- Ya sabes cuál es tu habitación. – dijo Zarek cerrando la puerta tras entrar, yo enarqué una ceja – Ya accediste a estar aquí, así que esa va a ser tu habitación. A menos que quieras dormir conmigo… – dijo poniendo cara de Don Juan – Yo no me niego en lo absoluto.
Pude sentir el calor inundando mis mejillas.
- Sólo para que sepas, accedí a venir pues estoy muy cansada para deshacer ese camino tan largo hasta donde vivo; además, tú me dijiste que me aclararías las cosas, así que será mejor que vayas preparando tu melodiosa voz… - hice una breve pausa, y me acerqué a él, caminando lentamente, Zarek se quedó muy quieto mirándome – Ahora, si lo pienso bien, me encantaría quedarme en tu habitación. – Zarek abrió mucho los ojos, yo le dediqué una radiante sonrisa – Supongo entonces que tú te quedarás en la otra habitación.
Sin más, me giré, mostrando una sonrisa de victoria en mi rostro, pues había pasado de sorprendido a… ¿decepcionado?
Suspiró, e hizo que lo siguiera a la sala.
- ¿Tienes hambre? – dijo una vez nos sentamos.
Tuve que hacer memoria de si había almorzado, entonces pensé en la pizza que apenas había probado.
<< ¡Lorena y Alejandro! >>.
A estas alturas quizás me estarían buscando, ya que nos habíamos separado sin despedirnos.
- ¿Tienes un celular que me prestes? – dije con algo de afán.
Zarek frunció el ceño, pero de inmediato sacó el aparato de su bolsillo y me lo tendió.
- ¿Voy pidiendo algo de comer?
- Sí… gracias. – me alejé y empecé a marcar el número de Lorena.
Solo timbró dos veces, para escuchar la voz de Lorena.
- ¿Hola?
- Lore, soy yo, Danna.
- ¡Danna! – tuve que alejar el aparato de mi oído - ¡¿En dónde demonios estás?! – se escuchaba totalmente enojada.
- ¡Deja de gritar que me vas a dejar sorda! Y tranquilízate, ¿quieres?
- Bueno me calmo, pero dime, ¿dónde estás?
Dudaba en decirle la verdad, pero de seguro ya habían ido a la casa, así que me cacharían si decía mentiras.
- Estoy en la casa de un amigo.
- ¿Por qué te fuiste así de mi casa?... Espera… ¿Cómo que en casa de un amigo? ¿Qué amigo?
Puse los ojos en blanco, ahí estaba la cotilla de mi amiga.
- ¿Así cómo? – dije extrañada, refiriéndome a la primera de sus preguntas.
- ¡Sin avisarme!
- Pues fueron ustedes los que me dejaron allí, tu mamá me dijo que habías salido con Alejandro, así que yo me fui para la casa.
Se escuchó un improperio al otro lado de la línea, al parecer la señora Karla nos había engañado a todos.
- Discúlpame amiga… no sabía que mi madre se iba a comportar de esa manera contigo…
- ¡Pásamela! - se escuchó decir a Alejandro.
- ¿En dónde estás? – dijo Alejandro preocupado – Te fuimos a buscar a la casa, pero Sara dijo que no te habías aparecido desde esta mañana.
Suspiré aliviada, si hubieran ido hace un rato, quizás ella les hubiera comentado lo que había sucedido con aquella chica.
- Estoy con un amigo, no te preocupes.
- ¿Amigo? – estuvo unos segundos en silencio - ¿Otra vez estás con ese tal Adrián?
Puse los ojos en blanco, no sabía realmente por qué no se llevaban bien esos tres; pero la mención de Adrián me hizo preguntarme qué estaría haciendo en ese momento, y una sensación de querer verlo se apoderó tan rápido de mí que me dejó aturdida.
<< ¿Qué me pasa? >>.
- ¿Danna? – dijo Alejandro devolviéndome al presente.
- Lo siento… y, no, es otro amigo…
- ¿Quién?
- Se llama Zarek.
- Aaa… el del nombre raro. – dijo en tono seco - Dime la dirección, pasaré por ti para llevarte a casa.
Un escalofrío me recorrió, una parte de mí quería poner distancia entre esa casa y yo, al menos sólo por esa noche, pues lo que había sucedido no había sido cualquier bobada, como lo quisiera pensar.
- No Alejo… él me llevará más tarde, tenemos un trabajo qué adelantar, recuerda que estamos juntos en el proyecto que te comenté.
Odiaba mentirles a mis amigos de esa manera, pero no quería pasar la noche en esa casa, por ridículo que pareciera, me sentía segura allí con Zarek.
- ¿Estás segura? No me importa la hora en que termines.
- Segura… pero te lo agradezco de todo corazón, nos vemos mañana en la universidad, ¿te parece?
- Ok, cuídate, y mándame un mensaje para cuando llegues a casa.
- Ok, cuídate tú también, y por favor dile a Lorena que no se preocupe por lo que sucedió hoy, no quiero que se armen más problemas en su casa por mi culpa.
- Yo le digo, pero no sería tu culpa, ellos actuaron muy mal contigo.
Me encogí de hombros, no tenía nada que decir respecto a eso.
- Ok, te dejo, descansa.
- Tú también descansa; y no te olvides del mensaje.
- Ok, adiós. – colgué; para cuando me giré, Zarek estaba sentado en la sala mirándome fijamente.
- Gracias… - dije acercándome a él y entregándole el aparato.
- ¿Hablabas con tu amigo? – su expresión era indescifrable.
- Sí.
- ¿Por fin se acordó de que te había dejado sola?
- Creo que eso no es de tu incumbencia. – no me gustaba el tono que estaba utilizando.
Suspiró, al parecer iba a cambiar de tema.
Me senté, de verdad que el cansancio estaba haciendo de las suyas con mi cuerpo.
- Pedí algo de comer, necesitamos hablar, por lo que no puedo perder el tiempo cocinando.
Asentí. No sabía qué pensar en ese momento, parte de mí, estaba nerviosa de las locuras que pudiera empezar a escuchar.
- Bueno, ya que tengo la palabra… - continuó diciendo – Ahora sí, ¿me puedes contar qué te sucedió ayer?
- ¿Por qué crees que me sucedió algo ayer?
- No empecemos con las contra preguntas, y contéstame.
Por su expresión, y por la forma en que apretaba una y otra vez sus manos en su regazo, podía ver que estaba tenso.
- Ayer, cuando salí de aquí… - empecé a decir tras un suspiro de irritación – me fui directo a la universidad; resulté en aquel lugar en el que me habías encontrado con aquel tipo… ¿recuerdas? – él asintió, parecía totalmente concentrado intentando captar cada una de mis palabras; tuve que concentrarme en mis manos, para intentar no ponerme nerviosa ante su intenso escrutinio – pues estaba… disgustada, y sólo allí podría calmarme, por lo que me acosté en el pasto; ese mismo tipo llegó, no podía ver nada, me condujo más adentro del bosque, me ató a un árbol, y me dijo que estaba haciendo un portal; en ese momento ya podía ver, por lo que en cierto momento, me fijé que sus ojos eran totalmente rojos; un amigo llegó, y con los tipos de seguridad, me… ayudaron; no recuerdo nada de eso, pues me había desmayado. Cuando desperté en enfermería, me dijeron que a causa de la droga que tenía en el cuerpo, había visto cosas que no eran reales; incluso cabe la posibilidad de que haya también escuchado cosas que simplemente no se dijeron nunca.
- ¿Te dijo algo el tipo? – dijo Zarek muy serio, su mandíbula estaba muy apretada.
- Ya te dije que quizás haya escuchado mal…
- Dime. – dijo apremiante.
- Me dijo que me llevaría con él, que se tenía que concentrar para hacer un portal; que él tenía la misión de llevarme con un tipo… no me quiso decir cómo se llamaba; al igual que a ti, yo le había sugerido que quizás se estuviera equivocando de persona, pero me dijo que yo era inconfundible, y que además tenía la marca. También me decía Cyrene, no entiendo qué significa eso, pero creo que es alguna clase de nombre, quizás también pueda ser un código.
Me sorprendía que a pesar de repetirme mil veces que todo eso lo había imaginado, mi mente lo tenía tan fresco y lúcido como si hubiera sido real.
- Me dices que él te dejó ciega.
- En ese instante, así lo pensé, él también me había dicho que era él el que hacía ese truco en mi cabeza, para que no saliera huyendo; pero ya te dije, estaba drogada, quizás sólo era que yo estaba cerrando los ojos, o que él me había puesto una venda.
- Danna… - dijo Zarek acercándose a mí, pero justo en ese momento, el timbre sonó. Con una expresión de disgusto, se levantó y recibió la comida que había pedido; casi de inmediato mis desvergonzadas tripas, empezaron a rugir.
- Debes tener hambre… - dijo Zarek preparando todo en la mesa; yo me había levantado, y lo estaba ayudando – será mejor que comamos, y así podremos hablar más tranquilos.
Asentí como si fuera una niña esperando por una rebanada de pastel. Me sonrió y nos sentamos en silencio.
- Gracias… estaba delicioso. – dije recostándome contra el respaldo de la silla.
- No tienes qué agradecerme; pero deberías cuidar más de ti.
De nuevo decía algo así, no entendía por qué lo decía, pero me limité a dejar pasar el comentario.
- ¿Quieres seguir hablando? – dijo cuando nos acabábamos de sentar de nuevo en la sala, pues había visto mi bostezo.
- Segura, ya te dije, necesito escucharte para saber si necesito a un psicólogo o a un psiquiatra.
Aún, cuando empezaba a digerir las cosas como algo más serias, no pude evitar mi comentario sarcástico.
- Primero quiero que me prometas que no importa lo que yo diga, no vas a salir corriendo, o a empezar a gritar como una loca.
Tuve que hacer maniobras imposibles para no soltar una carcajada, pero la seriedad con la que me miraba Zarek, ayudó un poco para controlarme.
Me detuve un momento a pensarlo, era una promesa un poco difícil de hacer.
<< ¿Y si empieza a hablar de mis… padres? >>.
Sabía que, aunque lo intentara, mis reacciones cuando ellos estaban en medio de la conversación, eran totalmente descontroladas; fruncí el ceño, odiaba que ellos me hicieran actuar de esa manera, era como si a pesar de todo, controlaran una parte de mi vida.
- No creo que pueda prometerte tal cosa, pero te puedo prometer que haré mi mejor esfuerzo por quedarme y escucharte.
Al parecer le vino bien mi sinceridad, pues me sonrió casi con dulzura.
Pasaron un par de segundos, al parecer estaba decidiendo por dónde empezar.
- Quizás debería empezar por aclararte, que todo lo que me cuentas de ese sujeto, no fue una alucinación, o efectos de alguna droga; todo lo que escuchaste, viste y sentiste, fue real. Existen tipos como él, que pueden manipular la mente, por eso no pudiste ver; otros como Dyna, que poseen el poder de manipular objetos o personas de manera física, sin necesidad de que ella los toque; creo que ustedes lo llaman telequinesis, o algo parecido… - a pesar de todo lo loco que sonaba eso, no pude evitar no perderme el ustedes que salió de sus labios – Sus ojos sí son de ese tono, pero me sorprende de que tú los puedas ver, eso sólo lo podemos hacer cuando nuestro poder está avanzado. Por lo que mis ojos son de color violeta, pero cuando estoy calmado, por decirlo de alguna manera, parecen más verdes, claro que ese color sólo lo ven las personas… normales.
<< ¿Personas normales? >>.
Se detuvo un momento, al parecer quería medir mi reacción para ese momento, pero, simplemente, en vez de estar asustada, o furiosa porque él pensara que yo me pudiera creer semejante madeja de incoherencias; sentía curiosidad, quería saber más sobre el mundo mágico que al parecer él se había inventado.
- Ok… - dijo cauteloso – ¿qué te parece si me haces preguntas, y yo te respondo?, de paso te voy explicando todo.
Me parecía bien, así me daba el poder de saber todo lo que tenía con un enorme signo de interrogación en mi cabeza.
- Ok… ¿Qué significa Cyrene? – sabía que tenía que preguntar más a cerca de esos supuestos poderes, y sobre el color de sus ojos, también de por qué hacía esa distinción entre ellos y nosotros; pero esa palabra había estado presente en mis sueños desde la primera vez que la escuché.
- Cyrene es un nombre, significa ninfa… - dudó por un instante – ese es tu nombre.
Lo miré extrañada, ¿en qué loco idioma, Danna se traducía como Cyrene? No quería quedar con dudas, por lo que debía preguntar.
- ¿En qué idioma mi nombre se traduce como Cyrene?
- En ninguno, - dijo Zarek, la seriedad debía ser su apellido, pues no cambiaba su expresión – Cyrene es un nombre de origen griego.
Asentí, no tenía mucho qué decir al respecto.
- ¿Cuál es la marca de la que me hablaste esta tarde?
En vez de responderme, se levantó y se sentó a mi lado.
- ¿Me permites? – dijo tendiéndome la mano, esperando a que yo le diera la mía.
- ¿Qué…
- Por favor. – dijo mirándome fijamente a los ojos, sus ojos estaban más violetas que antes; no quise hacerle mucho caso a ese aspecto, por lo que terminé accediendo. Tomó mi mano y la giró.
Sus dedos, empezaron a ascender hasta mi codo, recorriendo todo mi antebrazo; tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano, para no soltarme bruscamente, y gritarle mil improperios; sabía que sería una reacción exagerada, pero estaba totalmente nerviosa ya que, ese delicado rose de sus dedos contra mi piel era demasiado inesperado, además no entendía por qué lo hacía.
- Estos… - dijo atrayendo de nuevo mi atención, mientras señalaba uno a uno mis lunares alineados, los mismos de los cuales unos días antes, él había dicho que se parecían al cinturón de Orión – son tu marca, ellos te identifican como Cyrene.
Por primera vez en todo ese día, suspiraba de tranquilidad, inevitablemente una sonrisa curvó mis labios.
- ¿Qué? – dijo Zarek viendo mi reacción.
- Te dije que te habías equivocado… ¿Sabes cuántas personas en el mundo pueden tener esa misma marca?
Me recosté en el sillón, y cerré los ojos, sentía como si una carga se hubiera caído de mis hombros.
<< ¿Por qué estaba tan tensa si sé que esto no es real? >>.
No me importaba, el caso es que era más que obvio que yo no era a la que se suponía estaban buscando.
- Danna. – dijo Zarek, quien aún no había soltado mi brazo, me agarró de la mano, y la apretó ligeramente; era como si quisiera darme ánimos. Abrí los ojos, y me fijé que él parecía preocupado – No estoy equivocado; además de la marca, es imposible confundirte por varias cosas, entre ellas, que tú puedes ver nuestro color real de ojos, los demás sólo ven un color en particular, uno totalmente normal para ustedes… - volvía a hacer ese tipo de distinciones, como si él no perteneciera de algún modo a aquí – por otro lado, aunque aún es muy débil, te podemos sentir…
- Espera, - dije interrumpiéndolo - ¿qué quieres decir con sentir?
- Es como si tuvieras algún tipo de transmisor, te puedo sentir, claro que la intensidad de la señal varía según la distancia que nos separe; es como una presencia.
En ese momento pensé justo en el momento en el que él se acercaba a mí en la carretera, justo había pensado algo parecido.
<< ¿Será posible? >>.
- Dijiste que había más cosas que me identificaban como Cyrene, ¿esas son todas?
- No, - se detuvo un momento, y vio nuestras manos unidas; sin darme cuenta, yo me estaba aferrando a la de él; quise soltarme, pero él no me lo permitió y siguió hablando – hay otra cosa aún más evidente a la vista… tu apariencia.
Ahora sí que no entendía a qué se refería. Al ver mi reacción, él suspiró y apretó un poco más mi mano.
<< ¿Qué le pasa? >>.
- Te pareces a ella… - puse los ojos en blanco, odiaba tantas evasivas.
- ¿Quieres ser más claro? – dije sin preocuparme en ocultar mi molestia.
- Tu madre.
Sentí como si me hubieran abofeteado en ese momento, jamás pensé que la conversación se fuera a torcer de esa manera, aun cuando ya tenía claro que en algún momento de la conversación, esos fantasmas harían su majestuosa aparición.
- Ok, creo que me lo pensé mejor, - dije mientras me levantaba, a pesar de eso, él no me soltaba – voy a irme a casa.
- No. – dijo en tono seco – Me lo prometiste, dijiste que me escucharías.
- Te dije que lo intentaría, pero es obvio que ya no puedo más, ahora – dije halando fuertemente de mi mano y liberándome – ya no me quedan ganas de escuchar estupideces. – mi voz era firme, aún, cuando por dentro todo se derrumbaba.
<< ¿Por qué dejo que me siga afectando de esa manera todavía? >>.
Aquella reacción tan indeseada de mi parte, sólo hacía acrecentar mi furia interna.
- No son estupideces. – dijo Zarek con un tono bajo, pero amenazante – Y tampoco te vas a mover de aquí hasta que me escuches.
- ¿A sí? – dije con sorna - Mira cómo me voy. – me giré, y empecé a caminar hacia la puerta; cuando tenía la mano en el cerrojo, pude sentir a Zarek justo detrás de mí.
- Que conste que tú lo quisiste de ésta manera. – dijo con tono bajo cerca de mi oído; sentí un estremecimiento que me recorrió entera, pero justo cuando me iba a voltear para encararlo, me agarró de las muñecas, y me las llevó hacia atrás.
- ¡¿Qué haces?! – grité furiosa; sentí un frío metal alrededor de mis muñecas - ¡¿Pero es que te has vuelto loco?!
Me giró, y puso sus manos en mis brazos; acercándome a él, inyectó sus ojos totalmente violetas en los míos. Estaba tan cerca, que apenas una ligera capa de aire nos separaba.
- Me escucharás quieras o no; yo no quería hacerte esto, pero veo que no me dejas otra alternativa. – estaba totalmente furioso, las venas en su cien parecían a punto de estallar.
Tragué saliva, muy a mi pesar, su reacción hizo que me intimidara un poco.
<< ¡No debo permitir que me trate así! >>.
- ¡Tú no tienes derecho a hacerme esto! ¡Me estás reteniendo en contra de mi voluntad! – me revolvía como un animal que hubiera caído en una trampa de algún cazador; Zarek reafirmó su agarre, al punto de que me empezaba a hacer algo de daño.
Como yo no me calmaba, él, en algún momento, me apretó contra la puerta, de modo que su cuerpo lograba retenerme por si me quería alejar de él, sus manos abandonaron mis brazos, y se dirigieron a mi rostro, de modo que éste quedó atrapado entre sus grandes y cálidas manos.
- ¡Suéltame… no me to…
Mi diatriba fue interrumpida, cuando los cálidos labios de Zarek se posaron levemente en los míos, era apenas un roce, pero me quedé de piedra ante su tan inesperada acción.
-Ya estás calmada. – dijo con voz victoriosa, mientras se alejaba de mí, para ver mi rostro.
Sabía que estaba sonrojada hasta más no poder, mi corazón parecía quererse salir de mi pecho, todas las palabras… o palabrotas que había querido decir, se habían quedado atascadas en mi garganta, formando así un gran nudo.
Para cuando recobré las neuronas que se habían dispersado en ese momento, me fijé en la sonrisa de suficiencia que tenía Zarek grabada en el rostro, algo que me enfureció hasta más no poder, por lo que, sin desperdiciar ningún preciado segundo más, empecé a despotricar como posesa, algo que hizo borrar la estúpida mueca que tenía Zarek en cuestión de segundos.
Tras negar con la cabeza, él simplemente optó por ignorarme, y me hizo sentar en el sillón; a pesar de lo furioso que estaba, pues al parecer no esperaba semejante reacción de mi parte, me trataba con delicadeza; él tomó asiento justo frente a mí, pero estábamos tan cerca, que nuestras rodillas se tocaban.
- Si te atreves a interrumpirme una sola vez, tendré que amordazarte.
Inevitablemente di un respingo, por su expresión no cabía duda de que lo haría. Pero a pesar de que todas las alarmas en mi cabeza estaban encendidas diciéndome que no lo provocara, no pude evitar mi reacción, mi vena rebelde se estaba haciendo presente, ésta venía de tiempos atrás, cuando me encontraba en circunstancias similares; algunas veces me servía, en otras ocasiones, simplemente empeoraba las cosas para mí.
- ¡Atrévete maldito, y verás de lo que soy capaz! ¡Tú no mandas en mi maldita vida!
No tardó nada, apenas empecé a gritar, se levantó y regresó con un trozo de tela en las manos. Pero a pesar de la inminente situación, yo seguía gritando como loca, mientras que, con los pies, inútilmente lo trataba de apartar de mí.
- ¡No me pongas un maldito dedo enci… - mis gritos fueron ahogados, lo había dejado tan bien amarrado, que no podía casi ni balbucear.
- Bueno, ya que por fin puedo empezar a hablar, te recomiendo que mantengas la calma, lo que te voy a contar no es nada fácil de decir, será mejor que te tranquilices.
Para cuando terminó la frase, ya no me retorcía, pero le dirigía la mirada más envenenada que tenía. No valía la pena gastar mi energía gritando, o balbuceando improperios, ya que no los entendería en lo absoluto.
- Sí, como te dije antes, la característica que más te identifica, es tu parecido con tu madre. Fueron precisamente ellos, tu madre y tu padre los que me encomendaron encontrarte. Los demás te quieren, pero te piensan llevar a donde un enemigo muy poderoso de tus padres, el cual se enteró de tu existencia, pues hasta hace un tiempo, eras un secreto bien guardado; se suponía que sólo mi familia y tus padres lo sabían, pero al parecer un empleado nos escuchó hablando de ti, y así se enteraron. – su expresión era dura, al parecer le disgustaba de sobremanera ese recuerdo.
No sabía si era por la situación, pero a pesar de que había nombrado a mis padres, mi mente no se bloqueó; al contrario, era como si muy en el fondo de mí, realmente me interesara lo que tuviera que ver con ellos.
<< Si seré tonta. >>.
- Tu nombre Cyrene, te lo puso tu madre… - Zarek se interrumpió durante un momento, se acercó a mí, y apoyó sus dos manos a ambos lados de mi rostro - ¿Estás bien? – parecía realmente preocupado, sólo hasta ese momento, cuando sentí que con su pulgar atrapaba una lágrima mía, me daba cuenta que estaba llorando.
<< ¡No! >>.
Cerré mis ojos, y con todas mis fuerzas evité que las lágrimas siguieran saliendo.
Me quitó la mordaza, y me acarició el rostro.
- Por favor… perdóname… - decía dolido Zarek; abrí los ojos, y los suyos reflejaban arrepentimiento – no quería tratarte de esta manera, pero realmente necesitaba que me escucharas, no sabes de lo que ellos son capaces con tal de tenerte en su poder.
- ¿Por qué me quieren llevar? – mi voz sonó algo ronca.
Sus ojos parecieron iluminarse un poco, al parecer se alegraba de que no gritara como una desquiciada, sino que hiciera preguntas al respecto.
- En una ocasión, tú dijiste que a las personas sólo las secuestraban por dinero, por poder o por alguna clase de venganza; pues antes y ahora te respondo lo mismo; tú encajas en esas tres; ya que el enemigo de tus padres, quiere poder, además de vengarse por no darle el lugar que supuestamente él se merece.
No quería, realmente no quería, pero no pude evitar hacer la pregunta.
- ¿Cómo se llaman? – mi voz apenas era un susurro.
- ¿Tus padres? – apreté la mandíbula, pero asentí levemente.
- Mérope y Orión.
Lo miré como si me hubiera dicho los nombres de los protagonistas de Dragón Ball Z.
- ¿Qué clase de nombres son esos?
- Al igual que el mío, y el tuyo, son nombres griegos muy antiguos.
- Ya veo… así que tienen cierta fascinación por la antigua Grecia. – dije sintiéndome un poco extraña al estar hablando de ellos.
- No es fascinación… - dijo Zarek como si lo hubiera ofendido.
- Déjalo así, al fin y al cabo, no me interesa.
- Pues debería, son tus padres de los que estamos hablando.
Si no fuera porque tenía las manos atadas, lo habría agarrado de la camisa y lo hubiera sacudido sin clemencia hasta que dejara de decir tantas estupideces… o dado el caso, hasta que su camisa se rompiera.
- Pues no me interesa… - dije retándolo con la mirada – y deja de decir que son mis padres, pues yo no tengo padres; para mí, ellos están muertos.
Su mirada se oscureció, era casi como si lo hubiera insultado de la peor forma.
- Quieras o no, ellos son tus padres, y están preocupados por ti.
No lo pude evitar, solté una carcajada, definitivamente ésa sí era la cosa más graciosa y sin sentido que había dicho en toda la noche.
- ¿Te alcanzas a imaginar lo ridículo que sonó eso?
- ¡Ellos son tus padres y te quieren! – dijo levantándose de golpe y caminando exasperado como un león enjaulado de un lado a otro.
- ¡Te dije que yo no tengo padres! ¡Por mí, se pueden ir al fondo del océano, no me importa! – me paré de golpe, pero cuando intenté equilibrarme, no pude, así que en un impresionante acto de reflejo por parte de Zarek, me agarró antes de estrellarme contra el suelo.
Nos quedamos unos segundos mirándonos, pero fui yo la que rompió el silencio.
- Deberías quitarme esto, gracias a tus estúpidos jueguitos casi me rompo la cabeza. – estaba furiosa por la situación; todo eso era simplemente demasiado.
- No exageres… - decía mientras me ponía de pie y me giraba de manera que yo le diera la espalda – no hubiera dejado que algo así te sucediera – decía a mi oído; me tensé de inmediato, no me gustaba que hiciera eso – además, si te hubieras caído, no creo que ni un morado te hubiera salido.
Resoplé, no me gustaba sus tontas suposiciones.
- Si no te importa, desearía irme de una vez por todas a la cama, estoy cansada, y mañana tengo que ir a la universidad.
- ¿Entonces piensas ignorar todo lo que te he dicho hoy? – parecía sorprendido.
- Si estoy en peligro, ni modo, tendré que empezar a cuidarme; eso es lo único útil que saco de esta conversación.
- ¿Y tus padres?
- Ya te dije que no tengo padres, y si te refieres a esas personas con las que tratas, pues diles que ya es demasiado tarde para que empiecen a mostrar interés en mí. – con un enorme nudo en la garganta, empecé a caminar hacia la habitación.
- No sabes cómo son las cosas. – decía Zarek caminando tras de mí.
Me detuve frente a la puerta y me giré hacia él.
- El que no sabe nada aquí, eres tú. – inevitablemente, aquel dolor que me había acompañado durante toda mi vida, empezó a despertar de nuevo – Será mejor que me dejes en paz, hasta mañana.
Entré a la habitación, y dejé a un Zarek congelado en medio del pasillo.
Sabía que cuanto antes, debía alejarme de Zarek, pues ya estaba empezando a sentir la tormenta de emociones que se daba lugar en mi interior. Me recosté contra la puerta, y apreté una y otra vez los puños; haría cualquier cosa, menos llorar, no lloraría; de por sí, ya me sentía de lo peor por mostrarme tan débil frente a él hace un momento.
<< ¿Por qué tengo que ser tan débil? >>.
Totalmente despojada de mis energías, me tumbé en la cama; no sabía en qué debía pensar primero, supuestamente me estaban siguiendo unos tipos para cobrar venganza; había seres cuyos ojos son de colores bastante peculiares, y cuyos poderes varían según la persona; y por último, mis padres me estaban buscando.
No pude evitar la risa amarga que brotó de lo más profundo de mi ser; muchas noches de mi niñez fueron desperdiciadas deseando que ellos se aparecieran y me dijeran que fue un error abandonarme, que me querían y que yo sí les importaba…
<< ¿Ahora vienen como si nada? >>.
Sentí mis ojos picar, no debía seguir pensando, o de lo contrario, las lágrimas no las iba a poder detener.
En ese momento me moría de ganas por tener a Alejandro y a Lorena a mi lado, de seguro un abrazo de parte de ellos, era lo único que me confortaría en estos momentos, pero no debía ser egoísta, pues ellos también tendrían sus propios problemas, en especial Lore, quien no estaba para nada en buenos términos con sus padres.
Volvía a pensar en esa palabra, creo que en ese momento la detestaba más que nunca.
Entonces el rostro de Adrián apareció en mi mente, un estremecimiento me sacudió el cuerpo como casi siempre que él me tocaba; por alguna razón, pensar en él hizo que me relajara un poco.
Cerré los ojos, y afortunadamente poco a poco, la oscuridad se fue haciendo más profunda, hasta que no pude sentir más mi cuerpo.