Orión

Capítulo 28

A la mañana siguiente, es decir, tan sólo un par de horas después, me levanté totalmente resignada de que no podría dormir. Durante ese par de horas, no había pensado en Mérope ni en Orión, pues los que ocuparon mis pensamientos fueron Zarek y Adrián; sé que debía parecer una cualquiera por estar besándome con uno y con otro, pero en mi defensa, muchos de esos besos eran por energía… pero los otros… No podía evitar que se me vinieran algunas preguntas a mi cabeza… ¿Qué sentía con cada uno de ellos? ¿Qué nombre darles a esos sentimientos? ¿Sentía lo mismo por los dos? Totalmente frustrada conmigo misma por no poder aclarar mi mente… porque era eso ¿no? Yo en realidad sólo estaba confundida por sus maneras diferentes de ser, pero eso no quería decir que sintiera algo tan ridículo e inexistente como amor… Sacudí la cabeza… 
<< No puedo ser tan tonta como para caer en eso. >>.
Una vez aclarada al menos ese pensamiento, me levanté, estaba un poco contenta al notar que mi tobillo no me molestaba tanto como hacía unas pocas horas, así que me fui a dar una larga ducha.
Como Adrián aún no se había levantado, decidí bajar a la cocina y preparar el desayuno, era lo mejor que se me daba, ya que el desayuno no suele ser tan elaborado, bueno al menos los que yo preparo. Sin más, empecé a hacer el chocolate, pues tenía un antojo tremendo de tomar una buena taza de chocolate caliente; busqué los ingredientes para hacer unas tortillas con queso, así que pude notar que los alimentos no distaban de los de la Tierra, aunque sí había ciertas hierbas y condimentos que no tenía ni idea de qué eran. Piqué algo de fruta, e hice algo de jugo de naranja. Miré el reloj de la pared, este funcionaba con pilas, pero creía que quizás lo había traído de la Tierra, para mi sorpresa, había tardado más de dos horas en hacer el desayuno.
<< ¡¿Cómo pude demorarme tanto?! >>.
Fruncí el ceño, no asimilaba a Adrián como alguien que durmiera hasta tarde, por lo que decidí ir a su habitación, para avisarle que ya estaba el desayuno… 
<< Y una cocina en precarias condiciones… >>.
Golpeé un par de veces, pero al no recibir respuesta, decidí entrar, pues realmente estaba inquieta.
Adrián seguía metido en la cama, y cuando estuve a punto de girarme para dejarlo dormir otro rato, escuché un leve gemido. Procurando no hacer mucho ruido, me acerqué a la enorme cama, sólo para ver la expresión de terror dibujada en el hermoso rostro de Adrián, jamás lo había visto de esa manera, pues ya lo conocía lo suficiente como para saber que se esforzaba en esconder sus sentimientos y emociones. Una capa de sudor cubría su frente, haciendo que los mechones más largos de su pelo se pegaran a su rostro.
- Adrián… Adrián despierta. – dije con tono suave pero firme, la idea era despertarlo, no matarlo de un susto – Adrián.
Al parecer mi voz logró traspasar las barreras de su sueño, o pesadilla en este caso, pues poco a poco Adrián fue dejando esa mueca de terror, y sus ojos se fueron moviendo bajo sus párpados hasta que se abrieron, lo primero que vio fue a mí, y cómo no, estaba casi encima de él.
- ¿Estás bien? – dije algo preocupada.
- Sí… - dijo con la voz ronca - ¿por qué estás aquí? – no lo decía porque estuviera molesto, más bien, se veía confundido.
- Vine a ver por qué no aparecías, ya es entrada la mañana, y no te tengo como a alguien que duerma hasta tarde.
- Es verdad, no suelo dormir hasta tarde. – dijo entre sonriente, pero extrañado a la vez.
No pude evitar pasar la mano por su frente para retirarle los mechones pegados, pero fue ahí cuando me di cuenta de que ardía en fiebre.
- ¡Estás muy caliente! – dije alterada, sin pensarlo le quité las cobijas de encima, su ropa se pegaba a su cuerpo debido al sudor, bueno, para ser más exactos su pantalón, ya que no tenía camisa.
- Si querías verme desnudo, pudiste haberte inventado otra excusa. – dijo Adrián sonriente.
Me quedé mirándolo, a pesar de su actitud relajada, pude darme cuenta que sus ojos se veían algo perdidos, y que le costaba mucho fijarse en una sola cosa por mucho tiempo.
- No me tardo.
Salí disparada a su baño, y puse a llenar el jacuzzi, lo puse a una temperatura ambiente, ni fría ni caliente, dejé todo listo de manera que me fuera más fácil bañarlo. Cuando llegué a la habitación, Adrián estaba intentando levantarse, pero le costaba demasiado ya que su respiración era bastante agitada, además de que había logrado avanzar muy poco.
- Ven, apóyate en mí. – dije pasando una mano por su cintura, mientras que hacía que su brazo me rodeara los hombros. Cuando nos levantamos, me mordí el labio para no emitir un gemido, pues debido a que tenía que soportar el peso de Adrián, tenía que apoyar ambos pies, haciendo que mi tobillo doliera, lo cual hacía que tuviéramos que caminar todavía más lento.
Cuando al fin entramos al baño, hice que Adrián se apoyara contra la pared, y sin detenerme mucho a pensar, le bajé los pantalones, eso sí, dejando su ropa interior en su lugar… no hacía falta desnudarlo por completo… 
<< Al menos no por ahora. >>.
- ¡Uy! Creo que me gusta ésta Cyrene atrevida. – dijo Adrián quien parecía fascinado ante la situación.
No pude evitar ponerme roja como un tomate, pero tenía que tener en cuenta que Adrián no estaba en sus cinco sentidos, por lo que no debía prestarle mucha atención a sus comentarios.
Con otro poco de esfuerzo, metí a Adrián al jacuzzi, y como ya lo tenía previsto, me tuve que meter con él, ya que era incapaz de mantener siquiera la cabeza erguida, por lo que no quería dejarlo solo, pues temía que se hundiera y no encontrara las fuerzas para emerger. Cuando vi que se adaptaba al agua, empecé poco a poco a mojarle primero los hombros, luego el cuello, y con mis manos, mojaba su cara, la cual la tenía sumamente caliente.
- Me gusta que me acaricies Cyrene. – dijo cerrando los ojos y abriéndolos de vez en cuando, sólo para mirarme fijamente.
<< Al menos ya puede enfocar la mirada. >>.
Era la segunda vez que me llamaba por ese nombre, de verdad no me importaba que me llamara así, pero era algo que él no había hecho.
- ¿Te sientes mejor? – dije en un susurro, como si al hablarle en voz alta lo fuera a agravar más. Lo cierto es que era la primera vez que me enfrentaba una situación así, pues en el orfanato, cuando alguien se enfermaba, trataba de ocultarlo lo mejor posible ya que si ellos tenían que invertir en medicamentos o consultas médicas en ti, la forma en la que te hacían pagar no era muy agradable.
Sacudí la cabeza, no era momento de pensar en el pasado.
- Mejor… - dijo hablando muy despacio, alargó una mano y me acarició delicadamente la mejilla, dejando un reguerito de gotas en ella – y más porque tú estás aquí.
- Sí claro. Estoy muy segura en que no serías capaz de diferenciar entre mí y otra muchacha. – empecé a coger agua entre mis manos, para mojarle poco a poco la cabeza, su pelo se acababa de empapar; él hecho la cabeza hacia atrás, mientras soltaba un gemido; me mordí el labio al ver cómo reaccionaba ya que me daba risa lo que hacía... ¿o tal vez nervios? Él pasó su mano que antes estaba en mi mejilla, a la parte baja de mi espalda, de modo que cuando hizo fuerza, yo caí encima de él, afortunadamente había logrado apoyar mis manos en la orilla del jacuzzi, de modo que la cabeza de Adrián quedaba a pocos centímetros de la mía.
<< A pesar de estar convaleciente, sigue teniendo una fuerza increíble. >>.
- No seas pesado Adrián, y déjate atender. – dije a modo de broma, aunque me tenía un poco nerviosa.
Él abrió los ojos, y me miró de manera muy seria.
- Te quiero aquí conmigo, si me sigues acariciando de esa manera no voy a responder.
Pasé saliva, me tenía que recordar que el Adrián que estaba hablando no sabía lo que decía.
- Tranquilo, el baño ya terminó, ahora ayúdame a sacarte de aquí.
Afortunadamente Adrián me obedeció como si de un niño se tratara; cuando salió del jacuzzi, lo hice apoyar en el mismo lugar, cuidando que no cayera, lo envolví en una bata, una vez amarrada, y tragándome toda la vergüenza e incomodidad del momento, giré mi rostro, y tanteando, di con el elástico de su bóxer, los bajé aunque con algo de dificultad, ya que se pegaban a la piel de Adrián debido a que estaban mojados.
- No puedo creer que estés haciendo esto Cyrene, de verdad me sorprendes… - Adrián sonaba tan sorprendido, que me vi en la obligación de girar mi rostro hacia él, para ver si ya estaba recuperado, pero no hacía falta que siguiera hablando para darme cuenta de que no era así, ya que apenas y se mantenía en pie, además, de nuevo le costaba mantener su mirada fija en un sólo punto – pero me agrada lo que haces… ya sabes que te quiero mucho.
- Yo también te quiero Adrián, pero te quiero más si te recuperas.
Estaba preocupada, al parecer el baño no había sido suficiente, pero no podía volver a meterlo, lo más sensato era secarlo por completo, y vestirlo con ropa limpia y abrigadora.
Cuando logramos llegar a la habitación, vi que su cama, la cual estaba hecha un desastre, estaba mojada debido a su sudor, ciertamente no podía acostarlo allí de nuevo, por lo que, haciendo un esfuerzo descomunal por no quejarme por mi tobillo, logré llevar a Adrián a mi habitación, una vez allí, lo terminé de secar, lo vestí, claro que sólo le puse pantalón, pues el bóxer era más difícil de ponérselo, y una camiseta blanca. Retiré las cobijas de mi cama, acomodé las almohadas, y con un último esfuerzo, lo acomodé en la cama y lo arropé. Volví a tocar su frente, y aunque la fiebre había bajado un poco, ésta seguía siendo alta.
Con la angustia trancando mi garganta, fui rápidamente al baño, en donde me sequé y me cambié de ropa, luego bajé y calenté el desayuno, que ya por la hora vendría a ser algo así como el almuerzo. En seguida subí, y con mucha paciencia, le di de comer a Adrián, pues se le cerraban los ojos a cada rato, y como niño mimado, no me quería recibir la comida.
- Si te acabas de comer esto, te dejo descansar tranquilo.
- No quiero. – dijo haciendo un puchero. De no ser por la situación, me habría reído hasta más no poder, pero ciertamente estaba preocupada.
- Vamos Adrián, hazlo por mí.
Justo en ese momento, volvió a enfocar la mirada en mí, algo que ya poco hacía.
- Yo soy capaz de hacer todo por ti… - dijo muy serio – hasta darle la espalda a mi padre.
Sus palabras hicieron que se me inundaran los ojos de lágrimas, pues exactamente eso había hecho.
- Lo sé, yo también haría lo que fuera por ti. – él me sonrió y se terminó de comer todo.
Una vez logrado eso, lo volví a recostar, y lo arropé bien. Aprovechando que se había quedado profundamente dormido, organicé el baño y la habitación de Adrián, también tuve tiempo de organizar la cocina, intenté comer algo, pero el apetito había salido corriendo desde que había visto a Adrián con esa cara de horror.
- ¿No tienes pastillas? – dije un poco desesperada, pues habían pasado dos horas desde que había comido y nada que le bajaba la fiebre.
- No soy drogadicto. – dijo frunciendo el ceño.
- No, no de esas… - no pude evitar la pequeña risa – te pregunto por pastillas para la fiebre.
- No… no me enfermo. – dicho esto se volvió a dormir.
Me acerqué aún más y le di un leve beso en la frente. No sabía qué más hacer.
Busqué por los cajones, pero ciertamente no había señal de ningún medicamento por ningún lado.
Volví a subir a la habitación, Adrián seguía profundamente dormido, al menos no había vuelto a tener pesadillas. Totalmente agotada, decidí acostarme a su lado, por si se presentaba una emergencia, algo que esperaba no sucediera.
Me quedé dormida casi en el acto.
Un leve movimiento a mi lado me despertó, lo primero que hice fue volverme hacia Adrián, él se trataba de mover, pero parecía que le costaba más trabajo que antes. Totalmente angustiada, no pude evitar que las lágrimas se escurrieran por mis mejillas, sabía que no servían de nada, pero esta vez no se trataba de mí, se trataba de Adrián.
Pasé mis manos por su rostro, sólo para recordarme lo caliente que estaba.
- Por favor… dime qué hacer… - dije entre sollozos.
- No llores. – dijo en un susurro. Pero había visto el esfuerzo que había hecho sólo para decir eso, lo que hizo que llorara con más intensidad.
De pronto como si un bombillo se encendiera en mi cabeza, se me ocurrió una idea, aún no tenía muy claro cómo hacerlo, pero era mi último recurso.
<< Debo intentarlo. >>.
Me sequé las lágrimas de mi rostro, e inspiré hondo, tratando de tomar control de mis emociones y de mi cuerpo.
Me puse a horcajadas sobre él, y concentrándome lo más que podía, acerqué mi rostro al de él, de modo que mis labios rosaron los suyos, los cuales estaban cuarteados debido a la fiebre.
- De verdad espero que funcione. – dije en un susurro.
Puse mis manos a ambos lados de su rostro para evitar que pudiera eludir mi contacto. Posé mis labios sobre los suyos, sellando de una vez por todas el contacto, empecé a moverme, afortunadamente Adrián a pesar de su estado, intentó responderme de inmediato, por las veces anteriores, sabía que hasta que el beso no fuera uno real, no servía de nada intentar pasar energía, por lo que en el instante en que nuestras lenguas se tocaron, concentré toda mi energía en mi boca, cerré los ojos, e increíblemente, sentía cómo todo ese poder, uno que hasta ese momento no sabía que existía, se reunía desde cada rincón de mi cuerpo y viajaba directamente a la boca, una vez allí, mi lengua era la encargada de pasar toda aquella descarga a la lengua de Adrián. A medida que pasaban los segundos, pude notar que Adrián ya era capaz de corresponderme con más avidez. No sé en qué momento, Adrián, me abrazó por completo, haciendo que cayera por completo encima de él, giró de manera que quedé atrapada entre él y el colchón. Una parte de mí, sabía que debía detenerlo, pero era más mi afán de que se recuperara; a pesar de empezar a sentir sus manos arrastrando mi blusa, mientras exploraba mi abdomen, seguía totalmente concentrada en pasarle energía.
- Detente. – dijo Adrián cortando el beso, pero dejando sus labios suspendidos muy cerca de los míos.
Abrí los ojos, su mirada verde, era totalmente intensa. No pude evitar la sonrisa de alivio que se asomó a mis labios, pues se veía totalmente lúcido y concentrado.
- ¿Estás mejor?
- ¿Me estabas pasando energía?
Asentí, me tenía un poco nerviosa el hecho de que no hiciera nada por moverse.
- Gracias. – dicho esto, se acercó de nuevo y me dio un tierno beso en los labios, se separó, y se acomodó al lado mío.
- ¿De verdad ya te sientes mejor? – dije incorporándome, e intentando hacer como si nada hubiera sucedido.
- Mucho mejor, tu energía es única. – dijo con tono de asombro.
Lo miré un poco extrañada, pero luego pensé que se refería a que no creía que yo fuera a ser posible de hacer tal cosa. No es como si ya me hubieran entregado un manual de instrucciones de Cómo utilizar tus poderes…
- Me asustaste… no sabía qué hacer. – dije con algo de angustia aún en mi voz.
- Perdóname, - dijo Adrián, quien también estaba sentado con la espalda apoyada en la cabecera de la cama, mientras tomaba de mi mano – no pensé que me fuera a suceder algo así… yo no me enfermo.
- Sí, lo sé, eso me lo dijiste. – dije con una leve sonrisa.
- ¿A sí? ¿Y qué más te dije? – por primera vez vio el lugar en donde estaba, luego vio la ropa que llevaba puesta - ¿Por qué estoy aquí?
Luego de relatarle todo lo sucedido, y de reír hasta las lágrimas al ver su cara de desconcierto e incredulidad, nos tendimos en la cama, pues al menos yo, estaba en mis límites.
- No puedo creer que aún estés consciente. – dijo Adrián cuando por fin pude recuperarme de reír.
- No te puedo mentir diciendo que estoy perfectamente bien, pero sé que no me voy a desmayar, lo único que quiero es dormir.
- ¿Tú comiste?
- No… pero no tenía hambre. - agregué de inmediato al ver la dureza en su mirada – Además, al verte en ese estado, no me iba a entrar nada en lo absoluto.
- Pues será mejor que comas algo, o me veré obligado a regresarte algo de la energía que me diste.
- No. – dije firmemente – No voy a permitir que recaigas, además debes reposar, aún no estás bien del todo.
- Y eso me lo está diciendo la persona cuyas ojeras no las disimula ni con mil capas de maquillaje y cuya palidez se asemeja a la de un papel.
- No exageres. – dije después de una breve risa.
- Aún no me explico cómo es que no te desmayaste. – dijo pensativo.
- Soy más fuerte de lo que crees. – dije con algo de mofa en mi voz.
- ¿Cuánto tiempo me besaste? – dijo Adrián estando aún muy serio, ignorando mi comentario.
- ¿De verdad tienes que preguntar? – dije un poco cohibida.
- Sí.
Suspiré un poco irritada.
<< ¿Por qué el interés? >>.
- No sé… tal vez a lo mucho un minuto. – dije sin darle mucha importancia.
- ¿Un minuto? – dijo con autentico asombro.
Me encogí de hombros, si pretendía que fuera más rápida a la hora de pasar energía, pues debía recordar que yo no tuve la misma educación que él.
Como no dijo nada más, me volví a recostar, se me cerraban los párpados.
- Cyrene… despierta, tienes que comer.
Me removí, y le di la espalda al interrumpe sueños.
- No seas perezosa, debes comer. – dijo con la voz risueña.
- No quiero… - dije con la voz ronca y haciendo un puchero.
- Vamos, vamos, que desde ayer no comes nada. – dijo acariciando mi mejilla y retirando unos mechones.
No sabía de dónde ciertamente estaba sacando energías, pero logré incorporarme y apoyar mi espalda en la cabecera de la cama.
- ¿Sabes que estoy sorprendido? – dijo Adrián, mientras ponía una bandeja llena de comida en mis muslos.
<< ¡Está loco si cree que me voy a comer todo eso! >>.
- ¿A sí… y eso? – dije cogiendo el jugo de naranja con la intención de darle un largo sorbo, ya que estaba sedienta.
- Probé de lo que cocinaste… ¡Estaba delicioso!
- Pues me ofendes… ¡Todo lo que cocino es delicioso! – dije picando algo de fruta con el tenedor. – Además… ya habías probado mi sazón.
- Tienes razón, pero la primera vez pensé que había sido algo así como un golpe de suerte. – le mostré la lengua en señal de total desacuerdo, él rio, y siguió hablando - Pero, no es por eso por lo que estoy sorprendido, sino porque ¡la cocina no era la escena de una catástrofe nuclear! – lo fulminé con la mirada, ¡lo había dicho como si de un milagro se tratara!, haciendo que Adrián soltara una sonora carcajada.
Comí hasta donde sinceramente podía, lo cual, según Adrián, habían sido migajas, pero no le quedó más remedio que rendirse, por lo que él había terminado por comerse todo. ¡Parecía un barril sin fondo!
Una vez ya sin más interrupciones, me volví a recostar, pues sólo había dormido una hora, pero justo cuando me estaba acomodando, apoyé mi tobillo, por lo que, sin poder controlarlo, solté prácticamente un gruñido de dolor.
- ¿Estás bien? – dijo Adrián acercándose rápidamente a mí, el cual justo estaba regresando de dejar los trastes en la cocina.
- Sí, no te preocupes.
- No me mientas Cyrene, se te nota en la cara que no estás bien.
Me quedé mirándolo fijamente, me había dicho de nuevo Cyrene.
- ¿Aún tienes fiebre? – dije alargando la mano y tocándolo en la frente; él se había quedado totalmente quieto ante mi contacto, pero me di cuenta que su temperatura era totalmente normal.
- ¿Por qué lo dices? – dijo apartándose un poco de mí.
- Porque me llamaste Cyrene.
Él se quedó mirándome fijamente, como cayendo en cuenta que no me había llamado de esa manera con anterioridad, bueno al menos no estando en sus cinco sentidos.
- No sé, te queda bien, y me gusta. – dijo encogiéndose de hombros – Ahora, no me distraigas, algo te está doliendo y no me has dicho.
Puse los ojos en blanco, podía llegar a ser verdaderamente terco y obstinado.
Pero antes de que dijera una sola palabra, él al parecer recordó, pues me quitó de sopetón las cobijas de encima, dejándome totalmente al descubierto, miró mi pie, el cual estaba más inflamado incluso que ayer.
- ¡Maldición! – masculló - ¿Por qué no me habías dicho nada? – dijo fulminándome con la mirada.
- No pensé que estuviera de esa manera. – dije sinceramente, pues hasta el momento ni siquiera me había preocupado por revisarlo, ya que había sido tanto el alivio de ver a Adrián bien, que el resto de cosas se me habían olvidado.
- No te muevas. – dijo Adrián saliendo como un rayo de la habitación.
Me sorprendía que no me replicara nada, pero al parecer se había dado cuenta de que le hablaba con sinceridad.
Al poco regresó con una pequeña vasija y con trapos.
- Ven. – dijo sentándose en la orilla de la cama, y cogiendo delicadamente mi pie, para luego ponerlo en su muslo.
- Adrián, de verdad… no es necesario… - dije un poco avergonzada.
- Tú hiciste mucho más por mí, así que déjate atender; además… - alzó su mirada, y la conectó con la mía, no pude ignorar el brillo travieso de sus ojos – te recuerdo que hace un par de horas tú me bañaste y me desnudaste por completo.
Me sonrojé de tal manera que estaba completamente segura de que mi pelo había adquirido un color rojo fuego.
No pude más que desviar mi mirada y permitir que Adrián me sobara el tobillo, sus movimientos eran firmes pero delicados al mismo tiempo, haciendo la presión justa y en los lugares exactos. Podría no ser nada especial, pero era como si mi piel cobrara vida por donde sus dedos la tocaban, como si su toque despertara de un largo letargo a mis terminaciones nerviosas. Por último, envolvió mi tobillo en una clase de venda.
- Gracias. – le dije a Adrián, una vez terminada la sesión de masajes. Estaba acostada de nuevo en la cama, y como ya no sentía ese dolor punzante en el tobillo, no me costó trabajo sumergirme en el mundo de los sueños.
- Descansa Cyrene.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.