Había amanecido, unos ruidos provenientes muy probablemente de la cocina, hicieron que despertara de un sueño turbulento e inquietante; por unos cuantos segundos, estaba totalmente desubicada, pero como un carro sin frenos en plena pendiente, llegaron toda clase de imágenes del día anterior. Gemí y me retorcí entre las sabanas, lo último que quería era enfrentarme a todo ese circo de situaciones que había escuchado el día de ayer.
- ¿No podría esto también ser un sueño? – dije con voz lastimera.
Sin poder postergar más mi enfrentamiento a la realidad, me levanté, y empecé a hacer la cama; una vez terminada, el olor a comida hizo que saliera al fin de la habitación.
- Buenos días. – dije sentándome en el comedor; había visto si podía ayudar en algo, pero ya hasta la mesa estaba puesta.
- Buenos días. – dijo Zarek con una sonrisa, mientras se acercaba con una jarra de jugo y la dejaba en la mesa - ¿Pudiste dormir un poco?
- Sí, gracias. – dije sonrojándome un poco - ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar?
- No te preocupes, ya sólo queda servir, espérame un momento aquí.
Casi como un profesional, sirvió la comida y se sentó frente a mí; inmediatamente asalté mi plato, pues olía delicioso, y por alguna razón me sentía algo débil.
- Creo que deberíamos seguir hablando Danna, aún hay muchas cosas que debes saber.
Me había quedado con la mano a medio camino a mi boca; casi de mala gana, dejé el trozo de galleta en mi plato; se me había quitado el hambre de golpe.
<< ¿No podía haber esperado hasta terminar de comer? >>.
- No me imagino qué otras cosas hay más por saber. – dije mostrando mi total fastidio.
- Lo siento… creo que debería hacerlo cuando terminemos de comer.
- Pues ya puedes empezar, no tengo apetito.
- No parecía que fuera así hace unos instantes. – dijo con la voz dura de repente.
- Pues hace un momento, no me estabas recordando la sarta de locuras que me dijiste anoche.
- ¡No son una sarta de locuras! – dijo parándose de golpe, haciendo que la silla se estrellara contra el suelo; yo había dado un respingo ante su reacción desmedida.
- ¡Pues a mí así me lo parecen! – dije levantándome también - ¿Qué esperas? ¿Quieres que reaccione como si nada, te de un golpecito en el hombro y te diga que te creo ciegamente? ¡Pues te informo que eso no va a suceder!
Empecé a caminar furiosa hacia la habitación, no sé cómo lo había hecho, pero Zarek había llevado algo de mi ropa en una mochila, por lo que me iría a bañar, y me largaría de una vez por todas de allí.
- ¡¿Ciegamente?! – dijo irónicamente tras de mí - ¿Qué más quieres que pase frente a tus ojos para que me creas?... ¿Quieres que tus propios padres aparezcan frente a ti para explicarte tu situación?
La furia llegó a su estado omnipotente, todo mi cuerpo temblaba ante la intensa emoción.
- ¡¡Cállate!! – dije girándome en redondo, puse un dedo en su pecho golpeándolo a medida que hablaba – Quiero que te quede claro de una vez por todas Zarek; mis padres murieron cuando yo nací, así que será mejor que les digas a ellos, que ni en sus más locas pesadillas se atrevan a cruzarse en mi camino; y, si te atreves a nombrar a ese par una vez más como mis padres, voy a irme tan lejos, de manera que ni tú, ni ellos, ni nadie vuelva a saber de mí.
Cerré los ojos, pues Zarek prácticamente había dado vueltas frente a mí, me giré, y por fortuna la puerta del baño estaba a mi alcance, por lo que de inmediato entré y cerré la puerta tras de mí, me recosté en ella y me resbalé hasta quedar tirada en el suelo.
- ¿Danna? – decía Zarek al otro lado de la puerta, la golpeaba de manera que era impresionante que no se rompiera - ¡Abre la maldita puerta! ¡No me engañas, sé que te dio otro de esos mareos!
<< ¡Rayos! >>.
- ¡Vete, me voy a bañar… déjame en paz! – el mareo no cedía, sabía que tenía que tratar de calmarme, así pasaría más rápido, pero me estaba siendo imposible hacer algo así, y más con Zarek aporreando como loco la puerta.
- ¡No me voy a ir hasta que abras la maldita puerta! – rugió casi de manera salvaje; agradecía de alguna manera no estar frente a él; desde hacía mucho no sentía el hecho de ser intimidada por alguien.
<< ¡No puedo permitir que eso suceda de nuevo! >>.
Me enfurecía volver a experimentar ese tipo de sentimientos tan horribles que me habían acompañado durante casi toda mi vida.
- Ok, no me dejas otra opción. – dijo con un tono mordaz.
Tras su última amenaza yo cerré los ojos, y recosté mi cabeza contra la puerta, era demasiado fuerte, todo daba vueltas, y el piso no se quería estabilizar.
- Sólo para… - dije en un susurro.
Una mano me tomó el rostro, grité por la impresión, Zarek estaba justo frente a mí; sus ojos me miraban tristes.
- ¿Cómo… cómo entraste? – la impresión estaba dibujada en mi rostro, me volví hacia la puerta, pero era imposible que hubiera entrado por ahí ya que yo la bloqueaba por completo.
Sin decir una sola palabra, Zarek me levantó sin problemas y me sacó del cuarto de baño.
- ¿Me quieres decir cómo fue que pudiste entrar?... Y bájame, soy perfectamente capaz de caminar.
- No, no lo eres, además estás demasiado débil.
Entró en la habitación en la que había estado, y me recostó en la cama; justo cuando había dicho eso, pude notar que realmente estaba muy débil, pues ni fuerzas tenía para apartar a Zarek de mí.
- Trata de respirar profundo, y tranquilizarte, así tal vez se te pase más rápido. – me acarició el rostro y salió de la habitación.
Por su actitud, nadie se creería que nos habíamos gritado hace unos segundos.
Hice lo que me dijo, poco a poco ya me estaba estabilizando; me estaba empezando a preocupar, pues en toda mi vida no me habían dado tan fuertes y tan seguidos aquellos estúpidos mareos; y ahora sumándole esas descargas tan intensas e insoportables que me daban, la de anoche era la segunda que había sentido.
<< ¿Me estaré enfermando? >>.
Era la única explicación que tenía para todo lo que me estaba sucediendo.
- ¿Cómo te sientes? – me giré hacia Zarek, quien entraba con una bandeja llena de comida; no pude evitar mi mirada de extrañeza.
- No me mires así, tienes que comer, apenas y has probado bocado. - puso la bandeja en mi regazo, y se sentó a mi lado.
- Te recuerdo que estamos en igual de condiciones, pues tú apenas y probaste tu comida… así que si quieres que coma tendrás que traer tu comida y acompañarme. – una sonrisa se dibujó en su rostro, en seguida se levantó y salió de la habitación, al poco regresó con otra bandeja igual, se sentó al lado mío, y en silencio empezamos a comer.
- Gracias… - dije cuando retiraba mi bandeja y la dejaba en la mesita de noche con la de él – estaba delicioso, realmente cocinas muy bien.
- ¿De verdad? – pude notar que realmente parecía sorprendido, pero al mismo tiempo contento con mi observación.
- ¡Claro que sí! Debo confesar que yo jamás he sido muy buena en la cocina, - me encogí de hombros – simplemente no se me da.
Me sonrió, pero esta vez de manera tierna; pero su mirada se ensombreció un poco.
Incluso antes de empezar a hablar, ya sabía el tema al que se referiría; por lo que me propuse mantener mis arrebatos a raya, pues realmente no quería seguir siendo una lunática frente a Zarek.
- Danna…
- Por favor… - dije interrumpiéndolo, sólo había una única manera de que no me saliera totalmente de mis casillas – no… no digas nada respecto a ellos; no me importa que hables si quieres de las hadas madrinas, o de la existencia irrefutable del coco, pero a ellos no los nombres.
Esperaba una rabieta de su parte, pero al contrario, soltó una carcajada que al final hizo que riera junto a él.
- ¿La existencia irrefutable del coco? – decía sacudiendo la cabeza de un lado a otro.
En ese momento, el sonido de un celular nos hizo por fin parar de reír.
- ¿Aló? – dijo Zarek, con el aparato presionando su oreja.
Como lo estaba viendo, pude ver cómo su humor daba un giro de 180 grados; había fruncido el ceño y apretado la mandíbula; como me empecé a sentir incómoda, quise levantarme de la cama, ya me encontraba bien del todo, además le quería dar su espacio; pero Zarek me agarró de la muñeca, y no me dejó moverme.
- Sí, es verdad, pero creo que eso no te interesa. – dijo en tono seco.
Totalmente incómoda, me intenté concentrar en la decoración de la habitación; ésta era bastante amplia, con una enorme ventana, la cual tenía una vista espectacular; por primera vez me fijaba en el balcón, allí había un par de sillas y una pequeña mesa; en la habitación, también había en enorme closet y dos mesitas de noche a cada lado de la cama.
- No tienes que preocuparte, ella está bien. – su tono de voz, se iba endureciendo a medida que hablaba.
- ¿Danna? – dijo con el aparato en su mano; por un momento pensaba que había terminado la llamada – Quieren hablar contigo.
No pude evitar la cara de horror que puse en ese momento.
- No son ellos… - dijo Zarek dejando la frase en el aire, al parecer había logrado leer muy bien mis pensamientos.
Con un hondo suspiro de tranquilidad, recibí el aparato sin preocuparme en preguntar de quién se trataba.
- ¿Aló?
- ¿Se puede saber por qué demonios no llegaste a casa anoche y aún estás con ese tipo? – abrí los ojos como platos.
- ¡Alejandro! - dije totalmente sorprendida.
- ¿Esperabas que fuera alguien más… quizás tu adorado Adrián? – podía sentir la furia de Alejandro por medio de sus palabras.
- Alejo… por favor, no digas eso… yo… yo – suspiré, me tenía que inventar algo que justificara mi estadía en la casa de un desconocido – me dio uno de esos… muy fuertes anoche, no… no podía moverme mucho.
En cierta medida no era mentira, pero por ahora los mantendría al margen del fantástico mundo de Zarek; aunque de alguna manera, ese mundo yo lo empezaba a ver con cierto matiz de realidad.
- ¿Estás bien? – sonaba como si se sobre esforzara en controlarse, pero la preocupación se escuchó auténtica.
- Sí, no te preocupes… ya estoy mejor; por ahora me arreglaré y me iré a la universidad, así que nos veremos allí.
- No. – dijo con tono firme – Me vas a dar la dirección, yo voy por ti en este instante.
- Alejo…
- Alejo, nada; dame la dirección Danna, no quiero que me discutas.
Suspiré pesadamente, era evidente que aún estaba muy enojado.
- Ok, dame un minuto.
Me giré hacia Zarek, quien me miraba de manera indescifrable.
- ¿Me puedes dar la dirección de aquí?
- Yo te puedo llevar a la universidad. – su expresión era totalmente seria.
- Te lo agradezco, pero Alejo va a pasar por mí, de verdad… necesito la dirección.
Se quedó unos largos minutos mirándome fijamente, hasta que al fin, de un cajón de la mesa de noche, sacó un papel y en él me anotó la dirección.
- Recuerda que nuestra conversación no ha terminado. – dijo con un tono más alto del necesario, mientras me entregaba el papel; luego de eso, salió a toda prisa con las bandejas de la habitación.
Solté un suspiro, no sabía qué más podría decirme.
- ¿De qué tienes que hablar con ese tipo? – dijo Alejandro una vez le di la dirección.
- No… no lo sé… tal vez sea a cerca del proyecto. – me había cogido por sorpresa su pregunta, al parecer había alcanzado a escuchar a Zarek - ¿Entonces te espero? – dije para cambiar de tema.
- Dame 20 minutos.
Luego de colgar, me fui rápidamente a bañar, pues 20 minutos no era mucho tiempo.
Tal como lo había pensado, cuando salí de la habitación, Alejandro estaba de pie en medio de la sala, con los brazos cruzados por encima de su pecho, y con expresión seria mientras veía el panorama que ofrecía la ventana.
Zarek estaba al otro extremo, su posición era casi similar, pero en vez de ver hacia la ventana, él me miraba a mí.
- Lista. – dije algo intimidada por su expresión.
Alejandro se giró hacia mí, y pude ver algo de alivio en su expresión, mientras se acercaba.
- ¿Tienes idea de lo que me hiciste pasar anoche esperando tu mensaje? – decía mientras me tomaba entre sus brazos, y me estrechaba contra su pecho – Y aún más, ¿sabes la cantidad de cosas que pasaron por mi mente al ir a tu casa esta mañana y enterarme que desde la tarde no habías regresado?
Me había tensado, esperaba que me preguntara a cerca de la chica que había ido, pero al parecer Sara no le había comentado nada al respecto.
- Perdóname… - decía con la voz ahogada, pues tenía mi cara contra su pecho – no recordaba que mi celular seguía descargado, por lo que no lo tenía conmigo; y pues, ya sabes lo que sucedió anoche.
Una vez dicho eso, me separó de él, y me dio el par de besos habituales. Inevitablemente, volví a enredar mis brazos a su alrededor, y me pegué a él como una sanguijuela; después de todo lo que había ocurrido, era extremadamente reconfortante estar con Alejo; él hacía que mi mundo volviera a su cauce normal.
- ¿Estás bien? – dijo Alejandro mientras me acariciaba suavemente la cabeza con una mano.
- ¿No te puedo abrazar? – dije en tono de broma.
- Por supuesto que puedes, pero siento que no estás del todo bien.
- Sólo… sólo quería un abrazo, puede sonar algo tonto pero me hiciste falta… quizás estoy algo melodramática hoy. – dije encogiéndome de hombros, no quería que empezara a hacer preguntas.
- Pues espero que sólo sea eso, y no me importaría que tuvieras esos ataques de cariño más seguidos.
Me alejé de él, y le di un puño cariñosamente en el estómago.
Justo en ese momento, pude sentir la mirada totalmente furiosa de Zarek sobre mí, increíblemente, había olvidado por un instante en dónde nos encontrábamos; cuando nuestras miradas se cruzaron, Zarek tenía los ojos totalmente violetas. Me puse nerviosa al instante, tenía que evitar a toda costa que Alejandro viera los ojos de Zarek.
<< ¿Cómo voy a explicarle toda esa locura? >>.
- ¿Nos podemos ir? – dije con tono apremiante a Alejandro, mientras lo tomaba de la mano y lo halaba hacia la puerta.
- Ok, ok, ¿Cuál es tu afán?
- Quiero ver a Lore antes de que ella entre a clase, me gustaría hablar con ella y saber si está bien.
Seguía halándolo, pero en cuanto nombré a Lorena, él fue el que tomó el mando.
- Es cierto, hay algo de lo que tenemos que hablar. – no pude evitar fijarme en el tono serio que apareció en la voz de Alejandro en ese momento.
- ¿Lorena está bien? – dije deteniéndome de golpe.
Ahora fue Alejandro el que me haló, y me incitó a seguir caminando.
- No te preocupes, ella está bien; sólo hay una cosa de la que deberíamos hablar.
Ignorando totalmente a Zarek, afortunadamente, Alejandro salió del apartamento; yo me detuve un momento, Alejandro comprendió, y me esperó unos pasos más allá.
Me giré, y entré un poco de nuevo al apartamento.
- Gracias por todo… - le decía a Zarek, quien me miraba fijamente – y también perdóname por todo…
- Recuerda que aún tenemos una conversación pendiente. – su tono era totalmente plano.
- Y tú recuerda la condición que hay para que yo te escuche.
- No creo que pueda prometerte eso. – iba a replicar, pero él cambió de tema abruptamente – Nos vemos ahora para ir a la excursión. – dijo con sorna.
Abrí mucho los ojos, con todo lo que había pasado, se me había olvidado por completo la dichosa excursión que el profesor de Ensayo Literario había programado para todo ese día. Me mordí el labio, no podía llegar en peor momento, puesto que nos había dicho que tendríamos que hacer esa actividad con nuestras respectivas parejas.
Fulminé con la mirada a Zarek, y sin más me giré, y salí en busca de Alejandro quien me esperaba en la puerta del ascensor. No pude evitar la molestia al saber que tendría que pasar con Zarek todo el día, y es que a medida que me alejaba pisos debajo de él, sentía cómo desesperadamente quería poner más metros entre él y yo, era como si estando frente a él me fuera difícil saber lo que yo misma quería.
- ¿Pudieron adelantar el trabajo? – dijo Alejandro, mientras conducía, yo había quedado totalmente hundida en mis pensamientos, que me había sobresaltado un poco su voz.
- Sí, aunque apenas estamos empezando las clases, por lo que del tema que llevamos no se ha podido sacar mucho. Además… no me acordaba, pero hoy tengo una excursión todo el día. – dije con evidente malestar.
- ¿Y las otras clases? – dijo Alejandro, también mostrando su inconformismo.
- Al parecer el profesor acostumbra hacerlo todos los semestres, así que los demás profesores les dan vía libre a sus alumnos. – dije con desgana.
- ¿Y ese tipo… Zarek también va?
- Sí.
Nos quedamos unos minutos en silencio, quería cambiar de tema, suficiente con saber que tendría que pasar todo el día con el voluble de Zarek.
- ¿De qué es lo que tenemos que hablar con Lorena? – dije sin soportar más la curiosidad.
- Ya verás cuando lleguemos. – Puso su cara de póker a propósito, por lo que no podía descifrar si se trataba de algo bueno o malo.
- No es justo… - mascullé.
- ¿Qué sabes de ese tipo? – preguntó Alejandro de repente.
Sabía a quién se refería, pero lo cierto es que más que sorprenderme la pregunta, me sorprendió mi sincera respuesta.
- No mucho… por no decir que nada.
Alejandro me miró por un instante con el ceño fruncido, y luego volvió la vista al frente.
- Sabes que es peligroso estar en la casa de un total desconocido. – dijo reprochándome.
- Lo sé… - dije, pues no quería discutir sobre eso; después de que ellos se enteraron brevemente de mi historia, trataban de protegerme al máximo, por lo que pasar la noche en la casa de un total desconocido no era una buena idea.
Llegamos a la universidad. Al instante, Alejandro se comunicó con Lorena, y la citó en el bosque; tuve que apretar mis dientes para no decir que no fuéramos allí, pues ellos no quedarían tranquilos hasta que les dijera mis razones para no ir a mi lugar favorito en toda la universidad.
- Vamos, ya está allí. – me apresuré, no quería dejar a Lorena mucho tiempo allí sola; aunque, Adrián me había dicho que seguramente habrían echado al loco de la universidad.
<< Aunque si no es una broma, nada le impide regresar. >>.
Apreté los puños a mis costados, lo mejor que podría hacer en ese instante era olvidar por completo lo que Zarek me había dicho de todos ellos.
- ¡Danna! – dijo Lorena corriendo hacia mí; con una sonrisa de total tranquilidad, yo abrí mis brazos hacia ella, y nos envolvimos en un abrazo.
- ¿Cómo estás? – pregunté una vez nos sentamos.
- Bien… pero, ¿y tú? – dijo preocupada.
- Bien, no te preocupes. Ya te dije que lo que pasó con tus padres no fue nada, además lo último que quiero es causarte más problemas con ellos por mi culpa.
Soltó un suspiro; parecía deprimida respecto a eso.
- No sé qué les pasó; jamás los había visto actuar de esa manera… pienso que quizás lo hicieron para dejarme mal parada.
- Pues no lo lograron, además, lo importante es que tú estés bien, no me gusta verte triste… estuve pensando, quizás ellos te dijeron todo eso en un momento acalorado, pero de seguro no era lo que querían decir y ahora están arrepentidos.
Por un instante los dos se quedaron mirándome.
- ¿Qué? – dije ruborizándome un poco.
- ¿Tú defendiendo a unos padres? – dijo Alejandro con tono sorprendido – Y más concretamente… ¿a los padres de Lorena?
- Al menos, aunque lo que le hayan dicho a Lorena fuera cierto, no la abandonaron a su suerte. – mis manos se apretaron en mi regazo, debía dejar de pensar en eso.
- Tienes razón… - dijo Lorena cogiéndome las manos – me siento un poco tonta al armar semejante alboroto, cuando tú…
- Cuando yo nada… - dije interrumpiendo a Lorena – El hecho de que no te hayan abandonado, no quiere decir que lo que te dijeron haya estado bien; pues sinceramente aún no concibo cómo pudieron decirte toda esa cantidad de crueldades.
Lorena me sonrió levemente. En ese momento, me fijé en los alrededores, no había nadie, pero a pesar del evento reciente que se había suscitado allí, no me sentía nerviosa; al contrario, era como si estuviera en casa.
- Ok, aprovechando tus palabras… - dijo Lorena, llamando de nuevo mi atención – quiero decirte algo.
Sus ojos brillaban con expectación, me fijé en Alejandro, quien me observaba detenidamente, como esperando mi reacción.
<< ¿Y ahora qué les pasa a estos dos? >>.
- Bueno, será mejor que dejen de mirarme, pues me van a abrir huecos en la cara… así que díganme de una vez por todas lo que me tienen que decir.
Los dos rieron al unísono, me encantaba verlos de esa manera.
- He pensado mucho, - empezó a decir al fin Lorena – ya no soporto vivir más con mis padres Danna, es casi como si vivera con enemigos; cada cosa que hago, o digo, es como si los insultara de las peores de las formas. Me cansé de hacer hasta lo imposible con tal de que me acepten un poco, o de que se sientan al menos un poco orgullosos de mí. – sabía lo mucho que le estaba costando a Lorena desnudar así sus miedos, la voz no podía salir más llena de dolor y amargura – Pero eso se acabó… - dijo con firmeza; inyectó sus ojos chocolates en los míos – Me voy a ir de la casa.
Mi mente empezó a ir a mil por hora, el único lugar que pensé para que ella se fuera, era a donde su abuela; tuve que aguantarme un sollozo, no soportaría que se fuera tan lejos, ella prácticamente se había convertido en mi hermana.
- ¿Te vas con tu abuela? – no pude detenerme de empezar a hablar como loca, podía detectar el dolor en mi propia voz – ¿Y la universidad? ¿Por qué no lo piensas mejor?
Lorena me sonrió con ternura, un nudo se formó en mi garganta impidiéndome seguir hablando.
- La decisión está tomada Danna, no hay marcha atrás… incluso ya hablé con mi abuela, ella está de acuerdo.
No pude evitar cerrar los ojos, lo último que quería era llorar.
- Danna… - siguió hablando mi amiga – ¿te irías a vivir conmigo?
Abrí los ojos de golpe, una enorme sonrisa estaba implantada en los rostros de mis amigos.
Poco a poco el alma me iba volviendo.
- ¡Ahora sí te pasaste! – dije gritando a Lorena, mientras la empujaba, la risa que salió de ella fue tan contagiosa, que no pude evitar la propia.
- Espera, – dije cuando me recuperé - ¿irnos a vivir las dos? Sabes que no tengo dinero, la beca está dando todo por mí…
- ¿Y a estas alturas crees que no lo sé? – dijo Lorena con tono ofendido – Ya sé todo eso Danna, pero realmente me gustaría vivir contigo, mi abuela ya me ha comprado un apartamento, y es demasiado grande como para vivir yo sola; además, ya le hablé de ti, está de acuerdo con que te quedes allí; ¡incluso quiere conocerte! – no necesitaba más indicios para saber que la abuela de Lorena era el ser más preciado para ella.
- ¿Y si cuando me conozca no le caigo bien? Además, ¡no puedo vivir de gratis!
- Primero, sé que mi abuela va a estar encantada contigo; y segundo, no quiero que te preocupes por eso amiga, soy yo la que te está pidiendo este favor, así que por favor considéralo… no me abandones. – dijo poniendo carita de perrito mojado.
- Sabes que no tengo mucho qué pensar, pero debes prometerme que siempre que pueda aportar en algo con la casa, no me lo vas a rechazar.
Iba a replicar, pero levanté la barbilla retándola, soltó un suspiro y asintió levemente con la cabeza.
- Ok, entonces… ¿cuándo me mudo?
No creía en cosas como el destino, pero agradecía enormemente el giro que estaban tomando las cosas, pues realmente no quería volver a aquel lugar después de lo sucedido con aquella chica.
- ¡Así se habla! – dijo un Alejandro muy jovial. Me abrazó, y acercó a Lorena, para estrecharla de igual modo – Mis pequeñas… yo las ayudaré con la mudanza, así que no tienen de qué preocuparse.
Sonreí ante el tono paternal que había utilizado Alejandro.
Luego de eso, nos separamos, ellos para ir a clase, y yo para la dichosa excursión. Los cambios se los comentaríamos mañana a Mary y a Sam en el almuerzo, pues para el fin de semana teníamos que inaugurar el apartamento con una fiesta; algo en lo que Lorena se encargaría personalmente.