Así pasaron cinco días; las visitas de Denes eran cada vez más aterradoras, aunque de besos, palabras insinuantes, miradas lujuriosas, y una que otra manoseada, no había pasado. Sí, sabía que eso era terrible, pero me aliviaba el hecho de que realmente no llegara más lejos, pues me petrificaba el hecho de imaginarme, que, en una de sus espantosas visitas no se controlara y pasara la línea que él se había autoimpuesto, para según él, resguardar mi honor.
A Adrián no lo había vuelto a ver, una parte de mí, la más estúpida creo, deseaba verlo, deseaba ver a alguien conocido, pero sabía que desear algo así era totalmente absurdo. Sólo me daban comida una vez al día, sospechaba para ese momento que era con toda la intención de apenas mantener mi energía vital, como ellos decían; aunque a estas alturas aún no tuviera idea de qué significaba eso. También me habían llevado vestidos, al parecer era lo único que allí se utilizaba, bueno, al menos para las mujeres.
Esa noche miraba hacia el techo, las imágenes eran lo único que lograba distraerme, las imágenes parecían relatar una guerra, eran cuadros consecutivos y en cada uno de ellos mostraba como poco a poco los seres que tenían apariencia de dioses eran desechados de unas tierras que finalmente eran gobernadas por uno de ellos y su ejército de…
- ¿Brujas? – dije incrédula mientras volvía a ver uno a uno los cuadros – Increíble.
Acostada como estaba, pensaba en esa primera noche que había visto a Denes, me había propuesto el racionalizar mis energías, era un concepto algo raro para mí, pero debía hacerlo, pues no podía estar tan débil cuando él me visitaba. Cada que venía, me hablaba de los avances de la boda, y que esperaba que su hijo fuera a corresponder con alguien como yo; para ese momento ya sabía que Denes no quería para nada a Adrián, incluso me atrevía a pensar que lo odiaba, la pregunta era ¿por qué?
De pronto, la puerta se abrió, de inmediato me fui hacia el otro lado de la habitación, si era Denes, ya casi no me quedaba fuerza para enfrentarlo otra vez.
Solté el aire cuando vi a Adrián entrando, y cerrando la puerta tras de sí, incliné mi cabeza en la pared y cerré los ojos, el sólo hecho de haber hecho eso, me había dejado totalmente agotada.
- ¿Qué quieres? – dije cuando los latidos de mi corazón ya eran normales.
- ¿Estás bien? – sonó preocupado.
Abrí los ojos de golpe, pues él estaba justo frente a mí.
- Sí, perfecta; no te preocupes que no me ha afectado el hecho de estar secuestrada por un maldito pervertido que me da sólo una comida al día para mantenerme débil y así no tener que soportar mucha resistencia de mi parte cada vez que me toca. – dije totalmente irónica y enojada.
Sus ojos se llenaron de una furia tal, que hizo que me pegara más contra la pared.
- ¿Qué te ha hecho? – dijo con los dientes apretados, veía cómo apretaba una y otra vez las manos a sus costados.
Me extrañó su reacción, ¿acaso no estaban en esto juntos? No me iba a dejar engañar.
<< ¡No puedo ser tan ingenua! >>.
- ¿Para qué quieres saber? – dije alzando mi mentón, y fulminándolo con la mirada - ¿Quieres escuchar de mi boca todo lo que me dice y hace tu padre para tu propia y retorcida diversión?
Por un instante pensé que venía directo hacia mi rostro, pero éste dio a centímetros de mi cabeza, el puño de Adrián había dañado de manera considerable la pared.
- ¿Crees que yo podría verle algo de diversión a semejante aversión? – dijo con los dientes apretados, por sus ojos, sabía que no me estaba mintiendo, pero, ¿acaso no me había mentido antes y yo le había creído como una tonta?
Decidí ignorarlo; me agaché, y me fui hacia la cama, estaba un poco temblorosa.
- ¿No me piensas contestar? – dijo furioso.
- Ya te dije, no te voy a alimentar tu diversión, si tan aburrido estás, ¿por qué no te vas a ver una película?
En segundos Adrián estaba sobre mí con mi rostro atrapado entre su mano, ambas manos por encima de mi cabeza, y mis piernas atrapadas entre las suyas.
- ¡Suéltame! ¡¿Te has vuelto loco?! – era inútil, sentía cada vez más torpes mis intentos de moverme.
- ¡Contéstame lo que te pregunté! ¡¿Qué tan lejos ha llegado ese… contigo?!
Sabía que se había abstenido de nombrarlo de la peor manera, esa era mi confirmación de la rota o inexistente relación entre esos dos.
- Me… me besó. – dije en un susurro, sin poder evitar la mueca de asco que transformó mi cara.
El dolor y la ira se apoderaron del sujeto frente a mí, no sabía qué pensar, pero por un breve segundo, quise pensar que Adrián era aquel chico que había conocido en la universidad.
- Espero que lo hayas disfrutado.
Como había cerrado los ojos, los abrí de golpe al escuchar sus palabras, sentí que algo dentro de mí se rompió.
<< Estoy sola. >>.
- ¿Qué lo haya disfrutado? – dije incrédula. Lo veía directamente a los ojos, pero parecía ausente.
- Sí, ya sabes, esos besos que te ha dado, sus caricias, espero que las estés disfrutando, porque van a ser parte de tu rutina diaria. – un nudo se me formó en la garganta.
- ¿O sea que no te importa que él me toque cuando supuestamente me voy a casar contigo? – no sé si estaba siendo tonta, pero una pequeña parte de mí, esperaba que Adrián se retractara de sus palabras.
Soltó una carcajada.
<< No está mintiendo. >>.
Increíblemente eso sí lo podía asegurar, no me era difícil pensar que yo a él le importaba realmente poco.
- Tú eres mía Danna, pero debo admitir, que realmente no me molesta compartirte con mi padre. – apreté los dientes, de verdad que ellos estaban locos y enfermos.
Me soltó el rostro, y empezó a pasar una mano por mis piernas, arrastrando el vestido a su paso, hasta que llegó a mi vientre.
Empecé a gritar, pero él me empezó a besar de manera salvaje; extrañamente, sentí cómo me iba revitalizando.
<< ¿Por qué me está pasando energía? >>.
Su mano continuó ascendiendo, por lo que grité con todas mis fuerzas contra su boca, en ese momento, él salió disparado hacia el otro lado de la habitación.
Adrián se levantó con una mueca de dolor al apoyar una pierna, luego me vio con gesto de asombro. Yo no estaba muy diferente a él, respiraba con dificultad, me sentía peor de débil que antes. Él al parecer se percató de mi condición, pues se acercó a mí cuando me escurría en la cama, sin poder siquiera sostener mi cabeza.
- Danna… - dijo sentándose a mi lado, y levantando mi cabeza para que la apoyara en su regazo.
- No… - dije en un susurro.
- Shhh… no hables, no te voy a hacer nada… no quiero que caigas inconsciente, si lo haces será más difícil que te recuperes rápido. – me acarició la mejilla con delicadeza, fruncí el ceño ante el cambio tan abrupto de su actitud, pero no tenía ni fuerzas ni ganas de replicar – Por favor, no te resistas, te voy a pasar energía, creo que ya sabes en qué forma lo podemos hacer… - cerré los ojos, no podía ponerme de digna y negar su ayuda, pues por absurdo que fuera, le temía mucho más a Denes que a Adrián – No sabes lo sorprendido que me tienes. – dijo en un susurro, antes de sellar nuestros labios de nuevo.
Esta vez, el beso no fue desesperado, muy al contrario, él estaba siendo demasiado… tierno, por unos muy breves instantes, había colapsado, pero unos segundos después, pude sentir olas de energía atravesarme, mi corazón, el cual ya estaba latiendo peligrosamente lento, empezó a sacudirse con la fuerza de una locomotora, él tenía sus manos agarrando mi rostro, por lo que no me podía mover, claro que yo no es que estuviera haciendo mucho esfuerzo por hacerlo. No sabía lo que me ocurría, pero era como si con ese beso, quisiera sentir que mi vida era normal, que en ese momento sólo estaba besando al chico que me gustaba, que tenía amigos, y… detuve mis fantasías, ni en ellas quería tener que pensar en una familia.
Después de unos segundos, apreté la mano de Adrián, la cual aún se aferraba a mi rostro, él, como entendiendo el mensaje, se alejó de mí. Sentí su mirada estudiando cada partecita de mi rostro, me incorporé, y apoyé la cabeza en la cabecera de la cama. Me sentía realmente bien, hacía mucho no me sentía con tanta vitalidad.
- Gracias. – dije en un susurro, sin mirarlo aún, pero sabía que seguía ahí sin moverse.
- No puedes demostrar que estás bien. – su tono era totalmente serio; eso hizo que me girara y lo mirara. Sus cambios de actitud, y las cosas a veces contradictorias que decía, me estaban dejando totalmente perdida sobre qué pensar a cerca de él – Debes aparentar estar débil todo el tiempo, como no te están alimentando bien… - esto lo dijo apretando la mandíbula – la energía que te di, no te va a durar mucho, por eso debes hacer lo menos posible. También debes controlarte cuando te alteres… - lo miré sin comprender, el soltó el aire y siguió hablando – El hecho de que yo saliera disparado hacia la pared, no fue obra mía sino tuya… – abrí los ojos más de lo necesario – Sí, por lo que veo no te lo habías siquiera planteado, pero es cierto, pero como ya viste, eso te deja totalmente expuesta y en peligro de caer inconsciente, algo que no te puedes permitir, y mucho menos en presencia de Denes.
- ¿A ti qué te importa lo que me pase?
Él suspiró, y se pasó la mano por el pelo, desordenándolo a su paso.
- Si quieres dejar que… él te toque, pues adelante, como ya te dije, hasta puedes disfrutarlo. – sus palabras parecían dagas dispuestas a matar al que se le atravesara en el camino.
No dije nada, realmente con él no sabía qué pensar; pero me enojaba que siempre existiera una llamita de esperanza, pensando que quizás él fuera buena persona.
- ¿Cuándo es la boda? – dije después de unos minutos en silencio, él no se movía de mi cama, y al parecer no tenía intenciones de hacerlo; yo había decidido acostarme al otro lado; tal como lo había dicho, quería usar lo menos posible mi energía.
- ¿Te interesa saber cuándo es nuestra boda? – dijo algo incrédulo.
Me tensé al escucharlo decir nuestra boda, como si realmente fuera en común acuerdo.
- ¡Claro! ¿Cómo no voy a estar interesada de saber cuándo es mi propia boda? – dije algo irónica, ya no me quería mostrar tan débil frente a él, ni mucho menos hacerle pensar que yo confiaba algo en él.
- Dentro de dos días. – dijo sin dejar de mirarme.
- Dos días… - repetí más para mí misma en un susurro.
No podía creer que en dos días me harían casarme con alguien a quien a penas y había visto, y del cual no sabía absolutamente nada.
No es que lo contemplara, pero de verdad necesitaba saberlo.
- ¿De verdad no podemos… morir? – dije tras otros minutos de silencio, él se había acomodado, y miraba al techo al igual que yo.
- No, ¿por qué?, ¿preferirías estar muerta que casada conmigo?; ¿tan pésima te resulta la idea? – no pude ignorar el tono duro de su voz.
<< ¿Por qué se disgusta? >>.
- Créeme, he pasado por cosas peores, aun así, no contemplé en ningún instante esa idea… - no sabía por qué le hablaba sobre mí, pero al parecer, quería algo de normalidad en esos momentos – Y te puedo asegurar, que nada, por muy malo que sea, me podrá poner en posición si quiera de pensarlo.
Podía sentir su mirada sobre mí, pero lo ignoré, y seguía mirando hacia el techo, el cual parecía un espacio vacío y sin fin, ya que apenas había una leve luz iluminando la estancia. Recordaba cuando días atrás le había contado ciertas cosas de mí, aún me dolía pensar que esas palabras, que tanto me llenaron en el momento en el que él me las dijo, fueran totalmente falsas. Quería preguntarle el porqué de semejante engaño, pero sabía perfectamente que lo único que lograría con eso era demostrarle que yo le daba mucha más importancia a sus palabras de lo que realmente debería.
- Pasaste por muchas cosas más de las que me contaste ¿verdad? – me giré hacia él, y acomodé mis manos bajo mi cabeza, como en posición de dormir, él terminó haciendo lo mismo, y se quedó mirándome en espera de una respuesta. Era increíble que tan sólo unos minutos atrás, él estuviera encima de mí, y… Cerré los ojos, no quería darle muchas vueltas al asunto; por descabellado que pareciera, prefería estar con él así, que sola con mis propios pensamientos, porque cuando no se iban hacia Orión y Mérope, se iban hacia Zarek, y sinceramente no sabía qué era peor.
- No veo qué tan interesante pueda ser mi vida para ti.
- Puede que no lo sea, – dijo como si nada – pero me apetece hablar mientras me da sueño.
Lo miré confusa.
- ¿Te piensas quedar aquí? – de repente me puse algo nerviosa.
Él sonrió ante mi reacción.
- Sí, no veo ningún problema, además ya lo hicimos una vez ¿recuerdas? – me sonrojé un poco, esa vez le había sonreído como una tonta; agradecía que no lo notara debido a la oscuridad – Ahora, contéstame. – dijo con voz demandante, puse los ojos en blanco, de verdad que sus cambios de humor eran de tener el número del psiquiatra a la mano.
- Pues si tanto te apetece hablar, antes de que te coja el sueño, deberías pensar en otro tema de conversación, porque a mí, no me apetece hablar de eso.
Se quedó de nuevo mirándome, la poca luz era suficiente para ver que no me quitaba los ojos de encima; para ese momento me había arrepentido de tomar esa posición; pero sabía que, si me giraba, le daba a entender muchas cosas, y simplemente no quería que sintiera que él me ponía de ese modo.
<< Y, ¿cómo me pone? >>.
Esa era una excelente pregunta… sin ninguna respuesta, ¿o sí?
- Ok, entonces hablemos de otra cosa… - hizo una pausa como pensando algo sobre qué conversar, de nuevo parecía relajado - ¿Qué sientes al pensar que tus… Orión y Mérope están relativamente cerca de aquí?
Me tensé de inmediato, se suponía que no quería pensar nada a cerca de ellos, pero al parecer era imposible.
- ¿De verdad? – dije hastiada - ¿No se te ocurre nada mejor sobre qué hablar? Preferiría hacer todo un debate sobre los hobbies de un caballo verde.
Adrián soltó una carcajada, que juraría nos escucharían a kilómetros de distancia. No pude aguantarme mucho, y terminé riendo con él.
- Ok,… - dijo tratándose de recuperar – nada de… ellos; pero la verdad no sé mucho a cerca de caballos verdes.
Sonreí, ésta vez con un agradecimiento silencioso.
- No sé, dime, ¿qué diferencias hay de aquí a la Tierra? – hasta ahora me daba cuenta, que de verdad sentía curiosidad por el lugar en el que me encontraba.
- Bueno, te puedo decir que aquí es como si estuviéramos viviendo en el siglo XX.
Abrí los ojos como platos.
<< ¿Cómo no se me había ocurrido? >>.
- ¿Por eso te vistes así? – dije repasando una mirada sobre él, aunque en ese momento ya no pudiera ver nada de su indumentaria, pero antes de que apagara la mayoría de velas, se había quitado las botas y el chaleco, vestía una camisa blanca la cual tenía algunos botones sueltos, y un pantalón oscuro de un corte algo extraño, que se ajustaba a sus piernas.
- ¿Tan mal me veo?
Pude sentir el calor en mis mejillas, era obvio que se había dado cuenta que yo lo estaba repasando con la mirada. Claro que estando así, escasamente podía ver el blanco de su camisa.
- Por eso sólo me han dado vestidos, y estos… – dije evitando deliberadamente contestar su pregunta, mientras tiraba de la delgada tela que me cubría, tenía forma de vestido, pero mucho más sencillo – camisones para dormir, realmente prefiero mis camisetas.
- Pero no te quedan nada mal. – dijo Adrián en un susurro; ahora sí podía sentir el calor en la cara, pero mi habitual reacción se hizo presente en el instante, puse los ojos en blanco, era imposible que yo me viera bien con… cualquier cosa.
- Sí claro, y me vas a decir que un tul le quedaría excelente a una vaca.
Volvió a reír, pero cuando se detuvo se quedó mirándome, algo me decía que retomaría el tema, por lo que me adelanté, y continué instándolo a que hablara de este planeta, el cual obviamente para mí era totalmente desconocido. Con un suspiro, continuó hablando.
- Pero sólo respecto a la ropa, y a algunas costumbres de aquella época en Inglaterra, pues el hombre no es tan dominante como en aquel entonces, la mujer tiene voz y voto en cualquier cosa; a menos que ella se quiera dejar dominar… - eso último lo había dicho casi con rencor, no lo quería interrumpir, pero ciertamente me intrigaba su actitud – también se presentan bailes, y como sabes aquí en lo político se maneja la monarquía… - apreté los dientes, no quería saber ni M de ellos – tranquila, no voy a hablar de ellos… lo cierto es que aunque existe la monarquía, todas las decisiones se toman de manera democrática, pues las personas votan según lo que prefieren. En cuanto a tecnología, si nos quedamos muy atrasados en el tiempo, no es como si no fuéramos capaces de generarla, sino que realmente no le vemos la necesidad.
Eso sí me causaba curiosidad, tenían poderes y muchas cosas a su favor, pero no desperdiciaban su tiempo creando cosas que cada día separaban más a las personas, por mucho que se empeñaran en hacer publicidad diciendo lo contrario.
- Creo que eso me gusta.
- Sí, a mí también, es muy triste ver a todas esas personas sumidas en un montón de código. – me miró, y pude sentir cómo acercaba lentamente su mano a mi brazo – si me lo preguntas, yo sigo prefiriendo el contacto físico.
Apenas rozó mi brazo, pero hizo que me erizara de pies a cabeza.
- Cre… creo que ya tengo sueño… ¿tú no? – necesitaba cambiar de tema.
- ¿Te pongo nerviosa? – dijo divertido.
- No. – dije demasiado rápido. Él sonrió, o eso creí ver, y despacio, se fue inclinando sobre mí.
Mi corazón latía muy rápido, no me gustaba eso, se suponía que debía reservar mis energías.
- ¿Qué haces? – dije firmemente, él seguía acercándose como si nada.
- Dices que no te pongo nerviosa, pero mira, - hizo un detenido evalúo por todo mi cuerpo, me tensé más si es que eso se podía – es evidente que no te soy indiferente.
- Si reacciono… así, es porque no sé qué pensar de ti, no sé si en cualquier momento me vas a… - me callé, estaba a punto de decirle que me apagaría la pequeña llama de esperanza que tenía en él.
- En cualquier momento me vas a… - dijo Adrián, deteniéndose a escasos centímetros de mi rostro, yo me había corrido lo suficiente, como para saber que si me movía me caería de la cama.
- Nada, olvídalo. – puse las manos en su pecho, su aliento mentolado me estaba nublando la razón… << ¿Qué me está pasando? >> - ¿Será que te puedes retirar?, como dijiste antes, no quiero malgastar mis energías, y además tengo mucho sueño, así que será mejor que me des mi espacio.
- Se supone que vamos a ser esposos dentro de un par de días, - dijo ignorando la presión en su pecho – no deberías ser tan tímida conmigo, además, no puedo ignorar el hecho de que llevas tan sólo ese camisón, como tú dices y nada más.
Sentí una opresión en la boca del estómago, no sabía cómo reaccionar ante esa situación; me sentía… perdida.
- Adrián… - dije en un susurro.
- ¿Sí? – sus labios tocaron levemente los míos.
- De… detente, no… no sabes lo que haces.
- Yo creo que sí.
Me empezó a besar; en un inicio me resistí lo más que pude, pero era como si en vez de rechazo, su cercanía me generara confianza.
<< ¡Confianza!… ¡¡¡Qué locura!!! >>.
Sí, sabía que era una estupidez, pero por alguna razón me sentía de esa manera, o al menos eso era lo que quería pensar para darle explicación a mis reacciones.
Su lengua perfiló mis labios, antes de darse paso en mi boca, para ese momento, yo ya no me resistía, al contrario, había puesto mis manos alrededor de su cuello, una de ellas, acariciaba el pelo de Adrián, el cual por cierto era bastante suave. Por otra parte, sus manos habían arrastrado con mi camisón, por lo que, me agarraba de las caderas, y me acariciaba sutilmente mi vientre.
- Será mejor dormir… - dijo Adrián separándose de golpe, como si hubiera caído en un enorme error de repente.
Tan mal me sentí en ese momento, que lo primero que se cruzó por mi mente, era que se había dado cuenta de lo poco que valía.
<< De seguro ya hasta matrimonio no hay. >>.
Al menos eso me alegraba, era bueno que se diera cuenta antes, que después.
- Sí, tienes razón. – dije mientras rápidamente me daba la vuelta, y evitaba así que tuviera la posibilidad si es que podía, de ver la cara que tenía en ese momento, que de seguro era de todo, menos buena, a pesar de la poca luz, ya no estaba muy segura de que él realmente no me pudiera ver.
- Danna…
- Por favor, apaga la vela; como dijiste, tengo que mantener lo más posible mi energía.
Sin mediar palabra, la oscuridad se adueñó del lugar. Había pensado que Adrián se iría, pero al parecer, pretendía realmente quedarse, pues pude escuchar para mi gran bochorno e incomodidad, cómo se quitaba los pantalones y los dejaba a un lado, para luego acostarse a mi lado. Pasó lo que para mí fue una eternidad, para que finalmente me venciera el sueño, y cayera en un lugar apacible, en donde una suave melodía me transportaba a bosques cuya magia de vida nunca se extinguía.
Poco a poco fui tirada de ese hermoso edén, para ser consciente de en dónde me encontraba; paulatinamente, se fueron despertando cada uno de mis músculos, y con ellos, una extraña sensación en mi cintura, y en mis piernas, cuando al fin abrí mis ojos, me fijé de qué se trataba esas sensaciones, también ese calor que en un principio había pensado que tenía un radiador en mi espalda. Adrián me tenía abrazada por la cintura, por lo que su mano descansaba en mi vientre, sus piernas estaban enredadas con las mías, y podía sentir todo su cuerpo pegado a mi espalda. Me tensé de inmediato, iba a gritar como loca en carnaval, pero decidí que no quería despertar el lado oscuro de Adrián. Tomé su mano delicadamente, y empecé a quitarla de alrededor mío, o mejor dicho intenté quitar su brazo, pues éste parecía ser de plomo y no se movía ni un centímetro.
- Buenos días. – dijo Adrián con voz ronca, y muy cerca de mi oído. Me paralicé, y me tensé al instante; tenía el corazón desbocado debido al susto.
- ¿Qué… qué haces? – dije removiéndome de su agarre, y tratando de poner distancia entre nosotros, sentir sus fuertes piernas desnudas alrededor de las mías, y su brazo rodeándome posesivamente la cintura, era demasiado. Parecía que mi corazón quisiera salir corriendo al lugar más lejano de allí.
- Hasta hace unos segundos, durmiendo plácidamente. – dijo con tono burlón, mientras me estrechaba más contra él – Ya te dije Danna, - dijo acercando su boca a mi oído – acostúmbrate a esto, porque es lo que vamos a hacer una vez estemos casados. – esto lo decía con vehemencia.
Cerré los ojos fuertemente, no quería dejarme llevar por lo que sea que él pudiera decir o hacer; además, no se me olvidaba un par de cosas: Una, él y su padre, sólo me querían para obtener el poder del reino… << Un reino al que ni siquiera pertenezco… >>. Dos, él no sólo me quería para sí mismo, cosa que ya me aterraba pensar, sino que me quería compartir con el imbécil de Denes; algo que ciertamente me generaba náuseas de sólo imaginármelo.
<< No, no debo olvidar el por qué realmente estoy aquí. >>.
- ¿Acostumbrarme? ¿Así como debo acostumbrarme a que tu padre me toque y haga conmigo lo que se le dé la gana? – dije con voz envenenada – Ah sí, eso me lo dijiste anoche, creo que debo tener más en cuenta lo que me dices… por cierto, ¿cómo fue? ¡Ah sí! Debo disfrutar… ¿verdad?
No supe cómo, pero Adrián me había girado, quedando él encima de mí; sus ojos completamente verdes, me miraban con furia desmedida.
- Será mejor que me vaya… - dijo después de un par de minutos de estar atravesándome con la mirada – Hoy van a venir a medirte el vestido y a hacerte algunas pruebas.
Sin más miramientos, se alejó de mí, se puso los pantalones; algo que por cierto me hizo sonrojar, y desviar la mirada de inmediato, aun cuando acababa de estar presa del pánico; para finalmente, calzarse las botas.
- Denes no va a venir a molestarte en estos dos días, así que puedes estar tranquila. – terminada su última frase, salió sin mirarme de nuevo.
Era bien entrada la tarde, lo sabía, porque calculaba que ya no faltaba mucho para que me trajeran lo único que me daban de comida, moría de hambre, aunque he de aceptar que ciertamente sentía más energía que los días anteriores.
Mi mente empezó a despertar, era como si con la falta de energía, no sólo me detuviera de moverme mucho, sino también de pensar con claridad; tenía que conseguir evitar esa boda.
<< ¡Es una locura! >>.
Algo se me tenía que ocurrir, pero, ¿qué? No conocía nada más allá de esas puertas, no tenía ni idea de cómo era la casa en donde me encontraba, o la muy segura vigilancia que rondara por el lugar.
<< ¿Qué puedo hacer? >>.
Pero antes de que pudiera seguir carcomiéndome los sesos, un par de golpes me avisan de la tan anhelada llegada de la comida, no había podido ver ni oler nada, pero ya se me estaba haciendo la boca agua; y es que además de tener un hambre tal como el de una jauría entera, debía aceptar que la comida allí era extremadamente deliciosa.
Las puertas se abrieron, dando paso a una mujer, que llevaba un perchero movible. La desilusión, y algo de rabia e impotencia me invadieron en ese momento, mi estómago gruñó, y yo fui directamente al baño para beber algo de agua de la llave, así de algún modo lograría apaciguar mi necesidad. Había ido con toda la intención de calmarme también, ya que no quería explotar con aquella señora, pues sabía muy bien que no me debía desquitar con los demás, cuando aquí los verdaderos tiranos eran Denes y su hijo.
- Hola. – dije al fin, sentándome en un mueble al pie de la cama. Hasta ese momento, no me habían permitido compartir con nadie, pues la persona que llevaba la comida, entraba y salía como si fuera a alimentar a un león hambriento.
- Hola Alteza. – dijo la señora cuya cabellera llevaba en un moño alto, tenía un vestido color crema, que se le ajustaba en el corpiño, pero deba vuelo una vez pasaba la cintura; sus ojos eran vino tinto, y su pelo negro; su tez era ligeramente bronceada; era bajita, media aproximadamente 1.50 m. Sus rasgos eran amables, por lo que no sentí la necesidad de estar alerta.
Me había quedado de piedra ante su saludo, y su reverencia.
- Di… disculpa, te equivocas, yo… yo no soy nada de… eso. – dije levantándome y acercándome a ella.
Ella, que aparentaba unos 50 años, y eso era decir mucho, negó con la cabeza, aún sin mirarme todavía.
- Usted es la princesa Cyrene de Néa Zoí, por lo que aquí no hay ninguna equivocación. – dijo con total convicción, como si estuviera constatando un hecho.
Apreté los dientes, al parecer iba a desear seguir incomunicada de todos los demás.
- Por favor, levántate, no tienes por qué seguir de esa manera. – dije sin querer entrar en una discusión sobre mi aparente título; además, era mayor que yo, por lo que le debía respeto.
Afortunadamente, ella accedió, y me miró con detenimiento. Sus ojos adquirieron un brillo especial, como si me reconociera de alguna manera; yo ya intuía de dónde venía ese reconocimiento, por lo que me acerqué al perchero, como si en verdad me causara curiosidad lo que había allí.
- Debe tener hambre Alteza.
Me giré sobre mis talones, si realmente no quería ser grosera con aquella mujer de mirada amable, le debía dejar claro cómo llamarme, o, mejor dicho, cómo no llamarme.
- Mira… - empecé a decir, pero me detuve al ver que no sabía siquiera el nombre de aquella mujer – Disculpa, ¿cómo es tu nombre?
Ella me sonrió tiernamente, antes de hacer otra pequeña reverencia, contestándome.
- Me llamo Eileen, su Alteza; me disculpo por no haberme presentado antes.
Suspiré, de verdad que tanto protocolo me ponía de los nervios.
- No te preocupes Eileen, no pasa nada. Sólo quería decirte que por favor no me llames de esa manera; en cualquier caso, me puedes llamar Danna.
- ¿Danna? – dijo ella con algo de desconcierto.
- Sí, ese es mi verdadero nombre.
- Pero… - se veía dubitativa y hasta incómoda.
- ¿Te sientes mejor diciéndome Cyrene? – dije pretendiendo quitarle algo de la molestia. Además, lo de Cyrene ya no me molestaba tanto.
- ¿Sólo… Cyrene?
<< Al parecer no le gusta Danna. >>.
- Sí, por favor; lo de Alteza, – dije sin poder evitar un poco mi tono burlón – no me va.
- Pero ese es su título. – dijo aún no muy convencida de mi propuesta.
- Mira, no sé qué tanto sepas de mí, pero yo no pertenezco a aquí; - iba a replicar, pero no la dejé – esto ha sido un gran error, y no pienso seguir por mucho tiempo aquí, por lo mismo, ese título no me pertenece en lo absoluto. Yo no pertenezco aquí. – volví a enfatizar.
Ella pareció triste por mis palabras, pero no dijo más.
- ¿Tiene hambre Al… Cyrene? – dijo después de unos segundos de silencio. Sonreí al ver que la situación había quedado resuelta.
- Sí, no te imaginas, y… puedes hablarme de tu… si quieres.
- Gracias por la confianza que me brindas. Y si te apetece, puedo darte lo que quieras.
La miré algo extrañada, pues no veía ninguna charola, o algo que me pudiera indicar que traía comida consigo.
- No me tienes que agradecer… Pero, ¿en dónde está la comida? – sin querer, soné más ansiosa de lo que me hubiera gustado.
Me sonrió, pero sus ojos reflejaron algo de tristeza, y hasta podría jurar que de furia.
Sin darme tiempo a pensar, ella desapareció. Quedé de piedra.
<< ¿A dónde se fue? >>.
Al cabo de un minuto, Eileen estaba de nuevo frente a mí, con una enorme charola, cuyos olores que desprendía, casi me hicieron lanzarme encima de ella babeando.
- ¿Cómo hiciste… eso? – dije sin salir del susto y la sorpresa, pero sin quitarle los ojos de encima a la comida.
- Es mi habilidad. - dijo sonriendo, mientras servía la comida en un plato – Puedo ir a un lugar no muy lejano, tengo un radio determinado. - seguramente vio mi expresión en el rostro, pues añadió con tono triste y de disculpa – No puedo llevar personas, o cualquier ser vivo, sólo objetos.
Acepté con una sonrisa algo triste la comida que me estaba pasando, y sin perder un sólo segundo, devoré todo lo que había en mi plato.
- Es raro que no me hayan traído nada de comer aún, - dije levantándome y dejando mi plato encima de una de las mesitas – a esta hora ya hubiera comido hace rato.
- Me temo que hoy y mañana, ellos no pretenden alimentarte. – dijo Eileen con tono duro.
Me quedé mirándola, por lo que prosiguió.
- Creo que quieren evitar cualquier percance contigo, así que te van a mantener a penas con la energía necesaria para que puedas moverte…
- Y para que pueda dar el sí. – terminé la frase con los dientes apretados.
En ese momento estaba agradecida con la energía que me había dado Adrián, pero era muy posible que él también tuviera que ver con esto. Me tenía que hacer a la idea de que él no era mi amigo.
<< ¿Hasta cuándo voy a ser tan ingenua? >>.
- Debo hacer algo… - dije en un susurro, por un instante me había olvidado de Eileen, por lo que cuando habló, me alteró un poco.
- Por eso estoy aquí. – dijo con optimismo.
Me giré hacia Eileen con una ceja enarcada, esperando a que se explicara, pero ella empezó a sacar de sus bolsas protectoras, una serie de vestidos blancos.
- Bueno, pero primero, hay vestidos que te tienes que probar, no me han dado mucho tiempo, pero no me puedo quejar. Hoy escogerás uno, le hago los arreglos y ajustes necesarios, y mañana vengo a ayudarte a ponértelo y a hacerte pruebas con los zapatos…
- Espera, - dije sin soportar más todo eso - ¿es por eso que estás aquí? – dije recalcando esas dos últimas palabras.
Ella dejó lo que estaba haciendo, y se acercó a mí, me tomó la mano, aunque en un inicio lo había dudado.
- Cyrene, Denes cree que yo estoy de su parte, desde un inicio, apenas supimos de sus planes, yo me ofrecí a tus padres… - no pude evitar mi reacción, apreté los dientes y me puse tensa, ella lo notó, pero prosiguió – a infiltrarme y a ser alguien de confianza de él; no te quiero agobiar con detalles, el punto es que me pidió que te diseñara varios vestidos, para pasado mañana, así que en eso estoy, según él; pero lo cierto es que voy a ayudarte a escapar, no soy la única, somos varios los que estamos infiltrados, además el príncipe Zarek va a venir también.
- ¿Zarek? – dije con la voz algo chillona - ¿Él sabe que estoy aquí?
- Sí, y no sabes lo desesperado que está por rescatarte, pero sabíamos que nuestra mejor oportunidad es el día de la boda; así que se ha tenido que armar de muchísima paciencia.
Una sensación extraña me invadió, no sabía si el saber que Zarek estaba por ahí esperando el día de mi boda para rescatarme me parecía bueno o malo. Dualidad de sentimientos que siempre aparecían cuando él estaba en la ecuación.
Desvié la mirada, no quería ser rescatada, algo se me tenía que ocurrir a mí; por alguna razón, quería demostrarle a él que yo era perfectamente capaz de defenderme sola, quizás así, todos me dejaran en paz, y podría retomar de nuevo mi vida.
- ¿Qué tengo que hacer? – dije esperando que mi papel fuera fundamental en esto.
- Nada, Cyrene, lo único importante es que no desfallezcas, ya falta poco, además, no queremos que te quedes sin energías.
Fruncí el ceño mientras ella se alejaba y empezaba con la tortura de medirme esa infinidad de vestidos.
En medio de semejante tortura, tuve tiempo de pensar, pues ella al parecer se tomaba todo muy en serio, hasta eso de ser la modista.
Tenía más que claro, que mi papel en la huida, si se lograba, no iba a ser de la pobre damisela en apuros, puede que necesitara su ayuda, eso no lo dudaba, pero quería dejar claro que yo no era ninguna débil, bastante me lo han hecho pensar en mi vida, no podía seguir por ese camino.
Era arriesgado, pero tenía que intentarlo; como dijo en una ocasión David, con quien no nos volvimos a hablar después de aquel episodio.
<< La peor diligencia es la que no se hace. >>.
Sacudí la cabeza, ahora no era momento de pensar en él, lo tenía que dejar en el pasado, igual que a todo lo demás.
Ya era de noche, estaba en el baño, me había acabado de duchar, pues el trajín de la tarde había sido extenuante.
Salí, y justo como anoche, Adrián estaba acostado en la cama y me miraba intensamente. Debido a que había estado pensando en mil cosas, me había olvidado por completo de que Adrián vendría, ¡y eso que era parte de mis planes!
- Hola. – dijo Adrián levantándose de la cama.
- Hola. – dije mientras buscaba desesperada ese camisón para ponérmelo, pues estaba sólo con una toalla.
- ¿Qué buscas? – dijo a mi oído; de inmediato me giré, sólo para quedar muy cerca de él.
- El camisón… ¿podrías alejarte un poco?, no me dejas buscar.
Me fui a mover hacia un lado, pero él me retuvo. Puse los ojos en blanco.
- Déja…
- Podrías quedarte así, - dijo interrumpiéndome – no me disgusta, pero bueno, supongo que no vas a aceptar. – dijo dándome el camisón, el cual tenía escondido tras él.
Lo agarré, y me fui casi volando al baño para cambiarme. Tuve que durar un par de minutos allí, pues mi corazón latía desbocado.
<< ¿Qué me está pasando? >>.
Para mí era más que absurdo actuar de esa manera cuando Adrián se me acercaba, no le hallaba explicación lógica a mis reacciones, por lo que empezaba a imaginar que el viaje de la Tierra a aquí, me había afectado de alguna extraña manera mi cerebro.
<< Sí, debe ser eso. >>.
Aun así, estaba totalmente confundida con mis propias reacciones, era como si él… Sacudí la cabeza, sería una total locura donde él me gustara. ¡Y más si pensaba en Zarek! Bueno, pero ¿qué se supone que yo siento por Zarek?
<< ¡¡Nada, absolutamente nada!! >>.
Me enfurecí conmigo misma, tenía que pensar en lo realmente importante, y no en bobadas como esas.
- Creo que se ha congelado el infierno. – dijo Adrián, quien estaba sentado en la cama sin camisa.
Sin decir nada, me encaminé a la cama, y me acosté.
- ¿No me vas a hablar?
- ¿Qué quieres que diga? – dije soltando parte de mi furia con él, aunque no era algo que estuviera del todo mal, después de todo, ¡él me tenía secuestrada! – Que… ¿gracias por dejarme hoy sin nada qué comer?, ¿gracias por todos los vestidos que me hicieron poner y además soportar a esa viejita, que no hacía más que regañarme cada que no hacía lo que ella quería? ¡Ah, no… ya sé! Quieres hablar de la boda, ¿o tal vez de la vida que nos espera juntos… los tres? ¿O acaso tu madre también se nos va a unir?
Me callé, ya había ido demasiado lejos, de esa señora no sabía nada, aunque el hecho de que no hiciera nada, dejaba mucho qué desear.
Adrián se levantó de la cama y caminaba de un lado a otro, se pasaba las manos por el pelo; se veía realmente furioso.
- ¿No te dieron de comer? .... ¡Maldición! ¿Qué pretende? – lo miraba un poco apenada por haber nombrado a su madre, pero sorprendentemente eso no lo había puesto furioso – Te voy a dar energía, no te puedes quedar así.
En segundos se acercó, me agarró el rostro y me empezó a… pasar energía.
No supe en qué momento, pero el beso ya dejó de ser meramente por energía, y empezó a ser otra cosa; no podía pensar, sólo sentir, era como si cuando él estaba demasiado cerca, mi mente se fuera de vacaciones dejándome a merced de mi cuerpo traicionero.
Poco a poco se fue inclinando más sobre mí, hasta que pude sentir todo su cuerpo pegado al mío, estaba hirviendo, debido a que no tenía camisa, su pecho y el mío, sólo estaban separados por la fina tela de mi camisón; sus manos, empezaron a ascender lentamente por mis piernas, de nuevo levantando la tela a su paso; jadeé ante su contacto, y pude sentir una clase de gruñido por parte de él. Yo, por mi parte, había enredado mis manos alrededor de su cuello, de modo que parecíamos uno. Algo dentro de mí, me trataba de decir algo, era como una pequeña alerta, pero que por más que tratara de identificarla y escucharla, ésta se alejaba más y más, haciendo que me concentrara únicamente en Adrián. Sus manos continuaron, se posaron a ambos lados de mis caderas. Sus pulgares dibujaban pequeños círculos en mi piel, la cual sentía quemar con cada rose. Cuando ya me había entregado del todo, de nuevo fue Adrián el que tuvo la iniciativa de cortar con todo lo que estábamos haciendo. Nuestras respiraciones eran muy agitadas, yo había quedado paralizada en la cama, mientras él se alejaba, y de nuevo caminaba de un lado a otro; parecía… furioso.
Al igual que en la anterior ocasión, me sentí mal, definitivamente yo no estaba hecha para tener algún tipo de relación, pues al parecer sólo con un beso se daban cuenta de lo poca cosa que yo era; un dolor en mi pecho me atenazó sin piedad. Con mucha vergüenza, me arropé, y me giré, no quería saber de nada… no quería saber de nadie. Justo antes de que me quedara dormida, resoplé frustrada por no poder echar a andar mi plan.
Al día siguiente, al despertar, Adrián ya no estaba, en la noche, afortunadamente no había tardado mucho en dormirme, por lo que no me di cuenta a qué hora él se había terminado acostando… tampoco me importaba.
Me disponía a ir a bañarme, Eileen vendría temprano, y estaría conmigo prácticamente todo el día. Algo que me venía bien, pues por nada del mundo le iba a dar vueltas al asunto con Adrián .
- Hola Eileen. – dije cuando la mujer entró a la habitación, de nuevo llevaba el perchero, pero de él ya sólo colgaba un vestido, y en la parte inferior, había muchas más cosas, entre zapatos y accesorios de toda clase.
- Hola Cyrene, ¿cómo pasaste la noche?
- Bien… - dije sin querer hablar mucho de eso; ella no me había preguntado nada acerca de los días que había pasado aquí, por lo que no sabía sobre los acosos que sufría por parte de Denes, y los encuentros que siempre se tornaban raros con Adrián.
Era mejor así.
Sin más, ella empezó a terminar los ajustes del vestido, luego pasamos a buscar los zapatos indicados, los cuales, al igual que el vestido, y pensaba que el resto de lo que se viniera, lo había escogido ella ya que mi mente no estaba muy sintonizada con las cuestiones de la moda, además, yo no creía que cualquiera de ellos me quedara bien, por más espectacular que fuera el vestido.
<< Mona que se viste de seda, mona se queda. >>.
Sí, desde que había dejado a mis amigos, parecía caer más en mi pozo de infravaloración, pero lo que hacía Adrián no ayudaba mucho a que no me siguiera hundiendo.
Solté un suspiro, ahora lo importante es hacer todo lo posible porque todo saliera bien, e irme de una vez por todas para la Tierra.
- ¿Estás bien? – dijo Eileen algo preocupada.
- Sí, bien… no te preocupes.
- Mira, sé que esto no es fácil, pero todo va a resultar bien. Nadie quiere a Denes en el poder, creo que no hace falta decirte lo mala persona que es. – me clava su mirada de forma significativa, después de unos segundos caigo en cuenta.
- ¿Qué sabes? – dije algo nerviosa.
Se sentó junto a mí en la cama, y acunó mis manos en las suyas.
- Lo sé todo Cyrene… el muy… no para de hablar de ti, de cómo le provocas… - me tensé, el estómago se me revolvió – incluso un día me comentó que casi no fue capaz de contenerse en una de las visitas que te hizo.
- En la última… - dije en un susurro ahogado; y era cierto, no sé quién me hizo el milagro, pero por nada, y Denes termina lo que esos estúpidos empezaron años atrás.
- Lo siento mucho mi niña. – dijo Eileen con tanta ternura, mientras me abrazaba, que fue un mundo de esfuerzo el que hice para no llorar en ese momento.
- ¿Le dijiste a alguien? – dije cuando me aseguraba de que mi voz no sonara ahogada.
- Tus padres lo saben.
- No… no debiste, - dije mientras me alejaba de ella, y apretaba mis puños en mi regazo – no hacía falta que ellos lo supieran.
- Son tus padres. – dijo como si eso fuera suficiente razón para que ellos supieran todo a cerca de mí.
- Eileen, - dije levantándome, y al igual que Adrián en la noche, empecé a caminar de un lado a otro – no quiero pasar por grosera, tú me caes muy bien, y agradezco de corazón todo lo que estás haciendo por mí, no deberías hacerlo, y menos arriesgar tu vida… o seguridad por alguien que ni siquiera conoces; – repuse al recordar lo de ser inmortales – pero no quiero que los vuelvas a nombrar a ellos como mis padres, porque no lo son; independientemente de que ellos me hayan engendrado, no los hace unos padres para mí. Ellos, son un par de personas que no quiero conocer, que no existen… que están muertos. – todo mi cuerpo temblaba, me dolía le pecho, no iba a permitir abrirme a un par de personas que, sin el menor grado de compasión, me habían dejado abandonada en medio de un callejón, mientras el agua inundaba las calles, corriendo el peligro de que yo muriera.
Me irrité aún más.
<< ¡Pero si es que yo ni siquiera puedo morir! >>.
- Mi niña… - empezó a decir Eileen, pero me detuve, la miré con los ojos muy seguramente cargados de dolor, y negué con la cabeza, de inmediato calló, y agachó la cabeza.
- Gracias. – dije en un susurro.
Luego de eso, ella me llevó de comer, había hecho lo mismo que la tarde anterior. Una vez terminamos de comer, pues esta vez insistí en que me acompañara, ella siguió con lo suyo. Insistí en que me diera detalles de lo que iba a suceder mañana, pero me dijo que era mejor que me relajara, y que sólo pensara en que mañana sería un gran día.
Cuando se fue, ya estaba cayendo la noche; había dejado hasta el último detalle arreglado, me dijo que llegaría temprano para arreglarme, pues la boda era a las 10 de la mañana.
- Necesitamos hablar. – dijo Adrián, entrando como un tornado a la habitación.
Yo había dado un brinco del susto que me había propinado, estaba sentada en el sofá con las piernas alzadas en el sillón, mientras mis brazos las rodeaban.
- ¿De qué quieres hablar? – dije sin moverme, no quería discutir, toda la experiencia me estaba dejando en shock lentamente.
Adrián, se calmó, al parecer no esperaba encontrarme en ese estado; se acercó y se sentó a mi lado.
- Mañana es el día. – dijo mientras se estrujaba las manos; tenía los codos apoyados en sus muslos. Ambos mirábamos hacia el frente.
- Sí… - dije en un susurro. No sabía si seguía siendo muy ingenuo de mi parte, pero sentía como si Adrián estuviera igual de contrariado que yo.
- ¿Te puedo hacer una pregunta? – dije después de unos minutos de silencio.
- Claro.
Ambos seguíamos sin mirarnos.
- ¿Crees que una vez nos… casemos, me dejen en paz? Es decir, que ya no me sigan ni nada de eso…
- No lo sé… me gustaría decirte que sí, pero creo que sabes bien que Denes no sólo quiere el reino, - apretó las manos, era lo único que veía de él en mi campo de visión – también te quiere a ti. Realmente está obsesionado contigo. – eso lo decía totalmente furioso.
- Además… - dijo tras unos segundos de silencio – no es el único que seguirá persiguiéndote, - por primera vez lo vi, yo tenía el ceño fruncido – Zarek, y tus… Orión y Mérope también.
Apreté los dientes, eso no me hacía ninguna gracia.
- ¿Cómo va a obtener el reino?, no es como si yo tuviera un título que me consagrara como la dueña de todo.
- Créeme, el simple hecho de que te cases conmigo, le da a nuestra familia un poder inmenso.
- Entonces yo actuaría de título de propiedad. – dije con tono amargo.
- Algo así.
- ¿No hay manera de huir?, es decir, tengo muy claro que igual si nos casamos, ellos no me van a dejar en paz… - lo miré a los ojos – pero… no quiero verlos, no quiero saber nada de ellos… quiero volver a tener una vida normal…
Por su expresión, sabía que yo no me refería a Denes sino a Mérope y Orión.
- ¿Me estás proponiendo huir? – decía algo sorprendido.
Sí, se suponía que mañana Eileen y no sé quién más, me iban a rescatar, pero no podía dejar a un lado el hecho de que una vez a salvo, inminentemente me encontraría con Mérope y Orión… realmente esa idea me estaba carcomiendo las entrañas, detestaba pensar el sólo hecho de estar cerca de ellos.
- No sé si esté juzgando mal, pero tú pareces muy poco interesado en el reino, así que… - me encogí de hombros como si no significara nada lo que iba a decir – no sé, podríamos irnos los dos de aquí… si tanto quieren que nos casemos, pues nos casamos, pero una vez hecho eso, nos vamos.
Sí, la que hablaba era una persona desesperada, pues una vez hablado con Eileen, era evidente que me quería reunir con ellos… detestaba la idea, tanto que al final no me importaba casarme, igual no es como si lo pensara hacer en algún momento de mi vida… no es como si me fuera a enamorar.
- ¿Te estás escuchando? – decía un Adrián aún incrédulo – ¿Tanto aborreces la idea de reunirte con ellos?
- ¿Acaso una vez casada, me van a dejar reunir con ellos? – dije cautelosa.
<< ¿Sospechará algo? >>.
- Como ya te dije, una vez casada, le entregas un poder inmenso a mi familia, por lo que sospecho que Denes va a querer reunir ambas familias como símbolo de unión ante todos.
Me puse rígida, no importaba lo que pasara mañana, al parecer de cualquier manera me iba a reunir con ese par.
Me levanté, las manos me empezaron a sudar, de verdad que no podía creer la situación, después de tantos años, los iba a conocer, y no porque yo quisiera. De nuevo miles de emociones se agolparon en mi garganta, formando un nudo tan inmenso, que no me dejaba respirar… literalmente.
- Danna… - dijo Adrián acercándose a mí, pues yo había terminado por escurrirme por una de las paredes.
- No… no quiero… - susurré – de verdad que prefiero morir.
- Ven. – dijo Adrián levantándome entre sus brazos, y recostándome en la cama – Mira, pase lo que pase, al parecer es muy inevitable que tú te reúnas con ellos… - negué con la cabeza, me sentía acorralada – Quizás Zarek esté presente… - al parecer le costaba decir esas palabras.
- ¿Y crees que con eso me estás haciendo sentir mejor? – volví a negar con la cabeza - ¿No ves que eso lo empeoraría todo?
Se quedó mirándome fijamente a los ojos, era como si no creyera del todo en lo que acababa de decir, pero al cabo de unos segundos, vio que ciertamente yo estaba hablando con total sinceridad.
¿Y cómo no decirlo? Sabía muy bien que con Zarek, sólo haría que las cosas se hicieran menos soportables, pues era evidente que él no me dejaría en paz hasta que no escuchara toda lo que ellos me tuvieran que decir.
- Entonces yo voy a estar contigo.
Lo miré incrédula; pero el sólo pensar que él estuviera ahí conmigo, por insensato que pareciera, me hacía sentir mejor, pues hasta el momento, él era el único que no me había dado un sermón al escuchar mi rechazo hacia ellos, además, me sentía identificada, porque por lo que había podido ver, él no se llevaba para nada bien con Denes, y estaba llegando a pensar que ni con su madre compartía una estrecha relación; y como si fuera poco, el estar con él, siempre me relajaba, era como si no estuviera sola… pensaba que con Zarek sentía algo similar, pero no, cuando estaba con éste último, algo raro me sucedía, pero ahora que había pasado algunos días lejos de él, no sabía si realmente me gustaba las sensaciones que experimentaba cuando estaba con él; en cambio, con Adrián, todo parecía más… natural.
Luego pensé en los planes de Eileen, sentía como si estuviera traicionando a Adrián. Sinceramente, no podía ocultarlo… no le podía hacer eso a él; aun cuando él me hiciera daño… aun cuando el malo fuera él.
- Tengo que decirte algo… - dije sentándome en la cama, y fijando mi mirada en mis manos – yo… yo tenía… planes para mañana.
- ¿Planes?
Me mordí el labio, sentía que una vez dicho esto, definitivamente no habría vuelta atrás, y que definitivamente me casaría con Adrián.
- Tenía pensado escapar. – dije en voz baja.
El silencio se apoderó de nosotros. No era capaz de mirar a Adrián a la cara, pues muy a pesar de todo, él se había portado bien conmigo… bueno, depende desde el lado que se mirara.
- Danna… - dijo Adrián, mientras ponía un dedo en mi mentón, haciendo que levantara la cabeza y lo mirara a los ojos – no estás sola en esto, ¿verdad?
Me mordí de nuevo el labio, él me liberó el labio con el pulgar, mientras negaba levemente con la cabeza.
- Estoy sola… no es como si me pudiera comunicar con otros para persuadirlos de que me ayuden.
- Primero, no tendrías que persuadir a nadie, estoy seguro que lo harían sin pensarlo dos veces; y segundo, no hay necesidad de que te comuniques con todos, cuando te has podido hablar con Eileen.
Abrí los ojos como platos.
- No…no…
- Ssshhh… - dijo Adrián poniendo un dedo en mis labios – no digas nada, estoy al tanto de todo. – lo miré consternada, tenía que avisarles, de lo contrario se podían meter en problemas por mi culpa – He estado muy al tanto de todo, sé muy bien que hay infiltrados del reino aquí, todos van a estar muy pendientes de ti mañana. Yo les estoy ayudando. – esto último lo dijo en un susurro.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Creo que te has podido dar cuenta de la relación que tenemos Denes y yo; sé perfectamente que él va a tomar el poder, no yo; y no hace falta ser un experto, para no darse cuenta que el reino perecería si Denes se adueña de todo… incluyéndote. – me miró directamente a los ojos – No sé si me creas, pero no voy a permitir que él te ponga un sólo dedo más encima.
- ¿Entonces por qué me decías todo eso de acostumbrarme a él… y no sé qué más cosas?
- No lo sé, creo que me enfermaba todo, y me estaba desquitando contigo… discúlpame. – por su expresión, parecía realmente arrepentido.
- O sea, que no nos vamos a casar.
- ¿Te entristece? – dijo levantando una ceja, y mirándome con un brillo especial en sus ojos.
- Sí claro, y es que he esperado este momento toda mi vida… - dije haciendo una muy mala actuación de chica enamorada. Adrián me sonrió, y se acomodó al lado mío, pasó un brazo por mis hombros y me abrazó.
No esperaba el gesto, pero una vez relajada, me sentí mejor, y más sabiendo que él iba a estar a mi lado, cuando ese horrible momento llegara; y que conste que no me refería a la boda, sino al momento de conocerlos a ellos.
- No imagino cómo se va a poner Denes.
- Lo sé, pero al menos, no le va a quedar otra que huir de una vez por todas; después de lo que ha hecho, no tiene opción de regresar. – esto lo decía casi anhelante.
- ¿Y tú? – dije algo preocupada – estoy segura que los demás piensan que tú también estás detrás de todo. – luego reflexioné… << ¡Pero todos saben que está ayudando en mi escape! >> - A bueno, pero no hay problema. – dije más relajada.
- ¿Por qué lo dices?
- Porque tú nos estás ayudando con lo de mañana, por lo que ya todos deben saber que tú no hiciste nada.
El soltó el aire lentamente.
- Ellos no lo saben…
- ¡¿Por qué?!
- No lo sé, yo sólo les he estado cubriendo la espalada, cada que se les escapa algo… Pero para todos yo sigo siendo uno de los malos.
- ¡Pero no puedes permitir eso! – giré mi rostro y lo miré a los ojos – Adrián, si todo sale bien mañana, no sólo van a expulsar a Denes, ¡sino a ti también!
- ¿Te preocupa que al final no te acompañe a ver a los reyes?
- ¡Eso no me preocupa en este momento! – grité exasperada << ¿Cómo se le ocurre pensar eso? >> - ¡Yo no quiero que te condenen de algo que no has hecho! ¡No lo voy a permitir!
- ¿Y qué piensas hacer? – se veía contento.
<< ¿Cómo puede estar contento cuando todo el mundo lo tiene por malo? >>.
- Pues hablar, para eso se hizo la boca, no voy a permitir que se hagan injusticias.
Él me sonrió, y me abrazó más fuerte.
- ¿Sólo para eso se hizo la boca? – dijo burlón.
- Sabes que no, pero en esta ocasión es un buen uso para otorgarle.
- Muy astuta tu respuesta. – dijo después de reír un poco.
- ¿Por qué no me dijiste la verdad ese día que me rescataste en el bosque de la universidad? ¿O cuando me fui ese día a tu casa?
- No lo sé en realidad. Fui a la Tierra porque quería conocerte, me causabas curiosidad, pero no fuiste lo que pensé que serías.
- ¿Y cómo creías que era? ¿Una supermodelo con curvas perfectas? – solté una breve risa – Lamento decepcionarte.
- No me refiero a lo físico… - dijo serio – aunque si hablamos de eso, bueno, es evidente que me impactaste… eres sumamente bella. – sabía que no me veía a la cara, por lo que pude poner los ojos en blanco sin problema – Pero a lo que realmente me refería, es que pensaba que ibas a ser de esas niñas con privilegios y lujos, que miran a todos con altivez, y que juzga por apariencia.
- ¡Wow! ¡Qué hermoso concepto tenías de mí!
Él soltó una breve risa.
- Sí, supongo que es cierto que uno no puede juzgar a nadie, y menos, opinar sin conocer. La verdad es que cuando me contaste de tu vida, te comprendí perfectamente, por eso no te molesto con ellos, tienes más que motivos para no querer ni verlos. Y como te dije antes, soy consciente que lo que me cuentas no es todo… sino apenas la superficie de un pozo oscuro.
No dije nada, sólo por instinto, recosté mi cabeza en el hombro de Adrián, él seguía acariciándome levemente el brazo con los dedos.
- Entonces… ¿no hay manera de evitar el encuentro? – dije tras unos minutos de silencio.
Por más que intentara sacarme ese tema de la cabeza, no lo lograba, ya sé que estaba pareciendo un disco rayado, pero… no podía evitarlo.
- No lo creo.
- Júrame que no me vas a dejar sola… de lo contrario, creo que no lo soportaría.
- Te lo juro, pero debes darte cuenta que eres mucho más fuerte de lo que piensas.
Negué con la cabeza, él no sabía lo que decía.
Adrián se levantó, y apagó las velas, yo me acomodé, y esperé a que se acostara de nuevo; escuché cómo se quitaba las botas y los pantalones… no pude evitar sonrojarme, ni tampoco, el martilleo en mi pecho.
- ¿Adrián? – dije después de unos minutos, esperando a que él se acostara.
- ¿No te molesta dormir conmigo?
Me sorprendí por su repentina pregunta.
- ¿No crees que ya es un poco tarde para hacer esa pregunta? – escuché que soltó una breve risa – Y, respondiendo a tu pregunta, no, no me molesta.
Más me demoré yo en responder, que él en acostarse a mi lado.
- Bueno Danna, descasa, ya sabes que mañana va a ser un día pesado.
- Sí, lo sé… - dije con tono desesperanzado.
- No te preocupes… - dijo rozando levemente mi mejilla – todo va a salir bien, y en cuanto a ellos, voy a estar a tu lado, siempre que tú quieras.
Sonreí, y asentí. Poco a poco los párpados fueron adquiriendo más peso, hasta que hicieron que cerrara por completo los ojos… no me había dado cuenta de lo realmente cansada que estaba, hasta ese momento.
Estaba temblando, tenía mucho frío, me castañeaban los dientes. Abrí lentamente los ojos, pero la oscuridad era total, me removí, en busca de algo más de calor.
- ¿Estás bien? – dijo Adrián con la voz ronca.
- Pe… perdona, no… no qui… quise molestarte.
- ¿Qué tienes? – dijo preocupado.
- Frío… y mucho.
- Lo siento, no me acordaba que justo a partir de esta noche, las temperaturas bajan bastante en las noches. – se acercó a mí, y pude sentir su aliento en mi oído – Si no te molesta… podría abrazarte.
Mi cuerpo respondió por mí, pues Adrián desprendía un calor acogedor, me hice un poco más hacia atrás, hasta que pude sentir el cuerpo de Adrián pegado a mi espalda; él aceptando mi respuesta, me rodeó con un brazo, y entrelazando nuestras manos, la cual por cierto la mía estaba congelada, las dejó reposar en mi vientre.
- ¿Mejor? – susurró, su aliento acariciaba suavemente mi mejilla.
- Mucho mejor. Gracias.
- No me tienes que agradecer, ahora será mejor dormir.
- Que descanses.
- Tú igual. – me dio un beso en la mejilla, y sentí que se acomodó en la almohada.
Después de recuperarme un poco del beso, me sumergí en un sueño pacífico y reparador.