Creo que pasó más de una hora o dos, cuando el sonido de mi celular me hizo reaccionar, había estado todo ese tiempo, contemplando sin contemplar aquellas pequeñas gotas en las hojas.
- ¿Aló? – dije sin ver quién era.
- Danna… ¿en dónde estás?
- Alejo… - mi voz salió casi con alivio – estoy… aquí, en… en el bosque.
- ¿Estás bien?
- Sí… no te preocupes.
- ¿Alejo? – dije tras unos segundos de silencio.
- Quiero hablar contigo.
- Mira, si es por lo que pasó… no te preocupes…
- Voy para allá. – dijo interrumpiéndome y luego colgó.
Suspiré hondamente, esperaba que esta situación se arreglara, porque ahora lo único que necesitaba era un abrazo de Alejandro, para ver si así podría olvidar al menos por unos instantes toda esa locura de Cyrene.
No pasó cinco minutos, cuando ya podía divisar a Alejandro entre los árboles; me levanté, y sin poder evitarlo salí corriendo hacia él; a penas él me reconoció, se detuvo y al ver lo que yo intentaba hacer, extendió los brazos a los lados para mi alivio y alegría.
Una vez nos acercamos, nos hundimos en un abrazo muy significativo.
- Perdóneme… - decía Alejandro a mi oído – sé que fui un tonto, no tengo justificación para cómo te trate.
- Ssshhh, no digas nada Alejo, no tengo nada de qué perdonarte.
- Claro que sí. – dijo Alejandro separándome de él, pero manteniéndome agarrada por los brazos – Fui un patán, y un desagradable contigo, eso, sin mencionar lo mal anfitrión que fui.
Sonreí, me hacía mucha falta mi amigo.
- No importa nada Alejo, en serio, sólo… sólo no me vuelvas a hacer eso… si algo te molesta sólo dímelo por favor. – hice una mueca de dolor al evocar cómo me sentí ante su actitud.
- Danna… perdó… – pude ver el dolor y el arrepentimiento invadiendo los hermosos ojos grises de mi amigo.
- Shhh… - puse un dedo en sus labios, los cuales dejaron de moverse al instante – Si vuelves a decir eso, le voy a decir a todos cuál es tu miedo más grande.
- ¿Y cuál sería ese? – dijo moviendo sus labios contra mi dedo.
- Que las chicas ya no se lancen hacia ti, intentando llamar tu atención, perdiendo así muchos beneficios de los que sé que gozas gracias a sus atenciones.
Me sonrió y me acarició la mejilla con suma delicadeza.
- Qué bueno que no sabes mi más grande temor. – dijo en un susurro. Fruncí el entrecejo, pero cuando iba a preguntar, él continuó hablando – Bueno, pero para redimirme como se merece, te invito a mi apartamento… - agudicé mi visión, y él carraspeó – aunque primero debemos pasar por tus cosas, no vas a pasar más tiempo allí.
- Alejo…
- No, no quiero que pienses por un sólo segundo… más, que me disgusta tu presencia allí, realmente quiero que pases estos días en mi casa, ya verás lo bien que la vamos a pasar.
Vi que era sincero, por lo que con una sonrisa en mi rostro acepté, él me dio un beso en la mejilla, me agarró de la mano y caminamos hacia su auto.
El recorrido a la residencia y luego hacia el apartamento de Alejo, fue realmente rápido, hablamos como si nada hubiera sucedido, estaba realmente feliz por eso.
Alejo había decidido hacer una pequeña reunión en la noche, por lo que había llamado a todos para que fueran al apartamento.
Había estado tentada de llamar a Adrián, pero era evidente que la única que no vería ningún problema sería Mary, por lo que decidí desistir de mi idea.
- ¡No sabía que cocinaras! – le dije a Alejo, mientras él parecía todo un chef profesional.
- Pues sí, y siéntete muy honrada, pues muy pocas alcanzan a conocer esta faceta mía.
Negué con la cabeza divertida, mientras organizaba la mesa; ya casi iban a llegar.
Mi celular timbró.
Una parte de mí, deseaba que fuera Zarek, pues a pesar de todo, no había dejado de pensar en Kozma y su familia; de sólo pensarlo, apretaba los dientes maldiciendo en silencio a ese tal Denes.
- ¿Aló?
- Hola Danna… ¿mal momento?
- Hola Adrián, no, no te preocupes… ¿cómo estás?
- Bien… quería saber cómo estabas, ya sabes… por lo que sucedió ayer con tu amigo.
- No te preocupes… al contrario, creo que la que se debe disculpar aquí, soy yo… de nuevo; no sé qué les pasa, realmente me tienen un poco desconcertada.
- No te preocupes… estoy acostumbrado… - pude detectar algo de amargura en sus palabras.
No lo podía invitar en ese momento, pero realmente quería hacer algo con él.
- ¿Tienes planes para mañana en la tarde? – en ese momento Alejandro estaba abriendo la puerta, ya todos habían llegado.
- No… ¿por qué?, ¿qué sugieres? – no lo podía ver, pero por el tono de su voz me lo imaginé con una sonrisa en su rostro.
- Mmmm… déjame pensar, pero nos vemos mañana en la tarde a las 5 en la entrada principal del campus… ¿te parece?
- Tus palabras son órdenes. – dijo con tono firme. Sonreí.
- Ok, entonces te veo mañana en clase, que descanses.
- Tú igual… y cuídate.
Cuando colgué, me quedé mirando la pantalla de mi celular, mañana le preguntaría a cerca del chico, me parecía increíble que lo hubieran herido de gravedad.
Me giré, y todos me observaban en silencio.
- ¡Ho… hola! – dije un poco extrañada por el silencio.
- Hola Danna… ¿con quién hablabas? – dijo Lorena, mientras se sentaba en la sala junto con los demás.
- Con Adrián.
- ¿Y de qué hablabas con él? – soltó Sam, de nuevo para mi sorpresa.
Me quedé mirándolo durante unos segundos antes de contestar.
- Me llamó para saludarme. – dije sin mayor detalle.
- Bueno, ¿qué tal si comemos? – dijo Mary – Realmente me muero de hambre, y huele delicioso.
De nuevo Mary estaba al rescate, me sentí aliviada porque todos parecieron captar la indirecta, y se fueron levantando para ir hacia el comedor, pero Sam no me había quitado el ojo de encima en todo el tiempo.
<< ¿Qué le pasa? >>.
Sabía que teníamos que hablar respecto a Adrián, algo que sospechaba no pasaría de esta noche.
La comida fue amena, todos hablábamos de manera animada y fluida; afortunadamente, Alejandro ya estaba como antes, y Lorena se veía contenta e impaciente por que nos fuéramos a vivir juntas. A pesar de no haber aparecido hoy en todo el día, ninguno hizo comentarios al respecto, por lo que creía que Lorena había hablado con ellos de lo sucedido con Alejandro.
- Entonces, ¿para cuándo piensas que nos podremos mudar? – dije terminando mi jugo de mora.
- ¡¿No has pasado aquí ni 24 horas y ya te quieres ir?! – dijo Alejandro indignado.
- ¡No! Es sólo que quiero saber… - dije cogiendo su mano sobre la mesa.
Él me miró, y me dedicó una sonrisa tierna.
- Pues yo calculo que a finales de la otra semana.
La miré sorprendida.
- ¡No puedo estar tanto tiempo aquí!
- ¿Por qué no? – dijo Alejandro – Ya sabes que me encanta que estés aquí, ya verás cómo la vamos a pasar muy bien.
- Y no lo dudo Alejo… es sólo que… no sé si sea apropiado… es decir, ya sabes, el arriendo, la comida…
- Bueno, si quieres que siga con el buen humor que he llevado hasta ahorita, será mejor que no digas más estupideces. – dijo Alejandro serio.
- Pero, es que no son estu…
- Basta amiga, - dijo Mary – sabes que si estuvieras en cualquiera de nuestras casas, también nos ofenderías donde salieras con esas cosas… ¡No eres ninguna desconocida! ¡Eres nuestra amiga!
Todos asintieron en la mesa, por lo que no tuve más remedio que tragarme mi incomodidad respecto al tema.
Ya estaban todos sentados en la sala, yo me había ofrecido a lavar los platos, pues no había hecho nada de la cena. Cuando terminé, me acerqué a la sala, en donde todos hablaban; hasta ese momento no me había percatado de que hablaban con un tono bajo de voz, casi en un murmullo; cuando ellos me vieron, cayó un pesado silencio en la sala. Yo ladeé la cabeza con extrañeza, ninguno se atrevía a mirarme.
- ¿Pasa algo? – dije, ya que ninguno se dignaba a hablar.
- ¿Por qué no te sientas? – dijo Mary amablemente; Alejandro se hizo a un lado, y me abrió un campo.
Yo lo dudé un segundo, pues realmente parecían raros, luego me senté sin más remedio.
- Ok, ya me senté, ¿qué pasa?
- Queremos hablar contigo de un par de asuntos. – dijo Mary.
Al parecer mi amiga, que en raras ocasiones tomaba la vocería, era la única capaz de dirigirme la palabra.
- ¿De qué quieres hablar? – dije haciendo hincapié, en el hecho de que ella era la única que hablaba.
Mary miró nerviosa a los demás, como pidiendo ayuda.
- Ok, basta, si no empiezan a hablar de una buena vez, creo que será mejor retirarme.
- No, espera… - dijo Alejandro deteniéndome del brazo y haciendo que me sentara de nuevo – es sólo que sabemos que no te va a gustar…
- Pero es necesario que lo hablemos. – dijo Lorena terminando la frase de Alejandro.
- Es sobre tu… amigo, Adrián. – dijo un Sam muy serio.
Suspiré, sabía que era inevitable esa charla, aunque por un lado lo agradecía, con eso sabía de una vez por todas el por qué les había caído tan mal.
- ¿Qué pasa con Adrián?
- Eso mismo queremos saber nosotros. – dijo Alejo - Parece un enigma andante, ¿sabes que no se relaciona con nadie más que contigo? Nadie sabe nada a cerca de él, es como si no le importara estar con alguien más excepto contigo; además, ¿no se te hace raro que no quiera hablar de sí mismo? – se aclaró un poco la garganta – yo he… investigado, y la única clase a la que asiste es a la que por desgracia compartimos los tres; el único día que va a la cafetería es cuando tú lo invitas. He pedido los registros de él en la universidad, pero sólo están los datos básicos de él, no tiene familiares ni amigos… nadie; tampoco dice de donde viene, en dónde ha estudiado… sinceramente no sé cómo logró entrar a la universidad.
- Espera, - dije ya sin soportar todo lo que escuchaba, no podía evitar también sentirme aludida al respecto, pues por alguna extraña razón, sentía algún tipo de conexión con Adrián – ¿me quieres decir que lo mandaste investigar?
Esa pregunta se escuchaba absurda para mis propios oídos.
<< ¿La gente aún hace eso? >>.
- ¡No! – dijo Alejandro algo alterado – Sólo… estuve preguntando un poco aquí y allá…
- ¡Eso es lo mismo! ¡Además, no a cualquiera le dan los registros de los alumnos… tuviste que usar tus influencias! – dije aún sin poder creerlo.
- Danna, ¿es que no escuchas? – dijo Lorena - ¡Ese tipo es raro! ¡Es como si lo único que le importara es estar junto a ti!
- Eso no puede ser cierto… además, el hecho de que no quiera hablar de sí mismo, no quiere decir que sea alguien malo.
- Malo no, pero sí sospechoso. – dijo Sam a la defensiva.
- ¿Sospechoso de qué? – dije exasperada y poniendo los ojos en blanco - ¡Por Dios, ni que fuera un terrorista! – tomé un poco de aire – Además, el hecho de que hasta ahora sólo se haya relacionado conmigo, es porque simplemente las otras personas que ha conocido, lo han rechazado sin miramiento alguno. – dije repasando la mirada entre mis amigos – Y… ¡por favor!, hasta el momento no llevamos ni dos semanas en la universidad, y, ¿quieren que ya sea el más popular del campus?
<< ¡Eran ridículas sus suposiciones! >>.
- Sí, muy buenas tus explicaciones alternativas, - dijo Lorena – pero, ¿cómo explicas la falta de información que hay en sus documentos de ingreso a la universidad?
Solté un sonoro resoplido.
- Mira, quizás sus archivos se extraviaron… - Lorena alzó una ceja con sorna – Bueno, yo que sé… - dije molesta por no encontrar algo más ingenioso qué decir – el caso es que es ridículo que piensen mal de Adrián; a ver, según ustedes, ¿qué interés podría tener en mí? Si de verdad estuviera planeando algo, muy seguramente no se hubiera acercado a mí, sino a cualquiera de ustedes.
- ¿Por qué dices eso? – dijo Mary.
- Es obvio, si realmente tuviera un interés más allá de una simple amistad, se hubiera acercado a cualquiera menos a mí, ya que yo no tengo ni dónde caerme muerta, tampoco cuento con influencias, o prevengo de alguna familia influyente… - todos me miraron con pesar, apreté los dientes, no me gustaba para nada la lástima – El caso es que es ridículo que estén rechazando así a Adrián, sin tener motivos válidos.
- Danna, - empezó a decir Sam muy calmado, como queriendo tomar el control de la situación – sé que a ti te cae bien, pero deberías ver cómo te mira, siempre está estudiando cada uno de tus movimientos, palabras y expresiones.
- Es como si de alguna forma te estuviera analizando, como si estuviera… obsesionado contigo. – terminó de decir Alejandro.
- No sé qué decir, sinceramente todo esto me parece patético; y más patético es que manden investigar a una persona, por el simple hecho de que a ustedes no les gusta su forma de ser.
- No es patético Danna, - dijo Lorena reprochándome – debes entender que no podemos dejar que alguien con semejante secretismo a cerca de su propia vida, entre a nuestro círculo.
- Así que así fue… - dije en un susurro, tenía un nudo en la garganta – ¿así fue como ustedes hicieron conmigo?
Me detuve unos instantes en espera de que lo negaran rotundamente, pero al pasar los segundos, alcé mi cabeza, sólo para fijarme en las caras de culpabilidad de mis amigos.
En ese momento hubiera preferido una paliza… como las que recibía en el orfanato, a eso… El dolor que sentí fue casi insoportable.
- Ustedes… me… me investigaron. – dije con la voz rota.
- Danna… - dijo Lorena.
- ¡Danna… nada! – dije levantándome de golpe - ¿Qué me van a decir? ¿Yo también era una sospechosa para ustedes? ¿Creían que me había acercado a ustedes con algún tipo de interés? ¡Pues lamento decepcionarlos!
Salí de la sala, y me fui directamente a la habitación que Alejandro me había dejado.
- Danna… - dijo Sam tras de mí – debes escucharnos… ¡ese tipo no te quita los ojos de encima! ¡Debes entender… él trama algo!
- ¿Por qué debería tramar algo?... Sam… confié en ustedes, hablé lo más que podía de mi pasado, una vez vi que eran realmente buenas personas… pero claro, ustedes ya sabían todo acerca de mí… ¿Por eso me aceptaron?... ¿Por lástima? – esa última frase quemaba mi garganta.
- ¡Por supuesto que no! – dijo Sam ya perdiendo el control que siempre lo caracterizaba – ¡Maldita sea, todo lo hicimos por tu bien!
- ¿Qué bien puedo encontrar en el hecho de que hayan investigado mi pasado? – dije con tono mordaz.
- No… no en eso… en lo de Adrián.
Solté una risa amarga.
- Lo único que veo aquí, son un grupito de personas obsesionadas con conocer a fondo a cada persona que es tan tonta de acercárseles. – me giré, y entré en la habitación, las cosas estaban ya organizadas, pues Alejandro insistió en hacer eso antes que nada apenas llegamos.
<< ¡Rayos! >>.
Cogí mi celular, el cual lo había dejado encima de la cama y me giré hacia la puerta; justo en el umbral, Alejandro estaba de pie mirándome en silencio.
- Permiso. – dije sin mirarlo a los ojos.
- ¿A dónde vas?
- Eso no te importa.
- ¿Qué no me importa? – dijo en un tono duro – Déjate de niñerías… tú no vas a salir de aquí, no en esas condiciones… no hasta que nos escuches.
- ¿Niñerías? – dije irónica, mientras conectaba mis ojos con los de él… a medida que pasaba el tiempo, no lograba esconder muy bien mi dolor - ¿Te parece a ti, esto un juego de niños? – Alejandro hizo una expresión de dolor – Dime, ¿qué fue lo que más te sorprendió de lo que descubriste de mí? – un dolor más profundo pasó por la ya atormentada mirada de Alejandro; eso sólo hizo aumentar más mi dolor y mi ira.
- Danna…
- No, no contestes, ya creo saber cuál fue la información más escandalosa que recibiste de mí.
- Danna…
- Retírate, quiero salir de aquí.
- ¿A dónde piensas ir? ¡No puedes salir en esa condición!
- ¿A no? – dije levantando mi barbilla y desafiándolo con la mirada – Pues mírame.
Lo empujé con todas mis fuerzas, y salí deprisa.
En la sala, todos estaban en silencio, al parecer habían escuchado absolutamente todo. Llegué a la puerta, pero Lorena puso una mano en mi hombro.
- Danna… perdónanos…
- Déjame… - dije sin girarme – y que no me entere que me están siguiendo, porque de lo contrario, no los quiero volver a ver en mi vida.
Sin más, Lorena me soltó, yo giré el pomo de la puerta, y una vez fuera, bajé casi sin freno las escaleras.
Ya en la calle, empecé a caminar, a cada paso que daba las fastidiosas lágrimas hacían un excelente trabajo lavando mi rostro.
Casi tres horas después de andar sin rumbo, me encontré en un parque el cual estaba desolado, vi la hora en mi celular, eran un poco más de las 12 de la noche; ninguno de ellos se había atrevido a llamarme. Respiré profundo, las lágrimas me las había permitido sólo por un par de minutos, no me gustaba llorar, eso sólo me recordaba lo débil que era.
En ese momento pensé en Zarek, no sabía aún nada de él ni de Kozma, no es como si supiera que la señal del teléfono llegara tan lejos, pero realmente quería por lo menos escuchar una buena noticia, y saber que Kozma y su familia estaban a salvo.
Solté un hondo suspiro, desde que había empezado el semestre, las cosas se habían tornado raras, oscuras e insostenibles; era como si de alguna manera el destino no soportara verme feliz, haciendo que todas estas cosas extrañas empezaran a suceder.
<< El precio por seis meses de felicidad. >>.
Mi mente no quería aceptar aún todo lo que había sucedido con mis amigos; bueno, en realidad no quería asimilar ni siquiera lo que me había contado Zarek, aun cuando ya había presenciado cosas inexplicables justo frente a mis ojos.
Solté un bufido de exasperación, me sentía perdida; en ese momento, sólo quería salir corriendo, y dejar todo atrás, tal y como lo había hecho en el pasado.
Veía los numeritos de la pantalla de mi celular cambiar lentamente, había pasado en eso casi otra hora; sentía mucho frío, pero no me atrevía a moverme. Como cierta parte de mí temía pasar el resto de la noche allí, pensé en llamar a Adrián, pues era el único que quizás me pudiera echar la mano en ese momento; claro que para cuando me decidí al fin a llamarlo, y dejar a un lado mi pena, ya había transcurrido otra hora más.
Sólo bastó de un timbrazo, para que Adrián cogiera el teléfono.
<< ¿Estaría despierto? >>.
- ¿Danna? – dijo con voz extrañada.
- Ho… hola… - la voz se me cortó, estaba tiritando por el frío – qué… qué pena mo… molestarte.
<< ¡Rayos! >>.
- ¿Qué te pasa? ¿En dónde estás?... No me moletas en lo absoluto.
- Estoy… en el parque pri… principal del centro de la ciudad.
Seguía maldiciéndome por hablar de esa manera, pero ya hasta los dedos hacían un gran esfuerzo por sostener el celular pegado a mi oreja.
- Voy para allá, no te muevas. – sin más, colgamos al unísono, me senté y me quedé con la mirada perdida.
Se veía alguna que otra persona pasando lentamente, como si la vida fuera eterna, y no importara desperdiciar el tiempo; o como si no tuvieran ningún tipo de sueño por el que lograra verle algún sentido a su existencia en la tierra.
Me abracé aún más mientras veía a esas personas perdiéndose en un mundo, donde todos los ignoran, incluyéndose ellos mismos, pues optan por no pensar en ellos, dejando que el mundo arrastre con sus cuerpos sin importar lo que les suceda.
Me sentí algo aliviada al descubrir, que por más que ha sido dura mi vida, no había dejado que la adversidad me venciera, al contrario, siempre me siento más fortalecida y renovada. Sí, es cierto, tengo muchas fallas, soy una persona con baja autoestima, una persona que lucha hasta cierto punto, pero cuando ve la oportunidad… huye, sí, soy esa clase de persona, y aunque he tratado de fortalecerme a lo largo de los años, sé muy bien que aún me falta mucho camino que recorrer, y muchos más obstáculos qué superar. Aunque a veces sienta que la vida se ha ensañado conmigo…
- Aquí estás.
Me sobresalté, y pegué un grito agudo.
- Tranquila… soy yo. – dijo Adrián sentándose a mi lado.
- A… Adrián… - dije tratando de calmar mi agitado corazón – me… me asustaste.
Adrián frunció el ceño, y me tomó de la mano; yo abrí un poco los ojos.
- Estás congelada. – se quitó el abrigo negro que tenía, y lo puso sobre mis hombros, de inmediato su olor y su calor me acobijaron de una manera totalmente agradable – Vamos, no es bueno estar aquí. – sin más, y sin soltarme de la mano, la cual estaba más que a gusto entre la mano caliente de Adrián, caminamos hacia su coche, el cual estaba unos metros más allá parqueado.
- ¿Qué te pasó? – dijo mientras cruzábamos las frías y desoladas calles.
Me mantuve con la vista fija en la ventana, me daba vergüenza admitir lo que mis amigos le habían hecho.
- Lo… lo siento, no quise molestarte. – dije apenas en un susurro.
- Danna, entiéndeme, no acostumbro a presionar por respuestas, pero realmente no puedo pasar el hecho de que estuvieras a las tres de la madrugada completamente sola en un lugar peligroso, muriéndote de frío.
Me mordí el labio, podía sentir el nudo de mi garganta formándose.
- Pa… pasó algo con mis… amigos. – dije tras entender perfectamente que él necesitaba saber lo ocurrido, y más aún el hecho de que había sido investigado – Tuve una fuerte discusión con ellos… sobre ti.
- ¿Sobre mí? – dijo algo sorprendido – Sabía que te causaría problemas… - dijo en tono de disculpa.
En ese momento sentí aún más simpatía con él; sabía muy bien cómo se sentía el hecho de pensar que se podía hacer daño a alguien por querer estar cerca.
- No digas eso… - dije con voz más dura de la que pretendía – tú no me has causado ningún problema… aquí el problema son ellos. – solté un suspiro, no era justo no decirle la verdad – Adrián… debo disculparme contigo… mis… ellos te mandaron a investigar… realmente estoy muy apenada por eso… no sé qué decirte.
No hacía falta que hablara, podía sentir la tensión emanar de él. Me mordí de nuevo el labio, estaba furiosa por cómo nos habían tratado… ¿Tan malo es querer dejar un pasado atrás? Justo en ese momento recordé que ellos no me habían dicho realmente nada de la vida de Adrián.
- Supongo que vas a querer alejarte de mí. – dijo en tono monótono.
- No. – dije firmemente, en ese momento sentí un dolor en mi pecho con el simple hecho de pensar estar lejos de él; como estábamos detenidos ante un semáforo, él se giró hacia mí, la luz era muy escasa, pues lo único que nos alumbrara eran las farolas de la calle que emitían una tenue luz naranja; pero aun así, pude ver la expresión de Adrián, que era de total sorpresa e incredulidad.
- ¿De verdad no te vas a alejar de mí? – su voz sonó con duda, pero con cierto ápice de esperanza.
- De verdad… - me miré las manos, en ese momento él ponía a andar de nuevo el carro – lo cierto es que al parecer ellos no lograron conseguir mucha información sobre ti, así que no te preocupes; lo único que dijeron es que tú supuestamente tienes un interés especial en mí… porque según ellos, conmigo es con la única persona con quien te relacionas. - sacudí la cabeza ante las ridículas conclusiones a las que ellos habían llegado - Pero no quiero que pienses que es por eso que aún quiero ser tu amiga, pues no importa lo que sea de tu pasado, como la misma palabra lo dice, eso ya pasó, quedó atrás, y aunque desafortunadamente tendremos que arrastrarlo para toda la vida, eso no nos define como personas. Nosotros decidimos qué nos moldea y qué sólo nos sirve para evitar cometer el mismo error.
Hubo unos minutos de silencio, al parecer la conversación nos había enviado inevitablemente a pensar en aquellas cosas que tan desesperadamente luchábamos por dejar atrás.
- Así que nada… - dijo más para sí mismo – pero supongo que ahora tú tienes curiosidad sobre mi pasado, y el por qué estoy sólo contigo.
Una pequeña parte de mí se sorprendió al escuchar que admitía que sólo se hablaba conmigo, y debo admitir que cierto cosquilleo en mi vientre también surgió ante esa aceptación, pero la sorpresa pasó a un segundo plano, pues entendía el hecho de no rodearse de muchas personas, ya que sencillamente te es muy difícil abrirte a alguien.
- No, no niego que hay curiosidad, porque existe; pero no me importa no conocer tu pasado, para mí nada cambia lo que ya pasó… ya demasiadas cosas pasan debido a lo que arrastramos como para que otra persona te vea de manera diferente sólo por lo que tuviste que vivir. - eso sin duda, había salido de la manera más amarga y sombría - Créeme, lo que te dije antes no sólo es por decirlo, es porque de verdad lo siento.
En el perfil de Adrián se dibujaba una sonrisa de alegría, pero no la dejó mucho tiempo.
<< No está muy acostumbrado a sonreír. >>.
En ese momento, me daban ganas de hacer cualquier cosa por volver a ver de nuevo esa sonrisa en su rostro.
No hablamos más, al parecer los dos nos habíamos sumergido en nuestros propios mares de pensamientos, y muy posiblemente, recuerdos.
En cuestión de nada, estábamos pasando por el camino de grava que conducía a la casa de Adrián, era a las afueras de la ciudad, y no era muy cierto que viviera cerca de Lorena, pues prácticamente vivía al otro extremo de ella.
- De verdad vives muy lejos de todo… - dije absorta en la casa que se levantaba frente a nosotros.
Era de dos plantas, en su mayoría blanca, pero tenía un bloque entero con fachada en piedra, y una pared en baldosa negra. Enormes ventanas rodeaban toda la casa, había otros cuantos carros parqueados, por lo que dejé de inmediato de ver la casa, y me giré hacia Adrián.
- ¿Estás con alguien? ¿Tu familia está aquí? – dije sin ocultar para nada mi repentino nerviosismo.
Él esbozo una sonrisa tranquilizadora, hasta ese momento notaba que se le formaban dos agujeritos a cada lado de las mejillas.
<< Debería sonreír más a menudo. >>.
- No te preocupes, vivo solo. – me volvió a agarrar de la mano, que a pesar de la calefacción del auto y de su abrigo, seguía congelada, mientras que la de él parecía estar hirviendo.
- Bienvenida a mi casa. – dijo una vez entramos, como era de esperarse, era realmente hermosa y espaciosa, los tonos crema y deferentes tonos de café, eran los predominantes en aquel lugar; todo estaba muy organizado.
- ¿De verdad vives tú sólo aquí? – dije frunciendo el ceño.
- ¿No me crees? – dijo divertido
- Es muy difícil, viendo que todo está muy limpio y arreglado.
- ¿O sea que eres de las que dan por hecho de que, por ser hombre tengo que vivir como un marrano?
Solté una carcajada ante su comparación.
- No… no, es sólo que es enorme, te debe costar trabajo mantenerla así.
Se encogió de hombros mientras me hacía seguirlo a la segunda planta.
- Digamos que tengo mucho tiempo libre, así que mantenerla así, es una de mis distracciones.
- ¿Una?
Él se giró hacia mí, me sonrió y siguió caminando.
- Espero que algún día conozcas más de mis aficiones.
Sonreí, pues realmente quería conocer más a Adrián, al de ahora, en nada me interesaba el del pasado, a menos que él quisiera hablar de ello.
- Te puedes quedar aquí. – dijo entrando a una enorme habitación, la cama ocupaba buena parte, y al parecer contaba con baño privado.
- Gracias… - dije un poco cohibida – Lamento de nuevo molestarte a estas horas, yo…
- Tú nada… - me agarró de las manos y frunció el ceño – ya deberías estar un poco más caliente… ¿siempre has sido así?
- No… - dije también un poco extrañada – es un poco raro en realidad.
- Ven, - me haló, y empezamos a deshacer nuestros pasos – te prepararé un té, quizás te ayude también a dormir.
- No deberías… yo estoy bien, de verdad, tú deberías irte a descansar, ya bastante te he…
- Si vuelves a decir que me estás molestando, de verdad lo vas a conseguir.
Una vez en la cocina, me sentó en un taburete, mientras él ponía el agua a calentar a todo fuego.
- Ciertamente te ves bastante pálida, apenas te tomes esto, te vas a dormir, no quiero que le des muchas vueltas a las cosas, no sirve de nada, y sí te va a hacer daño.
- ¡Sí señor! – dije seria, mientras me llevaba una mano a la frente, a modo de saludo militar.
Él me sonrió, y negó con la cabeza.
Me mordí el labio… empezaba a sentirme algo inquieta.
- ¿Qué pasa? – dijo mientras ponía dos tazas frente a mí, y en cada una de ellas una bolsita de té.
- ¿De verdad no te molesto? – él me miró entornando los ojos – Sí, ya lo sé, pero realmente lo menos que quiero es incomodarte, además de seguro estabas haciendo algo… - abrí más los ojos - ¿y si alguien viene?
- No… me… molestas… - dijo puntualizando cada palabra – y… - hizo un gesto con los brazos como abarcando todo a su alrededor - ¿de verdad crees que me puedas incomodar? – sonreí, mientras le decía que no con la cabeza - ¿Ves? Y, por otro lado, no va a venir nadie, no recibo muchas visitas y menos a las cuatro de la madrugada… y, si viniera alguien, ésta es mi casa, y hago aquí lo que yo quiera.
Una vez aclarados los puntos, agregó el agua hirviendo a las tazas, y me tendió una a mí, mientras él tomaba asiento justo en frente.
- ¿Te sientes mejor?
- Físicamente… sí, pero creo que por dentro soy una caos andante… - dije mientras tomaba algo del té, el cual estaba delicioso.
- Sólo es que hables, si quieres desahogarte un poco.
Le sonreí, normalmente no hablaría, y pasaría por alto su buena intención; pero además de que sentía que reventaría en cualquier momento, de alguna manera, me sentía relajada y en confianza con Adrián, algo realmente raro. No podía dejar de mirarlo, era algo como hipnótico, pero no era la misma sensación que sentía cuando estaba cerca de Zarek, no, era algo mucho más natural, era como si realmente quisiera detallarlo a voluntad propia, quería ver cómo cambiaban sus expresiones según lo que estuviéramos hablando, o cómo se le formaban aquellos hoyitos en las mejillas cada vez que mostraba esa envidiable sonrisa.
Cerré los ojos un momento.
<< ¡Céntrate! >>.
- Hoy no sólo descubrí que ellos te investigaron a ti, – él levantó una ceja extrañado – sino a mí también.
- ¿A ti?
- Sí; yo… yo cuando los conocí, actué como tú, es decir, no les conté nada a cerca de mi pasado, al principio fue un poco difícil, pero luego de un par de semanas, ellos ya me hablaban con total normalidad… me habían aceptado… - Adrián se levantó, retiró las tazas ya vacías, y me incitó a que fuéramos a la sala, una vez allí, sacó una manta de un cajón, y nos acobijó a los dos, el único sonido aparte de mi voz, era el crujir de la madera en la chimenea – Estaba contenta por cómo me habían aceptado, así que mucho tiempo después, decidí que era justo compartir un poco de mi vida con ellos, en realidad no dije mayor cosa, pero en ese entonces, ellos parecían aceptarlo muy bien, y se veían contentos por mi salto de confianza; pero… - la voz se me empezó a ahogar – hoy me enteré que ellos me habían mandado a investigar, y que sabían cosas que ni loca me hubiera atrevido a revelar…
Los dos quedamos en silencio, no me disgustaba en lo absoluto que Adrián no dijera nada, creo que los dos sabíamos que no siempre hay que decir algo para dar a conocer que entiendes por lo que la otra persona está pasando; en vez de eso, Adrián pasó un brazo por mis hombros, y me acercó a él, yo no me resistí, realmente necesitaba un gesto así, así que apoyé mi cabeza en su hombro, e intenté regular mis emociones… no quería llorar.
Pero no sólo era el sentimiento de lo que le acababa de contar a Adrián lo que estaba invadiendo mi corazón, sino una vez me acomodé junto a Adrián, la sensación de su cuerpo, su calor, su olor junto a mí, era embriagadora; mi corazón se disparó como loco.
- Jamás pensé que me hicieran eso ¿sabes? – empecé a decir para no pensar en las sensaciones que estaba experimentando - No digo que los odio, ni nada parecido, porque sé que no podría llegar a sentir algo remotamente similar hacia ellos, pero realmente me hirieron con eso… Y por ahora, realmente no los quiero ver.
- ¿Tan malo es lo que descubrieron? – dijo Adrián en un susurro.
No lo veía a la cara, pero realmente parecía intrigado… y me atrevería a decir que algo preocupado.
Suspiré, no servía de nada ocultar mi pasado, cuando ya al parecer todo el mundo, bueno al menos las personas que me importaban ya lo sabía.
Sin más, empecé a relatar algunas de las cosas más relevantes de mi vida a Adrián, podía sentir cómo se tensaba a cada minuto que pasaba; al terminar, como siempre, sentía la opresión en mi pecho, el nudo enorme en la garganta, y angustia… angustia por la idea de ver lástima en los ojos de mi oyente.
Adrián se movió, y se posicionó de manera que quedó frente a mí, agaché la mirada, no podía soportar esta parte.
- Mírame… - dijo con tono suave.
Como no lo obedecía, con un dedo en mi barbilla alzó mi rostro, de manera que nuestros ojos se conectaron. Para mi sorpresa, no vi ni un atisbo de lástima en sus ojos, dolor sí, pero lástima no, al contrario, se veía como con cierta determinación y… ¿admiración?
- Has tenido una vida muy dura… - empezó a decir sin soltarme de la barbilla, como temiendo que yo volviera a esconder mi rostro – pero… eres de las personas más valientes y luchadoras que conozco – decía con total honestidad en sus ojos; cada palabra que salía de él, iba directo a mi corazón, haciendo que por primera vez en toda mi vida, éste latiera con orgullo – créeme, conozco a muchas personas que se rinden ante la menor adversidad, o que esperan sentadas a que alguien venga y las rescaten de males que muchas veces ellas mismas se han conseguido. – pude ver cómo calaban hondo sus propias palabras en él – Pero tú no eres así Danna, y te admiro por eso, sé que te cuesta creerlo, pero espero que algún día te des cuenta de la gran persona que eres, y que esas personas que no te valoraron en lo absoluto, no valen la pena, y nunca se van a enterar del tesoro que acabaron botando.
No lo soporté más, me había aferrado a la manta que me envolvía, me estaba mordiendo el labio hasta el punto de sentir algo de sangre en mi boca, pero nada sirvió para retener las lágrimas que en ese momento caían por mis mejillas, Adrián secó un par, volvió a sentarse junto a mí, me abrazó más fuerte y empezó a tararear una suave melodía sumamente dulce y tranquilizadora.
Nadie nunca había hecho algo así por mí, por lo que el llanto sólo incrementó; pero a pesar de todo, Adrián no me decía nada y se limitaba a abrazarme y a seguir tarareando; hasta que no sé en qué momento, me hundí en un profundo y pacífico sueño.