mantenía mis ojos cerrados, pues sabía que apenas los abriera, el dolor aumentaría.
<< ¿Cómo habré llegado a casa? >>.
Traté de recordar, pero no podía, y de pronto la imagen de Zarek frente a mí, hizo que abriera los ojos de golpe y me sentara en la cama.
El desconcierto y el miedo que sentí en ese momento, fue indescriptible; no estaba en mi habitación, miré a mi alrededor, pero la habitación no me decía nada de en dónde me encontraba. Muerta del susto, levanté la sábana que me envolvía, pero lo único que no tenía de mi atuendo de ayer, eran mis zapatos, el resto estaba igual; un pequeño soplo de alivio me invadió, pero, aun así, tenía miedo.
Me levanté, y sentí como si la cabeza se me fuera a estallar; gemí de nuevo y me detuve al borde de la cama, no veía mis zapatos por ningún lado.
Agarré una pequeña lámpara que había sobre una mesa de noche, y la sostuve a la altura de mi cabeza mientras caminaba por la habitación hacia la puerta. El pasillo era ancho, y había otras dos puertas frente a la que yo tenía en ese momento de espaldas.
Si estaba con ese tipo del bar, sólo tenía que encontrar mis zapatos e irme, de seguro que estaría igual o peor que yo.
Caminé con cuidado de no hacer ruido hasta llegar a una gran sala; había una ventana que abarcaba buena parte de una pared, la cual ofrecía una panorámica hermosa de parte de la ciudad.
- Despertaste. – dijo una voz tras de mí, de inmediato me giré, y gracias al cielo que en ese momento el tipo esquivó mi golpe, pues sabía que, de haberle atinado, la culpa me corroería, pues ciertamente no me había hecho nada malo.
Estaba tan asustada, que la lámpara se había resbalado de mis manos, y yo había retrocedido hasta que mis piernas tocaron parte de un sofá.
Cuando éste se irguió, quedé sorprendida.
- ¿Zarek? – cerré los ojos, el dolor en mi cabeza estaba siendo implacable.
- ¿Estás bien? – dijo agarrándome por los hombros y haciéndome sentar.
- No realmente. – dije avergonzada.
- Espera. – se levantó, y fue a lo que yo pensaba era una cocina.
- Toma, - dijo tendiéndome un vaso con agua y unas pastillas – te sentirás mejor en unos minutos.
No lo pensé dos veces, me las pasé de inmediato, y me bebí todo el líquido, pues estaba sedienta.
- ¿Tienes hambre? – lo miré unos segundos, de nuevo sus ojos parecían más verdes con vetas violetas.
<< ¿Utiliza lentes de contacto todo el tiempo? >>.
- Mmmmm… no.
Pero justo en ese momento mi estómago gruño en total desacuerdo a mi negativa.
Me sonrojé en proporciones mayúsculas, tuve que desviar la mirada, pues en sus labios se asomaba una sonrisa.
- Cocinaré algo, no me tardo. – dijo levantándose y tomando el vaso ya vacío de mis manos.
- ¿En dónde estamos? – dije mientras lo seguía a la cocina.
- En mi apartamento. – dijo empezando a sacar todo para cocinar.
- ¿Quieres que te ayude en algo? – dije un poco avergonzada por la situación.
- No te preocupes, estás en mi casa, así que yo te debo atender.
- No es necesario en realidad… además, creo que ya debería irme.
Se detuvo, se giró hacia mí y me miró muy serio.
- Tú no te vas hasta que hablemos. – se giró y siguió haciendo lo propio.
Me quedé en silencio, no había dejado cabida a discusiones por su expresión.
<< Bueno, escucharé qué es eso tan importante que me tiene que decir. >>.
- ¿Te quieres duchar? – dijo de repente.
Lo miré a los ojos, realmente sí que me apetecía una ducha.
Sonrió e hizo que lo siguiera.
<< Vaya cambios de humor. >>.
- Aquí vas a encontrar todo lo que necesitas, y te puedes terminar de organizar en la habitación en donde despertaste.
- Gracias. – dije algo sonrojada.
La ducha fue espectacular, sentía cómo todo mi cuerpo se iba revitalizando. Cuando salí del baño, entré de inmediato a la habitación de antes, justo encima de la cama, la cual por cierto ya estaba tendida, había una camiseta y un pantalón de sudadera. Dudé mucho en si ponérmelo o no, pero en realidad no tenía otra alternativa.
Un delicioso olor a pan y a huevos en tortilla, hizo que mi estómago gruñera de nuevo. Salí al pasillo, y al llegar a la sala, Zarek estaba terminando de poner la mesa.
- Justo a tiempo. – dijo y luego pasó su mirada por todo mi cuerpo. Una extraña sensación me invadió en ese momento, pero decidí ignorarla.
- Gracias por la ducha…  - dije acercándome a la mesa – Huele delicioso. – dije tras un suspiro.
- Siéntate, ya está todo listo.
Nos sentamos los dos en la mesa; no lo dudé dos veces, empecé a comer, pues estos días no había tenido mucho apetito, y ayer apenas le había dado bocados al almuerzo.
- Deberías alimentarte mejor. – dijo Zarek, en modo de reproche.
No dije nada, pero lo miré por un momento, no es como si supiera mis hábitos alimenticios. Una vez ya calmada mis ansias, tenía que saber cómo rayos había parado en su casa.
- ¿Cómo fue que llegué aquí? – dije tras darle un sorbo al jugo de naranja, el cual, por cierto, estaba delicioso.
Él me miró serio de nuevo, su buen humor parecía desaparecer con bastante facilidad.
Inevitablemente pensé en Adrián, pero apreté los dientes y lo confiné a un lugar oscuro de mi mente.
- ¿No recuerdas nada?
Me quedé pensando un momento, la memoria estaba bien hasta el momento en el que estaba en la pista con aquel tipo, a partir de allí, sólo tengo imágenes borrosas de Zarek en el bar; y luego nada… totalmente en blanco.
- Recuerdo haber estado bailando, y sólo una imagen tuya estando en el bar.
Su mirada se endureció, eso me puso algo nerviosa.
Se levantó y se dirigió a la sala, en donde se sentó en un sillón.
Yo lo seguí, esperando que él me pudiera despejar la nubosidad en mi cabeza.
- ¿Por qué estabas sola en ese bar?
Me encogí de hombros, no entendía eso en qué me ayudaría a recordar.
- Porque sí.
Él levantó una ceja, era obvio que no le gustaba para nada mi respuesta, pero ¿a él qué le importaba?
- ¿No tienes amigos? – dijo en tono seco – ¿Ese tipo que te fue a buscar ese día, no fue capaz de acompañarte?
A medida que hablaba, podía sentir la furia crecer en él.
- Ese tipo, como tú dices, se llama Alejandro, y es mi amigo. No me acompañó porque yo no le dije que iba a salir; además no necesito que me estén acompañando a todas partes, soy perfectamente capaz de cuidarme sola.
No quería, realmente no quería, pero Zarek ya me estaba empezando a sacar de mis casillas, no sabía qué, pero era como si algo me pusiera a la defensiva con él. Y de nuevo aparecía en mi mente Adrián, él también me hacía enfurecer, pero la diferencia era que las actitudes de Adrián parecían afectarme más que lo que hiciera Zarek.
<< Maldito Adrián. >>.
- ¿Cuidarte sola? – dijo con sorna sacándome de mis ganas de matar a alguien – Bailar con un desconocido de esa manera, aceptarle un trago y perder la conciencia… ¿para ti eso es saber cuidarte? – ya le estaba siendo imposible contener su ira.
Sí, sabía que lo de anoche no era el mejor ejemplo de mi autocontrol, pero… ¡No había pasado nada!
- ¡No perdí la conciencia! – él se quedó mirándome como diciendo: ¿en serio? – Bueno, quizás fue que bebí de más, pero no siempre lo hago, ¡era la primera vez que tomaba de esa manera!
- Estabas drogada. – dijo con tono bajo y mordaz.
<< ¡¿Ahora insinúa que yo tomo drogas?! >>.
- ¡Yo no soy una drogadicta! – grité poniéndome de pie.
Él hizo lo mismo, y me tomó de los brazos.
- ¡Yo no estoy diciendo eso! – dijo exasperado - ¡El tipo con el que estabas te había drogado!
Lo miré a los ojos, como si en su cara se hubiera proyectado el apocalipsis.
<< ¡¿Qué?! >>.
- Ese tipo te drogó con ese último trago que tomaste, por eso es hasta ahí lo último que recuerdas, de por sí, me parece increíble que siquiera tengas una imagen mía en el bar.
No podía articular palabra, no podía creer en el peligro en el que había estado expuesta.
- ¿Estás bien? – dijo Zarek algo preocupado, me tomo del rostro – Ya todo pasó…
- Si… si no hubieras estado… yo…
No podía casi hablar, un escalofrío me recorrió toda la espalda.
- Ssshhh… lo importante es que no pasó nada malo. – me sentó, y él retomó su asiento.
- Perdóname… - dije en un susurro – te he tratado mal y tú lo único que hiciste fue salvarme de ese tipejo.
- No tienes que disculparte Danna, sólo te pido que no te vuelvas a exponer de esa manera, pudo haber terminado muy mal.
Asentí levemente, no quería ni imaginar lo que hubiera ocurrido.
Para ese momento, el dolor de cabeza era un leve recuerdo, esas pastillas eran milagrosas.
Me quedé mirando fijamente a Zarek.
- ¿Qué? – dijo algo inquieto por mi atenta mirada.
- ¿Por qué estabas allí anoche?
Zarek desvió la mirada, en ese momento vi que sus ojos ahora eran un poco más violetas.
<< ¿Se habrá cambiado los lentes de contacto? >>.
- ¿Usas lentes de contacto? – pregunté ya sin poder soportar la curiosidad.
- No. – dijo viéndome algo extrañado.
Le sonreí, no quería hacer comentarios, seguramente no le gustaba admitirlo… aunque fuera tan evidente.
- ¿Y bien? – dije pues no me había respondido la primera pregunta.
- ¿Y bien qué?
Puse los ojos en blanco.
- ¿Por qué estabas en el bar anoche? No es que sea muy popular entre los estudiantes de la universidad.
- Te estaba buscando. – dijo finalmente.
Lo miré algo incrédula, la verdad no sabía qué esperar como respuesta, pero definitivamente no esperaba que me dijera eso.
- ¿Por qué me estabas buscando? ¿Cómo supiste que estaba allí?
Me obligué mentalmente a no crear ninguna loca teoría hasta no conocer las respuestas.
Me miró directamente a los ojos, estaba demasiado serio para mi gusto.
- De eso te quería hablar el jueves… y el viernes. – dijo con cara de reproche.
Lo mire sin comprender.
- ¿Qué tiene que ver la clase con esto?
Soltó un suspiro.
- ¿Cuántas veces te tengo que decir que esto no tiene que ver con la universidad?
- ¿Entonces, de qué se trata?
- Es sobre el tipo que intentó raptarte.
Contuve lo mejor que pude una carcajada; haber dicho eso con semejante seriedad, me había hecho demasiada gracia.
- ¿Qué te parece tan gracioso? – dijo algo consternado.
- Que eres un exagerado, ese tipo lo único que quería era jugarme una broma, de seguro es alguna clase de reto que le impusieron, por eso ha llegado tan lejos.
Después de darle mil vueltas al asunto, había llegado a esa conclusión, en cuanto a la supuesta llamada de Lorena, me fijé luego que el número ni siquiera era el de ella, y lo de la desaparición, de seguro me soltó en un instante, y salió corriendo como alma que lleva el diablo, y como estaba asustada, no me fijé hacia dónde había salido huyendo.
- Danna, - dijo inclinándose sobre sí, y apoyando sus codos en sus muslos – eso que sucedió no es parte de ninguna broma, él de verdad te quería secuestrar.
Lo miré como si estuviera diciendo que los niños nacían de los árboles.
- ¿Y por qué querría él hacer eso? Por lo que sé, eso lo hacen porque representas un poder político o monetario para ellos, también por algún tipo de venganza; y créeme que yo no encajo en ninguna de las anteriores. – dije como si tuviera que mostrarle lo obvio.
- Pues tú prácticamente encajas en los tres. – dijo muy serio.
Ahora sí no pude evitar soltar la carcajada, de verdad que Zarek sabía bromear demasiado bien.
- Ok, ok; si esto es una venganza por lo que te hice pasar anoche, lo siento… - tomé aire, necesitaba dejar de reír – pero de verdad que esto no está funcionando en lo absoluto, te recomiendo que a la próxima vez, te encargues de estudiar un poquito más la vida de la persona que va a ser víctima de tus ocurrencias, con eso quizás te las puedan creer.
Dicho esto, me levanté; era suficiente de tonterías, además, aunque ya había solucionado lo de aquel tipo, aún quería ir a la universidad para estudiar.
- No he terminado de hablar. – dijo Zarek, mientras se levantaba y me seguía a la habitación en donde había estado.
- Pues yo no tengo tiempo para tus ridiculeces. – dije ya seria, no quería seguir más tiempo allí.
- ¡No son ridiculeces! – dijo casi gritando mientras me acorralaba contra una pared.
- Apártate. – dije con un filo de voz.
Sus manos estaban apoyadas contra la pared a la altura de mis brazos; estaba demasiado cerca. Me fijé en sus ojos, éstos estaban de un color totalmente violeta.
<< ¡¿Cómo es posible?! >>.
- ¿Me vas a escuchar? – dijo en un tono bajo.
- No.
- Entonces tendrás que escucharme de esta manera.
- ¿Por qué debería escuchar a un tipo que miente sobre llevar lentes de contacto, cuando es más que obvio? – dije fulminándolo con la mirada.
Por su expresión, pude ver algo de sorpresa.
- No llevo lentes. – dijo esta vez sin tanta convicción.
Puse los ojos en blanco.
- Sí claro…
Intenté agacharme para salir por debajo de su brazo, pero él se me adelantó, y pegó su cuerpo con el mío.
- ¿Qué… qué haces? – dije apretándome lo más que podía contra la pared. Me ponía de los nervios que me tuviera así; me hacía recordar aquellos tiempos, en donde me hacían lo mismo… nunca salí bien librada de esas situaciones.
Sin poder evitarlo, el bombardeo de recuerdos, hizo que empezara a temblar.
- Te dije que vamos a hablar, lo que he dicho no es una broma: y, por último, no me importa si no me crees respecto a los lentes.
Lo miré furiosa, no podía creer que por culpa de él reviviera momentos tan duros de mi vida. Lo empujé con todas mis fuerzas, seguramente no se lo veía venir, pues fue a dar contra la otra pared del pasillo; entré a toda prisa a la habitación, recogí mis cosas, entre ellas mi celular, que por cierto, estaba apagado; y salí.
Zarek estaba de pie en la sala, con los brazos cruzados sobre su pecho, en esa posición se podía ver los músculos contraerse de sus bíceps.
- No quise asustarte. – dijo con tono de disculpa.
No lo miré, me limité a ponerme los zapatos.
- Danna, tenemos que hablar, me tienes que escuchar… ¡estás corriendo peligro!
- El único peligro que corro es seguir estando aquí contigo; no te conozco, dices cosas extrañas y, además, me has seguido, ¿qué quieres que piense?
- Te guste o no, voy a seguir tus pasos por donde vayas. – dijo amenazante.
En lugar de intimidarme, me enfureció.
- ¡¿Y por qué rayos lo harías?! ¡¿Estás completamente loco?! – grité.
- ¡Tú no me dejas explicarme! – gritó exasperado, mientras se pasaba las manos por el pelo.
- ¡Pues bien, te escucho! – dije sentándome de nuevo en el sillón y cruzándome de brazos; sabía perfectamente que mi gesto se vería como el de una niña mal criada, pero no me interesaba en lo absoluto.
Él hizo lo mismo, y sin perder el tiempo, empezó a hablar.
- En este momento, tu vida va a cambiar; - empezó a decir muy serio, no me quitaba los ojos de encima; tuve que hacer un esfuerzo descomunal para permanecer allí, dispuesta a escuchar – hay muchas personas que van a ir tras de ti, van a hacer todo lo posible por tenerte en su poder, por eso debes permitirme protegerte, y estar cerca de ti, para evitar que ellos puedan lograr su cometido.
- ¿Quiénes son esas personas? ¿Qué me quieren hacer? ¿Por qué tú me protegerías? ¿Por qué hacen todo esto?
- ¿Qué quieren? A ti. ¿Qué te quieren hacer? Llevarte… con ellos. – esto lo había dicho un poco dubitativo - ¿Por qué yo te protegería? Porque es mi misión, además de una especial encomienda. ¿Por qué hacen esto? Por quién eres.
Me quedé mirándolo, ninguna de las respuestas me lograba decir nada.
<< ¿Por qué tantas vueltas? ¿Por qué no decirme las cosas directamente? >>.
Era como si quisiera ir despacio, pero el problema era que la poca paciencia que había reunido se iba tan rápido como agua entre las manos.
- ¿A dónde me quieren llevar?
Era casi imposible de sostenerle la mirada debido a su intensidad.
- Te quieren llevar a donde un enemigo… - dejó la frase en el aire, como si dudara si continuar o no.
- Enemigo… - dije para incitarlo a continuar.
Repasaba mentalmente mi lista, no creía que cualquiera de los que había conocido llegara tan lejos para hacer algo así, además, hacía mucho que había perdido contacto con todos ellos.
- Un enemigo de tus padres.
No supe qué vino primero a mí, la furia, el desconcierto o la incredulidad; o si fueron todas a tiempo.
Me levanté sin decir palabra, agarré mis cosas y me dirigí a la puerta.
- ¿Danna? – dijo Zarek tras de mí, su voz era algo cautelosa.
Me giré en los talones, y le dirigí una mirada casi de odio puro.
- Si te vuelves a cruzar en mi camino, juro por Dios que voy a denunciarte y a hacer que tu trasero no vuelva a ver la luz del día.
Mis palabras surgieron el efecto deseado, eso, o mi mirada; pues Zarek se quedó prácticamente de piedra frente a mí.
Sin más, me giré de nuevo y salí de aquel apartamento.
El día estaba nublado; caminaba, pero parecía que era una versión zombi mía la que estuviera andando.
Justo en ese momento, había un único lugar en el que deseaba estar, así que, sin importarme mi atuendo masculino, fui directo a la universidad. Una vez allí, tal como lo había predicho, el campus era casi un desierto, pero no escapé de las pocas miradas curiosas y burlonas de las personas que allí se encontraban.
Llegué al bosque, en todo el camino hasta ese momento, mi corazón no había dejado de martillear fuertemente contra mi pecho. En ese momento no quería saber de absolutamente nada.
<< ¿Cómo se atrevió a decir eso? >>.
Estaba más que furiosa, no podía creer que él dijera eso.
- ¿Un enemigo de mis padres? – dije con tono amargo.
Me senté en el pasto, y luego de unos minutos me acosté del todo; por una parte, estaba agradecida con el atuendo que llevaba, pues era extremadamente cómodo, lo único que no debía hacer, era recordar a quién le pertenecía.
En ese momento me planteaba muchos escenarios que le dieran explicación a lo que Zarek acababa de decir; los más probables eran: uno, me estaba jugando una broma demasiado pesada, o dos, se estaba equivocando de persona.
Justo en ese momento, una solitaria lágrima salía de la comisura de mi ojo, de inmediato me la quité; me odiaba a mí misma por permitir que eso me siguiera afectando de esa manera.
- No vas a derramar más lágrimas. – me reñí a mí misma.
Respiré profundo; justo en ese instante, empecé a escuchar aquella melodía dulce y tranquilizadora, cerré los ojos y me dejé llevar por aquellas notas musicales.
- Veo que realmente me querías ver.
De inmediato abrí los ojos, pero no pude ver nada, me encontraba en la totalidad oscuridad.
Entré en pánico, ¿me había quedado ciega? Mi respiración se aceleró al punto de la hiperventilación.
- Sssshhh… tranquila, no pasa nada… sólo quiero que te concentres en mi voz.
El sujeto hizo que me sentara, y retiró unos mechones de mi rostro.
- ¿Es… estoy ciega? – trataba de calmarme; pero, ¡¿cómo podía hacerlo en semejante situación?!
- No, no lo estás… estoy haciendo un pequeño truco en tu cerebro para que así lo creas.
Fruncí el ceño, si esto era un sueño, era de los más extraños que había tenido en mi vida. Sabía que en una situación así, si esto de alguna extraña manera resultara ser verdad, debía mantener la calma; al menos de algo me había servido tantas lecciones.
- Ok… digamos que te creo, ¿tú quién eres?, y ¿cómo puedes hacer esto?
Hubo un momento de silencio, por un instante pensé que el sujeto se había ido.
- ¿No estás asustada? – dijo con la sorpresa tiñendo su voz.
- Lo estoy… - reconocí, de nada servía negarlo; por experiencia sabía que si lo negabas, intentarían cosas peores para que lo admitieras – pero nada gano con gritar como loca; y bueno, lo de salir a correr, de por sí, está descartado.
Se escuchó una carcajada.
- Definitivamente eres mucho más interesante de lo que pensé. – fruncí el ceño ante sus palabras, no podía ver su expresión, pero había sonado como arrepentido – Ahora es tiempo de irnos Cyrene.
De inmediato me tensé.
<< ¡Es el mismo tipo de antes! >>.
- ¿Por qué insistes en hacer esto? – traté de sonar lo más calmada que pude.
- Porque es mi misión. – dijo mientras me levantaba, y me ponía de pie.
<< Otro que habla de misiones… ¡No estamos en un ejército! >>.
Para ese momento, sabía que tanto él como Zarek estaban locos; por lo que decidí seguirle el juego.
<< ¿Y si los dos son parte del mismo juego? >>.
Ese pensamiento me irritó, pero tenía que contenerme.
- ¿Y quién te encomendó esta misión? – dije con un tintín en mi voz.
- Crees que miento, ¿cierto?
Me encogí de hombros.
- ¿Importa si pienso que todo esto es una payasada que se han propuesto hacerme? – dije como si nada.
De nuevo empezó a reír.
- Camina. – me susurró al oído, mientras me tomaba de los hombros y me guiaba.
Estaba evaluando mis opciones; pero definitivamente no era para nada bueno el hecho de no poder ver.
- ¿Podrías ya dejar de hacer ese truco en mi cabeza para poder ver?
- ¿Quieres huir? – sonó burlón.
- Definitivamente te mentiría donde te dijera que no, pero es obvio que de igual manera no lo lograría.
- Te recuerdo que ya te me has escapado dos veces.
- Y yo te recuerdo a ti, que en ninguna de las dos ocasiones ha sido gracias a mis habilidades como escapista.
Volvió a soltar una carcajada.
- Debo admitir que eres bastante astuta. – dudó unos segundos; en todo el tiempo no habíamos dejado de caminar; como había estado atenta a aquella dulce melodía, suponía que nos acercábamos al coliseo, así que una vez cerca, gritaría como loca – Está bien, te dejaré ver, sólo para que veas que soy considerado contigo.
Dicho esto, sólo bastó unos segundos, para que las luces del mundo se volvieran a encender.
Me costó un momento adaptar mi visión.
<< ¿Cómo es posible que esto esté sucediendo? >>.
- ¿Contenta? – dijo el tipo a mi espalda.
Cuando pude asimilar de nuevo mi visión, me fijé que no estábamos cerca al coliseo, muy por el contrario, estábamos muy adentrados en el bosque.
- ¿A dónde me llevas? – dije tratando de girarme hacia él, pero me lo impidió, sosteniéndome aún de los hombros.
- Necesito hacer un portal para poder llevarte con él. – dijo mientras hacía que continuara caminando.
- ¿Y se puede saber quién es él? – dije algo cortada por sus evasivas.
<< ¿Qué es eso de un portal? >>.
- No comas ansias, ya lo conocerás. Ahora camina, no podemos perder el tiempo.
Veía a mi alrededor, con la esperanza de que a alguien se le hubiera ocurrido acampar o hacer un picnic en medio del bosque, pero a excepción de los árboles, todo parecía un desierto.
Habíamos caminado unos cuantos metros más, cuando nos detuvimos; él veía a su alrededor, como si buscara algo o alguien.
- Lo siento Cyrene, pero tendré que amarrarte, no puedo permitirme que empieces a correr cuando tengo que estar muy concentrado.
Me tomó por sorpresa, no sabía con qué, pero me había agarrado las manos, las había llevado hacia atrás, de manera que me pudiera atar a un árbol.
- ¡Suéltame! – la desesperación se quería adueñar de mi ser.
Él se limitó a ignorarme, y empezó a limpiar el terreno, retirando ramas y hojas de alrededor de él.
- ¿Qué significa Cyrene? ¿No te estarás confundiendo de persona?
- No, - dijo sin voltear a mirarme – eres imposible de confundir, además tienes la marca.
- ¿La marca?
- No me desconcentres Cyrene, no puedo hablar contigo en este momento.
De nuevo me decía Cyrene, ¿qué significaba eso?
Justo cuando ese loco estaba jugando con sus manos, sentí como si me estuvieran viendo desde atrás, la sensación era intensa; no tardó en llegar el mareo, haciendo que todo a mi alrededor empezara a girar de manera descontrolada.
El viento empezó a soplar muy fuerte, las copas de los árboles se movían de un lado a otro, lo curioso es que cuando estaba viendo eso, pude notar que el viento sólo era en el lugar en donde nos encontrábamos, pues el resto del bosque parecía estar en su perpetua paz.
El mareo y la sensación de estar siendo observada, sólo aumentaban con el paso de los segundos. El tipo seguía haciendo cosas raras con las manos.
<< ¿Estará haciendo alguna clase de rito? >>.
Era lo único que le daba explicación a los movimientos raros que él estaba haciendo.
- No digas nada. – dijo una voz tras de mí; me había tomado por sorpresa, pero debido a todo lo que estaba pasando en ese momento, afortunadamente hizo que no gritara – Necesito que llames su atención.
A pesar de lo mal que estaba, pude reconocer su voz.
<< ¡Adrián! >>.
Después de lo sucedido ayer no hubiera imaginado la alegría y el alivio que representaría para mí escuchar su voz.
Asentí, de manera que él pudiera saber que iba a hacer lo que me estaba diciendo.
- ¡Oye! ¿Qué está pasando? – empecé a decir en voz alta.
- Será mejor que te calles Cyrene, esto requiere de cierto poder y concentración.
- ¿Lo que haces es algún tipo de rito? – dije ignorando su petición.
Suspiró exasperado.
- Ya te dije que es un portal Cyrene, y por tu bien, será mejor que dejes de molestarme. – dijo en tono cortante.
Estaba logrando mi cometido, no sabía en dónde se había metido Adrián, lo único que debía conseguir, era seguir distrayéndolo. Lo malo, era que el mareo parecía seguir más fuerte.
- ¿Por qué me llamas Cyrene? Ya te he dicho que mi nombre es Danna.
Se giró, y por primera vez me daba cuenta que no usaba gafas, sus ojos rojos se inyectaron furiosos en los míos, los cuales estaban desorbitados por la impresión. Se acercó rápidamente y me agarró el rostro; acercó tanto el suyo al mío, que contuve la respiración.
- Te lo advertí Cyrene, no me dejas otra alternativa que amordazarte.
- ¿Qué… - sin pensarlo dos veces, me cubrió la boca con una tela que había sacado de su bolsillo del pantalón.
En ese momento vi a Adrián tras él; justo después, el tipo se desplomó, golpeándose fuertemente contra el suelo.
Cerré los ojos, Adrián empezaba a quitarme la mordaza y a desatarme las manos.
- ¿Estás bien? – dijo sosteniéndome.
Abrí los ojos, y sus ojos eran de un color verde muy intenso, era como si brillaran. No pude más, un estremecimiento me recorrió entera, me retorcí y grité, pues era como si mu hubiera cogido la corriente. En seguida me desplomé, y no supe más de mí.




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