Ya era avanzada la tarde, en tan sólo un par de horas se ocultaría por completo el sol. Después de dormir unas reparadoras 3 horas, me levanté pensando en que, si seguía durmiendo, de nuevo pasaría la noche en vela.
Había encontrado a Adrián en el jardín, por lo que después de hacer unos bocadillos y coger un par de libros, decidimos irnos a sentar allí en el pasto a disfrutar de los últimos rayos de sol, mientras nos sumergíamos en el mundo de las letras.
- ¡¿Qué haces aquí?! – rugió de repente Adrián, levantándose tan rápido que pareció más bien una mancha borrosa ante mis ojos.
Había estado tan sumergida en la historia de amor que tenía entre las manos, que, del susto, el libro había salido volando, cayendo en el césped.
<< Déjà vu. >>.
- ¿Qué… qué pasa? – dije levantándome con cuidado de no apoyar mucho el pie, y poniendo una mano en el brazo de Adrián, el cual estaba totalmente tenso.
Adrián no me miraba, sino que veía en un punto fijo en el bosque que rodeaba la casa.
Iba a volver a preguntar, ya que Adrián no había dicho una sola palabra más, pero una presencia, hizo que también mirara hacia el mismo punto en el bosque, y como si lo hubiéramos llamado, Zarek apareció justo por allí.
- Hola. – dijo Zarek saludándome, pero vi que de inmediato apretó la mandíbula, como si le molestara algo.
- Hola. – en ese momento recordaba que había dicho que vendría en la tarde. Con todo lo ocurrido esa mañana, lo había olvidado por completo.
- ¿Qué haces aquí? – dijo Adrián con la voz un tono más baja, pero igual o peor de amenazante. Como había dado un paso hacia Zarek, yo que aún lo mantenía agarrado de un brazo, puse mi otra mano a la altura de su pecho.
- Por favor… - dije en un susurro.
Adrián me miró, y se destensó un poco, pero no cambió su postura de asecho.
- Vine a hablar con Cyrene. – dijo Zarek acercándose un poco más a nosotros.
- No te la vas a llevar a donde ellos. – dijo Adrián con los dientes apretados.
Ahora la que estaba en tensión era yo, por lo que me giré hacia Zarek, transmitiéndole con la mirada una pregunta implícita.
Zarek sacudió la cabeza de un lado a otro mientras me contestaba.
- No te preocupes, como dijiste anoche, eres tú la que va a decidir cuándo vas a hablar con ellos. Yo sólo vine a hablar de algo contigo. – dijo cambiando su mirada radicalmente, en algo que no pude descifrar.
- ¿Anoche? – preguntó Adrián entre confundido y enojado.
No pude evitar pasar saliva, ya que además de que no le había dicho nada, había permitido que Zarek entrara a su casa, algo de lo que no le había pedido permiso.
- Eeee… - dije tras carraspear para llamar su atención – anoche salí a caminar un poco, pues no tenía mucho sueño, y me encontré con Zarek… hablamos un poco… eso fue todo.
No me gustaba mentirle, pero sabía que no le gustaría nada saber que me había quedado dormida con él, haciendo que me tuviera que llevar a la cama.
- Bueno, si ya hablaron, no entiendo qué más te tenga que decir. – dijo Adrián, sin apartar un segundo su mirada de la mía.
- Mira… - dije con tono suave, no quería que se alterara, y menos después de todo lo que había tenido que hacer para que se pusiera bien… << ¡No puede recaer! >> - voy a hablar con él, no sé qué me tiene que decir, así que lo voy a averiguar. – él iba a decir algo, pero no lo dejé, por lo que seguí hablando – Por favor, sólo va a ser un rato, además no quiero que te vuelvas a enfermar, de verdad, me preocupaste mucho… - no pude evitar rememorar la angustia y la desesperación – te prometo que si te necesito te llamo.
Adrián me acarició la mejilla, y me apartó un mechón, colocándolo detrás de mi oreja.
- Gracias de nuevo por lo que hiciste hoy por mí. Y no te preocupes que no me va a pasar nada.
Le dirigió una mirada dura a Zarek, y se adentró a la casa, dejándonos solos en el jardín.
Para ese momento, el sol estaba proyectando sus últimos rayitos, tiñendo las nubes de colores naranjas y rojizos.
- ¿Qué hiciste por Adrián? – dijo Zarek acercándose. Yo había optado por sentarme de nuevo en la manta en la que estábamos Adrián y yo.
- Se enfermó, y realmente me preocupé por él. Lo importante es que ya está bien. – dije cortando la frase, para evitar decir en la forma en cómo se había recuperado mi amigo.
- ¿Qué tenía? – preguntó Zarek.
No pude evitar mirarlo directamente a los ojos, pero se veía sinceramente intrigado, no lo hacía por molestar.
- No lo sé realmente, le dio fiebre, y fue realmente difícil bajársela; incluso estaba… cómo decirlo… no estaba en sus cinco sentidos… por decirlo de alguna manera.
- ¿Y cómo lograste bajársela? – su rostro no había cambiado en lo absoluto, pero algo en sus ojos me inquietaba.
- ¿Importa? – dije encogiéndome de hombros, pues realmente lo importante es que no había caído inconsciente.
- Pues a mí me importa, porque aquí no contamos con medicinas para las raras ocasiones en que nos enfermamos. – dijo con displicencia.
Levanté una ceja ante su actitud.
<< ¿Qué bicho le picó ahora? >>.
- ¿Entonces qué hacen para curar a sus enfermos? – dije un poco preocupada al pensar en los niños, los ancianos… ¡en todo el mundo!
<< ¿Los dejarán morir? >>.
Solté un suspiro de exasperación conmigo misma por ese último pensamiento.
<< ¡¡Pero si son inmortales!! >>.
Bueno se suponía que yo también lo era, pero no quería pensar mucho al respecto.
- Como ya te dije, nosotros poco nos enfermamos, y cuando eso ocurre, es porque estamos muy escasos de energías, por lo que cualquier virus nos afecta, ya que no tenemos el poder suficiente para combatirlas. La solución es fácil, pasarnos energía.
Me quedé en silencio, no quería seguir hablando de eso, porque, aunque sabía que sólo era por pasar energía, aún me era extraña la idea de besarse para ayudar a alguien.
- ¿De qué era lo que me querías hablar? – dije tras unos minutos un poco tensos, pues Zarek no apartaba su intensa mirada violeta de mi rostro, aunque yo lo había intentado ignorar fingiendo estar muy interesada en un árbol cercano.
Zarek soltó un suspiro exasperado, y se pasó la mano por el pelo, el cual le había crecido un poco desde la última vez que lo había visto con Kozma.
<< ¡Kozma! >>.
- ¡Oye! – dije de repente, sobresaltando a Zarek, quien ya se disponía a hablar - ¿En dónde está Kozma? ¿Qué pasó con su familia? ¿Cómo está su hijo… y su esposa?
- Oye, oye… cálmate que te va a dar algo. – dijo con una mirada dulce en sus ojos – Ellos están bien, Admes, su hijo, está bien; para cuando llegamos, ya estaba casi completamente recuperado, y su esposa no fue lastimada.
Mi mirada se desvió, no podía evitar sentirme culpable, ya que por la estúpida venganza de Denes, ellos tuvieron que sufrir.
- Oye, - dijo Zarek tomando mi barbilla con su mano, y haciendo que girara mi rostro para verlo directamente a sus ojos – eso no fue tu culpa. No tienes por qué llevar responsabilidades que no te corresponden.
Bajé la mirada.
- Si… si yo no existiera, ellos no habrían pasado por nada de eso, ni tú ni Adrián hubieran tenido que ir a la Tierra, incluso, estoy segura que ellos estarían mucho mejor, sin temor de que les robaran el reino.
- Cyrene, mírame. – dijo Zarek apremiante, yo lo miré de nuevo – No quiero volver a escuchar semejante ridiculez de nuevo, ¿entendido?
Lo había dicho con una mirada casi asesina en su rostro, que no me quedó más remedio que tragarme mis réplicas mientras asentía levemente.
Me soltó, y nos quedamos mirando de nuevo a la nada, aunque yo miraba cómo poco a poco el cielo se iba llenando de hermosas lucecitas, como si de pequeñas joyas se trataran.
- ¿Quieres ver a Kozma y su familia?
- ¿De verdad? – no pude evitar sentir la emoción, ya que me permitiría corroborar por mis propios ojos que estuvieran bien, y además me permitiría conocer un poco más de aquel lugar, ya que, aunque sabía que no volvería nunca, no podía ignorar la atracción que sentía por conocer más acerca de todo lo que en ese momento me rodeaba.
- De verdad. – dijo Zarek, mientras su rostro dejaba ver una espléndida sonrisa.
- Déjame le aviso a Adrián, y ya salgo. – dije mientras me levantaba con ayuda de Zarek, quien no había gastado esfuerzo en ocultar su descontento.
- Te acompaño. – dijo mientras señalaba mi pie.
- No te preocupes, puedo caminar sola, gracias. – dicho esto me encaminé hacia la casa.
- Cuando entré, busqué a Adrián con la mirada, para encontrarlo sentado en la sala con los ojos cerrados.
- ¿Estás bien? – dije parándome justo frente a él.
- Bien, no te preocupes. – dijo abriendo lentamente los ojos.
- Te venía a decir que voy a salir con Zarek, - de inmediato su expresión cambió de pensativo a enojado, pero no me dejé amedrentar, el hecho de que no se llevaran bien, no quería decir que tuviera que escoger entre el uno y el otro – vamos a visitar a unas personas que conocí antes. – dije vagamente.
- ¿A unas personas? ¿No será que te convenció de ir a ver a los reyes? – dijo entornando los ojos.
No pude evitar ponerme tensa ante la idea, sabía que lo tenía que hacer esta semana, pero eso no quería decir que la idea me pareciera espectacular.
- No, ya te dije, son personas que conocí antes. Así que más tarde vuelvo. – dije suavizando un poco mi voz, pues le había contestado de manera cortante.
Se levantó, y para mi sorpresa me estrechó entre sus brazos.
- Sólo cuídate ¿quieres? – yo asentí contra su pecho, sabía que algo le pasaba, pero suponía que era por todo lo que había pasado, pues tal y como él había dicho esa mañana, Adrián le había dado la espalda a su padre por mí, algo que de seguro no era nada fácil de hacer – Te voy a estar esperando.
- No hace falta…
- No me discutas, porque de igual forma lo voy a hacer. – dicho esto, me dio un beso en la mejilla, y deshizo el abrazo.
- Espera, te voy a traer un abrigo, ya sabes que dentro de poco las temperaturas bajan radicalmente. – terminada la frase, Adrián salió con una velocidad asombrosa de la habitación, para al par de segundos volver con un suéter de lana en sus manos.
- Ese es uno de tus… poderes ¿verdad? – dije mientras Adrián me ayudaba a poner el suéter.
Él me sonrió, y asintió.
- ¿Te sorprende?
- A estas alturas me gustaría decir que ya nada me sorprende; pero aún a veces pienso que me golpeé la cabeza y que estoy tendida en una cama de hospital en estado de coma, mientras que mi cerebro juega a ser escritor de novelas; causando que aún me sorprenda por todo lo que no me parece normal.
Adrián echó la cabeza para atrás y soltó una carcajada, haciendo que yo también me echara a reír.
- Bueno, te dejo. – le di un beso en la mejilla, y me fui.
Afuera, Zarek me esperaba un tanto impaciente, y sabía esto, pues caminaba de un lado a otro mientras se pasaba repetidamente las manos por el cabello.
- Lista. – dije acercándome cojeando hacia él.
De inmediato se acercó, pasando una mano por mi cintura y la otra por mis rodillas, levantándome de golpe.
- ¡Bájame! – dije tras recuperarme de la sorpresa - ¡Puedo caminar perfectamente sola!
- Lo sé, pero me encanta tenerte así. – dijo con una sonrisa en su rostro, sin importarle la mirada envenenada que yo le estaba dirigiendo en ese momento, mientras caminaba como si en vez de cargarme a mí, estuviera cargando una muñequita de trapo.
- ¿Estás bien? – ya llevábamos bastante tiempo caminando, yo había terminado enredando mis brazos alrededor del cuello de Zarek, por si se cansaba, y de repente me soltara de golpe.
- Bien, no te preocupes. El tenerte de esta manera no representa ningún esfuerzo físico para mí.
- ¿Qué es eso de lo que me quieres hablar? – le dije sin poder disimular mi curiosidad.
- No comas ansias, una vez salgamos de la casa de Kozma, hablamos con más tranquilidad.
Me miraba de una manera tan intensa, que tuve que desviar mi mirada, mientras rogaba porque no escuchara los latidos de mi corazón.
- ¡Hola Kozma! – el señor que saludé, una vez nos abrieron la puerta, se quedó de piedra en el umbral, en sus ojos pasaba la incredulidad, la sorpresa, el pesar, el dolor, y una infinidad más de emociones, que lograron que yo también me quedara de piedra, y más aún al ver lo que hizo a continuación.
- Alteza. – dijo mientras se hincaba con una rodilla en el suelo.
- ¡Oh rayos Kozma, no hagas eso! – dije turbada.
Tanto Kozma, como Zarek me miraron, el uno sorprendido, y el otro divertido. Puse los ojos en blanco.
- Pero, es que no la esperaba en realidad princesa Cyrene. – dijo Kozma al ver que ninguno de nosotros dos iba a hablar. No pude evitar poner los ojos en blanco… de nuevo.
- Mira Kozma, - dije mientras me acercaba a él – créeme, ya no me molesta que me llames Cyrene, pero me… indispone eso de princesa, o alteza, o cualquier apelativo similar, de verdad, tienes que darte cuenta que yo no soy ninguna princesa, y tampoco es que pertenezca aquí. – dije señalando con mis brazos todo a mi alrededor.
- Será mejor que entre princesa Cyrene, - dijo Kozma incorporándose, y lanzándome una mirada con una mezcla de respeto y reproche, además de dejándome muy claro que no me iba a llamar de otra manera – está empezando a hacer mucho frio y no quiero que esté incómoda.
<< ¡¿Pueden ser más exasperantes las personas de aquí?! >>.
Pensé totalmente irritada.
Como cuando habíamos llegado a la casa de Kozma, Zarek por fin, me había dejado en el suelo, Kozma se asustó de manera cómica al verme cojear.
- ¡¿Oh, princesa está usted herida?!
- No te preocupes, - dije pasando lentamente frente a él, mientras le dedicaba una sonrisa, ya que me alagaba mucho su preocupación – no es nada, sólo tuve un leve accidente.
Kozma asintió, pero de inmediato me agarró del antebrazo para que yo me apoyara en él, aunque cuando se dio cuenta de lo que había hecho, intentó soltarme, pero yo me agarré, dejándole claro que no me molestaba en absoluto.
La casa era enorme, pensaría que era algo más sencilla, pero nada más lejos de la realidad; aun, a pesar de todo, se veía que las personas que allí habitaban eran seres humildes y buenas personas.
- Tienes una casa preciosa. – dije mientras me sentaba en un sofá color crema con delgadas líneas color chocolate.
- Gracias princesa, es todo un honor que le guste nuestro humilde hogar.
<< ¿Humilde? ¡Pero si es toda una mansión! >>.
Pero opté por no decir nada, quizás sólo había sido modestia.
- Por favor, pónganse cómodos, llamaré a mi esposa, mi hijo no debe tardar en llegar.
Se fue dejándonos a Zarek y a mí solos en la sala.
- ¿Ves que no por ser princesa te van a hacer caso en todo lo que dices? – dijo Zarek burlón.
Ya por enésima vez ponía los ojos en blanco; algo me decía que en cualquier momento iba a hacer algún tipo de comentario respecto a lo sucedido.
- Pues no me hace gracia, además no por ser quien supuestamente soy, ellos deben obedecer… sólo me gustaría que se dieran cuenta que yo no pertenezco a aquí, que yo no soy… como ustedes.
- Pues lo eres Cyrene, te guste o no, tú eres como nosotros. – dijo de repente furioso.
Le iba a replicar, pero justo en ese momento, Kozma entraba con su esposa.
- Princesa Cyrene. – dijo la señora inclinándose frente a mí.
- Por favor…
- Es una forma de mostrarte su respeto, no seas grosera. – me interrumpió Zarek.
Lo fulminé con la mirada.
<< ¡¿Y éste qué se cree?! >>.
Pero Zarek no se amedrentó, al contrario, también me fulminó con la mirada, y estuve a punto de empezar a gritarle como loca, si no es porque la esposa de Kozma carraspea evidentemente incómoda ante la situación.
- Lo siento. – dije sonrojándome de manera intensa – Mucho gusto, soy Danna. – dije tendiéndole la mano a la mujer.
Ella me miró extrañada, y pasó su mirada a su marido y luego a Zarek, como buscando una respuesta.
- Amor, ese es el nombre que ella utiliza cuando vive en el otro planeta.
- Aaaa… lo siento. – dijo la mujer estrechando mi mano - ¿Te molesta que te llame princesa Cyrene? Realmente me gusta mucho ese nombre.
- No te preocupes, me puedes llamar como más prefieras, pero yo de ti, quitaría eso de princesa.
- Y dale con lo mismo. – dijo Zarek con un resoplido.
- Pues sí, - dije desviando mi atención de la señora a él – y si no te gusta, - señalé la puerta – te puedes ir, ya encontraré el camino de regreso yo solita.
- ¡No puedes irte hasta el palacio tú sola, Princesa Cyrene! – dijo la mujer entre sorpresa e incredulidad.
Me volví hacia ella, y le dediqué una sonrisa; aunque ciertamente se sentía extraño el que unos desconocidos se preocuparan de esa manera por mí, no podía negarme que eso de alguna manera me gustaba.
- No te preocupes… - me quedé mirándola, no sabía su nombre, al parecer ella se dio cuenta, pues de inmediato me proporcionó el dato que me hacía falta – Eirene, pues no me estoy quedando en ese lugar, - sin querer, una mueca se adueñó de mi rostro – me estoy quedando en la casa de Adrián.
No esperaba las caras de espanto y de terror que puso la pareja frente a mí, incluso por un instante, pensé que a Eirene le pasaría algo.
- ¿Te secuestró después de todo lo que sucedió? – dijo Kozma con cara de espanto e indignación.
<< ¡¿Qué?! >>.
Ahora la cara de espantada la tenía yo.
- ¿Cómo dices? – dije cuando encontré mi voz.
- No, Kozma, - empezó a decir Zarek, quien al parecer era el único allí que estaba en total calma – Cyrene se está quedando con él por voluntad propia.
No hacía falta ver a Zarek a la cara, para saber que su expresión era de total furia.
La pareja intercambió miradas incrédulas, mientras posaban sus ojos de Zarek a mí. Me faltó nada por poner los ojos en blanco, si seguía de esa manera, me quedaría con los ojos en blanco de forma permanente.
- Entonces… - empezó a decir Eirene, como si hablando despacio consiguiera entender mejor las cosas – te estás quedando… voluntariamente con el príncipe Adrián.
Sabía que no era una pregunta, pero aun así asentí.
- Pues yo digo, con todo respeto… - dijo Kozma haciendo una breve inclinación hacia nosotros – que ese título ya se lo deberían quitar, no es concebible el hecho de que después de todo lo sucedido, siga siendo parte de nuestra corte real.
Por el rabo del ojo, vi cómo Zarek asentía en total acuerdo a las palabras de Kozma.
- Pues yo no pienso lo mismo, si no hubiera sido por mi amigo Adrián, yo quizás estuviera casada con él y el imbécil de Denes se hubiera salido con la suya.
- ¿Sabes lo loco que suena eso? – dijo Zarek, para luego levantar la voz, aun cuando nos encontrábamos en casa ajena - ¡Adrián te mantuvo cautiva! ¡Hizo que tú durmieras con él!
Me giré en redondo hacia él, quedándome literalmente con la boca abierta; estaba estupefacta.
<< ¿Cómo se enteró? >>.
No tenía ni idea, pues era algo que ni Adrián ni yo habíamos dicho, y dudaba mucho que Eileen se hubiera atrevido a decir algo así… ¿O sí?
Afortunadamente, encontré mi entereza, y me erguí todo lo que yo era.
- Me importa un… comino si suena loco o disparatado o lo que tú quieras; pero no voy a permitir que se insulte a Adrián en mi presencia, pues para tu información, lo que él hizo ayer, fue algo heroico, no todos tienen los… pantalones para enfrentarse a su propio padre, y darle la espalda consiguiendo que no logre su cometido. – fulminaba a Zarek con la mirada, él me la sostenía, por lo que estábamos inmersos en una guerra en donde ninguno de los dos quería dar su brazo a torcer.
Tuve que morderme la lengua un par de veces para no decir improperios, pues una muy pequeña parte de mí, recordaba en dónde me encontraba.
- Además, - continué hablando ya que él no decía nada – no sé de dónde sacaste eso de que dormimos juntos, pero sólo por evitar que su nombre se manche, él no me obligó a nada, como bien dijiste, nos limitamos a dormir, nada más; así que no intentes que los demás lo vean de una manera errónea.
Por su expresión, Zarek quería saltar encima de mí y arrancarme la lengua para evitar que yo siguiera hablando; pero no lo podía evitar, tenía que hacerles ver que Adrián no era ese monstruo que todos pensaban que era.
- ¡Ese sólo hecho ya es deplorable! ¡Como bien te has dado cuenta, aquí tenemos costumbres muy conservadoras! ¡No te imaginas lo que los demás pueden llegar a pensar si escuchan lo que acabas de decir!
- ¡Pues yo diría más bien retrógradas! ¡Además, no me importa lo que los demás piensen!
- ¡¡Pues debería importarte porque tú aquí eres la princesa!! – rugió Zarek, ya incapaz de contenerse.
Justo cuando iba a responderle con unos cuantos improperios, afortunadamente fuimos interrumpidos.
- Buenas noches.
Todos nos giramos hacia el personaje que llegaba justo a tiempo para evitar una batalla campal.
El chico frente a nosotros, se lanzó al suelo como si una fuerza invisible, lo hubiera obligado.
- Príncipe Zarek, princesa Cyrene… qué… qué honor tenerlos en nuestro humilde hogar.
- Hola Admes. ¿Cómo estás? – dije acercándome a él. Admes no tenía ni idea de lo agradecida que estaba con él en ese momento, pues me salvó de quedar como una salvaje frente a esas personas, aunque Zarek sí se merecía la cantidad de palabrotas que tenía en ese momento en mi cabeza.
- Por favor… perdóname, yo… yo…
- Oye, - como no se levantaba, yo me agaché, para quedar a la misma altura, aunque en esa posición, no pude evitar una mueca de dolor por mi pie. Puse una mano en su hombro, y él se tensó más, si eso era posible – no quiero que te disculpes, sé perfectamente las circunstancias que te llevaron a hacer eso. Y ahora, una vez aclarados en ese tema, ¿cómo sigues?
Él por primera vez se atrevió a alzar la mirada, e inyectó sus ojos rojos en los míos, como buscando si era sincera o no, al momento se relajó visiblemente.
- Muy bien, princesa Cyrene; ya ve, nadie puede conmigo. – dijo con una sonrisa radiante.
- Claro, eso no era lo mismo que decías hacía un par de semanas. – dijo Kozma – y muchacho, ¿pretendes que la princesa Cyrene se quede así en el piso contigo?
- ¡Ay perdón! – dijo Admes levantándose de inmediato, yo lo seguí claro que mucho más despacio, él lo notó y terminó de ayudarme - ¿Estás bien? – dijo mientras me llevaba al sofá, en donde una vez sentada, todos hicieron lo mismo.
- Sí, sólo tengo lastimado un poco el tobillo, eso es todo.
Luego de eso, hablamos un rato, todos evitaron hablar de mi boda fallida o de Adrián y su familia, así que estábamos pasando una buena velada, cuando, como siempre algo la empaña.
- Por cierto, Cyrene, ¿ya conociste a los reyes? – dijo Eirene con una sonrisa tras darle un sorbo a su té.
Yo me quedé con un trozo de galleta a medio camino hacia mi boca; por el rabillo del ojo, vi que Zarek también se congelaba, y me miraba expectante.
- Sí ya los conocí. – dije tratando de ocultar la tensión en mi voz.
Al parecer había ocultado muy bien mi malestar, pues Eirene asintió sin que se le borrara la sonrisa y continuó hablando como si nada.
- Me imagino que fue un poco raro el conocerlos hasta ahora, es decir, tengo entendido que no sabías nada de tu origen, así que todo ha de ser aún muy impactante para ti.
- Sí, mucho, y más cuando toda tu vida has creído o al menos querido pensar algo, y resulta ser todo lo contrario. – dije con cinismo.
- Bueno, creo que nosotros ya nos vamos, Cyrene quería venir a ver cómo estaban, y ya es algo tarde, así que será mejor volver. – dijo Zarek, obviamente queriendo evitar que yo hablara mal de sus queridos reyes frente a los demás.
- Sí, lo entendemos, - decía Kozma mientras se levantaba junto con su mujer – les agradecemos de antemano su visita, y a ti Cyrene por tu preocupación. – le sonreí, pues al menos había logrado que cuando estuviéramos sólo nosotros me dijera Cyrene, pero me habían advertido que frente a los demás me seguirían diciendo princesa.
- No tienes nada de qué preocuparte, y espero que ya no tengan más problemas. Me… me alegró haberlos conocido. – dije con algo de pesar, pues esa sería la última vez que los vería.
Ellos hicieron caras de no saber de qué estaba hablando, pero los dejé con las dudas, pues sabía que eso nos llevaría a otra discusión, pero no con ellos, sino con Zarek.
- ¿Segura que estás bien allá con el príncipe Adrián? – dije Eirene algo preocupada.
- Sí…
- Espera, ¿qué dijiste madre? – dijo Admes apretando los puños a sus costados.
- Oye, cálmate, él es mi amigo, es tarde, así que voy a dejar que tus padres te expliquen cómo es realmente la situación.
- Pues te digo que tu amigo, fue el que me dejó en ese estado tan deplorable. – dijo Admes furioso.
- ¡Admes! – dijo Kozma reprendiéndolo.
- Lo siento, - dijo haciendo una inclinación frente a mí – no quise ser grosero.
- ¿Estás seguro que fue Adrián? – dije esperando con todas mis fuerzas que él se hubiera podido confundir con alguien más, pero siendo sincera conmigo misma, eso sí le daba una explicación razonable al por qué él había quedado tan mal herido.
- Totalmente seguro. – dijo Admes con total convicción.
Asentí penumbrosa, mientras les murmuraba un lo siento.
Luego de eso, Zarek y yo empezamos a caminar en silencio, él había querido cargarme de nuevo, pero no lo permití, por lo que andábamos muy despacio por el camino de piedra.