Orión

Capítulo 26

Sin más palabras, los tres subimos al coche; casi como si los caballos supieran en qué momento arrancar, el carruaje empezó a moverse.
Estaba nerviosa, por lo que empecé a hablar de lo que fuera, necesitaba darle una vía de escape a mi mente.
- Realmente te quedaste corto en decirme que aquí vivían al estilo del siglo XX. 
Adrián se había sentado a mi lado, mientras Zarek estaba frente a nosotros, viendo el paisaje a través de la ventanilla con el ceño fruncido, podía ver lo tenso que estaba, se notaba en cada músculo de él.
- ¿Por qué lo dices?
- ¿Te parece poco? ¡Mira en qué nos estamos transportando! – negué con la cabeza – Creo que nunca voy a llegar a asimilar todo esto.
- Ya verás que sí, - dijo Adrián tomándome de la mano – es sólo cuestión de tiempo.
- Es sólo cuestión de tiempo para que te saque a patadas de aquí, si no quitas tus putas manos de encima de Danna. – dijo Zarek, como si en cualquier momento se fuera a lanzar encima de Adrián.
Me había sorprendido su actitud salvaje.
- ¿A sí?  - dijo Adrián levantando una ceja, y poniéndose en la misma posición de Zarek - ¿Acaso estás celoso? ¿Qué piensas hacer?
- Bueno, bueno… - dije levantando las manos – por favor, no quiero que se peleen por bobadas.
- ¿Bobadas?
- ¿Bobadas?
Dijeron los dos al unísono; no pude evitar la pequeña risa.
- No le veo la gracia por ningún lado. – dijo Zarek frunciendo el ceño.
- Bueno, pero… ¡Ah! – grité, pues había apoyado el pie que me había lastimado, tan nerviosa estaba que se me había olvidado ese pequeño detalle.
- ¿Estás bien?
- ¿Estás bien?
Solté una carcajada, de verdad debían parar de hablar al tiempo, porque ellos se molestaban cada vez más, mientras yo me divertía a sus costillas.
- No sé de qué tanto te ríes. – me riñó Adrián.
- Bueno, para llevarse tan mal ustedes dos, se ponen de acuerdo en muchas cosas. – dije aún con una sonrisa en mi cara.
- Ven, - dijo Zarek tomando mi pie, y apoyándolo en su muslo; yo hice una mueca entre sorpresa y dolor – déjame revisarte.

- No… no es necesario… seguramente en un ratico se me pasará… ¡Ah!
- Te torciste el tobillo, lo tienes inflamado. – con sumo cuidado me quitó el tacón.
- Por favor… no… me duele. – decía entre gemidos.
Zarek me miró de una manera muy intensa, pero se limitó a tratarme con delicadeza.
- Será mejor que te lo vende. Y trata de no apoyarlo, debes tener cuidado si no quieres que empeore.
Una vez dicho esto, Zarek se quitó la camiseta, y la rompió, de manera que con una gran tira, empezó a vendarme el pie hasta un poco más arriba del tobillo. No pude evitar sonrojarme al verlo con el torso desnudo, por lo que agaché de inmediato la mirada.
El resto del camino fue en silencio, cada paso que daban esos hermosos caballos, se sentía como un peso más sobre mi espalda, la tensión ya estaba llegando al punto de quiebre… no sabía si iba a soportar llegar hasta ese lugar.
- ¿De verdad es necesario? – dije en un susurro ahogado. Ya había pasado casi una hora en silencio.
Ambos hombres me miraron.
- Tienes que hablar con ellos. – dijo Zarek en tono conciliador.
- No… no creo soportarlo… por favor, sólo llévenme a la Tierra, que se olviden de mi existencia.
- Danna, entiende, ellos son tus padres, es imposible para ellos olvidarte.
- Pues bienvenido al mundo real pequeño príncipe Zarek, los padres – decía Adrián con tono amargo – sí son capaces de olvidar por completo a sus hijos.
Pude sentir la amargura de Adrián, como un reflejo de la propia.
Zarek fulminó con la mirada a Adrián, pero antes de que éste replicara, yo intervine.
- Chicos… por favor. Y Zarek, Adrián tiene razón, ellos sí son capaces de olvidarnos; por lo que no entiendo para qué me quieren ver en este momento. – miré hacia el exterior, y pude ver a lo lejos que se levantaba una gran estructura.
- Allí es. – dijo Zarek en un susurro, intuyendo lo que estaba viendo.
Estrujé la tela de mi vestido en las manos, un pequeño temblor se estaba expandiendo por todo mi cuerpo.
- Oye, - dijo Adrián reclamando mi atención, me giré, y tomó mi rostro entre sus manos – no te preocupes, no estás sola; ya te dije, no te voy a dejar sola, aquí me tienes.
Asentí levemente, los ojos se me estaban llenando de lágrimas, por lo que Adrián me abrazó, mientras yo escondía mi cara en su pecho.
- Llegamos. – dijo Zarek de repente con tono duro.
Me separé de Adrián, afortunadamente había logrado detener las lágrimas.
En silencio, nos bajamos, como Zarek había bajado primero, él fue el que me ayudó, posicionando sus manos en mi cintura, y atrayéndome a él.
- Vas a estar bien… - decía en susurros a mi oído – sólo trata de tranquilizarte, pues no es que tengas muchas energías, después de lo sucedido.
Asentí levemente. No tenía mucho qué decir, ya estábamos en aquel lugar.
Cuando nos separamos, Adrián se posicionó a mi lado, y Zarek al otro. De inmediato, unos guardias se nos acercaron, e hincándose en el suelo, con una perfecta sincronía, nos saludaron; una vez levantaron sus miradas hacia nosotros, unos corrieron inmediatamente hacia Adrián, y lo tumbaron al suelo, todo había pasado tan rápido, que a penas y me dio tiempo a gritar.
- ¡¿Qué hacen?! ¡Suéltenlo! – pero incluso antes de que terminara de decir la frase, los guardias, estaban con las manos vacías.
- Tranquila… - dijo Adrián en un susurro, poniendo sus manos en mis hombros. Obviamente yo había dado un respingo, pero me tranquilicé.
Los guardias un poco desconcertados, cuando se fijaron que él estaba detrás de mí, se levantaron de inmediato y empezaron a caminar cautelosos hacia nosotros.
- ¡Alto! – dije levantando las manos y haciéndolos detener.
- Tranquila princesa Cyrene, no vamos a dejar que le pase nada. – dijo uno de los guardias.
Miré a Zarek, quien disfrutaba de todo como si se tratara de una película.
Escuché una breve risa de Adrián, quien continuaba en la misma posición. 
Puse los ojos en blanco, no le veía la gracia a la situación.
- Mira, él no me va a hacer nada, viene conmigo.
Los guardias se miraron unos a otros desconcertados, y casi como en común acuerdo, se giraron hacia Zarek, éste les asintió levemente, por lo que ellos dejaron sus posturas amenazantes y se disculparon conmigo, pero no con Adrián.
- Bueno, creo que debemos seguir. – dijo Zarek acercándose a nosotros.
Adrián me apretó levemente los hombros, pues me había tensionado.
- Vamos… no estás sola. – dijo Adrián en un susurro a mi oído.
Asentí, y antes de que pudiera reaccionar, Zarek me tomó y me alzó como un bebé.
- ¡¿Qué haces?! – grité del susto.
- No voy a dejar que te lastimes más, y al parecer cuando la situación se torna complicada te olvidas de ti misma. – hizo una breve pausa – No, me corrijo, siempre te olvidas de ti misma, no importa la situación.
Hice un puchero de estar en desacuerdo, pero en el fondo, sabía que, complicado, era como se iban a tornar las cosas en cualquier momento.
Miré a Adrián por encima del hombro de Zarek, y su expresión no era muy buena, no lo podía asegurar, pero era como si no le gustara para nada que Zarek me estuviera cargando.
Sin más, empezó a caminar conmigo en sus brazos, yo terminé aferrándome con mis brazos en su cuello, pues temía caerme; aunque lo que realmente temía era lo que estábamos a punto de hacer.
- ¡¿Oh, por Dios, está bien?! – dijo una voz ya conocida al entrar al castillo.
Así es, era un castillo enorme, cuyas paredes eran de piedra color hueso tallada. Era una estructura impresionante. Por lo poco que había visto, estaba constituida por una serie de torres, que se comunicaban con grandes bloques de edificios. Pero a pesar de lo que había visto, esta no estaba rodeada de ninguna muralla o verja; tenía un acceso libre.
- Está bien, Eileen, no te preocupes. – dijo Zarek, pero apenas le dio tiempo a responder, pues Eileen gritó entre el pánico y la furia.
- ¡¡¿Qué hace él aquí?!!
Yo giré mi cabeza, y pude ver a Eileen señalando a Adrián que estaba al lado de nosotros.
- Eileen, por favor, - dije estirando mi mano, de modo que ella se acercó cautelosa y la tomó entre las suyas – Adrián es mi amigo, no tienes por qué estar prevenida con él. – ella abrió los ojos como platos, parecía incrédula y de nuevo furiosa – Mira, sé que es difícil de creer para ti, pero él nos ayudó… por favor.
- Sólo por ti, no permito que los guardias se lo lleven, pero sabes que sobre él corre una acusación de secuestro y otras cosas más. – dijo mirándome significativamente; por alguna estúpida razón, me sonrojé, pero no dije nada; tampoco quería pensar mucho en qué significaba eso de otras cosas más.
- Las cosas se tienen que aclarar, él no ha hecho nada… malo. – pude sentir que Zarek se tensó, pero al parecer ninguno quería preguntar la causa de mi respuesta dubitativa.
- Bueno… - dijo Adrián, rompiendo el tenso silencio - ¿nos vamos a quedar aquí? No me molestaría sentarme un poco.
Por el tono de Adrián, sabía que había tratado de sonar gracioso, pero al parecer algo le estaba pasando.
Giré mi cabeza hacia él.
- ¿Estás bien? – me preocupé, los golpes se le habían acentuado, pues estaba más pálido que antes, además sus ojos denotaban cansancio.
- Creo que utilicé más energía de la necesaria.
Lo pensé por unos segundos, la respuesta llegó muy rápido.
<< ¡Cuando desapareció! >>.
- Es imposible que sólo por eso ya te sientas cansado. – dijo Zarek con tono plano.
- Tienes razón, pero el problema es que no sólo utilicé mi energía para eso, también para defenderme de unos cuantos que quisieron llevar a cabo el pequeño desquite de mi padre, y esta mañana para evitar que cierta persona se desmayara en plena boda.
Me sonrojé de nuevo; Zarek masculló algo tan bajo, que ni yo estando ahí a su lado, lo logré entender.
Sin más temas que pudieran alargar la llegada del tan indeseable momento, empezamos a seguir a Eileen, que cada tanto volteaba a ver a Adrián, como esperando siempre a que él hiciera algo malo.
No pude evitar poner los ojos en blanco cada vez que lo hacía, realmente me molestaba su actitud, pero como siempre, a Adrián parecía no afectarle en lo absoluto, era como si ya estuviera más que acostumbrado a que desconfiaran de él. De nuevo envidiaba esa forma de ser de él, quizás así, no me afectaría tanto este momento.
Pasamos un enorme umbral, para entrar en un gran salón con techo abovedado, de donde hermosas arañas llenas de luces, iluminaban el enorme espacio de noche, pues en ese momento, la luz natural hacía una entrada en todo su esplendor por las inmensas ventanas que se encontraban en cada una de las paredes. Los muebles eran de un color blanco, y el suelo era de madera, dando un contraste elegante y cálido a la vez. Pinturas en lienzo enmarcadas, estaban distribuidas en todas las paredes, hombres con vestimentas algo extrañas, otros con apenas unos trozos de tela tapando sus partes más íntimas, posaban imponentes, mostrando todo su poderío en su expresión con sus ojos de distintos colores, al parecer eran retratos de las personas de aquí.
Zarek se dirigió a un gran sofá, en donde con mucho cuidado, me depositó.
- ¿Estás bien? – dijo arrodillándose frente a mí, y tomando mi rostro entre sus manos; yo estaba en modo zombi, la cabeza no me estaba funcionando en ese momento – Danna, mírame. – dijo Zarek demandante, lentamente posé mis ojos en los suyos, los cuales al parecer ya se mantenían violetas de manera permanente – necesito que tomes las cosas con calma, recuerda que ellos son…
- No. – dije firmemente para mi sorpresa – No vayas a decir… eso.
Me miró, y con gesto de derrota asintió, apretó mi mano y se levantó girándose hacia Eileen, quien me veía con gesto preocupado. Adrián aprovechó que Zarek se había alejado y se sentó junto a mí tomándome inmediatamente de la mano, la cual estaba aferrada intensamente a la falda de mi vestido como si la vida se me fuera en ello; apenas sentí a Adrián, ya me era tan familiar ese gesto por parte de él, que una leve calma me invadió; pero aun así las otras sensaciones estaban ganando la partida en esta ocasión.
- Zarek, querido, ¿qué pasó con tu atuendo? – dijo Eileen, señalando la falta de vestimenta de Zarek.
- Lo siento Eileen, tuve ciertos inconvenientes. – dijo Zarek sin quitarme los ojos de encima.
- Voy por algo para que te pongas.
Una vez dicho esto, desapareció, para luego reaparecer con una camisa de un blanco impoluto; se la tendió a Zarek, y éste se la puso agradeciendo con la cabeza.
Unos pasos se escucharon, pues tal era el silencio en ese momento, que se podría hasta escuchar el caer de un alfiler. Todos dirigieron las miradas hacia el umbral por donde habíamos ingresado, todos menos yo, que en lugar de eso, veía el resto de la habitación, buscando desesperadamente una salida alternativa; mi corazón latía con fuerza, y un sudor frío empezó a recorrer mi cuerpo, me aferré más fuerte a la mano de Adrián, quien me devolvió el apretón, claro que más suavemente. Cuando había terminado mi inspección, tenía claro que había otras dos salidas, por lo que, en cualquier caso, no estaría encerrada.
<< Encerrada. >>.
Esa era la palabra, esto se sentía muy similar a los días que pasaba en aquel oscuro y húmedo calabozo en el orfanato.
En cuanto vi que lo que iba a suceder iba a ser inminente, logré calmarme al punto que cualquiera diría que estaba allí como una visitante más, con indiferencia, pero al fin y al cabo una invitada y no alguien que prácticamente estaba allá por la fuerza.
Me reacomodé en el sillón, aunque no quería soltar la mano de Adrián, era mi sostén en ese momento, el que me daría fuerza para mantenerme en mi posición.
Por el rabillo del ojo, vi que dos personas entraron, yo miraba con la barbilla en lo alto un punto perdido frente a mí; la Danna que había segundos antes, la había encerrado en un oscuro rincón de mi mente, al menos hasta que toda esta locura pasara.
Como si fuera en cámara lenta, un par de personas fueron ingresando en mi campo de visión, inexplicablemente a medida que me sentía más agotada, todo iba adquiriendo una velocidad normal; respiré profundo, debía estar agotada por todo lo que había ocurrido.
- Hija. – se escuchó la voz de una mujer, dirigí mi mirada finalmente hacia ella, quien estaba parada unos metros más allá de mí. Era extremadamente hermosa, aparentaba tener unos 35 años, pero por Zarek, sabía que tenía miles de años; su pelo era de un castaño oscuro, pero la luz que se filtraba en ese momento por las ventanas hacía que se le vieran mechones de color dorado, su tez era blanca, sus ojos eran de un color turquesa muy hermoso, delgada, pero con curvas en los lugares indicados, media aproximadamente 1.65m.
Junto a ella, un hombre la tenía agarrada de la mano; éste era más alto, media casi 1.85m, era musculoso, pero no de manera exagerada, tenía un tono de piel más trigueño, su pelo era castaño claro, y se le enroscaba en las puntas, sus ojos eran color naranja intenso, también aparentaba tener 35 años.
- Cyrene, - rompió el silencio Eileen, pues después de que aquella mujer dijera esa pequeña palabra en un susurro, ninguno habíamos dicho nada – ellos son Mérope y Orión, nuestros soberanos… tus padres.
Los miré sin ninguna emoción en mis ojos ni en mi rostro, tal era la indiferencia que mostraba en ese momento que pude sentir su incomodidad desde donde me encontraba.
- Hija, - dijo Orión con voz grave, me aferré más a la mano de Adrián, un gesto que no pasó desapercibido para la pareja, pues se pusieron alertas al instante, al parecer no lo habían visto - ¡¿Qué demonios haces aquí?! ¡Aléjate de mi hija! – gritó con furia Orión, mientras fulminaba con la mirada a Adrián.
Debo reconocer que su grito furibundo hizo que me erizara de los nervios, pero más que intimidarme lo que hizo fue enfurecerme.
- Primero, no soy su hija; - dije con tono frío – y segundo, si Adrián se va, yo me voy con él.
Mérope y Orión se quedaron mirándome, su expresión era de dolor y de furia al mismo tiempo.
- Pero…
- Mérope, - dijo Zarek interrumpiéndola – no podemos confiarnos, pero al parecer Cyrene está empeñada en creer en él, te aseguro que estará bajo constante vigilancia.
Apreté los dientes, pero no cambié mi expresión, necesitaba aparentar ser una roca a la que nada la perturba. Adrián me apretó la mano, como sabiendo la tormenta que se desataba en mi interior, devolví el gesto en agradecimiento.
- Será mejor que se sienten. – dijo Eileen, como queriendo calmar los ánimos.
El par frente a mí, decidieron hacer lo que ella dijo después de pensarlo unos segundos. En seguida Zarek, se sentó a mi lado, algo que no esperaba, mientras Eileen se sentó en una silla un poco más apartada, como queriendo estar cerca por si en cualquier momento tuviera que intervenir.
- ¿Cómo estás? – dijo Mérope, quien evidentemente estaba esforzándose en hablar, pues parecía bastante conmocionada.
- He estado mejor.
- ¿Te sientes mal? – dijo preocupada.
Esa preocupación me enfurecía, era mejor recibir un golpe físico que eso.
- Eso no le interesa. – dije igualmente con tono plano.
- Cyrene, por favor… - dijo Eileen con voz apenada.
La ignoré, le había tomado cariño, por lo que no quería explotar con ella. Además, por nada del mundo quería derrumbar la pared que había logrado construir.
- ¿Qué te pasó en el pie? – dijo Orión, intentando de nuevo llegar a mí.
- Nada.
- Se lastimó, - dijo Zarek, sabía que me estaba mirando pero también lo ignoré – yo la estaba arrastrando fuera del castillo de Denes, y por sus zapatos, se torció el tobillo con la grava.
- También te ves pálida. – dijo Mérope, después de atender a la explicación de Zarek.
- Quizás sea por lo que pasó con Denes. – dijo Zarek, al ver que no respondería nada.
- ¿Qué pasó con Denes? – esta vez el que habló fue Adrián, quien reclamó mi atención, poniendo un dedo en mi barbilla y haciéndome girar hacia él; pude sentir la tensión en todos; pero Adrián se veía tan asustado, atormentado y enojado en ese momento, que no me quedó más remedio que tranquilizarlo.
- Tranquilo, no pasó nada… - entornó los ojos, obviamente no estaba muy contento con mi escueta respuesta, solté un suspiro de derrota – él llegó, cuando Zarek estaba persiguiendo a dos tipos, yo me había bajado, pues había pasado tiempo y yo estaba preocupada por Zarek, claro que en ese momento no sabía que era él… - sacudí la cabeza, eso no era importante – el caso es que Denes apareció y luego de algunas no gratas palabras, empezó a hacer el portal, se acercó y me dijo que te había lastimado de gravedad, en ese momento, no sé exactamente qué sucedió, pero él salió volando hacia atrás, y cayó de lleno en el portal el cual segundos después se desintegró.
- ¿Eso sucedió justo después de que él te dijera que me había lastimado? – dijo Adrián, quien parecía contento y… orgulloso.
- Sí.
Me sonrió, y me acarició las mejillas.
- ¿De verdad eso es lo único que te interesa? – dijo Zarek con tono mordaz.
- Es cierto, además, quita tus manos de encima de mi hija. – dijo Orión con tono igual de mordaz.
Miré de nuevo directamente a Adrián, y en un segundo, volví a esconderme bajo mi fachada, Adrián contempló mi cambio, pues apretó levemente mi mano, y acarició mi barbilla; sabía que era una clase de señal de su apoyo. Me soltó, y retomé mi posición inicial.
- Ya le dije, no soy su hija, y Adrián es mi amigo, por lo que él me puede tocar todo lo que quiera.
- ¿Acaso estás escuchando lo que estás diciendo? – dijo Orión desesperado y furioso - ¡Él te secuestró! ¡Mírate, te quería obligar a casar con él!
- Cariño… por favor… cálmate. – dijo Mérope mientras ponía una temblorosa mano sobre su hombro.
- Él no me obligó a nada, fue Denes el que orquestó todo esto. Y no quiero escuchar una acusación más hacia Adrián, él no debe ser culpado de nada.
Orión tensó la mandíbula, pero al parecer cedería, pues sabía que yo estaba hablando muy en serio.
- Hija, háblanos, sé que no nos habíamos visto, que hasta ahora nos conocemos, pero me gustaría saber más de ti. – decía Mérope intentando restablecer la conversación.
- No hay mucho qué saber.
- Hemos hablado con Zarek, pero él ha dicho que era mejor que tú nos contaras de tu vida. – dijo Orión, ignorando mi respuesta.
Una pequeña sonrisa amarga transformó mi inexpresivo rostro.
- Entonces, considero que es mejor que sigan con la duda, créanme así es mejor.
- Por favor hija, no nos hagas esto, permítenos conocerte.
- ¿Conocerme? – respiré profundo - ¿Ustedes son personas extremadamente ocupadas?
Ambos se miraron un poco extrañados, pero al ver que yo había tomado la iniciativa de preguntar algo, se alegraron un poco.
- Hija, puedes hablarnos de tu. Y, respondiendo a tu pregunta, algo, nos toca estar muy pendientes de todas las personas, de sus necesidades, creando actividades de desarrollo y entretenimiento, ya sabes, la eternidad es un poco tediosa si no se aprende a manejar. – decía Mérope con cierto entusiasmo.
- Pero no todo es trabajo, - dijo Orión – también tenemos diversos festivales y nosotros en particular realizamos continuos viajes no sólo en este mundo, sino también a la Tierra, para ver los cambios que se han producido, en qué cosas nosotros podemos ayudar, y muchas cosas más.
- ¿Y cuando ustedes crean ese portal, las demás personas se dan cuenta? – dije haciendo hincapié en que no los tutearía.
- No, además, en realidad sólo muy pocos poseen esas habilidades. – dijo Orión.
Sonreí para mis adentros, sólo una respuesta más, y obtendría lo que estaba buscando.
- ¿Y qué suelen hacer en sus ratos libres? No sé, - dijo como no queriendo la cosa – supongo que al menos contaran con algunos días libres, de manera que puedan viajar, conocer.
- Sí, hija; – dijo Mérope encantada por mi cambio de actitud – incluso hace poco, viajamos por fin a conocer la gran muralla china, ¿puedes creer que no habíamos ido? – negó con la cabeza incrédula – No sé si la conoces, pero si no lo has hecho, ¡deberías ir!
- Sí, - dijo Orión sonriendo – fue un buen viaje, ¿hace cuánto fue?
- Creo que fuimos hace como 5 años. – dijo Mérope algo dudosa – Bueno, algo así.
Cinco años… para esa época, yo aún estaba en el orfanato, trabajando y estudiando, con la esperanza de algún día salir de aquel infierno.
<< No es momento de pensar en eso… >>.
- Me alegro mucho por ustedes, me imagino que disfrutaron mucho, lo digo por cómo veo sus rostros al recordar.
- Cyrene. – dijo Zarek, obviamente él sí se había dado cuenta a dónde quería yo llegar - ¿Qué quieres?
La pareja se vio algo confusa, Eileen, quien tenía una sonrisa en el rostro, se puso algo cautelosa. 
- ¿Qué pasa? – dijo Orión finalmente.
- Ustedes dijeron que querían conocerme, ¿cierto?
Ambos asintieron.
- El problema es que yo no tengo tiempo.
- ¿Por qué no tienes tiempo? – dijo Mérope algo alarmada – Hija, ya estás aquí, considero que es el momento indicado para conocernos.
- Estoy aquí, pero no por gusto; - de nuevo sus muecas eran de dolor – y, si ustedes tuvieron tiempo para todo, ¡incluso viajar a China!, pero no tuvieron un sólo segundo para conocerme, – resalté esa última palabra – no veo por qué yo tenga que dedicarles un sólo segundo del mío. – me levanté, y Adrián me rodeó la mano con la cintura para que no apoyara mi pie, el cual se me había olvidado por completo – Ahora, si me disculpan, tengo que regresar a casa.
- Cyrene… por favor – dijo Mérope levantándose seguida de Orión - ¿por eso nos estabas haciendo todas esas preguntas?
- ¿Usted qué cree? – dije con una sonrisa.
- Cyrene, debes escucharnos, tu madre y yo no fuimos…
- Ella, no es mi madre, y usted, no es mi padre. Es una lástima que Zarek no les haya comentado mucho de mí, así nos hubiéramos ahorrado toda esta estupidez, pero les informo que mis padres murieron el día que yo nací; así que si tanto quieren sentirse padres, les recomiendo que hagan otro bebé, ¡aprovechen ya que tienen toda la eternidad para hacerlo! – dije con gesto jovial – Ah, claro, pero ésta vez, por favor, no lo dejen tirado en un sucio callejón en medio de una tormenta; porque puede que no muera de una pulmonía, pero de todas formas sí enfermamos.
Todos habían quedado de piedra ante mis palabras.
<< ¡Y eso que me estoy callando todo lo que siento! >>.
- Adrián, por favor… - dije en un susurro, él me miró, parecía de nuevo orgulloso, eso me hizo sentir un poco mejor, pues estaba deshecha – vámonos, no aguanto un segundo más en este lugar.
- Ustedes no van a ninguna parte. – dijo Zarek, agarrándome de un brazo.
- ¿A no? – dije fulminándolo con la mirada, y soltándome bruscamente de su agarre; a pesar de todo el esfuerzo, podía sentir cómo la pared que había construido, se empezaba a derrumbar - ¿Y qué quieres que haga aquí?
- Debes escucharlos, ¡ellos son tus padres… te quieren!
- ¡Si realmente me quisieran como tú dices, no me hubieran abandonado! ¡Hubieran ido hace cinco años a ver yo cómo estaba! ¡¡Si ellos no pensaron en mí, en todos estos años yo no tengo por qué seguir pensando en ellos!!
Hecho, se había roto el muro, y como dique colapsando, todas las emociones me arrastraron a lo más bajo.
- Danna… - Adrián, quien no me había soltado de la cintura, me acabó rodeando completamente.
- Sácame de aquí… - dije en un susurro, estaba haciendo un esfuerzo monumental, para no dejar que las millones de lágrimas que sentía en ese momento, salieran sin poder evitarlo.
- Ahora mismo. – dijo con apremio.
Me levantó entre sus brazos, al igual que lo había hecho Zarek al entrar allí.
- ¿A dónde crees que te la llevas? – dijo Zarek dando unos pasos hacia nosotros.
- ¡Tú no te vas con mi hija a ninguna parte; - rugió Orión – ella se queda aquí, ésta es su casa!
Estaba buscando mi voz para replicar, pero Adrián se me adelantó.
- ¡¿Qué no ven lo mal que está?! ¡¡Si tanto la quieren, déjenla de una puta vez en paz!! Ustedes, - dijo viendo detenidamente a la pareja – están al mismo nivel de los míos, no pueden llamarse padres, cuando nunca lo han sido. – dijo con voz baja pero llena de furia – Ahora, me voy a llevar a Danna, todos saben que no se va a sentir mejor hasta que no salga de aquí.
Al parecer sus palabras surgieron el efecto deseado, pues sin mayor réplica o intento de detenernos de su parte, salimos de aquel castillo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.