El sol estaba inclemente, por fortuna en la carretera, los árboles me brindaban algo de sombra, pero, aun así, el sudor se pegaba a mi frente y a mi espalda. Había querido llamar a Lorena y a Alejandro, pero recordaba que el celular que estaba igual de muerto que ayer, lo había dejado en la casa.
Varios carros trataban de detenerse al pasar por mi lado, pero al parecer les podía más la desconfianza, por lo que al final seguían su camino.
<< Quizás si tenga aspecto de loca… >>.
Un carro negro, me cortó el paso, por lo que me detuve antes de estrellarme contra él. No puedo negar que en ese momento me dio mucho miedo, pero cuando vi al sujeto bajar del carro, me invadió una ola de furia.
<< ¿Qué cree que está haciendo? >>.
- ¿En dónde rayos estabas metida? – dijo Zarek acercándose a mí, a paso ligero y furioso.
<< ¿Nunca anda de buen humor? >>.
No le contesté, en cambio lo fulminé con la mirada, y me pare con los brazos en jarras; desafortunadamente mi aspecto distaba mucho del suyo, pues sabía que estaba sudando, y de seguro con la cara roja como un tomate.
- ¿Qué haces aquí? – dije lo más amenazadora que pude.
- Te estaba buscando; - dijo como si fuera lo más normal del mundo, deteniéndose a escasos pasos de mí – ahora, contesta.
Enarqué una ceja, ¿qué le decía que yo iba a seguir sus órdenes?
- ¿Por qué me estabas buscando? – dije en tono seco.
- Porque necesito hablar contigo. – dijo dando un paso más en mi dirección.
Aunque fuera raro, podía sentir su presencia, era como si se adueñara de todo el lugar.
<< ¿Me estoy volviendo loca? >>.
- Si es por tu ropa, el lunes te la doy, no te preocupes que no te la voy a robar. – sin más, lo esquivé y empecé a caminar de nuevo, pero él me agarró del brazo y me giró sin mucha delicadeza.
- ¡Suéltame! – grité realmente enfadada.
- Vamos. – dijo ignorando mis gritos y mis empujones.
No sé cómo lo hizo, pero logró que entrara en el auto.
- ¡¿Qué rayos te pasa?! ¡¿Cómo me has encontrado?! ¡Eres un maldito acosador!
- ¡Cálmate! – rugió fuera de control, su voz había resonado por todo el auto, haciendo que yo diera un respingo. Justo en ese momento, un mareo me atacó sin clemencia.
<< ¡Ahora no! >>.
Tuve que cerrar mis ojos, iba a evitar que él se diera cuenta.
- Perdóname… - dijo después de unos minutos en silencio, yo había tratado a toda costa de calmarme, por lo que el mareo iba cediendo, pero no del todo – es sólo que… estaba preocupado, y tú logras sacarme de mis casillas con bastante facilidad. – no lo veía a la cara, pero me pareció que eso último lo había dicho como si le hiciera gracia.
- Pues no eres al único que le sucede. – dije ya mucho más calmada… de nada servía gritar.
Por fin abrí los ojos, y me giré hacia él, en su rostro había una sonrisa dibujada.
- ¿Por qué me buscabas?
- Desapareciste. – dijo con tono acusador, pude sentir el cambio en el ambiente; de nuevo estaba serio.
- Si te refieres a que me fui de tu casa, y no supiste nada más de mí, pues son cosas que a ti no te interesan.
Suspiró pesadamente, y arrancó el carro.
- ¿A dónde vamos?
- ¿Qué te pasó ayer? – dijo ignorando mi pregunta.
- Nada. – dije cortante.
Se giró hacia mí, y se quedó mirándome un largo rato.
- ¡¿Qué te pasa?! ¡Mira la carretera! – dije asustada.
- Entonces contéstame. – dijo sin darle importancia que estaba conduciendo sin ver.
- ¡Ya te dije que nada! ¡Ahora mira por dónde vas!
- Contéstame. – dijo sin alterarse.
<< ¡Está realmente loco! >>.
- ¡Ok, ok, te cuento, pero de por Dios mira la maldita carretera! – con una sonrisa triunfante, se volvió hacia la carretera; mientras mis manos temblaban violentamente.
- Antes de que te diga, ¿cómo supiste dónde estaba? – dije tras unos minutos para recuperarme.
- Te dije que te iba a seguir los pasos, así que cada vez que nos encontremos, perderás el tiempo preguntándome siempre lo mismo.
Lo miré incrédula, hablaba como si se tratara de algo cotidiano y mundano.
<< ¿De cuándo acá hostigar a alguien es totalmente aceptable? >>.
- ¿Eres alguna clase de acosador? – dije sin poder cambiar mi expresión de incredulidad. Como no contestaba, seguí hablando - ¿Sabes?, estuve pensando, y si esto es una misión que te encomendaron, quizás deberías plantearte la posibilidad de que te has equivocado de persona, pues a estas alturas, te habrás dado cuenta que no soy nadie importante, de lo contrario no me habrías encontrado en medio de la carretera caminando totalmente sola.
Pude ver cómo fruncía el ceño, me hubiera gustado ver sus ojos, pero llevaba unas gafas oscuras.
- Creo que de lo único que me he podido dar cuenta, es que no le interesas mucho a tus amigos, de lo contrario no te dejarían sola todo el tiempo, y mucho menos permitirían que caminaras sola en medio de la carretera.
- Primero, no sabes las razones por las que estaba caminando sola; segundo, ellos tienen sus propias vidas y problemas como para que estén todo el tiempo pendientes de mí; y tercero, no es como si necesitara un guardaespaldas las 24 horas del día.
- No sabes ni lo que dices. – dijo con un tono algo amargo.
- El que no sabe nada eres tú. Ahora, ¿me quieres decir a dónde vamos?
- A tu casa, necesitamos recoger la ropa.
Fruncí el ceño, no es como si fuera de marca… ¿o lo era?
- ¿Tan preocupado estás por tu ropa? – dije en tono burlón – No te preocupes, ese estilo no me va, además, ¿yo qué haría con ropa de hombre?
- No por mi ropa, por la tuya.
- ¿Qué?
- Te vas a vivir conmigo, me creas o no, corres mucho peligro.
Solté una carcajada, ahora sí que estaba diciendo cosas graciosas.
- Sí, y los delfines pueden volar.
- No sé qué te causa tanta gracia, no entiendo cómo tu propia seguridad te importa tan poco.
- Vuelvo y repito, ¿no crees que te estás equivocando de persona?
- No me equivoco, es imposible confundirte con alguien más.
No pude evitar recordar lo que ese loco me había contestado cuando le había sugerido lo mismo.
- ¿Y por qué es imposible confundirme?
Estábamos esperando en un semáforo, así que se giró hacia mí, no podía ver sus ojos, pero su expresión era seria.
- Tienes una marca que te identifica. – se volvió a girar, y arrancó el coche de nuevo.
<< Marca. >>.
Realmente me estaba planeando que él y el loco de ayer eran amigos. Sin embargo, no pude evitar el estremecimiento que me recorrió entera.
- ¿Qué marca?
- ¿Ahora sí me quieres escuchar?
- Quiero saber hasta qué punto estás mal de la cabeza, quizás así, te pueda ayudar a buscar un psicólogo, o si es muy grave, un psiquiatra.
Para mi sorpresa, él empezó a reír. En seguida sacudió la cabeza de un lado a otro.
- Llegamos. – fruncí el ceño, el camino se me había hecho demasiado corto.
Me bajé del auto, me iba a inclinar por la ventanilla, pero él se bajó también. Rodeo el coche y se acercó a mí.
- ¿No vas a abrir?
Enarqué una ceja, ¿qué pretendía?
- Gracias por traerme, pero, ¿no te vas ya?
- ¿No me vas a invitar a pasar? – dijo con tono ofendido.
Por alguna razón, no me lo imaginaba en mi habitación; pero de todas maneras debía devolverle la ropa, por fortuna la había lavado en la noche, mientras Alejandro refunfuñaba acerca de Adrián.
Con un suspiro, me dirigí a la puerta, él me siguió en silencio.
- Bienvenido. – dije con una reverencia exagerada en la entrada de mi habitación.
Él entró, pero se veía algo tenso; no tuvo la mínima intención de disimular que estaba observando todo a su alrededor.
- ¿Esto es todo lo que tienes? – pude detectar algo de incredulidad.
Por alguna estúpida razón me sonrojé… ¿A él qué le importaba?
- Sí, ¿qué esperabas?
- ¿No tienes otras cosas en algún otro lugar?
- No. – dije algo cortante.
Al parecer a Zarek no se le había escapado mi cambio de humor, pues se había quedado mirándome.
- ¿Te puedes quitar esas gafas?
- ¿Por qué?
<< Porque me irrita no mirarte a los ojos… >>.
- Déjalo, no pasa nada.
Fui al armario, y saqué su ropa, busqué una bolsa y se la empaqué; en todo el momento pude sentir su mirada sobre mí, realmente quería que se fuera pronto.
- Toma, y gracias de nuevo por lo que hiciste esa noche.
Él se limitó a tomar la bolsa, pero seguía ahí mirándome como si quedarse mirando tan fijamente a una persona y no decir nada fuera un acto muy normal.
Desesperada por buscar otra cosa qué hacer, me fijé en el sobre que había recibido esa mañana, así que me fui hacia él, y lo empecé a abrir.
- Creo haberte dicho que yo no venía por mi ropa sino por la tuya.
Me detuve de abrir el sobre, y lo miré con sorna.
- Y creo haberte dicho yo también, que los delfines podían volar.
Nos quedamos unos minutos mirándonos, hasta que el sobre en mis manos se resbaló y cayó al suelo.
Irritada por mis patéticas actuaciones, me agaché y lo recogí, no tenía remitente, algo que era realmente extraño. No le quise dar importancia a Zarek, quien empezaba a caminar de un lado para el otro, yo me senté en la cama y desdoblé la hoja.
Hola… Danna, ¿quieres conocer tu verdadero origen? Te espero mañana a las 7 de la mañana en la entrada de tu universidad. Será mejor que vengas sola.
Te estaré esperando…
Por unos minutos, me desconecté del mundo, no pensaba en nada, hasta que el rostro preocupado de Zarek, quien por cierto ya se había quitado las gafas, se cruzaba en mi campo de visión; sin esperarlo, me agarró delicadamente del rostro y me apremió para que reaccionara.
- ¿Estás bien?
- Creo que tus bromas no me están pareciendo muy graciosas. – dije con la voz plana.
- ¿Qué bromas? – dijo al tiempo que se fijaba en el papel en mi mano, y me lo arrebataba.
Pude ver cómo su expresión se endurecía al leer la pequeña nota.
- Yo no he hecho esto Danna. – dijo totalmente serio – Y no sé hasta cuándo te vas a dar cuenta de que lo que te estoy diciendo no es ninguna broma.
- Hasta que dejes de hablarme con evasivas. – dije volviendo poco a poco en mis cinco sentidos; esa nota me había dejado congelada.
- Si me permitieras decir dos frases seguidas, sin gritar y sin huir, creo que a estas alturas sabrías absolutamente todo.
- ¡Yo no huyo! – dije poniéndome de pie.
- ¿A no? – dijo cruzándose de brazos, no había retrocedido ante mi reacción – Que yo recuerde, la última vez que nos vimos fue exactamente lo que sucedió.
- Eso fue porque tú empezaste a decir tonterías.
- ¿Tus padres son tonterías? – dijo con un tono duro.
No lo soporté más, la ira se apoderó de mí.
- ¡Yo no tengo padres! – grité totalmente colerizada, mientras me lanzaba contra él como una gata salvaje; pero en un instante, él me agarró de las muñecas, e hizo que cayéramos sobre mi cama, ésta chirrió ante el inesperado peso que había recibido de repente.
- ¡¿Por qué reaccionas de esa manera?! – dijo sin importar en la posición en la que nos encontrábamos; mi pecho subía y bajaba de manera acelerada, haciendo que rosara con el pecho de él, su cuerpo cuan largo era, aplastaba el mío, y como sostenía mis manos por encima de mi cabeza, no lo podía alejar de mí.
- ¡Suéltame! – dije tratando de zafarme, pero era totalmente inútil.
- ¡No te voy a soltar hasta que te tranquilices! ¡Maldición! – gritó él también
Lo miré furiosa, y acerqué mi rosto al suyo; él no se lo esperaba al parecer, pues se quedó totalmente quieto.
- Suéltame… - dije con tono bajo, pero totalmente amenazador – y si no quieres verme de ésta manera, será mejor que dejes de nombrar a seres inexistentes.
Los sentimientos que suscitaban siempre que se nombraba a mis padres eran tan poderosos que la rabia bullía por todo mi cuerpo.
Él se había quedado mirándome detenidamente; en un momento, me fijé en sus ojos, de nuevo se veían verdes, pero al igual que el primer día tenían esas extrañas vetas violetas. Luego, me fijé sin querer en sus labios, éstos estaban apretados, parecía como si se estuviera conteniendo de decir cualquier cosa.
Ahora fue él el que se acercó demasiado a mí, hasta el punto que nuestras narices se alcanzaban a tocar.
- ¿Qué…
- Ya estás calmada. – dijo en un susurro, luego de eso, cerró los ojos y así se alejó.
Cerré los ojos, mi corazón latía fuertemente contra mi pecho, por un momento había pensado…
<< ¿Qué había pensado? ¡Nada, no había pensado en nada! >>.
Me senté de golpe, disgustada conmigo misma; hasta ese momento no me había dado cuenta de lo que estaba haciendo Zarek.
- ¡¿Pero qué rayos haces?! – dije levantándome de un salto.
- Te dije que veníamos por tu ropa, ¿qué parte no entiendes? – dijo como si nada, mientras seguía empacando mis cosas en la única maleta de viaje que tenía.
- Dime la verdad, ¿te has escapado de algún manicomio? – dije mientras me acercaba a él.
- Hablaremos, una vez estemos en mi casa, aquí no es seguro para ti. – seguía empacando mis cosas y no se detenía a mirarme siquiera para contestar.
- ¡Deja de hacer tonterías! – dije exasperada.
En ese momento, estaban golpeando la puerta, por lo que Zarek no dijo nada, y siguió empacando.
- ¿Quién? – grité sin estar muy agradecida por nuestra interrupción.
- Soy yo, Sara.
Abrí la puerta, estaba un poco apenada por cómo había hablado.
- Hola, que pena… - dije algo avergonzada.
- No te preocupes, sólo que alguien te está esperando, la hice pasar al recibidor, no sé si quieras que pase.
- No, tranquila, ya voy para allá. – Sara asintió, y se fue.
No quería que pasara, pues si era Lorena o Mary, no les gustaría mucho que yo estuviera con un total desconocido, el cual estaba empacando mi ropa para irme a vivir con él. Sacudí la cabeza ante la incredulidad de la situación.
- Ya vengo, y será mejor que dejes todo como estaba, que te quede claro que no voy a ir a ninguna parte contigo. – sin más, cerré la puerta y me dirigí al recibidor.
Cuando me acerqué, había una chica de espalda, no era Lorena ni Mary; en fin, no la conocía.
- ¿Sí? – dije deteniéndome a unos pasos.
La chica se giró, pero tal como lo había supuesto, no la conocía, tampoco recordaba haberla visto en alguna parte.
- Así que eres tú. – dijo con algo de antipatía en su voz.
Me quedé mirándola, la chica en cuestión, era un poco más baja que yo; su pelo era rojizo, y se tez más blanca que la mía; los ojos estaban ocultos bajo unos enormes lentes de sol. Tenía una sonrisa de suficiencia en el rostro.
<< ¿Y ahora qué? >>.
- Soy yo… ¿qué?
- Eres toda una decepción… - dijo caminando a mi alrededor, y examinándome como si fuera un caballo a la venta, no pude evitar la irritación que sentí en ese momento – pero bueno, al fin y al cabo, eres a la que busco.
Puse los ojos en blanco, al parecer me estaba topando con personajes que les gustaba hablar en código.
- Si no necesitas nada, te puedes estar yendo, me dirigí a la puerta, y la abrí.
- Sí, te necesito a ti. Supongo que te llegó mi nota.
La miré extrañada, Sara me había dicho que se la había entregado un tipo.
- ¿Qué quieres decir con saber de mi origen? – dije cautelosa de repente.
- Si quieres respuestas, entonces te vendrás conmigo.
- Bueno, está más que claro que no pienso ir a ninguna parte contigo, así que te puedes guardar tus respuestas que no me interesan en lo absoluto.
Esperé con paciencia a que se fuera de una vez por todas, ella se iba acercando lentamente.
- ¿Estás segura que no te interesan?
- No, ahora, por favor… - hice una seña para que saliera – tengo cosas qué hacer, y no me gusta perder mi tiempo.
Justo cuando pasaba frente a mí, se detuvo.
- Qué tristeza que seas tú. – dijo con pesar; en ese instante se quitó las gafas, tuve que ahogar un grito al ver sus ojos, los cuales eran de un color amarillo tostado, me fui contra la puerta, y tuve que recordarme la existencia de los lentes de contacto… o ¿todavía estaba haciendo efecto la droga?
<< ¡Imposible! >>.
En mi descuido, la extraña chica, me agarró fuertemente del brazo y lo dobló hasta ver mi antebrazo.
Soltó un resoplido.
- Aún tenía la esperanza de que no fueras tú… pero bien, vamos, a mí tampoco me gusta perder el tiempo. – sin soltarme, empezó a arrastrarme a la salida.
- ¡Suéltame, me estás lastimando!
A pesar de ser delgada, y más baja que yo, su fuerza era increíble, no importaba yo cuanto intentaba deshacer el agarre, sus dedos se aferraban a mi brazo, de tal manera que irían a quedar como un tatuaje en mi piel.
En ese momento, sentí como si algo obstruyera el aire en mi garganta, entré en pánico, no podía respirar, me llevé ambas manos a mi garganta, pensando que la chica me estaba estrangulando, pero nada, no había nada alrededor de mi garganta. Pequeños puntos negros empezaban a aparecer en el campo de mi visión, y los pulmones me quemaban; totalmente desesperada, me retorcía, hasta que caí al suelo, en ese momento, sentía que me moriría. Dado el momento, el aire empezó a ingresar a mis pulmones, jadeaba buscando recuperarme, tosía de manera descontrolada, los ojos los tenía llorosos; estaba tan concentrada en recuperarme, que lo único que me sacó del trance fue cuando Zarek me levantó entre sus brazos.
- ¿Estás bien? – dijo preocupado, sin demostrar esfuerzo alguno por el hecho de que me estuviera cargando.
Me dolía la garganta, por lo que me limité a asentir. Cerré los ojos, pues todo me estaba dando vueltas.
<< Bonita hora de darme eso… >>.
Pensé irritada. No fue hasta sentir el suave sillón de cuero, que abrí los ojos, pero de inmediato los cerré, había sido mala idea.
- ¿A dónde me llevas? – dije cuando escuché que se subía al carro; mi voz sonaba algo rasposa.
- A mi casa, ya te lo había dicho. – dijo con tono mordaz.
- ¿Se puede saber por qué estás enojado conmigo? – poco a poco fui abriendo los ojos, y él me estaba mirando.
- No estoy enojado contigo… estaba preocupado por cómo te encontré.
Agaché la mirada, aunque todo lo hacía lentamente, pues cualquier movimiento brusco empeoraba mi situación.
- Creo que me atoré con algo. – dije avergonzada.
Soltó un gruñido, y arrancó el coche.
- Tú no te atoraste, eso lo hizo ella.
- ¿Ella?
- Dyna, la que quiso llevarte contigo, al parecer te estaba tratando de hacer perder la conciencia. – su mandíbula parecía a punto de estallar.
- También creí que era ella, pero ella no me estaba tocando.
- Sí fue ella, no es fácil de explicar Danna, pero fue ella, por eso quiero que te des cuenta de una vez en el peligro en el que estás.
- Y si fue ella, ¿por qué quería que yo perdiera la conciencia? – dije tratando de asimilar sus palabras.
- Porque estabas armando un escándalo, por lo que no le quedó más remedio que tratar de silenciarte. – recosté mi cabeza contra el asiento, afortunadamente ya el mareo era algo que podía sobrellevar – ¿Te dijo algo?
- Ella fue la chistosita de la nota, al parecer no quiso esperar a nuestra cita… también me dijo que estaba decepcionada de que fuera yo.
- ¿De que fueras tú?
- Sí, al parecer a todos ustedes les gusta hablar en clave. – dije algo irónica.
- ¿Aún crees que esto es una broma, y que ellos son cómplices míos?
Quería decirle que sí, pero empezaba a tener la loca idea de que algo más allá de una estúpida jugarreta estaba sucediendo.
- Me alegra que ya no pienses así. – dijo con cierto alivio.
- No he dicho nada.
- Pero tampoco has respondido como lo hacías antes.
Me quedé callada, no sabía qué pensar realmente; de repente me acordé de que no sabía qué había pasado con ella.
- ¿En dónde está ella?
- No te preocupes, ya no volverá a molestarte… - creo que vio la expresión de terror en mi rostro, pues se apresuró a aclararme – no le hice nada, sólo la envié de vuelta a casa.
- Espera… ¿tú la conoces? – lo miré detenidamente.
A pesar de que su mirada estaba fija en la pista, no pudo ocultar su molestia.
- La conozco. – dijo en un susurro.
Pasaron los minutos en silencio.
- ¿No vas a decir nada? – dijo incrédulo – Pensé que me gritarías, y que saldrías corriendo.
- Lo voy a hacer, pero no con el coche andando; créeme, podré ser algo impulsiva, pero no soy suicida. – lo había dicho tan seria, que no había esperado su reacción; soltó una carcajada, que al final muy en contra de mi voluntad terminé riendo.
- Me vas a volver loco. – decía entre risas.
Al final, terminé yendo tranquilamente a su casa, una ola de cansancio se había apoderado de todo mi cuerpo, por lo que lo único que me apetecía en ese momento era descansar en la deliciosa cama en la que había despertado el sábado.