- Tenemos que hablar. – dijo Zarek caminando tras de mí, yo me dirigía a la biblioteca a sacar unos libros, tenía que estudiar, o leer, o lo que fuera para no pensar.
- No creo que tengamos más de qué hablar. – dije en tono seco.
- Pues ya lo creo que sí, y quieras o no, me vas a escuchar. – dijo esto con tal tono amenazante, que me iba a girar para ver su expresión, pero sentí su respiración justo tras mi oído, mientras su mano me pasaba por mi cintura hasta llegar a mi abdomen.
- ¡Pero…
- Ssshhh…, te dije que vamos a hablar, y esta vez no voy a dejar que te escapes. – su aliento hacía mover unos mechones sueltos de mi trenza. Me estremecí de pies a cabeza ante su cercanía, pero no iba a dejar que se me nublara la razón.
- ¿Me piensas llevar a rastras a algún lugar? – dije con burla - ¿A caso no te das cuenta que estamos rodeados de gente? ¿Crees que me voy a quedar callada? – quise girar, pero él me lo impidió, acercándome más a él.
La palma de su mano estaba sumamente caliente, así que la podía sentir sin ningún problema en mi abdomen a través de la fina tela de mi blusa sin mangas. Su cálido aliento me hacía cosquillas en mi cuello, mientras que mis mechones bailaban al son de su respiración. Sentía que mis piernas iban a ceder ante mi peso en cualquier momento, pero justo cuando intentaba alejarme de él, de nuevo habló.
- ¿Y tú no ves a tu alrededor? – fruncí el ceño, y me fijé en las personas a nuestro alrededor. Todo mi cuerpo se paralizó, todos habían quedado como si estuvieran congelados.
Mi respiración empezó a ser muy agitada, no podía creer lo que veían mis ojos.
- Cálmate Danna. – dijo con voz demandante – sólo respira, ellos están bien; sólo los he paralizado por un momento.
- Pero… ¿cómo… cómo es… posible? – mi voz era entrecortada, y en susurros; como si temiera despertarlos en algún momento.
- De eso y muchas cosas más tenemos que hablar, pero tú simplemente me ignoras y me evitas… no podemos seguir así. – su voz volvía a ser dura.
- ¡No tienes derecho a hacer todo esto! – dije perdiendo los estribos - ¡Déjame en paz de una buena vez! ¡Regresa a tu hogar, no te quiero tener cerca! ¡No te quiero volver a ver en mi vida! – me revolví frenética, pero su agarre se volvió más fuerte, podía sentir su cuerpo pegado al mío.
Cuando pensaba que me iba a replicar, optó por taparme los ojos, y antes de que pudiera decir nada, sentí como si fuera arrojada a un abismo.
- Tranquila. – dijo Zarek a mi oído, y luego me dio un beso en la mejilla.
Cuando retiró la mano de mis ojos, vi que estábamos en su sala.
Instintivamente me fui hacia atrás, la impresión de estar allí me dejó en blanco, pues el tiempo que había transcurrido mientras él tenía su mano sobre mis ojos sólo habían sido unos cuantos segundos.
- ¿Cómo… llegamos tan… rápido? – dije aún con la sorpresa adueñándose de mi voz.
- Tranquila, es sólo otra cosa que puedo hacer… - Zarek pasaba su mano libre por la extensión de mi brazo, mientras la otra seguía reteniéndome contra él.
Por absurdo que pareciera, decidí quedarme unos instantes así con él, para calmarme, pues sentía que si me alejaba del apoyo que me estaba brindando en ese momento, caería como una temblorosa hoja al suelo.
- Suéltame por favor. – dije después de varios minutos.
- ¿Estás bien? – Zarek sonaba entre dulce y preocupado.
- Sí.
Esperó unos segundos más, y lentamente me fue soltando.
Inmediatamente me dirigí hacia el gran sofá que tenía y me senté, definitivamente estaba más débil de lo que quería admitir.
- ¿De verdad estás bien? – dijo inclinándose frente a mí, y poniendo sus manos a los costados de mis piernas.
- ¿Por qué estamos aquí? – no quería esa preocupación, no estaba tratando con ninguna debilucha.
- Te dije que necesitábamos hablar, ayer nos interrumpieron, y aún hay cosas que necesitas saber.
- ¿Como qué?, ¿me vas a decir que los vampiros existen y que son nuestros primos lejanos? A no, ya sé, que en luna llena nos transformamos en lobos, y salimos como locos a recorrer las calles. Ah, pero espera, si existen las hadas madrinas, ya tengo un deseo para que me lo haga realidad, porque existen ¿verdad?
- ¿Terminaste? – dijo Zarek pacientemente mientras se acomodaba a mi lado.
No dije nada, todo lo que había sucedido me quería sobrepasar… de nuevo.
- Primero, quiero saber, ¿por qué te fuiste así ayer? Ya había ideado un buen plan para que te vinieras a vivir aquí conmigo, pensé que después de todo lo que te habías enterado te vendrías sin ninguna objeción.
Levanté una ceja ante su conclusión. Pero lo que acababa de decir, me confirmaba que sólo lo hacía por la misión que le habían encomendado.
<< ¡¿Acaso esperabas algo más?! >>.
Me regañé mentalmente.
- Aunque no lo creas, aún tengo una vida, y no voy a dejar que ellos me la arruinen; además, sigo creyendo que es pésima idea el que te quedes aquí, como sea me defenderé, lo que te dije hace un momento no ha cambiado, no quiero que estés aquí, no quiero tenerte cerca, deberías volver a tu… hogar.
- No me voy a ir. – dijo con voz dura - Y si no vas a vivir conmigo, tendrás que aguantarme, pues prácticamente me convertiré en tu sombra.
- ¡No puedes hacer eso! ¿Por qué lo haces? ¿Ellos te están obligando?
- Ellos como tú dices, son tus padres… - lo fulminé con la mirada, pero él continuó hablando – No me están obligando, y lo hago porque… ¡te tengo que cuidar! ¡Tú eres la princesa, por lo que es mi deber para con el reino! – se pasaba las manos repetidamente por el pelo; se recostó completamente en el sofá, inclinando la cabeza y cerrando los ojos.
- Yo no soy princesa de ningún lado… - empecé a hablar de manera calmada, ya estaba harta de tanto gritar, me iba a replicar, pero no lo dejé – el hecho de que sea… su hija, no quiere decir que vaya a ejercer un papel que no me corresponde, deberían pensar en tener otros hijos, si su afán es el de dejar a alguien a cargo. De alguna u otra manera, yo he logrado hacer mi vida aquí, y tal como hicieron antes, será mejor que me sigan ignorando como lo han venido haciendo hasta ahora. Por otro lado, si tus padres son virreyes, tú también vendrías a ser alguna clase de príncipe, así que tal y como dijiste, tu deber es con el… reino, por lo que no deberías quedarte; si están en peligro, tal y como me lo has hecho saber, deberías estar allá, apoyándolos y ayudándolos de la mejor manera.
Llegó a tal punto mi cansancio, que me recosté contra el sofá, tal como lo estaba haciendo Zarek.
- Déjame decirte que eres demasiado obstinada.
- Y… tú… demasiado… terco. – arrugué mi entrecejo, pues ya hasta hablar me costaba trabajo.
- ¿Danna? – dijo Zarek en tono preocupado; acunó mi rostro entre sus manos, e hizo que abriera los ojos - ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
- No… no creo. – dije en un susurro, hablar ya era demasiado esfuerzo por hacer.
Se levantó de inmediato, y me alzó como un bebé, me llevó así hasta una habitación, suponía que era la suya, ya que no era la misma en la que me había quedado.
Con mucho cuidado me recostó en la cama, me acarició el rostro, parecía preocupado.
Yo casi no podía moverme, hasta respirar me estaba costando un poco, pero eso también lo atribuía a la cercanía y atenciones de Zarek.
- ¿Has comido algo?
- Un… jugo.
- ¿Has dormido bien?
Esta vez me limité a negar levemente.
- Ok, entiendo, por ahora no te voy a hacer más preguntas. – suspiró hondamente, lo vi a los ojos, parecía algo indeciso – Sé lo que te pasa, estás totalmente débil, llegas a este extremo por los eventos que… bueno, discúlpame… - se veía notablemente nervioso. << ¿Qué le pasa? >> - Sólo… no te enojes por lo que voy a hacer.
Aún sin comprender, él se acomodó de la misma manera que aquella noche donde todo parecía ir en extrema lentitud. Sentía cómo mi corazón quería empezar a latir fuertemente, pero al parecer ni para eso tenía energías.
Zarek, pasó una mano por mi mejilla, y con su pulgar recorrió mis labios.
Las sensaciones eran muy intensas, aunque algo me decía que si estuviera en condiciones normales, todo sería simplemente demasiado. Me fijé en sus ojos, estos me contemplaban de una manera que me dejó sin aliento, parecían de un color violeta muy intenso, y sus pupilas parecían haberse agrandado.
Zarek se acercó, hasta que al fin sus labios hicieron contacto con los míos, para ese momento, yo ya no podía pensar.
Sus labios empezaron a moverse contra los míos, poco a poco, su lengua fue logrando terreno, hasta que consiguió encontrarse con la mía; fue como sentir una explosión, sentía como si todo en mi interior se hubiera derretido, la sangre en mis venas recorría presurosa cada rincón de mi cuerpo, mi corazón encontró la fuerza para latir cada vez más rápido, hasta llegar a un ritmo alarmante. No sabía qué hacía, pero al parecer mi cuerpo sí, pues con una mano halé de la camisa de Zarek, y pude sentir su torso pegado al mío; en segundos el beso fue pasando de algo tierno pero firme, a algo más carnal y desesperado. Su mano empezó a acariciar mi abdomen, por debajo de la blusa, dejando una huella por donde su tacto me acariciaba la piel; solté un gemido desde lo más profundo de mi ser; no sé si fue eso, pero al parecer mi reacción, hizo despertar a Zarek de su sueño, pues de inmediato se separó de mí; me miraba con ojos desorbitados, la respiración de él, al igual que la mía, eran apresuradas, y sus labios se veían totalmente rojos e inflamados.
- Perdón… yo… yo no… quería hacer eso.
Sus palabras fueron como un baldado de agua fría sobre mí; de repente me sentí tonta al no haber controlado mi reacción. De inmediato, me encerré en el lugar más profundo de mi alma, siempre lo hacía cuando no quería por nada del mundo que conocieran mis verdaderos sentimientos.
- No te preocupes, no pasó nada. – dije en un tono plano. Para ese momento, increíblemente, ya me sentía bien, no me sentía a punto de desmayarme.
Zarek se quedó mirándome, podía sentir su mirada sobre mí, para ser exactos, pues yo veía mis manos, al parecer ya podía moverlas sin problema.
<< ¿Qué paso? >>.
- ¿Cómo te sientes? – dijo después de un momento.
- Bien… es extraño, no, no me siento débil.
- Eso fue por el beso…
Lo miré a los ojos mientras levantaba una ceja.
- No me mires así, el beso no fue un beso en realidad… - lo miré confundida – lo que quiero decir es que sí fue un beso, pero éste fue uno para pasar energía, es la manera en como lo podemos hacer, cuando alguno de nosotros está al límite.
- Espera, ¿me quieres decir que lo de ahorita hizo que yo recuperara mis energías?
- Más bien, yo te di de mis energías.
- ¿Entonces por qué te disculpaste?
Realmente no entendía la reacción que había tenido hace unos instantes; al contrario, yo debería sentirme avergonzada por haber hecho lo que hice.
Zarek desvió la mirada, de nuevo aparecía esa mirada de… desconcierto.
- Lo último no… no te estaba pasando energía.
- ¿Entonces qué? - realmente me estaba logrando confundir.
- ¡Nada! Maldición… ¡¿Es que todo lo tienes que preguntar?!
Di un respingo ante su actitud. Pero de nuevo me escudé. Sin decir una sola palabra, me levanté, ya me sentía mucho mejor; él se había ido hacia el balcón que había en su habitación. Me fui directamente a la sala, en donde había dejado mi maleta, la recogí y salí del apartamento. El camino a la universidad era algo largo, por lo que me dio, aun no sé si para bien o para mal, tiempo para pensar.
No entendía su actitud, pero era obvio que estaba más que arrepentido por ese beso. Por más que me reñía a mí misma, no podía dejar de sentirme mal, pues sentía como si él hubiera tenido que besar un sapo. De nuevo mi autoestima caía un peldaño más abajo…
<< ¿Nunca encontraré un fondo? >>.
Siempre había escuchado que cuando tocabas fondo, la única opción que tenías era empezar a subir, y aunque con ayuda de mis amigos, lograba dar pequeños pasos hacia arriba, lo que acababa de suceder con Zarek, lograba deshacer muchos de mis pequeños logros. Eso también me enfurecía, pues no sabía en qué momento le había dado semejante poder sobre mí.
<< Como sea me tengo que alejar de él… Él se tiene que ir. >>.
Al llegar a la universidad, me acordé de tener el celular apagado, por lo que cuando lo encendí, de inmediato una llamada estaba entrando.
- Hola Lore.
- ¿En dónde estabas metida? – parecía algo irritada - ¿Sabes cuántas veces te he llamado?... ¡Me tenías preocupada!
- Lore… lo siento, de verdad, no era mi intención… ¿pasó algo con tus padres?
Soltó un suspiro, al parecer había notado que no quería hablar de mí.
- No fue muy agradable en realidad… - sonaba agotada, me imaginaba que no había pegado el ojo en toda la noche – hasta mi abuela fue insultada por ellos, claro que para ese entonces, me hicieron salir de la habitación.
- ¿Tu abuela está aquí?
- No, pero ahí sí no les dio pereza llamarla… - decía burlona – no sabes cómo reaccionaron, parecían locos… eso es algo que no entiendo, si tanto les arruino la vida, entonces ¿por qué me quieren tener cerca?
Solté un suspiro, justo en este momento, lo que hacían los padres por el bien de sus hijos, parecía más bien surgir el efecto contrario.
- Lo siento mucho, amiga… ¿cómo estás?
- ¿La verdad?... Enojada, desconcertada, triste; pero sobre todo decidida a seguir adelante.
Una sonrisa enorme se dibujó en mi rostro, esa era la Lorena que yo conocía.
- Me alegra escucharte decir eso, y… ¿les dijiste que me iría a vivir contigo?
- No… la verdad es que quiero que piensen que voy a irme a vivir sola, no es que te quiera ocultar, ni mucho menos, pero por ahora creo que es lo mejor, además ya fue demasiado con verlos así anoche.
- Tienes razón… ¿pero crees que es prudente que me vaya contigo? Es decir, yo no tengo problemas con continuar en la residencia… mira que si ellos se enteran luego… va a ser peor.
- No. – dijo tajante – Tú te vienes conmigo y punto, de eso ya no hay más discusiones. Si ellos se enteran luego, pues no me importa, no me pueden alegar que confíe en ellos después de todo lo que hemos pasado.
Eso no se lo discutía, yo tampoco tendría ni un ápice de confianza en seres así.
- ¿En dónde estás?
- En la casa, ellos no están, así que estoy bien… ayer fui por los muebles, quería invitarlos a ti y a Alejo… - se me formó un nudo en la garganta ante la mención de Alejandro – pero estaba tan nerviosa, que resolví ir en ese momento para despejar un poco mi mente…
- No te preocupes, no pasa nada.
- ¿Cómo pasaste la noche con Alejo?
- Bien…
- Danna… ¿pasó algo? – el nudo en mi garganta aumentaba.
- No… no lo sé…
- Danna, será mejor que te expliques. – dijo Lorena ya más seria.
- En todo el camino casi no hablamos, le intenté armar conversación, pero no funcionó. Cuando… llegamos a la casa, él sólo me… me habló para indicarme mi habitación, y para… decirme que saldría y que no… no lo esperara despierta. – estaba quebrada, la actitud de Alejandro de verdad que me tenía muy afectada – Cuando desperté esta mañana, él no había llegado en toda la noche.
Se escucharon unos cuantos improperios al otro lado de la línea.
- ¡¿Pero qué rayos le pasa a Alejandro?! – gritó furibunda.
- No pasa nada Lore… quizás él se sintió incómodo llevándome a la casa, y no sabía cómo decirme que me fuera…
- No digas tonterías Danna, estoy muy segura que no es nada de eso… - aunque no me veía, me encogí de hombros, pues no sabía qué otra razón pudo haber tenido Alejandro para tratarme de ese modo – Pero sólo espera a que lo tenga enfrente y verás.
- No, Lore… por favor, no le digas nada… no quiero… no quiero agobiarlo.
Sonó un resoplido de su parte.
- No te prometo nada Danna… ya me conoces, pero si él me da la más mínima oportunidad, le canto la tabla.
Me mordí el labio nerviosa, no quería que discutieran esos dos por mi culpa.
- Sólo… no quiero que discutan… y menos por una bobada como esa.
- No son bobadas Danna. – dijo regañándome – Él no debió comportarse así contigo.
- Cuelga. – dijo una voz grave tras de mí.
Un escalofrío me recorrió, de nuevo sin darme cuenta había estado caminando hacia el bosque, ahora estaba en las profundidades, pues no podía siquiera divisar el coliseo.
- Lo… Lore… - me maldije porque había sonado nerviosa, rogaba porque ella no lo notara – tengo que colgar, ya sabes, voy a entrar a la biblioteca, tengo mucho que estudiar.
- No quiero escucharte mal amiga… ya verás cómo Alejandro se va a disculpar y va a ser el mismo.
Estaba aliviada porque no se diera cuenta.
- No necesito que se disculpe Lore, sólo que vuelva a ser el mismo.
- Ya te dije que colgaras. – esta vez sonó más cerca.
- Amiga te dejo, la bibliotecaria se va a lanzar sobre mí como si fuera una presa.
- Ok, te dejo, cuídate y nos hablamos mañana.
- Vale… chao. – colgué, pero mantuve el celular en mi mano, en cualquier caso llamaría a la policía.
- Hasta que por fin dejas de hablar… he visto que esos aparatos los tienen idiotizados a todos ustedes.
Al fin me giré, a unos cuantos metros, un hombre casi de metro noventa estaba allí parado, se veía de aproximadamente unos 48 años, de contextura delgada y pelo castaño claro; iba vestido con uno jeans y una camiseta básica blanca; cualquiera diría que era una persona normal, cualquiera que no viera sus ojos por supuesto, pues éstos eran de un color naranja en su totalidad, no tenía pupilas.
- ¿Quién eres? – dije reuniendo todo mi coraje.
- No creo que eso te interese mucho Cyrene.
Alcé la barbilla, no me iba a dejar intimidar.
- ¡Pues claro que me interesa! – dije con falsa emoción - ¿Sabes? Tengo curiosidad por saber tu nombre… he venido escuchando algunos muy interesantes, así que me gustaría saber qué tan particular es el tuyo.
- Veo que mi hijo tenía razón. – fruncí el ceño.
- ¿Tu hijo?
- O sí, ya lo conociste, le caíste muy bien, aunque alguien lo dejó un poco mal herido. – Pude detectar una nota de dolor en su voz.
Fruncí aún más el ceño ante sus palabras, no sabía a quién se refería.
- Veo que no lo recuerdas, - continuó diciendo – se va a poner muy triste cuando se entere.
- No me digas que tu hijo es un chico de ojos color rojo. – por la actitud, y ciertos gestos y rasgos, lo asocié al primer tipo que había conocido.
- ¡Vaya, la princesita se acordó! – dijo elevando los brazos al cielo.
- Yo no soy ninguna princesita, y si no te importa, te tengo que dejar, pues me esperan en este momento.
- Pues creo que se van a quedar esperándote. – dijo acercándose a mí a pasos agigantados – Sabes que te vengo a llevar, Denes está realmente ansioso por conocerte; creo que está empezando a desesperarse, y créeme, no lo vas a querer conocer de esa manera. – para ese entonces, él ya estaba frente a mí, a pesar que yo había retrocedido, había sido en vano.
- Pues que se quede esperando, ya que yo no tengo ningún interés en conocer a ese tal Denes; además, no pretendo casarme con su hijo, por lo que está perdiendo su tiempo. ¿Tan desesperado está por reclamar algo que no le pertenece? Dile de mi parte que las cosas se consiguen con el sudor de su frente, y que por algo nadie le quiere ceder los derechos que él tanto alega tener.
- Cualquiera diría que ya estás en el papel de princesa, es increíble cómo defiendes tu posición y tu pueblo.
Lo miré con sorna.
- ¿Mío? ¿Acaso no me escuchaste? Yo no soy ninguna princesa, y nada de lo que haya allá es mío. Lo único que digo es que ese Denes debe dejar de ser tan descarado y trabajar para conseguir limpiamente lo que desea. – me detuve de retroceder, y lo encaré, de manera que le sostuve la mirada – Me voy a ir, y dile a ese tipo que me deje en paz, pues yo no tengo nada qué ver con ustedes.
- Veo que ya conociste a Cyrene. – dijo Zarek tras de mí, no lo había visto, pero obviamente había reconocido su voz.
El tipo frente a mí, retrocedió unos pasos, yo hice lo mismo, hasta que sentí las manos de Zarek sobre mis hombros.
- Tranquila… no voy a dejar que te pase nada. – dijo Zarek en un susurro a mi oído.
- Príncipe Zarek… - dijo el tipo haciendo una reverencia – veo que fue usted el que lastimó de esa manera a mi hijo.
Yo me quedé mirándolo, al parecer de verdad estaba muy mal; pero en ese momento recordaba que no había sido Zarek el que estaba conmigo ese día, sino Adrián y las personas de seguridad.
<< ¿Cómo pudieron haberlo herido? >>.
- Tu hijo, al parecer quería llevarse a la princesa Cyrene en contra de su voluntad, al parecer tú tienes esas mismas intenciones. – dijo Zarek sin desmentir lo que el tipo había dicho.
El hombre frente a nosotros, empezó a desmoronarse; la fachada con la que se había presentado, se estaba cayendo, y dejaba ver a un ser angustiado y sumamente arrepentido.
Di un paso hacia él, la impotencia y el dolor que podía percibir en sus ojos color naranja, eran demasiado fuertes.
- Espera, ¿a dónde vas? – dijo Zarek deteniéndome.
- ¿No ves cómo está?
- Puede hacerte daño. – dijo con voz dura.
Miré al tipo una vez más, algo me decía que no lo iba a hacer, además se podía notar lo mal que lo tenía la situación de su hijo.
- No, no me va a hacer daño.
- Danna…
- Zarek, – dije mientras agarraba sus manos y las retiraba despacio de mis hombros – sé que eres rápido, así que no representará ningún problema para ti actuar en el caso de que sea necesario.
Sabía que podía ser una tontería lo que hacía, pero ver tal expresión en ese hombre, me hacía recordar a viejos tiempos, en donde hubiera dado lo que fuera por una voz de apoyo.
- Ok, pero no respondo por lo que le pueda pasarle si se atreve a tocarte. – dijo con los dientes apretados.
Le sonreí, y me acerqué a él, quien yacía ancado en el suelo.
- Perdóname… - dijo con voz quebrada, apenas vio que me acercaba – no… no quise… ser tan grosero… contigo.
Me sentía sumamente extraña que me tratara con tal respeto.
- Levántate. – dije lo más dulcemente que pude.
Él se limitó a negar con la cabeza; como no me gustaba no estar en la misma altura, yo decidí sentarme junto a él.
- Pero qué… - empezó a decir alarmado.
- ¿Cómo está tu hijo?
Él me miró consternado, pero luego de unos segundos carraspeó y me contestó.
- Bien… quiero decir, se ha estado recuperando, realmente estaba muy mal.
Fruncí el ceño, ¿cómo habían sido capaces de lastimarlo, si obviamente él era mucho más fuerte?
- ¿Sabes cómo o quién lo lastimó?
Negó con la cabeza, y por su mirada pasó un rayo de dolor.
- Ha estado inconsciente desde entonces, no sé nada de lo que le sucedió.
Di un respingo, ¡realmente debía estar muy mal para estar de esa manera!
- ¿De verdad va a estar bien? – no pude ocultar mi preocupación.
Él me miró de nuevo algo extrañado, pero luego se le dibujo una pequeña sonrisa en el rostro.
- Sí señorita, él ha estado recuperándose rápidamente… - miró de soslayo a Zarek, quien sin necesidad de verlo, sabía que estaba a unos cuantos pasos tras de mí – pero… temo que… que lo vayan a castigar. – dijo con dolor y resignación.
- Es lo menos que se merece. – dijo Zarek en voz más alta de lo necesario.
- Él no me hizo nada, además, algo les está pasando… ¿verdad?
El hombre desvió la mirada, eso me lo confirmaba.
- ¿Qué no te hizo nada? – dijo Zarek con incredulidad – El… imbécil estuvo a punto de llevarte con Denes, te cegó, te amarró a un árbol, y ¿todavía me dices que no te hizo nada?
Me giré hacia él, y lo fulminé con la mirada.
- Al menos aquí, si la víctima no denuncia, no se puede hacer nada en contra de la… persona implicada… - me quemé las neuronas buscando la forma de no decir victimario – y pues en lo que respecta a mí, no voy a hacer ningún tipo de denuncio.
El tipo frente a mí, no sabía si tirarse por el cañón de la incredulidad, o el de la alegría; al final decidió por éste último, pues se me aventó y me abrazó. Zarek casi se le avienta sobre él, pero reaccioné de inmediato y lo detuve.
- No sabe cuánto le agradezco princesa Cyrene, mi familia y en especial mi hijo y yo le estaremos eternamente agradecidos.
- Primero, no tienen por qué estar tan agradecidos, no he hecho nada… - poco a poco él se alejaba de mí, en su expresión tenía algo de vergüenza por cómo había reaccionado – segundo, ya te dije, no soy ninguna princesa; y tercero, y más importante, necesito saber cómo te está amenazando Denes.
- Yo… no… - el hombre se puso nervioso de repente.
- Dime… ¿cómo te llamas? – lo cogí de las manos y las sostuve, él estaba temblando; una parte de mí, estaba que estallaba en ira, pues muy bien conocía ese temor de llegar hasta el punto de impedirte hablar.
- Kozma.
- Kozma… mírame… - dije, pues él evitaba verme a toda costa – no sé qué tanto sepan ustedes de mí, pero he de decirte que yo he pasado por circunstancias similares a las tuyas, y sé muy bien, que quedarse callado nunca va a funcionar, pues si no hablas, las cosas no van a cambiar.
Él miró de nuevo a Zarek y suspiró.
- Denes tiene a mi esposa retenida; en un inicio, me había retenido a mí también, obligando a mi hijo a que viniera por ti, pero cuando volvió… así, me soltó, y me encargó la misma misión.
Hice un esfuerzo gigante para no levantarme y gritar improperios al aire; sabía que algo así era absurdo, pues no solucionaba nada, pero los métodos de ese tipo eran viles y crueles.
- Tenemos que hacer algo… - dije con los dientes apretados.
- ¿Sabes en dónde la tienen? – dijo Zarek hincándose a mi lado.
- Sí… sí señor, sé cómo llegar.
- Entonces tendremos que ir por ella, no podemos perder el tiempo. – dijo Zarek, levantándose de nuevo.
Ayudé a Kozma a levantarse, él parecía entre nervioso y expectante.
- Ya verás que todo va a salir bien. – dije para darle algo de fortaleza.
- Danna… - dijo Zarek acercándose – no sé cuánto tarde, pero tienes que cuidarte, no sé cuántos más estén detrás de ti.
Al verlo a los ojos, y a tan corta distancia, hacía que se me pusieran los nervios de punta, pero el recuerdo de sus palabras expresadas apenas un par de horas atrás, hizo que me alejara de él.
- No te preocupes… - dije con voz neutra – ahora lo importante es rescatar a la familia de Kozma, así que es mejor que se vayan de inmediato.
- Danna… - dijo Zarek dando un paso hacia mí.
- No, - dije firmemente, mientras lo detenía con mi mano en alto – deberías reconsiderar el quedarte allá, será mejor que no regreses, ya ves que la gente de tu pueblo está sufriendo, debes ayudarlos.
Zarek terminó de cerrar la distancia entre nosotros y rápidamente me tomó de ambos brazos, mientras acercaba su rostro al mío, dejando apenas una pequeña distancia entre los dos.
- Escúchame muy bien lo que te voy a decir Cyrene, - abrí un poco los ojos ante el nombre que había utilizado – no me voy a ir para ningún maldito lugar en el que tú no estés, ¿me has entendido? Me importa muy poco si tan poca es tu tolerancia hacia mí, me tendrás que soportar de igual modo. Así que deja de una maldita vez esa estupidez de dejarte sola porque… - me acercó aún más a él, hasta que sus labios rozaban los míos – nunca te voy a dejar.
Sin darme tiempo a reaccionar, como era debido, me soltó, se giró hacia Kozma, quien por cierto había optado por alejarse para darnos algo de privacidad, y unos pasos más allá, se detuvieron.
- ¡Gracias de nuevo por todo princesa Cyrene! – gritó Kozma mientras agitaba su mano, enseguida de una gran reverencia.
Pude sentir de inmediato el calor en mi cara tras sus palabras y expresiones. Quise replicarle, pero ya veía que era inútil hacerle cambiar de idea.
En ese momento, Zarek, empezó hacer una clase de señales en el aire, de nuevo los árboles se movían a nuestro alrededor, pero tan sólo unos metros más allá, todo parecía en perfecta calma. Unos segundos después, una pared de agua, se levantó justo en frente de Zarek, no podía dar crédito a lo que veían mis ojos en ese momento; Zarek le hizo indicaciones a Kozma de acercarse, y un segundo después, Kozma había sido engullido por esa pared de agua.
- Cuídate. – dijo Zarek, se giró, y al igual que Kozma, éste desapareció. Dos segundos después, el agua perdió su posición y cayó al suelo; me acerqué rápidamente, pero no había rastro de ninguno de los dos, tan sólo algunas gotas como de rocío en el pasto; ya todo estaba normal.