Orión

Capítulo 25

- Despierta princesa. – dijo Adrián en susurros a mi oído, me removí un poco, pero sin abrir los ojos; increíblemente, aún estábamos en la misma posición.
- No quiero… - dije con la voz ronca por dormir – y no soy princesa.
El rio, y me estrechó un poco más contra él.
- Lo eres, sólo que aún no lo quieres admitir. Y créeme, yo tampoco quisiera levantarme, pero debemos hacerlo. – de repente su tono pasó de relajado y perezoso a serio – Danna, pase lo que pase, quiero que te cuides de Denes, no permitas que se quede a solas contigo… - un escalofrío me atravesó, y él me abrazó un poco más fuerte – no voy a dejar que te pase algo malo, pero voy a tener que estar pendiente de muchas cosas, por lo que me tienes que prometer que te vas a cuidar.
- Lo haré, no te preocupes… y tú también cuídate.
- Lo haré, confía en mí.
- Lo hago, aunque no me creas lo hago. – dije en un susurro.
Realmente él no se imaginaba el grado de confianza que me inspiraba, algo que me asustaba un poco a mí misma.
Me dio un beso en la mejilla, se vistió y salió de la habitación.
Una parte de mí, sabía que tenía que pensar un poco más a cerca de lo que estaba sucediendo con Adrián, pero ciertamente, por más que lo quisiera hacer, hoy no era el día, ya tenía infinidad de cosas esperando a ser atendidas por mi cerebro. Anoche, lo último que me esperaba era lo que había sucedido, estaba agotada emocionalmente, y creo que fue por esa razón, al menos en parte, del porqué resultaron las cosas así; pues tenía planeado hacerle creer a Adrián que estaba totalmente decidida a casarme con él, sin ninguna oposición de mi parte, con tal de que bajara la guardia, y así poder escapar con mayor facilidad, pero increíblemente no sólo había descubierto que Adrián estaba muy poco de acuerdo con los planes de boda de su padre, sino que estaba ayudando a Eileen y a los demás con el asunto de mi escape.
<< No puedo permitir que sigan pensando mal de él. >>.
Me levanté finalmente de la cama, y una vez bañada, y en bata, ya que no tenía el famoso vestido allí conmigo, estaba esperando en aquella habitación, la cual hasta ese momento no me había parecido tan asfixiante a pesar de sólo tener una pequeña ventana en lo más alto de una pared. Pero sabía que no era la habitación en sí, ya que, en el internado, había pasado muchas horas, días, en un calabozo completamente oscuro, por lo que no me podía quejar de aquel lugar; pero era todo lo que se veía venir, lo que me tenía con el corazón en la garganta, y un sabor amargo en la boca.
- Buenos días Cyrene. – dijo Eileen, entrando con otras dos personas.
- Buenos días Eileen, - dije acercándome y abrazándola en el acto; no sabía quién estaba más sorprendida, ella, las otras dos personas, o yo por lo que había hecho, pero realmente necesitaba un abrazo, y lo cierto es que le había cogido un gran cariño a aquella mujer – Lo siento, dije soltándola, no sé qué me paso.
Estaba avergonzada, no había medido mis reacciones.
- No tienes que disculparte mi niña… - dijo Eileen mientras tomaba de mis manos – sé que estás así por todo lo que se viene, pero no estás sola, todo va a salir bien.
Asentí, y luego de eso, empezó el tortuoso proceso de arreglarme, yo les decía que no se tenían que esmerar tanto, pero no me hacían caso, y decían que prácticamente todo el reino me iba a conocer hoy, y no porque estuvieran presentes en la boda, sino que habría personas retratándonos, para luego difundirlos por todas partes, por lo que muy a pesar de la situación, yo tenía que estar impecable.
Obviamente el que me dijeran eso, no ayudó en nada, al contrario, sentía los nervios apoderarse de cada célula de mi cuerpo… había empezado a temblar.
Cuando por fin terminamos, ya sólo faltaba media hora para la supuesta boda; me habían ofrecido algo de comer, pero desde que había despertado, sabía que muy difícilmente me entraría algo. Estuve tentada de decirles que Adrián estaba de nuestra parte, y más al escuchar en qué concepto, y muy bajo, por cierto, lo tenían; pero justo antes de que se fuera, Adrián me había advertido de no decir nada, ya que muchos se confiarían, o peor aún, lo mirarían de manera diferente, alertando así a Denes.
- Bueno mi niña, ven y te miras en el espejo, necesito saber cómo te sientes… si te gusta.
- No creo que eso importe mucho. – dije con nulas ganas de mirarme en un espejo, sabía que me vería ridícula en un vestido de novia.
- ¡Claro que importa! – dijo como si no se pudiera creer mis palabras - ¡Eres la princesa Cyrene… todo el mundo está muy atento por conocerte al fin!
- ¿Sabes lo poco que eso ayuda? – dije haciendo pucheros.
- Vamos, vamos, - dijo ignorando mi comentario, y arrastrándome para que me viera en el enorme espejo que habían traído – necesito ver tu carita cuando te veas mi niña. No me mal interpretes Cyrene, pues eres una muchacha muy hermosa, pero vestida así, te ves totalmente hermosa.
Puse los ojos en blanco. Esa mujer debía quererme bastante para decir eso. 
<< O es muy considerada. >>.
Cuando al fin llegamos al enorme espejo, no podía creer lo que veían mis ojos, una chica con ojos incrédulos me devolvía la mirada. Un vestido con escote de corazón, corte princesa, con pequeñas piedras preciosas adornando el corpiño, la falda de una tela suave y brillante como la seda, que se alzaba a mi alrededor, cuyo final se extendía hasta arrastrarse varios centímetros por el piso; adornaba mi cuerpo, el cual parecía que tuviera más curvas de las que había visto en mi vida; me giré un poco para ver mi espalda descubierta, y un velo con pequeñas piedras cayendo por toda mi parte trasera; el look lo completaban unos tacones de un blanco inmaculado, con sutiles adornos, un peinado alto, dejando escapar ciertos mechones que enmarcaban mi rostro, el maquillaje era sobrio y elegante, pero sin ser exagerado, ni muy pesado.
- ¿Te gusta? – dijo Eileen, cuyos ojos brillaban por las lágrimas retenidas.
- No puede ser. – fue mi respuesta en un susurro apenas audible.
- Pues lo es mi niña, esa eres tú, deberías abrir los ojos y mirarte como realmente eres.
Después de la conmoción, llegó la hora de salir.
Las otras dos personas se encargaban de no dejar arrastrar ni la cola del vestido ni el velo. Eileen, iba al lado mío, agarrándome firmemente del brazo… como si intuyera que yo pretendía salir corriendo en cualquier momento; algo no muy lejos de la realidad.
- Todo va a salir bien. – decía Eileen en susurros, pues dos guardias nos escoltaban desde que salimos de la habitación.
El lugar era enorme, los pasillos eran absurdamente amplios, y el techo quedaba a una altura impresionante. A ambos lados de nosotros, se levantaban enormes puertas de madera maciza, pero todas estaban cerradas. Subimos por unas amplias escaleras, y entramos a un pasillo mucho más refinado; no había notado hasta entonces, pero era como si de verdad me hubieran tenido en los calabozos de ese enorme lugar, pues las puertas del piso de abajo, estaban reforzadas por gruesos barrotes de hierro, mientras que aquí, las puertas eran mucho más cuidadas, y todas tenían elaborados tallados, te podías quedar horas y horas viendo semejante muestra de arte, pero los guardias no nos daban un respiro.
Nos detuvimos frente a una sala, nos hicieron ingresar, y nos dijeron que esperáramos al llamado. Estaba muerta de los nervios, no había visto a Adrián por ningún lado, pero era de esperarse, se supone que lo tengo que ver cuando ya estemos en el altar… o lo que sea que hagan aquí.
- Cyrene… - empezó a decir Eileen con cierta urgencia – de aquí en adelante, se va a desarrollar la ceremonia normalmente; es muy parecida a la que hacen en la Tierra, sólo que antes de que pasen a dar el sí, las personas dan cierto tributo a la nueva pareja, por lo que se presenta un baile de máscaras en honor a los novios. Ahí va a suceder todo, en medio de todo, te van a tomar a ti, para que hagas parte de la ofrenda; pero van a hacer ciertas cosas, para que uno de ellos te saque de aquí. No te preocupes, una vez estés fuera del palacio, Denes y Adrián, quedarán expuestos por lo que su expulsión será proclamada de inmediato.
Quedé en blanco, no podía permitir que le hicieran algo a Adrián.
- Eileen… - pero justo en ese momento, las puertas al final de la sala, unas que por cierto no había visto, se abrieron de par en par, interrumpiéndome.
- Todo va a salir bien. – Eileen me guiñó un ojo y me apretó levemente la mano que me sostenía.
En la puerta, un guardia sustituyó a Eileen, posicionándose a mi lado. Caminamos hasta la entrada de un gran salón, el cual estaba dispuesto para hacer efectiva la ceremonia.
Denes, que hasta ese momento no había visto, lo cual ciertamente era un gran alivio, estaba haciendo el papel que haría un padre en la boda de su hija.
- Hola preciosa. – dijo Denes dándome un par de besos en las mejillas, sabía que no hacía nada más, pues había más gente en aquel lugar… << Seguramente a todos los tiene amenazados. >> - Te ves hermosa, no imagino el festín que se va a dar mi hijo esta noche contigo. – dijo susurrando a mi oído, un escalofrío me pasó por todo el cuerpo, pues sabía muy bien que era él el que se imaginaba en su lugar.
Sin más palabras, y sin respuesta alguna de mi parte, me agarró del brazo, de tal manera que yo terminara enganchándolo al de él.
Empezamos a caminar, una dulce melodía, empezó a sonar, no la había escuchado antes, pero tampoco era la tradicional que se utilizaba en la Tierra. Había estado tan tensa por la cercanía de Denes, que no fue hasta que sentí la mano de Adrián en mi cintura, que no me di cuenta de la presencia de él.
Casi con una sonrisa auténtica me deshice del enganche de Denes, para entrelazar las manos con Adrián; al parecer al primero no le hizo mucha gracia mi gesto, y mucho menos que le sonriera de esa manera a Adrián, pues de inmediato se puso rígido, y fulminó con la mirada a Adrián, quien no se dio por aludido, pues no me había quitado los ojos de encima.
Denes iba a hablar, al parecer iba a dar un pequeño discurso para entregarme, pero Adrián sin esperar a nada, me incitó a caminar, dejando a su padre con la palabra en la boca.
- Te ves realmente hermosa. – dijo Adrián susurrándome al oído – Creo que voy a esperar a casarnos, y ahí sí te saco de aquí.
No pude evitar soltar una pequeña risa al oírlo. Le agradecía de sobremanera el hecho de que me estuviera tratando de relajar.
Una vez llegados al altar, el que hacía de sacerdote, empezó la ceremonia, a medida que el tiempo pasaba, los nervios se iban apoderando de todo mi ser.
- Tranquila… - dijo Adrián inclinándose hacia mí, para susurrarme al oído – trata de respirar profundo.
Me giré hacia él, estaba sumamente preocupada de lo que le pudieran hacer, él vio mi preocupación, pues sin importarle el momento, el hecho de que el sacerdote, o lo que fuera, estuviera hablando sobre las responsabilidades dentro del matrimonio, y de estar frente a muchas personas, me tomo el rostro, y me acarició con los pulgares las mejillas, en ese momento yo cerré los ojos, y sin perder tiempo, me besó. No lo había esperado, por lo que abrí los ojos de golpe, sólo para ver sus ojos totalmente verdes mirarme fijamente.
- Por favor, chicos… - dijo el que presidía en ese momento la ceremonia después de carraspear – todavía no he llegado a esa parte.
Adrián me soltó, y con un pulgar recorrió mis labios, me mostró una sonrisa cautivadora y me guiñó un ojo. Todo esto, mientras se escuchaban breves risas por todo el recinto.
Luego, llegó el tan esperado momento; nos hicieron sentar en unas sillas enormes, uno al lado del otro, Adrián me tomó de la mano, al parecer se le estaba haciendo costumbre, pero no me importaba, eso me daba mucho soporte en ese momento. En la posición en la que estaba, podía sentir todas las miradas sobre mí, todos denotaban curiosidad en sus rostros, pero también reconocimiento y… respeto. Realmente no podía sentirme más incómoda.
El show empezó, un grupo de aproximadamente 50 personas, entraron con trajes vistosos, todos llevaban máscaras, los colores que predominaban en sus vestimentas, era el rojo, blanco y dorado. Con una increíble coordinación, empezaron a mover sus cuerpos al ritmo de una melodía muy movida; de seguro que serían la envidia de cualquier espectáculo de Hollywood, pues era realmente cautivador el show. 
Como ya me lo había dicho Eileen, dos de ellos se acercaron a nosotros, una chica, tomó de la mano a Adrián y se lo llevó al centro de todo el montaje, en seguida un chico, hizo lo mismo conmigo. Una vez allí, los bailarines se interpusieron entre Adrián y yo, hasta el punto de que no lo podía ver en absoluto; una nube de humo blanco nos rodeó, acompañado de miles de papelitos de colores. Era la señal, alguien me tomó de la mano, y asegurándose de que fuéramos cubiertos por todos lados, me fue arrastrando hacia una salida, la cual no había visto hasta el momento; bueno, en realidad poco había detallado el lugar, ya que mi cabeza no estaba para fijarme en detalles.
Una vez fuera del alboroto, el chico siguió arrastrándome, literalmente, por el pasillo, pues yo me estaba resistiendo un poco, ya que no veía a Adrián por ningún lado.
- Espera…  - dije mientras ya me estaba faltando el aliento, las energías se me estaban agotando a un ritmo acelerado – tenemos que esperar a Adrián.
- ¿Estás loca? – me contestó el chico, apenas y lo escuchaba, pues había muchísimo ruido, y los pasillos amplificaban los ruidos, produciendo ecos interminables.
Sin menguar el paso, él me seguía arrastrando, hasta que, por una puerta, salimos al exterior; tuve que cubrirme los ojos con el brazo que tenía libre, pues después de estar tantos días sin ver un rayito directo de sol, la intensidad con la que brillaba en ese momento, me lastimaba los ojos.
- Por favor… tengo que ver que Adrián esté bien, no, no puedo dejar que le pase algo malo.
Para ese entonces, él me estaba llevando por un camino de grava, por lo que, al estar con esa rapidez, mis pies se doblaron, cayendo al suelo.
Con un improperio de su parte, me cogió como si no le pesara en lo absoluto, y siguió caminando a toda prisa… ¿o debería decir corriendo?
Llegamos a un camino más transitable y ancho, allí un carruaje, nos esperaba.
Abrí los ojos como platos, cuando vi el transporte… 
<< ¡Adrián se había quedado corto en contarme de aquí! >>.
Realmente, tal y como había visto en las pocas películas que me permitieron ver de pequeña, el carruaje era halado por un par de caballos negros de un tamaño colosal. 
Cuando el chico me bajó, prácticamente yo seguí mi camino hasta el suelo, pues al apoyar mi pie izquierdo, éste me dolía de manera impresionante.
- ¿Estás bien? – dijo el chico preocupado, hasta ese momento, él no se había molestado por quitarse la máscara.
- Creo que me torcí el tobillo… vaya que sí soy torpe. – dije mientras miraba mi pie, estaba enojada conmigo misma, no era momento para seguir actuando de damisela en apuros.
Realmente eso era lo que me tenía furiosa, que al final, yo había sido rescatada, como si no fuera capaz de valerme por mí misma.
Estábamos solos, por lo que ambos nos pusimos en alerta al escuchar pasos tras nosotros, él me levantó e hizo que entrara al coche. Sin dejarme tiempo a protestar, cerró la puerta y desapareció. Todos mis sentidos estaban alertas, podía escuchar mi corazón, como si tuviera un altavoz incorporado. Por la ventanilla, corrí la cortina que impedía ver, y justo en ese momento, veo cómo el chico que me había ayudado, sale corriendo con una velocidad impresionante tras dos tipos altos, adentrándose en el frondoso bosque que rodeaba la mansión.
Quedé paralizada, forzaba mi vista para ver si los podía ver, pero nada; también agudizaba mi oído, pero tampoco podía escuchar nada.
Después de unos minutos de estar con el Jesús en la boca, decidí bajarme, haciendo caso omiso al agudo dolor que empezaba en mi tobillo y recorría mi pierna, como si de una descarga eléctrica se tratara.
Rodeé el coche, para ese momento los caballos estaban calmados, pues se habían alterado por el ruido de hace un momento.
No supe cómo, quizás el sexto sentido que dicen tenemos las mujeres, pero lo pude sentir antes de verlo.
- Así que te pretendías escapar.
Sin darme tiempo a girarme, Denes me abrazó por atrás, aprisionándome contra su cuerpo.
- Déjame… te están buscando, no hay manera de que te escapes.
- ¿De verdad creyeron que no me iba a dar cuenta? – soltó una sonora carcajada – No sabes cuánto esperaba este momento, para llevarte conmigo. – dijo susurrando a mi oído.
- ¿Qué? – dije sin poder ocultar mi sorpresa - ¿Acaso no era tu objetivo obtener el reino?
- En un inicio sí, pero estos días me di cuenta que tú valías más la pena. Podemos largarnos de aquí, y hacer nuestra vida juntos en la Tierra.
- ¡Estás loco! ¡Yo no voy contigo a ninguna parte! ¡Suéltame! – empecé a removerme de su agarre, pero en una de esas, apoyé mi pie herido, y gemí del dolor.
- ¿Oh, mi princesa, estás adolorida? – dijo Denes con burla, mientras besaba mi cuello.
- ¡Suéltame, maldito cerdo!
- ¡A mí no me llames así! – rugió de manera que casi me deja sorda – Bueno, nos vamos, no podemos perder más el tiempo aquí.
Hizo que me apoyara en el carruaje, mientras él se alejaba unos pasos, y al igual que en aquella ocasión, empezaba a hacer gestos con las manos, creando el portal.
Obviamente yo quería ir a la Tierra, ¡pero no con él! Una vez estuviéramos allí, no sabría cómo defenderme de él, pues sabía perfectamente que nadie podría contra su poder… yo quedaría a su merced.
Cada tanto me miraba, pues estaba tranquilo ya que no me podía mover de mi lugar. Una vez terminado el portal, Denes se giró hacia mí, y me agarró entre los brazos.
- Por favor… no puedes… no puedes hacer esto. – empezaba a sonar desesperada.
- Sí puedo Cyrene, y lo haré; no voy a permitir que el imbécil de mi hijo se quede contigo; creo que con lo que le hice ya le quedó más que clara la situación. – acercó su rostro al mío – Tú eres mía.
- ¿Qué le hiciste a Adrián? – el miedo se reflejó en mi rostro y en mi voz.    
Él me fulminó con la mirada, al parecer prefería verme armar un escándalo por lo último que me había dicho, que estar de ese modo por su hijo.
- Lo puse en su lugar. – dijo siseando – Además, el reino entero lo va a repudiar por haberte secuestrado, y casi obligado a casarte con él.
- ¡Pero todo eso lo hiciste tú! – dije tratando inútilmente de alejarme de él.
- Sí… - dijo encogiéndose de hombros como si nada – pero eso es algo que nadie más sabe. Bueno, eso y que le costará un poco en recuperarse.
No pude más, la rabia y la impotencia que sentía en ese momento me engulleron por completo; mi corazón empezó a latir muy rápido, y un calor intenso se instaló en las palmas de mis manos. Casi temblando de manera desmedida, puse mis manos contra el pecho de Denes, quien tras un desgarrador grito de mi parte, fue expulsado hacia atrás, entrando de lleno al portal, que en cuestión de segundos se deshizo tras la desaparición de Denes.
Antes de caer al suelo, un par de brazos me sostuvieron; al igual que antes, me costaba respirar. Sin darme tiempo a nada, quien me sostenía, empezó a besarme, olas de energía recorrieron mi cuerpo, revitalizando todo a su paso. Cuando el personaje en cuestión, dejó de pasarme energía, lo alejé de mí, pues seguía besándome.
<< ¡¿Qué le pasa?! >>.
Sí, me había ayudado de no caer inconsciente, ¡pero no era para que me siguiera besando así sin más!
- ¡¿Qué te pasa?!
Alejé mi rostro del suyo, pues me tenía abrazada. Me fijé que era el chico que me había sacado a rastras, aún no se había quitado el antifaz, pero no hubo necesidad de hacerlo, para darme cuenta de quién se trataba.
- ¿Tanto te molesta? – dijo Zarek, mientras me fulminaba con sus ojos violetas - ¿Por qué no reaccionaste igual cuando el imbécil de Adrián hizo lo mismo en el altar? – las venas de su cuello parecían a punto de estallar.
- ¡No es lo mismo! – dije contrariada de repente por la situación.
- ¡¿Qué no es lo mismo?! – gruñó - ¿Me quieres explicar por qué a él sí le permites que te toque y te bese a su antojo sin que tú te molestes en lo absoluto, pero cuando yo te toco te pones histérica?
Cerré los ojos, no estaba en condiciones mentales ni emocionales para contestar preguntas que desde hacía días yo misma eludía.
- ¿Estás bien? – dijo Zarek cuando pasaron un par de minutos sin que yo dijera nada.
- ¿Qué… qué haces aquí? – aún no salía de la sorpresa de que fuera él el que había estado arrastrándome todo el tiempo.
- ¿No es obvio? – realmente estaba furioso. Se quitó la máscara y la tiró a un lado.
- Si eras tú, ¿por qué no te detuviste para ir por Adrián? – dije, ahora la furiosa era yo.
- ¡¿Y por qué deberíamos devolvernos por ese hijo de puta?!
- ¡Porque no puedo permitir que le hagan daño!
Él apretó la mandíbula, y sin decirme nada, empezó a llevarme de nuevo al coche.
- ¡¿Qué haces?! ¡No puedo dejar a Adrián sólo!
Sin esfuerzo alguno, me subió y luego él se subió, para sentarse frente a mí.
- Nos vamos. – dijo en tono mordaz.
- ¿A dónde? – dije de repente nerviosa.
Se quedó un rato mirándome.
- ¿No piensas contestarme? – dije con un tono más alto de voz.
- A tu casa.
- ¿Nos vamos a la Tierra?
Su mirada se dirigió a sus manos entrelazadas.
- No, a la casa de tus padres.
No habían terminado de salir las palabras de su boca, cuando yo ya estaba empezando a bajarme del carruaje.
- ¿Qué crees que haces?
- Me voy. – dije con una calma que no sentía.
- ¿A dónde demonios piensas ir?
- ¡A cualquier lado, menos a ese lugar! ¿Qué parte no entiendes de que no los quiero ver?
Recosté mi cabeza contra el carruaje, necesitaba de manera desesperada saber de Adrián.
- ¡Pero son tus padres! – gritó fuera de control Zarek, mientras caminaba de un lado a otro pasándose las manos por la cabeza - ¡Ellos están muy ansiosos por verte… por conocerte!
Una sonrisa amarga se instaló en mi rostro.
- Bueno, al menos ahora saben lo que se siente. – dije con tono ausente.
- Cyrene, ellos te aman, no sabían…
- ¡No empieces a justificarlos! ¡¿Me vas a decir que no tuvieron un sólo segundo de tiempo libre para ir a buscarme?! – me acerqué cojeando a él, no me importaba en ese momento el dolor – Esas personas no son mis padres. – dije con el dolor de tantos años impregnando cada palabra, mientras con un dedo golpeaba su pecho – Mis padres, están muertos.
- Cyrene… - me agarró de los brazos, pues me había tambaleado – tienes que venir conmigo… ustedes tienen muchas cosas de qué hablar… por favor, ven conmigo… - yo negaba con la cabeza, ya no podía hablar debido al nudo en mi garganta – Quiero que te des la oportunidad de conocerlos, de al menos verlos.
- Ella no va si no es conmigo.
Me asomé, y justo detrás de Zarek, estaba Adrián. La felicidad me invadió, estaba algo golpeado, tenía un labio partido, y se le empezaba a formar un gran cardenal en su pómulo derecho, pero aparentemente el resto estaba bien.
- ¡Adrián! – dije dando tumbos hacia él, como me veía cojear, Adrián se acercó rápidamente hacia mí, y me estrechó entre sus brazos - ¿Estás bien? ¿Cómo lograste escapar? ¿Fue Denes el que te golpeó? ¿Te están siguiendo?
- Para, para… - dijo Adrián divertido a mi oído – estoy bien, son sólo algunos golpes sin importancia. La pregunta es, ¿por qué estás así?, ¿qué te pasó en el pie?
- Me caí, pero no tiene importancia. – dije igual que él.
- Aléjate de ella. – dijo Zarek a mi espalda, yo me giré, pero él tenía la mirada inyectada en Adrián – Voy a hacer que pagues por todo lo que le hiciste a Danna.
- Zarek, espera, - dije posicionándome al frente de Adrián – él no tuvo nada qué ver, al contrario, él ayudó a los infiltrados que estaban aquí para que pudiera escapar…
- ¿Y tú te creíste eso? – soltó Zarek con sorna.
- Mira, no me importa si me crees o no, pero si quieres que vaya a verlos, tendrás que aceptar que Adrián venga conmigo.
- ¿Estás loca? ¿Piensas llevar a la persona que te secuestró, y que estuvo a punto de casarse contigo, con tus padres?
- ¡Que nos son mis padres! – dije furiosa – Y si tanto es tu afán, pues tendrás que aceptarlo, de lo contrario ni sueñes que yo voy a poner un sólo pie en esa casa.
- Mmmm… no creo que sea una casa… - dijo Adrián de forma pensativa.
- Muy valioso tu aporte. – dijo Zarek con tono adusto.
- Entonces… ¿qué dices? – dije ignorando a los dos.
Zarek nos miró a los dos, no había caído en cuenta de nuestras pintas, pero ciertamente estábamos vestidos como marido y mujer.
- Sube, pero al menor intento de éste en hacer algo, no respondo. – dijo finalmente Zarek con los dientes apretados.




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