Orión: la leyenda Orestes, príncipe de Caenus

Capítulo 2

Finalmente los soldados habían llegado a la morada de Tora. Dos de los cinco hombres, cargaron a Orestes hasta el carruaje mientras que el resto recorría el lugar preguntándose cómo hizo el príncipe para derrotar al terrible Zemon. Trataban de analizar cómo Orestes pudo derribarlo causándole la herida en la garganta además del desastre en el lugar; árboles derribados a diestra y siniestra y enormes pisadas junto a las de Zemon, despertaban la curiosidad de los soldados. 

Aquellos hombres quedaron sorprendidos al escuchar que Orestes no necesitó ayuda para enfrentar al colosal hasta arrebatarle la vida. Tora les explicó lo sucedido, pues ella había sido testigo de aquella valerosa hazaña por parte del hijo de las estrellas. 

Cuando los soldados estaban por partir, Tora les pidió un favor —Quiero que le entreguen esta carta a la princesa Hatysa. 

Uno de los soldados tomó el sobre y con mucho cuidado lo sostuvo en su mano derecha durante todo el viaje. Al llegar al palacio, los hombres llevaron al príncipe hasta su habitación, en donde estaba Hatysa esperando por su hermano. Al quedar a solas con Orestes, Hatysa demostró estar enojada con su hermano por lo que decidió aplicar la ley del hielo, solamente lo miraba con total desaprobación. 

Orestes no hizo más que mirar a Hatysa mientras que, con una tierna sonrisa sobaba su brazo izquierdo, producto del fuerte golpe que se dio al caer a varios metros de la cueva del gigante. Al ver que su hermana no decía nada, Orestes tomó la iniciativa diciendo

—Ya se lo que vas a decir —suspiró —que estoy loco, que soy un completo estúpido, que es una locura realizar este innecesario viaje de autodescubrimiento. 

De pronto, Hatysa lo  interrumpió —¡Cállate, Orestes! Tu desobediencia ha sobrepasado los límites. Desde que éramos niños se nos dijo evitar a toda costa el contacto con Zemon, especialmente después de la muerte del tío Plerión. 

—Tora dijo que lo asesiné y yo no recuerdo nada. 

En ese momento, tres golpes en la puerta llamaron la atención de los príncipes de Caenus. Hatysa le preguntó a Orestes si esperaba por alguien y este negó recibir visitas. Se suponía que abandonaría el castillo por mucho tiempo. 

Hatysa se acercó a la puerta y por medio de la minúscula pantalla pudo ver a uno de los soldados esperando pacientemente a ser atendido. La princesa abrió la puerta y el soldado, con algo de timidez dijo

—Perdone usted por mi imprudencia, su alteza. —mostró la carta que había sujetado durante el camino —Tora, la guardiana del bosque me pidió entregarle esta carta. 

Hatysa recibió el sobre y agradeció al soldado permiténdole descansar. Luego, cerró la puerta y tomó asiento a un costado de la cama. Con cuidado abrió el sobre y atentamente leyó la carta. Estupefacta, la princesa caenusiana no podía creer en lo la guardiana había plasmado en el papel.

Dicha carta decía así: 

 

Querida princesa Hatysa

He estado tan ausente desde la muerte de tus padres, que me apena mucho acercarme al castillo para saber de tí. Espero que puedas perdonarme y me recibas en el castillo, tengo pensado visitarte en estos días. 

Quería comentarte de un poder oculto que Orestes posee, poder que pese a ser testigo del mismo, aun no lo puedo creer. Para iluminarte, no es menester que el príncipe haga este viaje, ya que he visto con mis propios ojos que sin duda, el cuerpo de tu hermano posee la pura esencia del gran cazador

Orestes fue capaz de asesinar a Zemon con sus propias manos y sin ayuda de ningún ejército. Solo incrementó su tamaño, pero no recuerda nada de lo que haga mientras esté bajo el dominio de este poder. Por lo tanto, he llegado a pensar que si Orestes incrementa su tamaño, deja de ser él y pasa a ser el mismo Orión. 

Es todo lo que sé, pero son solo suposiciones mías. Por ello, me tomaré el atrevimiento de sugerir que busques a Tinia, ya que ella es la única persona capaz de brindarte respuestas. 

Que el escudo de Orión te proteja. 

Tora. 

 

Hatysa llevó su mirada hacia Orestes, quien reposaba con la mirada fija hacia el ventanal como si intentase ver el monte Torriden, pero en realidad, veía a su hermano a través del reflejo. Al sentir que la princesa lo observaba, Orestes llevó su mirada hasta su hermana y dijo

—¿Ocurre algo? ¿Por qué tienes esa cara de miedo? 

A lo que Hatysa respondió —No es nada querido hermano. Debo hacer algunas cosas, pero antes llamaré a Tinia para que venga al palacio a curarte y puedas continuar con tu viaje. 

La princesa se puso de pie y rápidamente salió de la habitación de Orestes. Bellatrix, Rígel y Betelgeuse, los tres guardianes del palacio de Caenus, vieron a Hatysa caminar con desespero por lo que, decidieron seguirla para asegurarse si corría peligro. 

Los guardianes custodiaron a Hatysa hasta que ella les aclaró que no pasaba nada malo, pero aprovechó para pedirles un favor. 

—Quiero que viajen a Manwa y traigan a Tinia al palacio, necesito que vea a Orestes. 




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