Orión

Capítulo 22

Abrí poco a poco los ojos, sabía que era de día, pues gracias al ventanal que cubría casi todas las paredes del lugar, los intensos rayos del sol, no tenían problemas en irrumpir en la casa.
Luego me giré, sólo para encontrarme con el rostro totalmente relajado de Adrián a mi lado; abrí los ojos como platos, pero hice un gran esfuerzo por no emitir sonido alguno, ni hacer movimientos, no lo quería despertar.
Contemplé a Adrián por algo de tiempo, realmente no supe cuánto; había acabado por abrazarme, por lo que su brazo estaba alrededor de mi cintura; sí, era algo que nunca había hecho, bueno, al menos con alguien con quien llevaba muy poco tiempo de conocernos, pero en cierto modo me sentía bien… 
<< Debo haber enloquecido… >>.
Pero no era sólo el hecho de sentirme bien, como lo hacía normalmente con Alejandro, sino era una sensación nueva, una que ni con David había alcanzado a sentir.
<< No lo puedo permitir. >>.
Apreté los dientes y dejé ir esas ideas, lo mejor era no pensar en cosas que no debía.
Una sonrisa enorme se dibujó en mi rostro al rememorar las palabras de Adrián, desde muy pequeña había aprendido el poder de las palabras para herirnos, pero no fue sino hasta anoche… o esta madrugada, que conocía el poder de las palabras para sanar. Sí, no podría decir que ya mis heridas estaban curadas, pues sé que aunque eso sucediera, siempre van a quedar cicatrices, pero sí me dejaba ver que personas como él, que al parecer también tenían un pasado turbio, me consideraba una persona digna de ser admirada.
Seguí contemplando su rostro, siempre mantenía una mirada dura y algo ausente, siempre que lo veía de manera algo diferente era cuando hablábamos, pero al parecer no se esforzaba por cambiar la dureza de su mirada; no podía evitar preguntarme qué hizo que ésta fuera así; pensaba en las sonrisas que le había visto anoche, realmente parecía otra persona cuando lo hacía, de nuevo sentía esas ganas inmensas por hacerlo sonreír de nuevo.
Para ese momento, contemplaba sus largas y espesas pestañas, de seguro que eran la envidia de cualquier mujer, y aún más lo debían ser sus ojos, ya que contaba con una dualidad de colores que ya de por sí, separados causaban envidia.
Adrián abrió lentamente los ojos, también tratándolos de adaptar a la intensa luz que se colaba en la estancia. Por un momento, parecía algo desubicado, y cuando reparó en mí, abrió los ojos con sorpresa, pero rápidamente se recuperó y se quedó totalmente quieto.
- Buenos días. – le dije con una sonrisa en mi rostro. Cualquiera que me viera, pensaría que había pasado la noche con mi novio… pero lo cierto es que en tan poco tiempo, Adrián ya formaba parte de las personas especiales en mi vida.
- Buenos días… - dijo algo dudoso - ¿por qué sonríes?
- Mmmmm, no sé, quizás porque al fin pude dormir bien. – dije como si nada.
- Yo también pude dormir muy bien. – dijo Adrián con una sonrisa especial en su rostro, la cual de nuevo hacía que se le marcaran los hoyitos en sus mejillas – Hacía bastante que no dormía tan bien. – terminó de decir algo pensativo.
- Bueno, entonces si no te molesta, me levantaré, será mejor que desayunemos algo. Aunque te advierto que no soy muy buena en la cocina.
Él sonrió más ampliamente, pero no retiró su brazo, me quedé mirándolo.
- ¿Qué?
- Me tienes atrapada. – dije desviando mis ojos hacia mi cintura.
- Ah… perdona. – dijo levantando la mano de inmediato, al parecer no se había dado cuenta.
Sonreí, me levanté y fui hacia la cocina.
- ¿Qué piensas preparar? – decía Adrián sentado justo donde yo había estado en la madrugada.
- Como ya te dije… - decía mientras daba con todo lo que necesitaba – no soy muy buena cocinera, así que no esperes algo demasiado elaborado… voy a preparar unas tortillas con queso, huevos y… ¿café o chocolate?
- Chocolate. – dijo Adrián totalmente radiante.
Le sonreí totalmente de acuerdo, y me puse en ello.
Varios huevos estrellados, una cocina hecha un desastre y harina hasta en mi pelo después, ambos estábamos desayunando enérgicamente, mientras que él alababa mi manera de dejar todo como si hubiera pasado un huracán inclemente por la cocina.
- ¡No puedes quejarte! – dije tras recuperarme de la carcajada que había soltado – ¡La comida quedó rica!
- Y no estoy diciendo que no, pero mi cocina parece un campo de batalla; no me extrañaría encontrarme un banano muy mal herido en el piso.
Volví a soltar otra carcajada, ver a Adrián en plan cómico, era único.
Como tenía mis brazos sobre la mesa, él alargó la mano y me tomó de la muñeca, haló de manera que estiró mi brazo. Yo lo miraba algo extrañada por lo que hacía, y más por el estremecimiento que su tacto me causó, pero su mirada iba dirigida a mi antebrazo; cuando al fin vi qué era lo que estaba llamando su atención, me tensé.
- ¿Cómo te hiciste eso? – dijo señalando los arañazos en donde estaba ubicada la dichosa marca de Orión.
- Creo que me lo hice con alguna rama… debió ser ayer cuando estaba en la universidad… - decía como si realmente me estuviera esforzando en recordar.
- Debes tener más cuidado. – dijo soltándome.
Una parte de mí, sabía que no había logrado engañar a Adrián, pero agradecía que él lo dejara pasar y no dijera nada más al respecto.
<< Ahora no me apetece pensar en locuras. >>.
Luego de que él arreglara el desastre en la cocina, nos fuimos a duchar, eso sí, cada uno en su habitación… bueno en mi caso en la que me había asignado.
Justo cuando salía de la ducha, escuché mi celular; suspiré, o bien era alguno de ellos, o en el mejor de los casos era Zarek.
- Hola Alejandro. – dije sin mucha energía.
- ¡Por fin contestas! ¡¿En dónde demonios estás?! ¡Y no te atrevas a decirme que en la residencia, porque llamé a Sara, y me dijo que no te había visto desde ayer!
- Primero, no me grites; – dije con voz filosa – segundo, si estabas preocupado porque no te contestaba, pues ya puedes estar tranquilo, estoy bien.
- Danna… ¿en dónde estás? – dijo tras un profundo suspiro.
- Eso no te importa, ahora si me disculpas, estoy ocupada y debo colgar.
- ¿Vas a venir para cambiarte de ropa por lo menos? – dijo en tono irónico.
- No.
- ¿No? – volvía a perder la paciencia.
- No, hoy no voy a ir, y no te preocupes, mañana iré a recoger mis cosas.
- Danna…
Colgué, no soportaba escuchar su voz, me dolía pensar en lo que me habían hecho.
Cuando terminé de vestirme… con una sudadera y una camiseta de Adrián, salí a la sala, en donde él ya estaba sentado pasando canales distraídamente.
- ¿Entonces no vas a ir a la universidad hoy? – desistí de asustarlo, al parecer no había estado tan distraído.
- No… - dije sin mucha importancia – sé que parece que estoy huyendo, pero realmente al menos hoy no los quiero ver. ¿Y tú vas a ir? – dije sentándome junto a él.
- No, no tengo muchas ganas, además tengo una invitada en casa y no es bueno dejarla sola.
- No te preocupes por mí, si quieres ir…
- Ya te dije que no, además, quiero ir por algunas películas, ¿qué tal si me acompañas y hacemos maratón de películas?
- Ok. – dije con una sonrisa en mi rostro.
Miré mi ropa una vez estuvimos afuera, no iba muy apropiada.
- Creo que debería quedarme, no estoy muy presentable.
Adrián me recorrió con la mirada, algo que de repente me puso nerviosa; cuando nuestros ojos se encontraron, él lucía una sonrisa hipnótica.
- Estás perfecta, creo que mi ropa te queda mejor a ti, que a mí.
Solté un bufido tratando de parecer normal.
- Sí, claro, y ya me lo creí.
Subimos al coche, y nos dirigimos a la ciudad.
Para cuando volvimos, ya era medio día, habíamos tardado más de la cuenta en escoger las películas, pues él se debatía entre las de terror y paranormal, y yo entre las cómicas y las de acción. Luego de eso, insistió en que yo necesitaría algunas cosas, así que con toda la vergüenza del mundo, él terminó comprándome algunos útiles de aseo, y alguna ropa interior.
- Ese olor a pizza me está volviendo loco. – dijo Adrián entrando a la casa, y dejando todos los paquetes en la isla de la cocina.
- Sí, huele delicioso. – dije sacando algunos platos y vasos para repartir la comida.
Una vez organizados, nos fuimos a la sala, en donde una enorme pantalla plana ocupaba gran parte de una pared color crema; habíamos decidido empezar por una película de comedia.
Varias películas después, entre ellas varias de terror, en las cuales viví agarrada del brazo de Adrián, y gritaba como loca; la tarde había caído, con el sol bañando con rayos naranjas y rojizos las pocas nubes que en el cielo se encontraban.
Estaba preparando algunas palomitas, cuando el celular de Adrián sonó, él estaba en la sala, por lo que no lograba escuchar con claridad lo que decía.
- Tengo que salir.  – dijo Adrián, dándome un susto de muerte.
Me giré con la intención de reprenderlo por haberme asustado, pero me abstuve de hacerlo al ver su expresión.
- ¿Pasa algo? – dije mientras me limpiaba las manos con el delantal que tenía puesto.
- Sí… - dijo algo dubitativo – De verdad no te quiero dejar sola. – dijo algo preocupado.
- No te preocupes por eso, pero… ¿estás bien? ¿Pasa algo?
Él me miró intensamente, sus ojos parecían un poco más verdes; por alguna extraña razón, se me vino a la cabeza Zarek… mandé a volar esos pensamientos.
- No pasa nada… ya lo solucionaré; sólo… no te muevas de aquí ¿de acuerdo?
Asentí, realmente estaba muy serio y eso me estaba poniendo nerviosa.
Rodeo la isla, y se posicionó frente a mí, tuve que alzar un poco mi rostro para poder verlo a los ojos.
Puso sus manos a ambos lados de mi rostro y así lo sostuvo; no esperaba que hiciera eso, pero yo tampoco hice mucho por alejarme; su mirada era magnética.
- Voy a hacer lo más posible por no tardarme, y no te preocupes, es sólo una cuestión que tengo que resolver… - dudó un momento – Si por alguna razón, me demoro más de la cuenta, vete a dormir, no te preocupes.
Sus palabras trataban de tranquilizarme, pero en lugar de eso, estaban logrando el efecto contrario, pues por alguna razón una sensación de inquietud empezó a emerger de mi pecho.
- Si… si te puedo ayudar en algo… sólo dímelo. – dije en un susurro.
- Sí, me puedes ayudar. – dijo mientras su rostro adquiría una pequeña sonrisa.
Se acercó a mí, y unió nuestros labios en un beso casto, pero que duró varios segundos; ese hecho me había dejado sin cerebro, pues al separarse, él se limitó a recorrer mis labios con su pulgar, se despidió y se fue.
Creo que casi treinta minutos después, desperté de mi letargo, pero no de la mejor manera, pues un fuerte sacudón, hizo que prácticamente me escurriera y cayera al suelo para evitar un golpe peor.
Gemí ante la falta de aire; esa era un ya sabido efecto secundario de mis mareos más intensos, empecé a calmarme, si no lo hacía, empezaba con ataques peores.
El mareo duró a lo largo de una hora aproximadamente, estaba más que exhausta, pero al menos ya podía respirar más tranquilamente; con sumo cuidado me levanté, y me dirigí hacia la habitación, una vez allí, busqué mi celular, pero no pude reprimir la decepción y la angustia al ver que no tenía ni llamadas ni mensajes de parte de Adrián, tenía unas cuantas llamadas de ellos, también algunos mensajes, pero no estaba de humor para leerlos.
La noche era fresca, por lo que en un atrevimiento, entré en la habitación de Adrián, y rebusqué en su armario, hasta que di con un suéter.
Como no soportaba estar allí adentro, decidí salir a dar un pequeño paseo por el jardín, tenía que calmarme, de seguro no era nada grave y yo ya estaba formando toda una tormenta en un vaso con agua.
El cielo era un lienzo en ébano, con pequeños puntos brillantes, luchando codo a codo por ver cuál de ellos llamaba más la atención. Los árboles se movían con el viento que soplaba en ese momento; más allá, las luces de la ciudad parpadeaban, como queriendo imitar aquellas joyas en el cielo.
- ¿Te gusta la vista?
Me giré de inmediato con el corazón en la boca, no había escuchado el ruido de ningún auto, y lo peor de todo, esa voz no era de Adrián, en realidad no era de nadie que conociera.
Agudicé mi visión, con la esperanza de ver al dueño de aquella voz, pero no podía ver nada, estaba bastante retirada de la casa, como para esperar que las luces de aquella me pudieran permitir divisar algo.
- ¿Quién está ahí?
- ¿Sabes cuánto he esperado para este momento? – la voz se escuchaba más cerca.
Esforcé aún más mis ojos, hasta que pude ver la silueta de una persona alta, pero ésta se confundía con los árboles que estaban unos metros más allá. Empecé a retroceder, una parte de mí, sabía que debía ser uno de esos sujetos para llevarme con ese tal Denes.
- Vete… no estoy sola. – dije con voz firme.
-  No me importa si estás sola o acompañada Cyrene, de cualquier modo te irás conmigo. – dijo con algo de diversión en la voz.
Ya había llegado a la entrada principal, sin pensarlo dos veces, entré, y cerré la puerta con cerrojo.
Fui directamente hacia la sala, en donde había dejado el celular; una parte de mí, estaba agradecida de que Adrián no se encontrara en casa, pues no lo quería involucrar en nada de lo que me estaba sucediendo; pero otra parte de mí, maldecía ese mismo hecho. Con manos temblorosas, agarré el celular, y desesperada empecé a buscar a la única persona que me podría ayudar. Inicié la llamada, pero el celular de Zarek, sólo se limitaba a quedar en silencio, ni siquiera un indicio de que tuviera algo de cobertura… nada. Con la desesperación subiendo a raudales por mi garganta, empecé a buscar el número de Adrián.
- ¿Ocupada? – dijo la voz muy cerca de mi oído.
Pegué un grito ahogado, mientras el celular se escurría por entre mis manos, y daba al piso, partiéndose en varias partes. Me alejé al instante; casi tropezando con un cojín que estaba en el suelo logré poner algo de distancia entre los dos.
Ya lo podía ver en todo su esplendor; era un tipo alto, como de metro noventa, acuerpado, con el pelo ondulado y castaño claro; sus ojos eran de un color ámbar, y su tez era blanca. Aparentaba unos 35 años.
- Ya te dije que te fueras. – dije con tono mordaz.
Me sonrió de manera perversa, eso hizo que los bellos de mi nuca se levantaran de inmediato.
- Sí, me voy, pero contigo Cyrene. – dijo pasando una mirada lujuriosa sobre mí – Lo siento princesa, pero es mi deber decirte que ese atuendo no te queda para nada bien. – sacudió la cabeza de un lado a otro con aspecto de pesar – La verdad es que no sé qué piensan las chicas de este mundo, realmente no saben vestirse, unas porque muestran casi todo, sin dejar nada a la imaginación, y otras optan por vestirse como hombres… ¿Qué les pasa? – decía como si de verdad le interesara el tema.
- Pues como verás, yo no soy ninguna princesa, así que te puedes ir devolviendo por donde viniste; lamento haberte decepcionado.
Él soltó una carcajada, pero cuando se recuperó, sus ojos me atravesaban; a diferencia de los otros que habían ido por mí, él no parecía estar debatiéndose internamente, al contrario, parecía divertido al tenerme acorralada y asustada.
Ese pensamiento me enfureció, se suponía que ya había dejado atrás esas épocas, pero al parecer se empeñaban en volver.
- Te lo digo de una vez Cyrene, a mí no me vas a cautivar con tus ocurrencias. Yo sé muy bien lo que quiero, y no me dejo manipular por los demás.
Ahora fui yo la que soltó la carcajada.
 - ¿En serio? – dije irónica mientras levantaba una ceja – ¿Hacer lo que otra persona te dice que haga es pensar por ti mismo y es saber realmente lo que quieres? – alcé mis manos hacia el techo para exagerar mi exclamación - ¡Vaya pero sí tengo mucho que aprender!... ¿Sabes?, cuando realmente pienses por ti mismo, llámame, quizás para entonces hasta te invite una copa.
Mientras que hablaba, me acercaba lentamente al teléfono que estaba cerca a la chimenea. Una parte de mí, me gritaba que sería inútil, pero no podía rendirme así de fácil.
Mientras que él reía a todo pulmón, yo logré alcanzar el teléfono, pero incluso antes de verlo, ya sabía que él estaba a mi espalda; me giré, y con el teléfono en la mano, le asesté un golpe en la cara, él retrocedió, mientras yo corría hacia la calle de nuevo, pero antes de llegar a la inmensa puerta de madera, el tipo ya estaba frente a mí, sobándose distraídamente la mandíbula. Cuando terminó de hacer eso, me agarró fuertemente de los brazos, me giró y me presionó contra la puerta.
Solté un gemido de dolor, sus manos se aferraban como garras a mis brazos.
- ¡Suéltame! – grité ya sin soportar el dolor.
Él me sacudió, e hizo que mi cabeza golpeara la puerta, expulsé el aire que estaba conteniendo, y me perdí por unos segundos.
- Créeme Cyrene, sé muy bien lo que quiero, y eso que quiero está justo frente a mí, - recorrió su mirada por todo mi cuerpo, en ese momento, agradecía de sobremanera la ropa de Adrián, y sobre todo el suéter, ya que este era grande y no dejaba ver mucho de mi cuerpo – no sabes las cosas que se me pasan por la cabeza con sólo verte, debo decir que sacaste la belleza de tu madre.
Una oleada de furia estalló dentro de mí ante sus palabras.
- ¡Yo no tengo madre! Además, - acerqué mi rostro al suyo de manera amenazante – no creo que a ese tal Denes le guste saber que me has hecho algo, ¿verdad? Ya que por lo que sé, me quiere casar con su hijito. – dije con una mueca de asco.
Él me sonrió más perversamente, acercó aún más su rostro al mío, haciendo que yo retrocediera hasta que mi cabeza quedó totalmente pegada contra la puerta.
- Así que ni siquiera te habían dicho cómo era yo.
Como había girado mi cabeza hacia un lado, él tenía sus labios pegados a mi oído, sentí náuseas al tenerlo así, pero cuando intentaba moverme, me apretaba más los brazos haciendo que me detuviera de inmediato.
- ¿Qué… qué quieres decir? ¿Acaso me debe interesar quién eres tú?
- Te interesaste por Kozma y su hijo. – dijo a modo de respuesta. Todos mis músculos se tensaron, apreté los dientes.
- ¿No me vas a decir tu famoso nombre? – dije irónica, intentando controlar mi creciente temor – y, ¿me haces el favor y te retiras?, de verdad es muy incómodo hablar de esta manera.
- Pues a mí no me parece incómodo. – dijo rosando sus labios en mi oído, luego me empezó a dar pequeños besos alrededor de mi barbilla y mejilla.
- ¡Suéltame! ¡Detente de una maldita vez! – rugí.
- ¿Ya no quieres saber quién soy? – dijo apartándose al fin, pero sin soltarme.
Tomé aire profundamente, necesitaba alguna escapatoria.
- No me interesa. – dije con los dientes apretados.
- Pues soy el que te ha estado buscando todo este tiempo, - empezó a decir con entusiasmo ignorando mi rotunda negativa – aunque he de admitir que envié a un par de imbéciles por ti, claro que al final no pensé que me servirían de algo, pues hicieron que el pesado de Zarek al fin te dejara sola.
Abrí los ojos hasta más no poder ante la comprensión del peso de sus palabras.
- Denes… - dije en un susurro.
Él sonrió ampliamente, parecía divertido ante mi expresión, la cual, por cierto, era de miedo e incredulidad.
- Veo que te dejé sin palabras… sí, suelo causar ese efecto. – dijo en tono petulante – Pero ahora debemos irnos, cuanto antes quiero irme, realmente no me gusta mucho este lugar.
Reafirmó su agarre tras sus palabras, y me llevó a una silla, en donde me sentó no muy delicadamente. Quise moverme, pero en ese momento, mi cuerpo estaba totalmente paralizado; el miedo que había sentido antes, aumentó de manera exponencial, ni siquiera podía gritar, a penas mis ojos eran los únicos con libertad de moverse.
- No te preocupes Cyrene, no te va a pasar nada… malo. Sólo quiero que te estés quieta y calladita, mientras hago el portal, ya sé que de alguna u otra manera logras distraer a tu atacante para huir.
Sin más palabras, con las manos, como si tuviera un poder invisible, retiró todos los muebles hacia las paredes, haciendo que en la sala quedara un gran espacio vacío. Al igual que Zarek, empezó a hacer gestos con las manos, hasta que poco a poco, la pared de agua que ya había visto antes, empezó a tomar forma. No podía creer por lo que estaba pasando, el pánico me había apresado entre sus garras, y riéndose a carcajadas de mí, impedía que diera un sólo paso hacia la fortaleza; el hecho de que estuviera totalmente inmóvil y a merced de ese desgraciado, no ayudaba en lo absoluto.
Todo era muy irreal, aun cuando estaba sucediendo justo frente a mis narices. A penas y unas tres semanas antes, estaba más que feliz por regresar a clases, junto con mis amigos, y continuando con mi nueva vida, siendo al fin una persona que se permitía reír y soñar, una persona que luchaba por dejar cada vez más atrás aquel pasado turbio. Pero no, todo se había torcido de un modo inimaginable, mis amigos me habían engañado, resultaba que mis padres sí vivían, y que supuestamente estaban buscándome y estaban preocupados por mí… que siempre me habían querido; que unas personas me estaban siguiendo porque un loco necesitaba que me casara con su hijo para adueñarse del reino del cual por cierto yo era la princesa; eso, sin olvidar el hecho de que soy de otro planeta, tengo poderes ocultos… ¡ah!, ¡y soy inmortal!
Denes se giró hacia mí, tras él ya estaba la pared de agua, la cual desafiaba todas las leyes físicas de las que yo tenía conocimiento. Me sonrió totalmente contento.
- Bueno Cyrene… ¿preparada para el viaje? – Se acercó a mí, y sin ningún esfuerzo me levantó; sentía cómo mis pasos eran automatizados, como si alguien se hubiera adueñado de mi cuerpo, y estuviera haciendo lo que se le viniera en gana – No te preocupes, vas a despertar en unos seis o siete días… - no sé cómo lo logré, pero conseguí que mi cabeza se girara hacia él, y lo viera con ojos desorbitados.
Por un momento vi sorpresa pasar por sus ojos, pero luego me sonrió.
- No tienes por qué asustarte, eso va a suceder porque no estás acostumbrada a semejante viaje, por lo que vas a quedar con apenas tu energía vital.
Arrugué el entrecejo. 
<< ¡¿De qué rayos está hablando?! >>.
Pero antes de que pudiera seguir cavilando, Denes se detuvo y yo me detuve con él, giré de nuevo la cabeza, la cual era la única que obedecía mis órdenes, sólo para encontrarme con la pared de agua a unos cuantos centímetros de mí. Desesperada, quise dar uno o millones de pasos hacia atrás, pero todo era inútil.
- ¿Preparada? – susurró Denes a mi oído.
Podía sentir mi corazón a mil por hora, negué rotundamente con la cabeza, pero de nada servía… ya no tenía escapatoria.
Pude sentir el frío que provenía del agua incluso antes de tocarla, Denes me empujó levemente, haciendo que mi cuerpo se sumergiera lentamente, pues era como si te atrajera poco a poco; sentía como si el líquido se adhiriera a mi piel, y la fuera halando. Cuando ya estaba totalmente sumergida, el frío que sentí fue insoportable, en ese momento pensaba que moriría de alguna hipotermia. Cuando ya no pude más, abrí mi boca… ahora pensaba que moriría ahogada, pero para mi sorpresa, podía respirar, era como si estuviera en una burbuja de aire, claro que sólo estaría en mi nariz y boca, pues estaba totalmente empapada. Una vez conseguí calmarme un poco, no veía nada más allá de donde estaba, era como entrar en el profundo océano, sólo que en lugar de total oscuridad, se veía un azul intenso. No sé cuánto tiempo estuve despierta, pero podía sentir cómo poco a poco mis energías me abandonaban, era como si no estuvieran dispuestas a pasar este evento conmigo y estuvieran huyendo despavoridas. Ya sin poder mover un sólo dedo, que por cierto la movilidad la había recuperado apenas había tocado el agua, los ojos se me cerraron, hasta caer totalmente inconsciente.




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