Orión

Capítulo 19

Al llegar a la residencia, un escalofrío me traspasó, sí, ahora sabía muchas más cosas que ayer, pero eso sólo empeoraba la situación y la sensación de estar siendo observada a cada instante, temía ver a las personas a los ojos, y descubrir que éstos eran de un color extraño.
<< ¡No puedo permitir que el miedo me domine! >>.
- ¿Estás bien? – dijo Alejandro mientras caminábamos por el estrecho pasillo – Lo que dijo Lore me dejó pensando, y aun estando en este oscuro pasillo, puedo notar que realmente estás pálida y ojerosa. ¿No pudiste dormir bien anoche? – algo en su voz, me hacía pensar que estaba algo molesto, aunque no estaba muy segura.
- No lo sé, quizás no descansé lo suficiente, me acosté muy tarde, ya que tenía que adelantarme de las clases que había faltado la semana pasada y ayer por la excursión.
Sabía que parte de ese estado físico en el que me encontraba se debía a lo sucedido hace un poco más de una hora, pero eso no lo podía mencionar obviamente.
Estábamos empezando a empacar, a diferencia de la reacción de Zarek, quien parecía aturdido con mis pocas pertenencias, Alejandro no hacía comentarios al respecto, por lo que me agradaba, no que se guardara las cosas, sino que él simplemente sabía mis circunstancias, así que no le era extraña mi situación.
- Es una ventaja que tenga pocas cosas ¿no crees? – dije ya sin poder soportar el silencio. Yo no me consideraba de esas personas que tienen que estar llenando cada silencio con algo, aunque al final resultara diciendo bobadas, o incoherencias; yo disfrutaba mucho de los silencios, ya que estos daban la oportunidad de reflexionar, o simplemente dejarse llevar por la paz o la buena sensación que la otra persona te ofrecía. Pero en ese momento, no había nada parecido entre Alejandro y yo, ya que desde que habíamos salido de ese bosque, él estaba sumido en sus pensamientos, y muy pocas palabras habíamos cruzado, aun cuando me había encontrado en semejantes circunstancias, y más con lo que había escuchado decir a Zarek.
- Sí… - dijo distraídamente, y siguió empacando ya las pocas cosas que quedaban.
No lo presioné, debía darle su espacio, de seguro algo le estaba robando sus pensamientos.
Acabamos de empacar, en silencio; todo lo que había escuchado de Zarek quería estrellarme con toda su fuerza, pero estaba decidida a no pensar, no quería, no debía; sabía perfectamente que eso lo debía hacer una vez estuviera sola, porque muy a mi pesar, sabía que al darle vía libre a ese tren tan cargado, muchas lágrimas iban a ser derramadas… la sola idea de eso ya me enfurecía.
Al llegar al apartamento de Alejandro, él me indicó la habitación que podía ocupar mientras tanto; en todo el camino era lo primero que me había dicho desde su único monosílabo que obtuve como respuesta ante mi intento de armarle conversación. No pude evitar mi extrañeza, pero ni así, Alejandro se vio aludido, simplemente siguió en su estado de Por favor no molestar, mente en reparación…
- Danna… - dijo Alejandro en el umbral de la puerta que era de mi habitación temporal; no se me había escapado el hecho de la manera tan seca como se había dirigido a mí – tengo que salir, si tienes hambre, prepárate algo en la cocina, ya sabes que estás en tu casa. – se veía realmente serio, era como si le urgiera salir lo más pronto de allí.
- ¿Todo está bien? – dije algo preocupada.
- Sí, no te preocupes… - se giró con la intención de irse, pero volvió la cabeza un poco hacia mí – Voy a llegar tarde, no me esperes despierta. – sin más, ni siquiera un simple chao, cerró la puerta tras de sí, para luego segundos después escuchar la puerta principal cerrarse.
Me dolía su actitud, un insoportable frío me inundó, era como si él quisiera alejarse de mí…
<< ¿Estará arrepentido de haberme traído? >>.
Me detuve de hacer cualquier cosa, si era eso, lo mejor era regresarme a la residencia, aunque me diera un poco de miedo, pero no podía huir, debía enfrentar mis miedos. Aun cuando pensaba eso, sentía los pies anclados al piso, no era capaz de moverme.
Como si de una ola gigante se tratara, todo lo que había sucedido desde la semana pasada, y más, sobre lo que había descubierto esta tarde, me golpeó sin clemencia, me aferré a mi cuerpo ya tembloroso, y caí al suelo, ni siquiera había podido llegar a la cama.
Estaba tan aturdida, que mi mente ya no lograba lucubrar ninguna pregunta, tal y como había quedado en la tarde, estaba en blanco, sin embargo el peso de las palabras de Zarek caían como rocas gigantes sobre mí; como si fuera una niña, me pellizcaba con la esperanza de despertar, y descubrir que al final todo esto sólo se trataba de un muy imaginativo sueño; pero el pequeño dolor que me producía, me evidenciaba de lo real de la situación, por muy absurda y descabellada que pareciera.
Al final, como ya lo esperaba, las fastidiosas lágrimas aparecieron rodando por mi rostro; me las limpiaba con rabia, lastimándome de paso un poco la cara, pero las muy tercas seguían haciendo su tan indeseada aparición.
Miles de imágenes de mi niñez y adolescencia, me vinieron en cortometrajes, aparecían como si de capítulos se trataran. Incluso la cara de David, se asomaba con toda la furia que lo vi en el momento en que afortunadamente entró en mi habitación y me rescató de ese par de depravados.
Los sollozos seguían saliendo de lo más profundo de mi ser. No recordaba desde hacía cuánto que lloraba así, pues había llegado a un punto, en que mi vida era tan miserable en el orfanato, que después de que pasé toda una noche llorando, me juré a mí misma no volver a derramar más lágrimas por más mal que fueran las circunstancias, y que le pondría todo mi empeño a salir a delante, aun cuando nadie creyera en mí.
Y aquí estaba, igual que esa noche, llorando como una magdalena, por cosas que ni siquiera me permitía pensar demasiado, pues no dejaban de parecerme absurdas y al mismo tiempo dolorosas.
¿Cómo era posible que yo fuera de otro planeta? Sí, debo admitir, que siempre pensé que existía la vida en otros planetas, pues me parecía absurdo pensar que en tan vasto universo, nosotros fuéramos los únicos seres vivos; pero de ahí, a descubrir que yo no pertenecía a este mundo, era algo realmente difícil de masticar.
Eso sólo era un punto, pues el hecho de que esas personas pudieran hacer cosas que los seres humanos no pueden… era demasiado, y encima que me dijera que yo también poseía tales habilidades… ¡imposible! Y como si fuera poco, el hecho de ser inmortales… ¿no podía ser todo más descabellado?
Miré la marca de mi brazo, era irónico el hecho de que siempre la comparé con el cinturón de Orión; en un arranque de rabia y de impotencia, me aruñé, hasta que dejé marcas por encima de los tres puntitos.
Sabía que era una tontería lo que hacía, pero la frustración se había cernido sobre mí y me había atrapado en sus garras.
No sabía en qué momento me había dormido, pero el dolor en mi cuerpo y cuello, me hicieron darme cuenta que en toda la noche no había llegado a la cama. Me sentía débil, pero lo atribuía obviamente a mi falta de descanso y al desastre que era en ese momento.
Me levanté lentamente, la luz del sol se filtraba a través de las persianas; tenía entumidos todos mis músculos, me fui a bañar, tenía clase temprano, y ya en estos días había faltado demasiado.
Cuando terminé de arreglarme, me quedé en silencio, no se escuchaba un sólo ruido; me encaminé hacia la habitación de Alejandro, pero después de golpear un par de veces sin recibir respuesta, decidí abrir la puerta, sólo me quería asegurar de que él estaba bien; pero cuando entré, la cama estaba hecha, y la habitación tal y como había logrado verla ayer.
<< ¿No habrá venido en toda la noche? >>.
De nuevo el dolor de su actitud, me invadió, de seguro se había arrepentido de llevarme, y no sabía cómo decírmelo.
<< Le voy a ahorrar el trabajo. >>.
Me fui de nuevo a mi habitación temporal, y ya que no había desempacado nada, terminé de organizar las pocas cosas que había utilizado, y salí del apartamento. Como tenía dos maletas grandes, no tuve más remedio que coger un taxi. Cuando llegué a la residencia, Sara que estaba entrando a la casa, me ayudó con las maletas, cuando las dejamos de nuevo en mi habitación, me miraba algo extrañada, pero no me hacía preguntas.
- Gracias. – le dije mientras le daba algo de jugo.
- No te preocupes… ¿estás bien? – la pregunta me sorprendió un poco – No sé, te veo rara… estás demasiado pálida, y tienes muchas ojeras.
Sonreí, realmente debía parecer un espanto.
- No pude dormir mucho anoche.
- Te entiendo, yo tampoco, ya empezamos con los trabajos. – dijo con cara de resignación.
Debía hablarle de lo sucedido con Dyna el primer día que la conocí, sentía que le debía una disculpa por lo que había sucedido.
- Sara… disculpa por lo del domingo, no sé qué tanto fue lo que viste, pero todo tiene una explicación.
Ella frunció el ceño pensativa.
- ¡Aaaa! ¿Lo dices por el tipo que entraste a tu habitación? No te preocupes, ya sabes que aquí no molestan por esas cosas, eso sí, me tienes que presentar algún hermano o primo suyo, ¡es un bombón!
Me sonrojé un poco, no sabía ella qué se imaginaba qué éramos Zarek y yo.
- No, me refiero a la chica que vino.
- Mmmmm… no recuerdo, ya sabes… a veces ando en las nubes; y si lo dices por el hecho de que yo le abrí, no te preocupes, ya te lo he dicho. – miró el reloj, y se apresuró el jugo que aún le quedaba – Bueno te dejo, tengo clase y aún no me he bañado.
- Ok, que te vaya bien.
Me quedé unos instantes en silencio en mi habitación, se me hacía raro que no hubiera escuchado nada, pues habíamos hecho escándalo; y ahora que lo pensaba, nadie parecía curioso con lo que había sucedido esa tarde.
Dejé de darle más vueltas, ya tenía demasiadas cosas en mi cabeza, lo importante es que a nadie pareció importarle lo sucedido.
Casi una hora después, estaba entrando en la universidad; el celular me timbró justo en ese momento.
- ¿Aló?
- ¿En dónde estás?
- En la universidad.
- ¿Me puedes explicar por qué tus cosas no están aquí? – decía un Alejandro furioso.
- Creo que mejor me sigo quedando estos días en la residencia. – mi voz sonaba lo más plana que podía, no quería que se diera cuenta de nada.
- ¿Y por qué dices eso?
- ¿Por qué no llegaste anoche a casa? – dije sin soportar más su tono acusatorio, cuando él se había comportado de ese modo.
- Por… - se quedó unos minutos en silencio, eso simplemente confirmaba que no se sentía cómodo respecto a algo – No me cambies el tema, no debiste irte de esa manera. – su tono salió más duro, si eso era posible.
- ¿Y debía quedarme, cuando al dueño del apartamento le molesta mi presencia? – no pude evitar que esa frase saliera con dolor.
- Danna…
- Mira, no importa, no pasa nada, te comprendo; mejor míralo así, simplemente te evité el hecho de tener que decirme que me… fuera. – maldije mentalmente, se me había roto la voz.
- Danna… - sonaba dolido.
- Alejo, me tengo que ir, ya va a empezar la clase, y no quiero llegar tarde; no te preocupes, estoy bien, espero que tú también lo estés… recuerda que te quiero mucho.
Una vez dicho esto, colgué y apagué el celular. Rogaba que fuera lo que fuera que le estuviera sucediendo a Alejandro, le pasara, pues él era mi única ancla a la realidad… y eso era algo que definitivamente quería tener en este momento.
Caminando al salón de clases, se me ocurrió que tal vez ellos sí habían escuchado más de lo que me hacían saber. Un estremecimiento me recorrió, ¿y si creían que estaba loca?; o peor aún, ¿si pensaban que yo era una clase de fenómeno?
Sacudí la cabeza, no podía irme por esa línea de pensamientos, lo único que rogaba era que no hubieran escuchado más de la cuenta.
Llegué al salón, ya había ciertas personas ahí sentadas hablando, yo ocupé mi puesto, pero de inmediato me cambié al ver a mi compañero.
- Hola… de nuevo gracias por cambiar tu pareja.
- Hola, no te preocupes, menos mal que nos agarraste a los dos, ella parecía más que encantada de que le pidieras eso, además yo no tenía ningún problema. Supongo que el lunes ella estaba muy a gusto con tu compañero.
Asentí. Como había visto el entusiasmo de la compañera de Julián, Tania, en el bus al estar todo el camino hablando con Zarek; cuando los vi a los dos ayer, no lo dudé un segundo en pedirles un intercambio de pareja.
Le sonreí y nos sentamos, empezamos a hablar de cosas triviales, entre ellas sobre el trabajo, y lo que ya llevábamos hecho.
- ¡Vaya, tú sí que vas adelantada! – arrugó el entrecejo – No entiendo, entonces por qué te quisiste cambiar, se ve que trabajan muy bien los dos.
Me encogí de hombros como si nada.
- Puede que sea así… - aunque lo cierto es que el trabajo yo lo había adelantado sola – pero, creo que no congeniamos muy bien, así que es mejor cambiar ahorita y no arrepentirme más adelante.
- ¿Por eso llegaron de últimos a la cima en la excursión?
- Sí, - mentí – es casi imposible estar junto a él, es bastante terco y obstinado; además, ni siquiera nos habíamos puesto de acuerdo en llevar algo de comer, por lo que no comimos nada en todo el día.
- Vaya, entonces creo que tienes razón… sólo esperemos que el profesor nos dé el visto bueno.
- Sí claro, no creo que le moleste en lo absoluto…
- ¿Qué haces aquí?
Me giré, y tuve que alzar un poco mi vista, Zarek estaba parado frente a nosotros.
- Estoy sentada, hablando con mi compañero, por si no lo has notado.
- Pues por si no lo has notado, tu puesto es allá atrás. – dijo señalando nuestros lugares al fondo del salón.
- ¿No le has dicho? – dijo Julián algo incómodo.
- ¿No me has dicho qué? – dijo Zarek levantando una ceja.
No soportaba que me mirara desde arriba, por lo que me levanté.
- Cambiamos de compañero, la que era de él está más que de acuerdo en hacer equipo contigo, y no te hagas el desentendido, ya te lo había dicho desde la semana pasada.
Me iba a sentar, pero me agarró del brazo impidiéndomelo.
- No seas tan inmadura. – me soltó acercando su rostro más de lo necesario al mío.
- Primero, suéltame, - decía mientras me zafaba de su agarre – y segundo, no soy inmadura, al contrario, busco una buena solución para luego no terminar agarrados como perros y gatos.
Me senté justo cuando la nueva compañera de Zarek entraba al salón, llegó de inmediato a él, y cogiéndolo del brazo, lo haló a sus puestos, Zarek se iba a devolver, pero justo ahí llegó el profesor.
- Bueno chicos, espero se hayan conocido mejor, y hayan roto el hielo. Como ya les dije, no aceptaré ningún tipo de excusa al final del semestre por la no entrega del trabajo, recuerden que van a pasar muchas horas juntos, y además van a compartir viajes los cuales no podrán separarse uno del otro… digamos que lo del lunes fue una pequeña prueba de ello. – dijo con una sonrisa implantada en su rostro, llenándolo de más arrugas de las que ya poseía - Sé que sueno como una grabadora, pero digo esto porque ya me ha ocurrido en semestres pasados, no entiendo por qué no pueden ser capaces de trabajar en equipos, si es lo primero que van a hacer una vez ingresen a la vida laboral. – decía eso moviendo la cabeza de un lado a otro con resignación, haciendo que sus peculiares diminutas gafas se resbalaran aún más por el puente de su nariz.
- Profesor… - dijo mi compañero levantándose – hablando de eso, queríamos reportar un cambio de parejas… ya sabe, es mejor ahora y no después.
- ¿Y quiénes están cambiados?
- Intercambiamos pareja con Zarek y Danna, ella ahora es mi pareja, y Tania es la compañera de Zarek.
Se quedó unos minutos en silencio, algo en su mirada me trató de asustar, pues parecía totalmente perdida por unos instantes, pero al parecer nadie lo notaba.
- No acepto el cambio, por favor regresen con sus respectivas parejas.
- ¿Pero por qué? – dije levantándome de la silla.
- Porque es la decisión que tomo señorita, y si no le gusta, ya sabe en dónde queda la salida.
- Esto no es justo. – dijo Tania en un puchero, mientras recogía todas sus cosas y miraba a Zarek con tristeza.
- ¿Puedo saber qué lo lleva a tomar esa decisión? Creo que merecemos al menos una razón válida para que no lo permita. – no podía rendirme, no podía permitir pasar tanto tiempo con Zarek.
- ¿Quiere argumentos señorita Danna? – hizo una pausa dramática mientras volvía a poner sus lentes en su lugar, aun cuando ellos siguieran de tercos y se siguieran resbalando – pues aquí los tiene; como ya les dije, cuando ingresen al mundo laboral, no podrán escoger a su equipo de trabajo, por lo que tendrán que aprender a convivir con todo tipo de personas; al menos que funden sus propias empresas, ahí sí podrán elegir con quién trabajar. Así que véalo de forma positiva señorita Danna, si logra superar esto, se puede sentir orgullosa de usted, además uno no se imagina que entre usted y el señor Zarek nazca una bonita amistad, quizás algo más… - abrí los ojos como platos, mientras me sonrojaba hasta más no poder; no podía darle crédito a sus palabras. Todos empezaron a reírse – bueno, aunque eso a mí ya no me tiene por qué importar. – terminó de decir como si nada, y enseguida empezó a organizar unos papeles, dando por terminada la discusión.
Mi compañero me vio con algo de lástima en su mirada, sabíamos que no podíamos hacer nada.
- Gracias por intentarlo. – dije en un susurro.
- Espero que las cosas mejoren entre ustedes dos.
Le dediqué una leve sonrisa, mientras me iba de nuevo al lado de Zarek, quien se veía sumamente satisfecho.
Tuve que contenerme para no gritarle ciertas cosas que tenía en mi cabeza, para ver si podía borrarle esa estúpida sonrisa de su rostro.
- ¿Ves?, de nada te sirvió hacer semejante alboroto. – dijo Zarek con sorna, mientras tomaba asiento junto a él.
Con mucho esfuerzo ignoré su comentario, y traté de estar atenta a la clase.
Al fin pasaron las dos eternas horas, fue un esfuerzo sobre humano el lograrme concentrar, pues Zarek no me había quitado los ojos de encima, incluso en una ocasión me había quedado mirándolo, para ver si me quitaba de una vez por todas la mirada de encima, pero muy a mi pesar, yo fui la que no soporté más y de nuevo lo intenté ignorar.




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